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Podrán cortar todas las flores, pero no podrán detener la primavera. (Pablo Neruda)

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Los gigantescos incendios de Siberia aceleran el cambio climático

Bosque de la taiga siberiana calcinado por el fuego. © Anton Voronkov / Greenpeace

En lo que va de año, las llamas han devorado más de 13 millones de hectáreas de valiosísimos bosques boreales en en la región de Krasnoyarsk (Siberia). Según Greenpeace, solo en los últimos días las llamas ya han arrasado 4,3 millones de hectáreas, un área más grande que Dinamarca.

Los incendios en esta región han sido habituales en los últimos años, pero las llamas de este verano han alcanzado un tamaño y una fuerza sin precedentes.

Y dirás que Siberia está muy lejos, pero esa tragedia ambiental nos afecta a todos igual que si fueran montes españoles. Porque tan terribles incendios están contribuyendo significativamente a acelerar e intensificar el cambio climático.

Para que te hagas una idea, estos incendios están emitiendo a la atmósfera más de 166 millones de toneladas de CO2, casi lo mismo que 36 millones de automóviles al año.  Lee el resto de la entrada »

Descubren intacta la semilla escondida por la ardilla loca de Ice Age

¿Os acordáis de Scrat, la divertidísima ardilla loca de Ice Age? Era ese animalito desesperado por poner a buen recaudo del avance de la glaciación alguna semilla que le garantizara el sustento para un largo invierno que (él no lo sabía) duró 90.000 fríos años. Pues acaba de encontrase su pequeño tesoro. No la famosa bellota de la película, pero sí un puñado de semillas de Silene stenophylla, una planta con flores nativa de Siberia, que habían sido enterradas por una ardilla durante la Edad de Hielo cerca del río Kolymá. Esta gran corriente fluvial todavía hoy es usada como la principal carretera de la región durante los largos meses en que permanece helada. Según explica Rachel Kaufman en un excelente reportaje de National Geographic, la datación por radiocarbono confirmó que las semillas tenían 32.000 años de antigüedad.

Pero hay algo aún más sorprendente. El equipo de científicos ha logrado hacerlas germinar ¡32.000 años después de su formación!

Las simientes estaban congeladas a 38 metros por debajo del permafrost, rodeadas de toda clase de restos de megafauna de esa lejana época como mamuts, bisontes y rinocerontes lanudos. Sí, efectivamente. Los amigos de Scrat en Ice Age.

Más de 30.000 años congelada y la plantita ha germinado, crecido, echado flores y fructificado como si apenas hubieran pasado unos meses desde su nacimiento, allá en los tiempos de los bisontes esteparios. ¿No os parece increíble?

Hace un par de años ya os conté en La Crónica Verde cómo un dátil de la época de Herodes encontrado en el desierto de Judea había logrado germinar y convertirse en robusta palmera datilera. Pero esa planta milagro que hasta ahora ostentaba el título de la más antigua semilla regenerada tenía 2.000 años y ésta rusa supera los 32.000 años.

Miras la foto de la Silene resucitada y te quedas helado. Tan normal, tan frágil, nadie diría que ha descubierto la máquina del tiempo. ¿Aparecerá también algún día detrás de ella la nerviosa ardilla?

Aprovecho para dejaros aquí una de las divertidas historias de esta ardilla de dientes de sable tan obsesionada por las bellotas.

La fotografía de la planta-milagro rusa ha sido cedida por la National Academy of Sciences a National Geographics.

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La crisis resucita las huertas

La crisis está devolviendo el viejo esplendor perdido a nuestras huertas. En Rusia existe el “índice de la patata”, según el cual, cuanto peor es la situación económica en el país, más aumenta la venta de patatas de siembra. En España ese índice se mide por el consumo de productos fitosanitarios. Y como me confirma el distribuidor de una importante multinacional química, al menos en Galicia este índice se ha disparado en el último año. Tras la explosión de la burbuja inmobiliaria, miles de trabajadores de la construcción se han quedado en el paro. Han vuelto a sus aldeas para encontrar en la tierra el perfecto lugar donde olvidar miedos y depresiones. También donde ayudar a llenar la despensa con buenos productos naturales.

Pero no sólo en los pueblos. En las ciudades está pasando algo parecido. En las anodinas urbanizaciones de adosados, las parcelitas de improductivo césped están dejando paso a pequeños huertos familiares, muchos de ellos ecológicos, donde sus orgullosos propietarios se afanan por lograr fresquísimos tomates, pepinos o alubias cuyos intensos sabores no habían probado nunca. También comienzan a desarrollarse proyectos colectivos promovidos por asociaciones vecinales y ayuntamientos. Incluso las azoteas, antes estériles, se transforman ahora en cuidadas zonas de cultivo.

Durante décadas de prosperidad económica, las huertas de nuestros pueblos cayeron en la incuria. Apenas un puñado de jubilados se aferraban a la azada, incapaces de quedarse en sus casas sin hacer nada. Sabios de esa bella arquitectura del surco, se habían convertido, sin saberlo, en los últimos jardineros de un paisaje tan evocador como biológicamente productivo, refugio de cientos de variedades vegetales únicas, pero también de una muy especial fauna en peligro.

Por suerte para todos, estos auténticos paraísos de la biodiversidad vuelven a estar de moda. Oler la tierra, trabajarla, recoger sus frutos, disfrutarla, sentirla. Al menos la crisis nos da alguna buena noticia.