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Una epidemia deja ciegos a los rebecos del Pirineo

Un brote de queratoconjuntivitis está diezmando a las poblaciones de rebeco (Rupicapra rupicapra) del Pirineo aragonés. En algunos valles ha muerto hasta el 70 por ciento de toda la población de este bello ungulado.

La enfermedad surgió el pasado verano en Pineta y Viñamala (Sallent de Gállego) pero, lejos de remitir, este año se ha extendido a las Reservas de Los Valles y Benasque, por lo que el Gobierno de Aragón ha prohibido este otoño la caza de hembras en dichos parajes.

La epidemia no se transmite a los humanos. Tampoco mata directamente a los animales pero los deja ciegos, que es igual que matarlos. Siempre enriscados en lugares imposibles, sin vista y desorientados, la mayoría de los rebecos enfermos acaban despeñándose.

La infección, transmitida por un mosquito, está afectando igualmente a los rebaños domésticos de vacas, ovejas y cabras, donde la posibilidad de administrarles tratamiento veterinario reduce su incidencia mortal.

Paralelamente, en el Pirineo catalán los rebecos o sarrios se van recuperando de otra enfermedad que desde hace seis años los está aniquilando, el Virus de la Enfermedad de la Frontera, que desde mediados de 2005 hasta finales de 2007 afectó a la Reserva Nacional de Caza y Parque Natural del Cadí-Moixeró.

Dicen los cazadores que estas enfermedades «emergentes y reemergentes» se deben al exceso de población, y que sólo una gestión cinegética eficaz logrará controlarlas.

Por una vez los conservacionistas están de acuerdo con el fondo, aunque no con las formas. Porque para ellos la verdadera caza selectiva no es la que dispara a los ejemplares más hermosos, los de cuernos más espectaculares, como hacen los amigos del rifle, sino a los más viejos o los más enfermos.

El auténtico control de las poblaciones de rebeco y de otros ungulados sólo lo hacen los superdepredadores naturales, los lobos. Pero en el Pirineo no hay lobo y nadie quiere que vuelva. Los cazadores prefieren seguir quitándoles el trabajo a tiro limpio.

¿Quienes están más ciegos, los rebecos con su enfermedad o los humanos con nuestras escopetas?

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La preciosa fotografía que acompaña a este post es de Álvaro Tobar Prieto y procede de su galería en FotoNatura.