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Podrán cortar todas las flores, pero no podrán detener la primavera. (Pablo Neruda)

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Francia se opone a la ampliación del aeropuerto de San Sebastián

Políticos y ecologistas franceses encabezan estos días una dura campaña contra la prevista ampliación por parte del Ministerio de Fomento y Aena del aeropuerto de San Sebastián.

Suena raro pero tiene su explicación. El aeródromo se localiza en Hondarribia/Fuenterrabía, en la desembocadura del río Bidasoa que hace de frontera natural con Hendaya (Francia). Una bahía y estuario de gran importancia medioambiental, pero también muy poblada.

El colectivo ecologista vasco francés Les Verts du Pays Basque ha impulsado un manifiesto en contra de esa ampliación al que se han suscrito tanto ecologistas vascos como importantes cargos electos franceses de la talla del alcalde de Hendaya o el vicepresidente de la región de Aquitania.

Pequeño y escandalosamente deficitario, el aeropuerto donostiarra no tiene más sentido que el político, poner uno en cada provincia española. En este caso todavía menos, pues tiene al lado el de Biarritz y no muy lejos el de Bilbao.

Pero la preocupación es ante todo ambiental. La bahia de Txingudi y el estuario del Bidasoa tienen una importancia ecológica tremenda. Acoge ecosistemas protegidos dentro de la red europea Natura 2000 y clasificados como zona Ramsar debido a su interés sobre todo avifaunístico. Además, parte de la zona afectada por la ampliación, el Parque Ecológico de Plaiaundi, ha sido recientemente rehabilitado con fondos LIFE de la Unión Europea, todo un contrasentido.

Incluso se aducen razones de derecho internacional, como la violación que este aeropuerto hace del Tratado franco-español de 1992. Este tratado limita su uso a 24 vuelos diarios, y según los ecologistas en 2008 acogió un promedio de 34 movimientos al día.

Yo añadiría otra razón más: No necesitamos tantos aeropuertos, lo que necesitamos es mejorar el transporte ferroviario, muchísimo más ecológico, eficiente y cómodo que el aéreo.

La petición de los ecologistas fue entregada el pasado 4 de febrero a la eurodiputada verde Catherine Grèze, quien la tramitará ante la comisión de peticiones del Legislativo comunitario en Bruselas. Si te parece una protesta justa es posible firmar el manifiesto ‘on line’ a modo de ciberacción. Para ello, accede clickeando en este enlace.

Foto superior: Gorka Estrada / noticiasdegipuzkoa.com

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Parque sí, marisma no

Cristina, una lectora cántabra, me escribe una preocupante carta donde explica el problema que está viviendo en su pueblo por culpa de una sentencia que obliga al ayuntamiento a desmantelar un parque construido ilegalmente.

Ocurrió hace 30 años en el corazón de las marismas de Santoña, Victoria y Joyel, la zona húmeda más importante de todo el norte de España, donde la corporación decidió desecar dos hectáreas del valioso humedal (propiedad de Costas) para levantar ilegalmente sobre él el primer parque público del municipio. Tras un larguísimo proceso judicial, una serie de sentencias obligan ahora a la restauración del lugar. Pero los vecinos están en contra.

¿Quien tiene razón, Cristina o los vecinos protestones?

Os copio a continuación su carta:

Hola! Lo primero que te voy a decir es: me encanta tu blog!!!

Me hace reflexionar, entretenerme y saca algo dentro de mí, que cada vez es más fuerte, ver el otro lado de las cosas, las que de verdad importan, en fin…

Quería comentarte con este mensaje lo que está ocurriendo en mi pueblo, Escalante, Cantabria.

Está rodeado de marismas. Y el parque que tenemos es un terreno ganado a la marisma; encima de ella está situado nuestro campo de fútbol y zona verde, preciosa, de verdad.

Desde hace unas semanas, los vecinos no paran de convocar reuniones, sentadas, protestas, fiestas protesta, etc. Todo esto -y más- porque se va a aplicar la ley que dice que hay que levantar el parque y darle su espacio a nuestra marisma.

Me gustaría aclarar que muchas tardes visito el susodicho parque, ¡al que no va nadie! Los niños no hacen uso de él, ni sus madres, si acaso los abuelos, que tienen ahí su petanca.

Me indigna salir a la calle y leer pancartas que rezan así: «No soy un pájaro y no puedo volar, no soy un pez y no puedo nadar, soy un niño y quiero el parque para jugar» (o algo similar, he olvidado la rima).

Ésta es muy fuerte: «Parque sí, marisma no». ¿¿¿¿Cómo que marisma no?????

«¿Dónde jugarán los niños?»

«Los jóvenes pelearemos por lo que es nuestro».

«Ecologistas cabrones».

Y así están empapelados los alrededores del parque y casi todos los balcones de este pueblo,y el parque sólo ha sido utilizado para hacer las fiestuquis antilevantamiento.

Estoy profundamente decepcionada con el mundo en general, ¿hasta cuándo este atropello hacia nosotros mismos?

No tengo palabras para expresar el malestar que me produce ver el desconocimiento, la desinformación, el borreguismo, etecé, etecé.

He pensado en escribírtelo a ti, no sé si te servirá para algo, que espero que sí. A mí me ha servido de desahogo.

Gracias!

Muchas gracias a ti, Cristina. Estoy contigo.

Fotos: Wikimedia Commons y El Diario de Escalante.

Un registro de los no cazadores

Hoy los cazadores tienen prevista una gran manifestación en Madrid en defensa de «sus derechos». Frente a ello, Ecologistas en Acción acaba de lanzar una contrapropuesta: un registro de los no cazadores donde se reivindica el disfrute de la naturaleza sin sangre. Os adjunto a continuación el impecable manifiesto añadido a esta iniciativa y os animo a firmar. Yo ya lo he hecho.

——–

Defendamos los derechos de los NO cazadores.

«La caza genera agresiones a la naturaleza, viene dando lugar a numerosos conflictos sociales y resulta éticamente reprobable pues se desarrolla fundamentalmente con fines económicos o lúdicos.

En España, la caza provoca cada año la muerte de 50 millones de animales, utilizando para ello más del 95% del territorio. Envenena el medio ambiente y, en particular, a la avifauna con el vertido de unas 6.000 toneladas de perdigones de plomo. Pone puertas al campo mediante la colocación de cancelas y el levantamiento de miles de kilómetros de vallados cinegéticos. Provoca la desaparición de la fauna silvestre autóctona mediante sueltas incontroladas y, sobre todo, a través del uso todavía muy extendido de venenos, lazos, y cepos para acabar con los depredadores. Da lugar al maltrato animal, no sólo de las víctimas de la caza, sino también de los perros que se emplean en rehalas y cacerías.

En contraste con una actividad tan agresiva como la caza, cada día son más numerosas las personas que usan el medio natural de forma pacífica y respetuosa. Diversificándose las actividades ligadas al disfrute de la naturaleza y generando una creciente renta económica en el medio rural. Este es el caso del senderismo, la bicicleta de montaña, las rutas a caballo, el montañismo, el piragüismo, la observación de aves y un largo etcétera.

Pero la intensificación creciente de la caza y la falta de una regulación y control acorde a los tiempos que vivimos altera, cuando no impide, que se lleven a cabo estas actividades en condiciones de seguridad y tranquilidad.

La caza condiciona el paso de las personas y aleja el contacto con las especies animales, limitando múltiples actividades que sí son ambientalmente responsables.

A pesar de todo lo anterior y de manera incomprensible, un millón de cazadores, que supone menos del 4% de la población española, ha conseguido supeditar el derecho de una gran mayoría no cazadora a la práctica de una actividad controvertida y excluyente dónde las haya.

La Constitución Española dice en su artículo 45 que todos tenemos el deber de conservar y el derecho de disfrutar del medio ambiente, y sin embargo eso no es factible cuando en el terreno por el que paseamos está permitido cazar.

Por todo ello, por el respeto a los no cazadores y por combatir los impactos de la caza, se ha impulsado desde Ecologistas en Acción el Registro de personas NO CAZADORAS, para que se inscriban en él quienes han renunciado a la actividad cinegética y quienes reclaman el reconocimiento de los derechos de los no cazadores a disfrutar del medio ambiente y de la convivencia con los animales.

Se pretende que el Registro de NO CAZADORES sirva de referencia y punto de encuentro entre personas interesadas en la iniciativa y en el que los que se inscriban hacen suyo el siguiente MANIFIESTO

– Declaro públicamente mi condición de no cazador.

– Reclamo mi derecho a disfrutar de la naturaleza sin estar sujeto a la amenaza y el ruido de los disparos de los cazadores.

– Reclamo mi derecho a deambular libremente por los espacios y vías públicas sin estar sujeto a las restricciones y obstáculos a que da lugar la actividad cinegética.

– Declaro mi compromiso de disfrutar de la naturaleza responsablemente sin dañarla ni molestar ni perjudicar a terceras personas ni a sus bienes legítimos.

Registro de personas NO CAZADORAS. Firma aquí.

Castillos en el aire contra árboles en Alcorcón

El Pleno municipal de esta tarde en Alcorcón será movidito. Cientos de vecinos del barrio de San José de Valderas, convocados por el colectivo ciudadano Salvemos el Parque, han anunciado su presencia para lograr que el alcalde al menos les escuche. Están en contra del faraónico proyecto de construir el CREAA (Centro de Creación de las Artes de Alcorcón) en el Parque de los Castillos, una buena idea en un lugar equivocado. El complejo (184 millones de euros de inversión) pretende dinamizar culturalmente una ciudad de 180.000 habitantes, a cambio de mutilar gravemente una tercera parte del bellísimo parque de 14 hectáreas de jardines, fuentes, historia y arboledas, lugar de encuentro, deporte, juegos y oxígeno de los vecinos. Nada que objetar salvo quizá el sitio elegido, el pulmón verde del barrio, cuando sobran nuevas urbanizaciones despersonalizadas en los extrarradios del municipio donde el centro artístico haría el mismo o mejor servicio.

La de Alcorcón es una vieja historia. Cuando en 1989 el arquitecto estadounidense de origen chino Leoh Ming Pei levantó una gigantesca pirámide de cristal en el patio principal del museo del Louvre, todos se lanzaron primero a criticarlo y después a copiarlo compulsivamente por medio mundo. Lo mismo había ocurrido en 1977 con el Centro Georges Pompidou, de Piano y Rogers, una patada visual en el barrio parisino más clásico que ayudó en gran manera a revitalizar su viejo casco antiguo. Un cuarto de siglo más tarde España se sumó al carro del icono arquitectónico de la mano del bilbaíno museo Guggenheim, de Frank Gehry. Desde entonces, prácticamente ya no queda una ciudad española sin su museo de arte contemporáneo “de autor”, donde desgraciadamente los fabulosos (y carísimos) edificios construidos superan con creces las colecciones artísticas depositadas en su interior. Paralelamente, a su alrededor y a la sombra de esta “radical transformación artística” se suelen dar fabulosos pelotazos urbanísticos a golpes de recalificaciones, derribos y, se supone, jugosas comisiones.

Una vez más, los vecinos protestan por una renovación urbanística de su ciudad tomada en los despachos, sin una extensa y previa consulta general con el pueblo que ha dado el mando a estos políticos. Como en el siglo XVIII, a la sombra de este despotismo ilustrado de nuevo cuño todo se hace por el bien del pueblo pero sin escuchar al pueblo.

Hoy el alcalde de Alcorcón tiene la oportunidad de oír a una parte de sus electores. Prefieren un parque sin museo a un museo sin parque. Deberá tratar de convencerles o dejarse convencer por ellos. Pero por favor, no actúe como los Marqueses de Valderas, no levante un nuevo castillo donde ahora hay tan bellos árboles.