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Podrán cortar todas las flores, pero no podrán detener la primavera. (Pablo Neruda)

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600 millas buscando chapapote entre delfines y pardelas

La Crónica Verde

Acabo de pasar cuatro días seguidos navegando por la costa de Gran Canaria en una patrullera de la Guardia Civil. Ha sido una experiencia dura pero extraordinaria. Al final hemos recorrido más de 600 millas por un mar increíble trufado de pardelas, delfines, ballenas y tortugas. Un extraordinario paraíso en peligro.

Como os conté la semana pasada, formo parte del equipo de especialistas de SEO/BirdLife que evalúa el impacto ambiental del vertido provocado tras el hundimiento del pesquero ruso Oleg Naydenov a 24 kilómetros al sur de Maspalomas. Desde el 14 de abril en que se fue a pique está liberando las más de 1.400 toneladas de tóxico fuel de sus depósitos.

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Exterminio de gatos en Lanzarote

Gato

El manejo del lenguaje es importante, pero lo es mucho más el profundizar en su significado o, más en concreto, saber leer más allá de los titulares.

Estos días hay una petición que está tomando fuerza en la plataforma Change.org. Recoge firmas para exigir al Gobierno Canario y al Cabildo de Lanzarote que, «por motivos éticos y de eficiencia», no opten por el exterminio de los gatos de la isla de La Graciosa, sino que tomen medidas para controlar la población felina mediante el método captura-esterilización-suelta.

La alarma ha saltado después de que SEO/BirdLife haya publicado el informe Lugares a restaurar para frenar la pérdida de biodiversidad, donde marca una serie de medidas que deberían tomarse en varias Áreas Importantes para la Conservación de las Aves (IBA) para detener la pérdida de biodiversidad. Y más en concreto, en el control/erradicación de gatos en La Graciosa.

Pero los recogedores de firmas han metido la pata. No se dan cuenta sus promotores de que erradicar no es lo mismo que exterminar.

Me explico. Los gatos en islas oceánicas son más peligrosos para los animales autóctonos que una bomba atómica. Soltados o escapados se convierten en terribles depredadores de una fauna que durante miles de años ha evolucionado sin recursos para poder luchar contra ellos. Es como encerrar a un león en un corral de ovejas. Arrasan con todo animal que no pueda escapar de sus fauces.

Ley natural, dirá más de uno. Que se adapten, responderá otro. Imposible. Ya os he contado lo que ocurrió en Nueva Zelanda con el famoso chochín de las Stephens. El gato del farero acabó en apenas un invierno con toda la población mundial de esta singular especie. El extraño pájaro fue poco más que un postre para el lindo gatito del aburrido farero. Y a nosotros nos burló algo único, irrepetible.

En una isla como La Graciosa, o en los vecinos islotes de Alegranza o Montaña Clara, todos ellos pertenecientes al extraordinario Archipiélago Chinijo, un único gato suelto puede provocar una masacre entre las especies de aves más amenazadas del planeta como la pardela macaronésica  (Puffinus baroli) o el petrel de Bulwer (Bulweria bulweri).

Por eso la inocente idea de esterilizarlos y soltarlos de nuevo en tan paradisíaco espacio natural protegido es, claramente, una descabellada atrocidad. Por eso es necesario, obligatorio y prioritario erradicar de tales territorios a los gatos.

Erradicar: Arrancar de raíz. Eliminar algo que se considera perjudicial o peligroso.

No confundir con exterminar: Acabar del todo con algo o alguien.

Porque los gatos pueden y deben desaparecer de La Graciosa, pero en absoluto deben de ser exterminados.

¿Qué se puede hacer? Pues lo que ya se está haciendo en muchos sitios donde se han resuelto situaciones semejantes. Capturarlos sin daño para ser posteriormente ofrecidos en adopción. Adopta un gato sin hogar. Para que tenga una vida relajada pero, sobre todo, para que no extermine, éste sí, a nuestras especies amenazadas.

Para eso, cuenta con mi firma.

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El turismo loco amenaza el paraíso canario de los pájaros

Faro Alegranza

Faro de la isla de Alegranza. ©WWF

Alegranza es un islote deshabitado de 10 kilómetros cuadrados situado al norte de Lanzarote. Está considerado uno de los espacios naturales más importantes de la Unión Europea. Pero es propiedad privada.

Sí, lo has leído bien. Una isla canaria pertenece integramente a una familia. Razón de peso para explicar que a este volcán solitario en medio del Atlántico también le haya llegado la amenaza del pelotazo turístico. Un descabellado proyecto para convertir en hotel de lujo el faro de Alegranza, la única construcción del espacio natural más protegido (sobre el papel) de toda Canarias.

Alegranza es el espacio natural protegido marítimo-terrestre más importante de las islas Canarias. Sus aguas albergan la mayor biodiversidad marina. Su vegetación se encuentra entre las primeras de Europa en cuanto a la presencia de especies endémicas. Además, es el refugio de la mayor diversidad de rapaces y el mayor número de especies amenazadas de aves de las islas Canarias.

Sólo allí se calcula que crían unas 8.000 pardelas cenicientas (Calonectris diomedea), varios cientos de petreles de Bulwer (Bulweria bulwerii), decenas de pardelas de macaronesia (Puffinus baroli), cientos de paíños europeos (Hydrobates pelagicus) y cerca de un centenar de paíños de Madeira (Oceanodroma castro). Por no hablar del guirre (Neophron percnopterus majorensis), el halcón de Eleonor, el halcón tagarote o el águila pescadora.

Instalar en Alegranza un hotelito de lujo y abrir el islote al turismo supondría un desastre para este paraíso. El Plan Rector de Uso y Gestión (PRUG) del Parque Natural del Archipiélago Chinijo, al que pertenece Alegranza, lo prohíbe, al controlar y restringir su uso público; también recoge la necesidad de que las instalaciones del faro alberguen una estación biológica que sirva de apoyo a las actuaciones de conservación del espacio (gestión, vigilancia, investigación, educación y sensibilización ambiental). Nada que ver con lo que ahora se pretende.

Como yo y tantos otros, SEO/BirdLife, WWF España, la Fundación César Manrique e investigadores de la Estación Biológica de Doñana (CSIC) quieren evitar el uso turístico del Faro de Alegranza. Para lograrlo, han mandado un escrito a la Autoridad Portuaria de Las Palmas solicitando que se cumpla la ley y se garantice el uso público de esta instalación pública. ¿Nos harán caso? Oscuros intereses económicos pueden ser mucho más fuertes que la cordura y el sentido común.

Por desgracia éste no es un caso aislado. SEO/BirdLife ha denunciado también la existencia de un proyecto muy similar en el faro de la isla de Sa Conillera, en Baleares. El proyecto de construcción del hotel podría afectar allí al entorno de la mejor colonia de pardela balear (Puffinus mauretanicus) del territorio español, una especia tan escasa que es considerada el ave más amenazada de Europa, de acuerdo con los criterios de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN).

Cuando hablaban de salida de la crisis, ¿a qué se referían? ¿A volver al ladrillazo? ¿A destrozar los únicos rincones naturales que nos quedan sin urbanizar en España?

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El último paraíso virgen

Acabo de regresar de un viaje inolvidable al último paraíso virgen de Europa y aún no puedo quitarme de la cabeza esas aguas que Cousteau alabó como las más transparentes del mundo. Son las Islas Salvajes, un microarchipiélago deshabitado en mitad del Atlántico, a medio camino entre Canarias y Madeira.

Qué paisaje. Tan brutal como ese mar colérico y a la vez protector que convierte la navegación en una pesadilla. Reino de las aves marinas por antonomasia, las pardelas, petreles y paíños tienen aquí sus mayores poblaciones mundiales, miles y miles de parejas. La pesca no abunda, pero la tranquilidad les compensa viajes diarios de más de 500 kilómetros con tal de vivir lejos de nuestra especie.

Dicen algunos que esas islas no son portuguesas. Que los canarios siempre viajaron a ellas a cazar y pescar, que son españolas. Menos mal que no son nuestras. Nos las habríamos cargado. Habríamos montado algún hotelito. O permitido todo tipo de desmanes contra la flora y la fauna con la excusa de la tradición.

Gestionadas desde Madeira, dos parejas de guardas en los dos islotes más grandes pasan semanas enteras allí, manteniendo durante todo el año una vigilancia ejemplar. Intocables, sólo pueden acercarse a ellas quienes posean los necesarios permisos. Mientras tanto, todos los años se hacen importantes expediciones científicas. Y se han erradicado plantas y animales introducidos que dañaban el ecosistema como conejos y ratones.

En Canarias tenemos unas islas parecidas, el archipiélago Chinijo, al norte de Lanzarote. Pero aquí las cosas se hacen a la española. No hay guardas ni vigilancia. Los furtivos entran a saco, matando pardelas, arrasando marisco y pescando todo lo que pillan. Dicen que Las Salvajes son portuguesas. No es verdad. Los verdaderos salvajes somos nosotros.

P.D. Agradezco de todo corazón a Juan José Ramos, de Birding Canarias, las facilidades que me ha dado para poder enrolarme en este viaje inolvidable. Por supuesto, también al patrón Arturo Miranda y a mis compañeros de pajareo Jordi, Dani, Cristina y Marga.

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Regresa del país de los muertos

Tan sólo se le había visto dos veces desde 1920, la última vez hace 79 años. Considerado “Críticamente amenazado”, era dado por muerto por la mayoría de los científicos. Pero contra todo pronóstico, el petrel de Beck (Pseudobulweria becki) ha regresado del país de los muertos, del listado de las especies extinguidas.

En realidad nunca se había ido, pero sus poblaciones son tan escasas y se localizan en una zona tan remota del Pacífico austral, que las probabilidades de que un experto en aves marinas diera con él y lo identificara con precisión eran mínimas.

El mérito de este redescubrimiento tiene nombre propio: Hadoram Shirihai. Un entusiasta ornitólogo israelita empeñado, por no decir obsesionado, en el petrel perdido. Creyó haberlo visto en 2003 en el archipiélago de Bismarck, al noreste de Papúa Nueva Guinea. La duda no le dejaba tranquilo. Así que en el verano del año pasado emprendió una apasionante aventura personal en su busca. Alquiló un yate y durante 15 días recorrió 1.400 kilómetros por entre algunas de las más de 200 islas del lejano archipiélago. Shirihai justificó así su decisión: «Estaba ansioso por saber sobre estos sorprendentes petreles… y comprender mejor cómo podemos ayudar a conservarlos». Para muchos era una excentricidad, por no decir una locura. Pero como ocurre tantas veces, el éxito sonrió al idealista contumaz.

No sólo vio un petrel de Beck. ¡Vio 30 de estas imposibles aves marinas! Entre ellas varios jóvenes, evidencia clara de que la especie sigue criando. También los fotografió, algo que no se había logrado nunca. Por si todo esto fuera poco, encontró el cadáver reciente de una de esas aves en el mar, que lo convierte en el tercer espécimen recolectado para su estudio por la ciencia.

Los petreles son un grupo de aves parecidas a pequeñas gaviotas que pasan toda su vida en el mar y sólo se acercan a las costas para criar. Al igual que las pardelas, presentan un orificio tubular sobre el pico por el que expulsan el exceso de sal consumida, una sorprendente adaptación al mundo marino.

A los de Beck, así llamados en honor a su descubridor para la ciencia Rollo Beck, se les supone amenazados por las mismas causas que afectan a otros petreles del Pacífico: gatos y ratas introducidos en sus lugares de cría, tala y desmonte de los bosques para plantaciones de aceite de palma, sobrepesca, contaminación. Pero hasta que no conozcamos sus lugares exactos de cría tan sólo son suposiciones.

Les reconozco mi envidia al enterarme de esta noticia. Todavía quedan rincones en el mundo por explorar. Las islas Bismarck, por ejemplo. ¿Necesitará Hadoram Shirihai un viejo grumete inexperto para su próxima expedición? Por si acaso le mandaré mi currículum.

Mapa de la ruta seguida por el ornitólogo Hadoram Shirihai en julio-agosto de 2007. La zona donde descubrió al petrel de Beck se encuentra cerca del Cabo San Jorge, en la punta sur de Nueva Irlanda.