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Podrán cortar todas las flores, pero no podrán detener la primavera. (Pablo Neruda)

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Rebuznos que salvan lobos y ovejas

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El proyecto europeo Wolf pretende fomentar el uso de burras para proteger al ganado de los lobos. «WOLF: Wild Life & Farmers» (Vida Salvaje & Mundo Rural) es un proyecto de cooperación interterritorial y trasnacional donde once Grupos de Acción Local (GAL) españoles de Asturias, Castilla y León y Galicia, más GALs de Estonia, Portugal y Rumanía, tratan de llevar a cabo una labor de concertación medioambiental, económica y social entre agentes y colectivos implicados en la problemática sobre la coexistencia entre la vida salvaje (oso y lobo) y la agroganadería.

¿Burras contra lobos? Efectivamente. Ya os he contado en La Crónica Verde cómo estos equinos protegen el ganado como si fuera de su familia. Con sus grandes orejas detectan al lobo antes que una vaca o una oveja y rebuznan alertando de su presencia. Incluso si las cosas se ponen feas y el ataque es inminente, sus coces tienen un contundente efecto disuasorio. Ante una defensa enconada del rebaño los lobos, que no son nada tontos, deciden buscarse unas presas peor protegidas.

Esta práctica, conocida desde hace miles de años por los ganaderos de Namibia (allí contra leopardos), ya se ha implantado con éxito en los Alpes suizos, en Estados Unidos e incluso en Galicia. Ahora se pretende desarrollar en Castilla y León, nada menos que con burras de la raza zamorano-leonesa. Su empleo reducirá los ataques de los lobos hambrientos al ganado y de los ganaderos cabreados a los lobos. También ayudará a la conservación de una raza autóctona en peligro como es la zamorano-leonesa.

Esta iniciativa, surgida del propio sector rural, choca frontalmente con la actitud oficial de una región empeñada en exterminar al lobo. Sin ir más lejos, hoy mismo el presidente de la Asociación Lobo Marley, Luis Miguel Domínguez, presentó ante la Fiscalía de Ávila una denuncia contra la Diputación Provincial (presidente y 23 diputados) por haber aprobado en un pleno la declaración oficial de la provincia como «zona libre de lobos«, y haber solicitado a la Junta de Castilla y León la eliminación de los apenas 30 ejemplares existentes. Una más que probable prevaricación, pues la especie está protegida por la Unión Europea al sur del río Duero.

Esos políticos sí que rebuznan, y no las eficientes burras zamoranas.

Foto: Wikimedia Commons

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Cuidado con esos jamones «pata negra» que no son ni ibéricos ni de bellota

Siempre lo hemos oído: El consumidor tiene la última palabra. E incluso más: Al consumidor no se le puede engañar. Pero es falso, al menos en alimentación. Y al menos en cuanto a algunos productos de calidad basados en razas autóctonas se refiere. Especialmente el jamón ibérico y los quesos.

En ibérico está claro que con la actual normativa nada es lo que parece. Muchos de esos cerdos no son pata negra, aunque tengan las patas negras, pues están cruzados con la norteamericana raza Duroc. Ni tampoco son bellota o de dehesa, pues una gran mayoría de esos que en las etiquetas ponen en pequeño como “de cebo” se crían en granjas industriales a base de piensos traídos de lejanos países, sin ver ni la luz natural ni saber lo que es un árbol y menos una encina o un alcornoque. Mucho cuidado con esos jamones baratos «pata negra» que ni son de cerdo ibérico ni han probado en su vida una bellota.

Lo mismo pasa con algunos quesos de oveja como el famoso del Roncal. Puro de oveja sí, pero ¿qué oveja? La carinegra Latxa, pensamos enseguida, esa autóctona criada desde hace siglos en los pastos pirenaicos. Pero no. Una reciente modificación introducida en la Denominación de Origen permite utilizar también leche de la raza Assaf, originaria de Israel y que en apenas 20 años se ha hecho mayoritaria en el campo español debido a su alta producción lechera. Vive en corrales y conoce los prados de oídas.

Lo último en trampas al consumidor me lo encontré esta semana en el supermercado. Venden quesos de ovejas “de cebo”, como símbolo de calidad, cuando sólo quiere decir eso, que los animales se ceban en corrales con vaya usted a saber qué piensos. Pero cuela y parece toda una delicatessen ¡Vaya morro!

Así llegamos al problema de siempre. Por mucho que queramos ser consumidores informados, al final nos engañan con la letra pequeña y la mercadotecnia manipuladora, empeñados en vendernos cerdos con acento americano y ovejas que hablan hebreo.

A no ser que optemos por el respaldo de nuevas etiquetas que certifiquen la autoctonía de unos alimentos de calidad que también hacen paisaje y mantienen biodiversidad, además de atesorar los sabores de nuestro pasado.

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