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Podrán cortar todas las flores, pero no podrán detener la primavera. (Pablo Neruda)

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Luchan en La Gomera contra la maldición de la oreja de gato

Pobres gatos. Ellos no tienen la culpa, pero en biología de la conservación son los malos de la película; tanto por méritos propios como ajenos. Ya os he contado otras veces lo perjudiciales que resultan estos felinos para las aves y los reptiles cuando se escapan de las casas, especialmente en ecosistemas insulares. Ahí está el triste caso del gato del farero del islote de Stephens, responsable de haber extinguido él solito una especie única de ave en unos pocos años. O los que tienen contra las cuerdas a los lagartos gigantes endémicos de El Hierro o de La Gomera.

Precisamente en esta última isla hay un programa de erradicación de una planta invasora con nombre gatuno que amenaza a la biodiversidad de uno de los bosques maduros mejor conservados del planeta. Se trata de la Tradescantia fluminensis, una especie habitual en jardines procedente de la mata atlántica brasileña y popularmente bautizada como “oreja de gato” debido a sus hojas puntiagudas.

Llegada a La Gomera hace medio siglo, su aprovechamiento forrajero le dio alas. Planta delicada como pocas, en su fragilidad reside el secreto de su fortaleza, pues se rompe con sólo tocarla, pero es capaz de multiplicarse asexualmente con que sólo una mínima yema o raíz quede en el suelo.

A modo de maldición felina, algunas de las más peligrosas especies invasoras recuerdan a nuestros bellos animales de compañía: uña de gato (Carpobrotus edulis), rabo de gato (Pennisetum setaceum) y oreja de gato (Tradescantia fluminensis).

Este verano estoy colaborando precisamente en un programa de voluntariado de SEO/BirdLife en el Parque Nacional de Garajonay donde tratamos de expulsar a la Tradescantia de los límites de la laurisilva. No es nada fácil. Con que dejemos tan sólo un tallito minúsculo en el suelo la planta volverá a invadirlo todo en poco tiempo, desplazando a geranios, violetas, laureles y viñátigos.

Menos mal que contamos con la inestimable colaboración de un montón de gente joven que es capaz de sacrificar sus vacaciones para colaborar desinteresadamente en tan desigual lucha. Su entusiasmo y excepcional formación profesional está logrando lo que parecía imposible, poner a raya a la “oreja de gato” en el monteverde.

En apenas una semana el primer turno logró eliminar más de una tonelada y media de plantas que harán las delicias de las cabras de la señora Luciana allí donde la aridez de la isla hace imposible su crecimiento accidental. El segundo turno está en estos días rematando la faena. Jóvenes comprometidos con el medio ambiente y para los que sólo puedo desearles ese radiante futuro que tanto se merecen.

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