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Podrán cortar todas las flores, pero no podrán detener la primavera. (Pablo Neruda)

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Triturados vivos por ser machos

Recién nacidos, discriminados por su sexo, y enviados directamente a una trituradora que los machaca vivos hasta convertirlos en una sanguinolenta plasta orgánica.

Ésta es la horrible realidad a la que se enfrentan los cientos de miles de pollos que cada día mueren en la productora de gallinas ponedoras más grande del mundo, la Hy-Line International, en Spencer, Iowa, Estados Unidos.

Un grupo de defensa de los derechos de los animales denominado Mercy for Animals (Misericordia para los Animales) publicó el martes pasado un terrorífico vídeo obtenido con cámara oculta. En él se muestra la terrible crueldad con la que algunas grandes factorías producen industrialmente aves para consumo humano.

Para los cerca de 150.000 pollitos machos que nacen cada 24 horas en este centro de Hy-Line, su vida comienza y termina el mismo día. Se les mata sin contemplaciones. Más de 30 millones al año.

Separados por sexos a una velocidad endiablada por expertos sexadores, los machos son lanzados por un tubo hasta una cinta transportadora que les lleva directamente hacia una trituradora donde serán rápidamente despedazados. Están destinados a morir en el mismo día de su nacimiento porque no producen huevos, ni se hacen lo suficientemente grandes, ni crecen lo suficientemente rápido como para que su carne sea económicamente rentable.

Según ha justificado la propia compañía, se trata de un método habitual conocido como «eutanasia instantánea«, una práctica aparentemente estandarizada, avalada por veterinarios y la comunidad científica por ser tan rápida que reduce al mínimo el sufrimiento de estas pobres víctimas de nuestro sistema económico.

Tras descubrir este horror oculto, Mercy for Animals ha propuesto que todos los huevos vendidos en los supermercados lleven una etiqueta donde se diga: «Advertencia: los pollitos machos son molidos vivos por la industria del huevo«. No es mala idea.

Esto ocurre en Estados Unidos. Pero en España, primer productor de huevos de la UE, ¿qué hacemos con los pollitos no rentables? Exactamente lo mismo, los eliminamos, aunque espero y deseo que no lo hagamos de una manera tan salvaje.

Os dejo a continuación el vídeo, pero os advierto que su crueldad puede herir la sensibilidad de muchos de nosotros.

Bonsáis: ¿arte o mutilación?

Bonsái significa “naturaleza en bandeja”, pero en realidad son ancianos mutilados servidos en bandeja.

En China, de cuyos templos taoístas es originaria la técnica de lograr enanos centenarios, también existía la costumbre milenaria de deformar los pies de las niñas desde su nacimiento para dejarlos mínimos. Entonces les parecía bonito y hoy por suerte están todos de acuerdo en que era una salvajada. Sin embargo, seguimos haciendo lo mismo con los árboles, reducirlos a la mínima expresión de su confinamiento en macetas por meros motivos estéticos.

Y yo, que amo a los árboles como son, grandes y pequeños, lejos de tiestos, no entiendo esta afición de amputaciones a tijeretazos que muchos consideran un arte.

La última barbaridad se ha perpetrado en Asturias. Allí un leonés aficionado a meter en palanganas a los árboles para disfrutarlos en el cuarto de estar de su casa descubrió un pequeño tejo centenario (Taxus baccata) en lo alto de un roquedo solitario. Tras 800 años de desigual lucha contra los herbívoros, el valiente ejemplar había logrado sobrevivir gracias a una sorprendente adaptación. Se había transformado en un veterano diminuto. Era una joya natural, minimizada por el ataque constante del diente de cabras y ciervos. Hasta que llegaron los amigos de los bonsáis y decidieron “rescatarlo” de la montaña, convirtiéndolo en un Yamadori.

Podado por el famoso especialista Kevin Willson, quedó reducido a 70 centímetros de altura. Bello por naturaleza, el pobrín fue inocente protagonista del XXV Congreso Internacional de la Asociación Europea de Bonsáis, celebrado el pasado mes de marzo en Lorca (Murcia).

Arrancado de Picos de Europa para acabar en un plato, sigo sin entender dónde está el arte de semejante destrozo. Por suerte no soy el único. Mi amigo Ignacio Abella, una de las personas que más saben de árboles en España, está escandalizado, indignado, y ya ha denunciado este rapto a la Guardia Civil, pues el tejo está protegido. Lo que más le enoja es que no se entienda cuál es el importante papel de estos viejos diminutos en el medio natural y se piense que arrancándolos, expoliándolos, les hacemos un favor.

¿Cuántos intentos de bonsái se mueren entre las tijeras de podar? ¿Cuántos siglos de vida le habremos robado a éste y otros excepcionales seres vegetales como él? ¿Tan difícil es disfrutar de la Naturaleza como es, sin intentar mejorarla, lisiarla o secuestrarla?