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Podrán cortar todas las flores, pero no podrán detener la primavera. (Pablo Neruda)

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Date un paseo por el Lejano Oeste sin salir de Madrid

La otra semana apenas estuve un día de visita en Madrid, pero fue suficiente para poder disfrutar como un niño con una visita al Lejano Oeste americano. Y sin salir del Museo Thyssen-Bornemisza. Allí puede verse hasta principios de febrero una curiosísima exposición, comisariada por el artista plástico Miguel Ángel Blanco, dedicada a ese mítico mundo de aventuras, exploraciones y violencias que, sobre todo por culpa del cine, todos tenemos integrado en nuestro subconsciente colectivo.

¿Una de indios y vaqueros en el Thyssen? Exactamente. Incluso hay montada una tienda tipi en el jardín del museo, justo a la entrada, por si tenías alguna duda. Lee el resto de la entrada »

Un toro la lía parda en el Museo del Prado

Prado Sólo hay algo más imposible que meter un elefante en una cacharrería sin romper una taza. Meter un toro bravo en el Museo del Prado y ponerlo a dialogar con Rubens y su rapto de Europa. Posar un gorrión albino junto a las Meninas de Velázquez, enfrentar un águila real a la escultura broncínea del emperador Carlos V, colar una serpiente entre el Adán y Eva de Durero, plantar dos sapos bajo el aquelarre de Goya, sobrevolar el esqueleto de un delfín entre marmóreas divinidades griegas.

El artista Miguel Ángel Blanco ha sido capaz de eso y de mucho más con sus increíbles Historias Naturales, que hasta el 27 de abril pueden disfrutarse en nuestra más importante pinacoteca nacional.

He tenido la oportunidad de visitar la muestra de la mano de su autor, un «hombre-bosque» con quien me une una estrecha amistad. A su lado, lo que para mi formación como historiador del Arte se me presentaba una herejía, como naturalista he quedado fascinado pues la naturaleza salta de los lienzos y grita.

Sus 22 intervenciones junto algunas de las pinturas señeras de la Humanidad no sólo no las distorsionan, sino que funcionan como excepcionales herramientas educativas. Por ejemplo, ¿qué pinta ese gorrión blanco junto a la obra cumbre de la pintura? Blanco lo justifica así:

«Una rara avis, el pájaro, dialoga con otra rara avis, Velázquez, y ambas sacan pecho ante la atenta mirada de los galgos del cercano cuadro del Príncipe Baltasar».

Y vaya si se miran. Ambos espíritus se han cruzado.

La exposición recuerda que el primer destino del hoy Museo del Prado fue Real Gabinete de Historia Natural, algo que nunca llegó a ser. Y recupera el espíritu de los antiguos Gabinetes de Maravillas. Pero sobre todo nos enseña a descubrir la naturaleza en el arte y el arte en la naturaleza.

No se la pierdan. Incluso podrán escuchar los cantos de las aves escapadas de las pinturas.

En la foto superior, el artista Miguel Ángel Blanco (MAB) contempla el toro disecado de Veragua, una de las cinco únicas castas fundacionales de la ganadería de lidia, y al que ha puesto en brutal diálogo con El rapto de Europa, obra maestra de Rubens. El animal es también una obra maestra de la taxidermia (dermoplastia) y procede del Museo Nacional de Ciencias Naturales.

En este enlace del Museo del Prado puedes ver todas las piezas de MAB perfectamente contextualizadas y explicadas. También existe un precioso material didáctico editado para los niños que visiten la exposición.

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La muerte de un árbol centenario también es arte

El museo más hermoso y desconocido de España está en el palacete de Parque Florido, en la madrileña calle Serrano. Es el Lázaro Galdiano, la colección particular de quien fuera gran defensor del patrimonio artístico español.

Zurbarán, Ribera, Velázquez, Goya te hablan allí desde la intimidad de un caserón familiar, con rincones donde la intensidad de las sensaciones provoca escalofríos de placer y hasta lágrimas de emoción.

En su jardín delicadamente decimonónico, miles de ojos visitantes miraron sin ver durante décadas la joya más espiritual de la colección, el haya centenaria plantada en 1908 por su fundador, el navarro José Lázaro Galdiano, permanente recuerdo natural a los bosques de su tierra natal.

Al fin y al cabo un árbol grande, debieron pensar los responsables de la última y profunda restauración del edificio, quienes preocupados por la estabilidad sin vida de una construcción, se despreocuparon de la estabilidad con vida de un gigante vegetal único, dañándole gravemente su órgano más preciado, sus raíces. Se llamaba Lázara. Y ante la consternación de quienes la amábamos acabó secándose.

Pero también los muertos son importantes. Así lo ha entendido el Ministerio de Cultura, quien ha encargado al artista Miguel Ángel Blanco un postrer homenaje al haya ausente.

El resultado, la exposición Árbol caído, es de esas muestras que todo amante de la Naturaleza debería admirar, por lo que supone de rendido tributo a esos admirables abuelos que tanto nos dan y tan poco valoramos. Sus últimas hojas, su corteza, su silueta, son ahora delicado arte, aunque en realidad nunca dejaron de serlo. También la de otros seres excepcionales recogidos como reliquias por el autor por todo el mundo, base de su extraordinaria Biblioteca del Bosque.

¿Y qué harán con el cadáver? Dicen que talarlo y plantar un ejemplar joven.

Yo no estoy de acuerdo. Vivo o muerto, su valor histórico y hasta sentimental es el mismo. Aunque llegue tarde, le debemos un respeto. ¿No os parece? Lázara, como Lázaro, debe resucitar de entre los muertos y mantenerse en pie, aunque sea momificado.