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Podrán cortar todas las flores, pero no podrán detener la primavera. (Pablo Neruda)

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Únete al manifiesto de la otra gente, los animales (de momento) sin voz

Más de un centenar de personas del mundo de la cultura, la ciencia y el periodismo hemos firmado un manifiesto que no es nuestro, es de toda esa gente sin voz que vive o malconvive con nosotros en este planeta. Su voz es un grito en defensa de un maltrecho medioambiente donde esas otras pobres gentes son víctimas de nuestros excesos, una sincera reivindicación a la que nos unimos todas y todos exigiendo que se respeten los derechos de la totalidad de los seres vivos del planeta.

El «Manifiesto de la otra gente» es una iniciativa del escritor Manuel Rivas y del divulgador y naturalista Antonio Sandoval, quienes lo presentaron el pasado 19 de noviembre en el ‘Festival Eñe’ de Madrid.

El texto sigue abierto y es posible adherirse a él a través de este enlace. Lee el resto de la entrada »

Los grandes árboles nos descubren el secreto de la eternidad

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Lo aseguraba hace muy poco en El País Semanal Manuel Rivas, nuestro escritor naturalista por antonomasia: «Los árboles son buena gente«.

Y añadía, con la genialidad que le caracteriza:

La sensación que tenemos ante un árbol, y más ante un viejo árbol, es que es una expresión de lo humilde y lo sublime a la vez. Hay una gran verdad en comparar la arquitectura de un buen árbol con una catedral. Hay una voluntad de unir cielo y tierra.

Qué razón tiene. Como eterno admirador de árboles singulares, a los que he dedicado ya tres libros y una larga serie periodística, publicada precisamente en El País Semanal, no puedo estar más de acuerdo con Manuel Rivas. Por eso acuñé hace mucho tiempo una frase que resume perfectamente mi fascinación hacia los árboles monumentales:

Tan antiguos como una catedral, tan bellos como un paisaje y tan frágiles como una flor.

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Un bloguero sobre la mancha de fuel del Oleg Naydenov

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Para cuando este post se publique ya estaré navegando por la costa de Gran Canaria en una patrullera de la Guardia Civil. Formo parte del equipo de cien voluntarios de SEO/BirdLife que vamos a evaluar el impacto ambiental del vertido provocado tras el hundimiento del pesquero ruso Oleg Naydenov a 24 kilómetros al sur de Maspalomas.

Desde el 14 de abril, cuando se fue a pique, está liberando al Atlántico las más de 1.400 toneladas de tóxico fuel de sus depósitos a un ritmo de 10 litros a la hora. Los primeros resultados confirman una gran extensión de la mancha, así como la presencia de importantes concentraciones de pardelas, tortugas y cetáceos en la zona. Algunas aves ya han aparecido muertas o petroleadas. Son la punta de un iceberg que poco a poco, a lo largo de muchos meses, emponzoñará uno de los espacios naturales más valiosos de la Unión Europea.

No hemos aprendido nada del Prestige. 13 años después no hay designados puertos de refugio para barcos en apuros que eviten estos desastres. La consigna sigue siendo la misma: “Cuanto más lejos mejor”. Y la realidad, tan contraria como incuestionable: “Cuanto más lejos peor”.

Decía el otro día en Fuerteventura el escritor Manuel Rivas, uno de los intelectuales que más se significaron durante la tragedia del petrolero en Galicia, que hemos convertido los mares en un sinlugar, en el cubo de basura de nuestros desechos.

Tiene razón. Entonces todos gritamos “Nunca máis”. Aquí en Canarias decimos “Más nunca” y llamamos al chapapote piche, pero el grito es el mismo. Estamos hartos de tanta incompetencia, de tanta irresponsabilidad.

No nos damos cuenta de que si matamos los mares nos matamos a nosotros mismos. O quizá sí lo sabemos, pero nos importa una mierda. La que ahora tratamos de recoger en las playas para ocultar nuestras miserias.

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