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Podrán cortar todas las flores, pero no podrán detener la primavera. (Pablo Neruda)

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50 experiencias que no te puedes perder en Fuerteventura

Hoy os traigo al blog todo mi orgullo de escritor; el nuevo libro que acabamos de presentar en FITUR Madrid, la Feria Internacional de Turismo. 50 experiencias que no te puedes perder por nada del mundo cuando visites La Oliva, el norteño municipio de la isla de Fuerteventura donde yo vivo. Son las que personalmente recomiendo a los amigos o familiares que me visitan. Rincones muy especiales, paseos, museos, gastronomía, aves, nubes, volcanes, barrancos, cielos estrellados pero, por encima de todo, sensaciones únicas.

No por casualidad, 2017 ha sido declarado por las Naciones Unidas como Año Internacional del Turismo Sostenible para el Desarrollo. Un turismo comprometido con la protección del medio ambiente y las culturas autóctonas, al tiempo que contribuye a generar ingresos y empleo para la población local pues busca lo pequeño, que cuando uno es turista de verdad se convierte en lo grande, lo inolvidable. Es el que yo llamo turismo salvaje, campero, pacífico y pausado. Lee el resto de la entrada »

La naturaleza también depende del color de los cristales

gafas

Una de las experiencias más esperpénticas de mi vida fue asistir como periodista a la inauguración de una gran urbanización en Majanicho, en el norte de Fuerteventura. Rodeado de azafatas, aduladores y numerosas botellas de champán francés, el promotor inmobiliario agarraba el micrófono cual predicador para glosar su particular milagro:

“Antes aquí no había nada y en un par de años hemos levantado un emporio turístico”,

aseguraba ufano.

¿Nada?, me preguntaba yo. Y veía horrorizado esos arenales urbanizados donde hasta hacía muy poco reinaba la hubara (Chlamydotis undulata), una avutarda del desierto. Espacios vírgenes a los que la crisis del ladrillo ha convertido ahora en un triste erial de viviendas a medio construir.

Reflexionando en positivo, reconocía apesadumbrado que la percepción de la realidad es algo muy, pero que muy personal. Como ocurre con el bosque. Reserva natural para unos, reserva maderera para otros, y montón de árboles para la mayoría.

Otro ejemplo son los barbechos. Pocos, muy pocos, aprecian la importancia de dejar descansar un par de años las tierras de cultivo, sin labrarlas, a la espera de futuras cosechas bien surtidas. La mayoría se lamentará ante el supuesto abandono del campo, entregado a los rastrojos. U optará, si es agricultor moderno, por gastar ingentes cantidades de abonos y fertilizantes. Sin embargo, el ornitólogo valorará la presencia de campos incultos para el desarrollo feliz de aves esteparias como el sisón  (Tetrax tetrax).

Al final llegamos a lo de siempre: la educación. Fundamental para distinguir un campo abandonado de uno en barbecho, de apreciar la importancia de la avutarda y del sisón, la cultura, el paisaje, el arte o las tradiciones. Todo encierra un valor superior al directamente económico, aunque hace falta tener los conocimientos mínimos para apreciarlo. O las gafas. Porque como decía Campoamor:

“En este mundo traidor

nada hay verdad ni mentira;

todo es según el color

del cristal con que se mira”.

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