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Podrán cortar todas las flores, pero no podrán detener la primavera. (Pablo Neruda)

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El turismo loco amenaza el paraíso canario de los pájaros

Faro Alegranza

Faro de la isla de Alegranza. ©WWF

Alegranza es un islote deshabitado de 10 kilómetros cuadrados situado al norte de Lanzarote. Está considerado uno de los espacios naturales más importantes de la Unión Europea. Pero es propiedad privada.

Sí, lo has leído bien. Una isla canaria pertenece integramente a una familia. Razón de peso para explicar que a este volcán solitario en medio del Atlántico también le haya llegado la amenaza del pelotazo turístico. Un descabellado proyecto para convertir en hotel de lujo el faro de Alegranza, la única construcción del espacio natural más protegido (sobre el papel) de toda Canarias.

Alegranza es el espacio natural protegido marítimo-terrestre más importante de las islas Canarias. Sus aguas albergan la mayor biodiversidad marina. Su vegetación se encuentra entre las primeras de Europa en cuanto a la presencia de especies endémicas. Además, es el refugio de la mayor diversidad de rapaces y el mayor número de especies amenazadas de aves de las islas Canarias.

Sólo allí se calcula que crían unas 8.000 pardelas cenicientas (Calonectris diomedea), varios cientos de petreles de Bulwer (Bulweria bulwerii), decenas de pardelas de macaronesia (Puffinus baroli), cientos de paíños europeos (Hydrobates pelagicus) y cerca de un centenar de paíños de Madeira (Oceanodroma castro). Por no hablar del guirre (Neophron percnopterus majorensis), el halcón de Eleonor, el halcón tagarote o el águila pescadora.

Instalar en Alegranza un hotelito de lujo y abrir el islote al turismo supondría un desastre para este paraíso. El Plan Rector de Uso y Gestión (PRUG) del Parque Natural del Archipiélago Chinijo, al que pertenece Alegranza, lo prohíbe, al controlar y restringir su uso público; también recoge la necesidad de que las instalaciones del faro alberguen una estación biológica que sirva de apoyo a las actuaciones de conservación del espacio (gestión, vigilancia, investigación, educación y sensibilización ambiental). Nada que ver con lo que ahora se pretende.

Como yo y tantos otros, SEO/BirdLife, WWF España, la Fundación César Manrique e investigadores de la Estación Biológica de Doñana (CSIC) quieren evitar el uso turístico del Faro de Alegranza. Para lograrlo, han mandado un escrito a la Autoridad Portuaria de Las Palmas solicitando que se cumpla la ley y se garantice el uso público de esta instalación pública. ¿Nos harán caso? Oscuros intereses económicos pueden ser mucho más fuertes que la cordura y el sentido común.

Por desgracia éste no es un caso aislado. SEO/BirdLife ha denunciado también la existencia de un proyecto muy similar en el faro de la isla de Sa Conillera, en Baleares. El proyecto de construcción del hotel podría afectar allí al entorno de la mejor colonia de pardela balear (Puffinus mauretanicus) del territorio español, una especia tan escasa que es considerada el ave más amenazada de Europa, de acuerdo con los criterios de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN).

Cuando hablaban de salida de la crisis, ¿a qué se referían? ¿A volver al ladrillazo? ¿A destrozar los únicos rincones naturales que nos quedan sin urbanizar en España?

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Otra playa española en peligro

Da igual que no conozcas la playa de El Palmar (Cádiz), o que nunca pienses que vas a visitarla. Se trata de otro proyecto que va a destruir otro pedacito de la costa española con el único propósito de enriquecer a unos pocos.

Da igual que pienses que estas ciberacciones no sirven de nada. Sólo te toma 20 segundos y para las personas que están luchando contra la estupidez y la especulación in situ es importante contar con un número mayor de personas que se adhieran a la convocatoria.

Firma aquí, para salvar El Palmar y para demostrar que todavía podemos evitar que barbaridades como ésta sucedan. Ya somos más de 50.000 los que nos oponemos.

Copia, pega, reenvía a tus contactos.

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El asesino de las palmeras se extiende por España

Las palmeras están condenadas a muerte. Un gran escarabajo llegado de Asia las está matando por miles en toda España y no hacemos nada para impedirlo. El picudo rojo (Rhynchophorus ferrugineus), el asesino de las palmeras, vuela libre de árbol en árbol por Canarias y todo el sur español, dejando tras de sí un rastro de desolación arbórea.

Vino hace apenas 15 años de Egipto, escondido entre las decenas de miles de grandes palmeras datileras importadas sin control fitosanitario para nuestras avenidas, urbanizaciones y campos de golf. Al principio habría sido fácil acabar con él, pero ahora es imposible, la plaga está descontrolada y las Administraciones se han dado por vencidas. Si quiere matar, que mate.

El único tratamiento seguro es detectar los pies enfermos, talarlos y destruirlos para evitar su expansión, pues todos los remedios alternativos han sido un fracaso. Durante una década fueron las Administraciones las encargadas de hacerlo, pero este año la legislación ha cambiado. Ahora los responsables de eliminar los árboles contaminados son sus dueños. Y todos ellos, incluido los Ayuntamientos, se niegan a hacerlo pues no tienen dinero. Dan así nuevos bríos a los hambrientos asesinos, quienes han puesto ya contra las cuerdas a palmerales tan emblemáticos como el de Elche (Patrimonio de la Humanidad) o los del sur de Gran Canaria. En el murciano Mar Menor los árboles de sus avenidas se caen por decenas a pedazos con riesgo para los transeúntes sin que nadie los retire. Y todo el entorno de Valencia está infestado. Como Paterna, donde en 2008 murieron 30 palmeras, en 2009 más de 300 y este año en sólo dos meses está a punto de agotarse el presupuesto de todo el año para la retirada de ejemplares muertos.

La burbuja inmobiliaria nos lo trajo y la crisis del ladrillazo le acaba de dar alas. Nuestras palmeras tiemblan pues presienten su final, como ocurrió con los olmos y la grafiosis. Esas “antorchas al aire” que elogiara Unamuno están a punto de apagarse.

Sobre estas líneas, una foto que hice estas Navidades de numerosas palmeras canarias afectadas por el picudo rojo en la principal avenida de Los Alcázares (Murcia), junto al Mar Menor. Como nadie las corta y destruye, la plaga sigue extendiéndose sin control.

Como véis en la siguiente imagen, todas ellas están llenas de larvas del escarabajo, listas para buscar nuevos árboles.

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