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Podrán cortar todas las flores, pero no podrán detener la primavera. (Pablo Neruda)

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Vuelve la sangrienta masacre de delfines en Japón

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Ajenos a la repulsa internacional, los pescadores de Taiji (Japón) acaban de iniciar la temporada 2015-2016 de caza de delfines como quien comienza la vendimia.

En la temporada pasada estos matarifes insensibles capturaron 937 delfines.

¿Te parecen muchísimos? Pues agárrate: la Agencia de Pesca nipona ha autorizado este año una cuota de hasta 1.873 ejemplares. Casi 2.000 de estos bellísimos cetáceos serán masacrados durante los próximos meses para acabar como sushi en la mesa de insensibles consumidores. El número elegido me recuerda al de los cupos de lobos. Al ojo de buen cubero. Lee el resto de la entrada »

El gran negocio nuclear

La terrible tragedia nuclear de Japón no existe. Es un invento de los ecologistas. Chernóbil también fue un invento, pero de los comunistas. Chernóbil nunca podrá repetirse pues las centrales nucleares de los países occidentales son seguras al cien por cien, están diseñadas a prueba de bombas y terremotos.

Durante décadas, el lobby nuclear no paró de azuzarnos con su matraca de adoctrinamiento comunicativo. Nos llevaron a visitar sus centrales y nos cubrieron de publicidad con la única intención de doblegar nuestras dudas antinucleares. Todos ellos callan ahora, mientras seis reactores en Fukushima, clones de Garoña, se funden completamente descontrolados.

La tecnología que logró domesticar a la bomba atómica se muestra impotente siquiera para saber qué está ocurriendo allí dentro; proponiendo tan sólo medidas desesperadas como llamar a los bomberos para echar agua en ese infierno mientras mantienen el habitual secretismo informativo.

Estados Unidos, el país que arrasó Japón con dos bombas nucleares, inició su reconstrucción con el programa Átomos para la Paz. Sin petróleo, gas o carbón, necesitaban cuantiosos recursos energéticos para poder transformarse en una superpotencia mundial. Optaron así por la energía atómica de diseño norteamericano, a pesar de los riesgos en un país sísmicamente muy activo. La sed de energía y un optimismo tecnológico general superaron todos los miedos, ofreciendo al tiempo jugosos negocios: las eléctricas se llevan las ganancias, mientras el Estado carga con los residuos radiactivos y unas catástrofes que las aseguradoras se niegan a asumir.

Siglo XXI y nuestra sociedad sigue aprendiendo a palos, sacando conclusiones de sus trágicos errores. Una energía que puede convertirse en incontrolable debe, sencillamente, abandonarse.

Foto tomada desde un helicóptero militar del reactor 3 en la central de Fukushima. (Tokyo Electric Power/ Reuters)

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Los piratas salvan a las ballenas

Piratas para unos, terroristas para otros e incluso héroes para un tercer grupo. Son los activistas de la Sea Shepherd Conservation Society, los autodenominados Pastores del Mar. Un grupo escindido de Greenpeace liderado por su ex directivo Paul Watson y que defiende la «acción directa» en la defensa de ballenas y focas.

Cuentan para ello con una numerosa flota denominada Neptune’s Navy, repartida por los océanos para interferir con violencia en las operaciones de caza de los buques balleneros. Se autotitulan «Piratas Ecológicos» y afirman haber hundido diez barcos desde 1979, dos de ellos españoles. Tampoco les ha salido gratis. Por ejemplo, a comienzos de año han perdido el futurista trimarán ecológico Ady Gil (valorado en 2 millones de dólares), al ser partido en dos por el ballenero nipón al que perseguía.

Cuando supe de su existencia me pareció una locura condenada al fracaso e incluso a la cárcel, pero para miles de ballenas han sido su salvación.

Este año, el número total de capturas de la flota japonesa se ha reducido de 1.000 rorcuales a 507, un 60% de lo previsto, gracias a la intervención de tan polémico grupo. Poniendo en marcha toda clase de actos de sabotaje, incluido el lanzamiento de objetos y ácido corrosivo a las cubiertas, bloqueos del timón e incluso abordajes al más puro estilo de Jack Sparrow, la matanza de cetáceos estuvo paralizada durante treinta y un días.

Como sabéis, la caza comercial de ballenas está prohibida en todo el mundo desde 1968. Sin embargo, Japón, Noruega e Islandia son los únicos países que las cazan por miles alegando falsos «fines científicos».

Personalmente me repugna toda violencia, venga de donde venga. Por eso tampoco acepto el comportamiento salvaje de estos piratas, como no aceptaré nunca el maquiavélico lema de que «el fin justifica los medios». Confío más en la fuerza de la razón, en el impulso de la concienciación de la sociedad contra tantas barbaridades. Sin embargo, estoy seguro de que entre vosotros habrá opiniones para todos los gustos. Y por eso os pregunto:

¿Está justificada la «acción directa» para salvar a las ballenas de una muerte segura? ¿Son estos nuevos «piratas ecológicos» unos delincuentes o unos valientes?

Os dejo a continuación un vídeo de la propia organización donde se aprecia con contundencia hasta qué punto su lucha no es dialéctica.

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Japón matará 20.000 delfines para comérselos como sushi

Un año más, el horror tiñe de rojo las aguas de Japón. Más de 20.000 delfines serán asesinados en los próximos seis meses en las costas del país del sol naciente para ser comidos como sushi. Aunque no sólo en fileteados crudos. La originalidad gastronómica nipona también dedica su carne a enriquecer sopas y hasta para hacer salchichas de barbacoa.

Algunas decenas de esos delfines pescados en grandes grupos familiares, los más jóvenes, tendrán la dudosa suerte de salvar su vida a cambio de ser vendidos a los acuarios de medio mundo. Una vez entrenados en esos multicolores lugares con sabor a vacaciones, los afortunados cetáceos harán las delicias de los amantes de los animales saltando sobre aros de color a cambio de una sardina.

Dicen los japoneses que se trata de una pesca tradicional de puro interés comercial, base económica para el mantenimiento de miles de puestos de trabajo. Su justificación me recuerda a las nuestras de la caza o de los toros. Porque donde ellos ven tradición yo sólo veo masacre, un mar de sangre inocente para mayor gloria de nuestros estómagos.

Además amo a los delfines. No me entra en la cabeza que nadie quiera matarlos. Nuestros amigos marinos. Nuestros inteligentes amigos. ¿Nos odiarán por ello? Seguramente no. El odio y la crueldad son patrimonio exclusivo humano, para su desgracia.

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The Cove es un documental hecho este mismo año sobre la matanza de miles de delfines en una cala en Taiji, Wakayama (Japón). Dirigido por el antiguo fotógrafo de National Geographic Louis Psihoyos, fue grabado secretamente durante 2007 empleando micrófonos submarinos y cámaras de alta definición camufladas. Ganador del Premio de la Audiencia de los Estados Unidos en el Festival de Cine de Sundance de 2009, el resultado es estremecedor. Os incluyo a continuación el trailer, aunque ya os advierto de su dureza.

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En la imagen que encabeza este post, publicada por el diario Daily Telegraph, un grupo de pescadores japoneses llenan su barco con delfines sacrificados en el puerto japonés de Taiji. El mar aparece teñido con la sangre de estos pobres cetáceos. Foto: GETTY.

Matan 4.700 ballenas para comprobar que están delgadas

La comunidad científica internacional está estos días tan horrorizada como dividida. La culpa la tiene un estudio científico japonés publicado en la Polar Biology, la revista más prestigiosa del mundo en investigaciones sobre ecosistemas polares.

El reciente trabajo de cuatro japoneses y un noruego sugiere que, en aguas subantárticas, las ballenas Minke (Balaenoptera bonaerensis) han perdido un 9% de su grasa corporal en 18 años debido a la escasez del krill, probablemente por efecto del cambio climático. Como recoge el periódico Público, la historia no tendría mucho mayor interés si no fuera por que «para evitar errores estadísticos» se han cazado 2.890 ballenas macho adultas y 1.814 hembras preñadas. 4.700 ballenas cazadas de forma supuestamente legal (interés científico, aseguran) para comprobar que los pobres animales están cada vez más delgados por falta de comida.

La caza de ballenas está prohibida en el mundo desde hace 23 años «salvo para fines científicos». Son precisamente este tipo de estudios los fines científicos que justifican la matanza ballenera japonesa, miles de ejemplares todos los años de cuya carne luego dan cuenta los más caros restaurantes nipones a precios de crimen contra la Humanidad.

Lo lógico hubiera sido que los referees o censores científicos encargados de supervisar el trabajo para Polar Biology lo hubieran rechazado de plano por inmoral. Pero para muchos especialistas, hacer Ciencia, con mayúsculas, está por encima de cualquier limitación ética.

Y no me creo, como aseguran sus autores, que esta investigación vaya a ser fundamental para garantizar la supervivencia de la especie. Las Minke no están ahora en peligro de extinción desde que se acordó la moratoria de su caza pero, si les dejamos a los balleneros, lo estará en poco tiempo, al margen de que con esta matanza hayamos obtenido «con escaso margen de error» evidencia científica de que el calentamiento global puede perjudicar a las ballenas.

¿Qué os parece que elegirían los pobres animales si les dejáramos? ¿Sacrificarse por la ciencia o adelgazar? En mi caso lo tengo claro, antes en los huesos que en sushi.

Sobre estas líneas, imagen distribuida por el gobierno australiano donde se ve cómo un ballenero japonés captura a una hembra Minke y su cría en el Océano Ártico, dentro de su supuesto programa de pesca científica.

Salvados del volcán

En un mundo deshumanizado lleno de malas noticias también hay sitio para las buenas iniciativas. La última nos llega desde Japón. Allí hay una isla amenazada por los volcanes llamada Torishima, y en la zona de mayor peligro de erupciones subsiste la única colonia conocida del muy amenazado albatros colicorto (Phoebastria albatrus), apenas 80 parejas en el mundo. Tratando de evitar una extinción inminente, varias asociaciones conservacionistas japonesas y norteamericanas se han unido para emprender una arriesgada solución: crear una nueva colonia en otro lugar más seguro.

La nueva zona elegida es el islote Mukojima, perteneciente a las islas Bonin. Un territorio no volcánico situado a 350 kilómetros de distancia, gestionado por la metrópolis de Tokio, donde la especie crió hasta 1920.

¿Y cómo se hace para mover una colonia de sitio? Pues trasladando sus pollos a nuevos lugares, que para ellos serán el lugar de nacimiento y a donde se espera volverán a criar dentro de cinco años, una vez alcancen la madurez sexual. Es lo que se conoce por hatching, un engaño científicamente probado en numerosas especies de aves a partir de su fidelidad al lugar de sus primeros vuelos.

De esta manera, una decena de crías de estas formidables aves marinas han sido sacadas esta semana de sus nidos por expertos escaladores y transportadas en helicóptero a su nuevo hogar. Todavía les faltan tres meses de desarrollo para emanciparse, pero desgraciadamente sus padres no les podrán seguir alimentando en tan remoto sitio. En su lugar, un grupo de voluntarios harán de padres adoptivos, encargándose de la difícil tarea de darles de comer diariamente.

¿Tendrán éxito? Todos confiamos en ello, aunque como ha indicado Ben Sullivan, coordinador del programa mundial de aves marinas de BirdLife International, uno de los padrinos de la iniciativa, “aunque su número aumente, incluso una pequeña mortalidad debida al palangre podría obstaculizar su regreso”.

Tiene razón. Igual en el Pacífico que en el Mediterráneo los peligros para la vida natural son demasiados. Por nuestra culpa, auténticos volcanes de dos patas.