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Podrán cortar todas las flores, pero no podrán detener la primavera. (Pablo Neruda)

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Buitres y águilas, amenazados de extinción por un medicamento

buitre leonado Juan Bécares SEOBirdLife

Buitre leonado. © Juan Bécares, SEO/BirdLife

Si te digo diclofenaco te sonará a chino, pero si te digo Voltarén, el popular medicamento antiinflamatorio utilizado contra los dolores del reúma y la artitritis, seguro que caes en la cuenta. Pero quizá no sepas que por su culpa están cayendo muertos millones de buitres por todo el mundo. Porque lo que para nosotros es beneficioso, a estas aves directamente les revienta los riñones.

¿Rapaces tomando antiinflamatorios como unos viejitos reumáticos? Pues sí, pero sin sospecharlo siquiera. Lo ingieren involuntariamente al consumir animales muertos de granjas tratados con este remedio. Y no porque vacas o cerdos lo necesiten. A esos animales muchas veces se les administra de forma generalizada para lograr mayores rendimientos cárnicos.

El diclofenaco fue responsable de la desaparición del 99% de los buitres en el Sur de Asia, hasta que cuatro países de la región prohibieron el producto tras evidenciarse su papel en la muerte de estas aves. Posteriormente se ha comprobado que también es letal para las águilas, y entre ellas podría estar el águila imperial ibérica. Contra toda lógica, en 2013 el diclofenaco se autorizó en varios países europeos (España, Estonia, Italia) para el tratamiento de ganado porcino y vacuno.

No es alarmismo, es triste realidad. De hecho, acaba de comprobarse científicamente el primer caso de envenenamiento de buitres en España por culpa de este medicamento veterinario: un pobre buitre leonado (Gyps fulvus) hallado muerto en Andalucía en 2012. La punta de un iceberg de muerte.

En el caso de España, el territorio con mayor biodiversidad de Europa, su uso puede provocar una extinción silenciosa de rapaces. Si además se autoriza en África, la catástrofe será global, pues sin buitres los ecosistemas, la salud de las personas y hasta las economías se verían fuertemente resentidas.

Y no será por no advertirlo. El último llamamiento internacional lo ha lanzado la semana pasada SEO/BirdLife en la Conferencia de las Partes del Convenio de Diversidad Biológica celebrado en Corea del Sur. Allí su director de Conservación, Juan Carlos Atienza, aseguró que el gobierno español «está llevando a los buitres de forma temeraria por el borde del precipicio y con los ojos vendados”.

El representante de SEO/BirdLife pidió apoyo internacional “para conseguir una prohibición mundial del diclofenaco para uso veterinario y la puesta en marcha de guías que permitan evaluar adecuadamente el impacto de los productos veterinarios en los buitres antes de su autorización”.

El doctor Asad R. Rahmani, director de la Bombay Natural History Society of India, lo tiene muy claro:

“El declive de las poblaciones asiáticas durante los últimos 20 años se debe principalmente al envenenamiento por consumo de cadáveres de animales tratados con el analgésico diclofenaco sódico. India y muchos países han prohibido su uso veterinario del diclofenaco. A pesar de la abrumadora evidencia de que las especies de buitres y de águilas son tan sensibles este antiinflamatorio, es alarmante que algunos países en Europa hayan iniciado su uso veterinario. Espero que aprendan de India y que prohíban este peligroso medicamento en el ganado”.

¿Aprender nosotros, aquí en España? Mucho me temo que ese verbo se conjuga muy mal en español.

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Un medicamento amenaza de muerte a miles de buitres ibéricos

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Se llama muerte y viene en forma de medicamento. Muerte segura para miles de buitres y otras aves carroñeras si al final se autoriza en España el uso de un aparentemente inofensivo antiinflamatorio veterinario, el diclofenaco, más conocido entre nuestra botica humana como Voltarén. A nosotros nos reduce los dolores artíticos, pero a las aves les provoca graves y hasta mortales insuficiencias de riñón.

Está comprobado. Su uso en el subcontinente indio (India, Pakistán, Bangladesh, Nepal) como tratamiento para las dolencias de las vacas ocasionó la muerte de millones de buitres. Según SEO/BirdLife, que ha disparado todas las alarmas, en menos de una década varias especies de buitres pasaron de contar con millones de efectivos a rozar la extinción. Su desaparición masiva no sólo significó una gigantesca catástrofe medioambiental, sino que también ha tenido un desastroso impacto social: proliferación de ratas y perros, repunte de los casos de rabia en humanos, gastos millonarios en la gestión de los residuos, etc.

En España, también recuerda SEO/BirdLife, se encuentran las mayores poblaciones europeas de todas las especies de buitres: el 94% de la población de buitre leonado, el 98% de la de buitre negro, el 82% de la de alimoches y el 66% de la de quebrantahuesos.

Hay medicamentos alternativos al diclofenaco, como por ejemplo el meloxicam, pero son más caros. Y en estos tiempos que corren, para algunos es más importante vender hamburguesas baratas que preservar nuestra biodiversidad.

Foto: Buitres leonados alimentándose de una carroña. Mario Modesto Mata / Wikimedia Commons.

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Matan cientos de miles de halcones para comérselos como tapa

«Siempre se hizo así» no es una razón. Las peleas de perros, la caza del zorro o el lanzar la cabra por el campanario son ya por suerte escenas de un pasado en blanco y negro. Los toros lo serán en pocos años. La caza de pajaritos para acabar como raquítica tapa de incultura es igualmente atávica costumbre culinaria del pasado español. Pero en muchos países se mantiene con alegría el triste dicho de «ave que vuela, a la cazuela«.

Como en el noreste de India, en el estado de Nagaland, donde decenas de miles de bellísimos cernícalos del Amur (Falco amurensis) son capturados y sacrificados cada día durante su migración desde Siberia hasta África para acabar como tapas. Un terrible peaje en el lugar donde se concentran en mayor número durante fabulosas migraciones que les llevan a recorrer más de 22.000 kilómetros al año.

Entre 120.000 y 140.000 de estos pequeños halcones insectívoros acaban cada otoño ensartados en espeluznantes pinchos ahumados de comida tradicional india.

En octubre de este año, voluntarios de Conservation India documentaron la masacre y han puesto en marcha una ciberacción para intentar parar tan injustificable matanza.

Sí, ya sé que muchos diréis que es comida. Que las gentes de ese remoto lugar son pobres. Que primero son las personas y después los animales. Pero mirad un momento este vídeo y decidme si no se os ponen los pelos de punta. Porque matar a estas aves no soluciona el hambre de la zona. La caza apenas dura 10 días al año, así que nadie depende de tan escaso recurso. Tan sólo es incultura. Como lo fueron nuestros pajaritos fritos.

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Navidad sin langostinos

Una Navidad ecológica es aquella donde en la mesa no hay langostinos. Por si no lo sabías, el impacto medioambiental y social de criar estos mariscos es terrible. La mayoría de los que compramos proviene de grandes granjas acuícolas instaladas en países pobres. En ellos esta industria está dejando una profunda huella de destrucción y violencia, provocando el desplazamiento de miles de pescadores artesanales y la extinción de numerosas especies en países como Ecuador, Honduras, Colombia, India, Tailandia o Brasil. España es el país europeo que más langostinos importa y el tercero en el mundo. Nuestros langostinos baratos son por ello responsables directos de la destrucción de miles de hectáreas de manglares tropicales, esos bosques flotantes rebosantes de biodiversidad, más productivos y valiosos que los arrecifes de coral.

Además resultan una inmejorable barrera natural contra huracanes, tsunamis y otros desastres naturales; o lo que es lo mismo, su desaparición deja sin protección a los pueblos costeros de medio mundo.

Talados masivamente, esos encharcados ecosistemas son convertidos en grandes piscinas de cría de camarones a mayor gloria de nuestras fiestas gastronómicas, de nuestros lujos. Donde se arrojan toneladas de antibióticos, fertilizantes, fungicidas y pesticidas culpables de la aparición de numerosas enfermedades.

Un consumidor responsable rechaza los langostinos de cultivo por ser ecológicamente insostenibles. Piénsalo bien antes de incorporarlos a tu menú navideño. Y ya de paso, estas fechas rehuye las compras compulsivas, usa bolsas de tela, elige regalos producidos en tu entorno más cercano o provenientes de Comercio Justo, rechaza las comidas preparadas, compra juguetes sin pilas. Tus pequeños gestos pueden cambiar el mundo, también en Navidad.

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Os dejo un vídeo donde una canción resume la importancia de la lucha de las comunidades ancestrales del manglar ecuatoriano en defensa de su bosque y su cultura.

Y termino con la imagen del manglar más hermoso del mundo, el Corazón de Voh, en Nueva Caledonia.

Foto: Yann Arthus-Bertrand/Impact

Apaga la luz… y el coche

Mañana por la noche, durante una hora, medio mundo quedará sumido en tinieblas. Será nuestro eclipse global, el gran apagón mundial con el que, todos juntos, tratamos de lanzar un grito desesperado pidiéndonos a nosotros mismos un cambio real en nuestro sistema de vida que haga retroceder el ya inevitable cambio climático.

Reconozcámoslo, tenemos miedo. El futuro es cada vez más negro y la culpa es nuestra, exclusivamente nuestra. Pero no queremos cambiar.

Una hora sin luces, iluminados por velas, suena hasta divertido. Otra cosa es modificar los hábitos; eso es mucho más difícil.

Por ejemplo el coche, el principal responsable de la mala calidad de aire que respiramos, que nos mata, y una de las principales fuentes de emisión de CO2. Tres de cada cuatro de los desplazamientos en España se hacen en coche y con un solo ocupante. Somos los más comodones y contaminadores de Europa. Este vicio nos roba la mitad del espacio de las ciudades, invadido por vehículos privados en forma de carreteras y aparcamientos.

Pero lo malo se pega, y en países emergentes y superpoblados como India o China el automóvil está arrollando a la bicicleta, ahora con baratos modelos de gasolina por menos de 1.700 euros. Frente a una reducción en el uso del transporte público, los 700 millones de coches que circulan en el mundo se duplicarán en 2025 si no cambian los comportamientos, que no parece que vayan a cambiar.

Los gestos, las actitudes, son muy importantes. Por eso yo les propongo para mañana ser aún más ambiciosos y no quedarse tan sólo en apagar una hora las luces. Hagamos algo más. Aprovechemos la primavera y apaguemos el coche. Salgamos a pasear, movámonos en bici, conozcamos nuestros parques, descubramos que las golondrinas y los vencejos ya han llegado.

Vayamos por delante. Es «La hora del planeta«.

“Los transgénicos son una nueva forma de fascismo”

No lo digo yo, aunque lo piense. Lo dice Vandana Shiva, Premio Nobel Alternativo de la Paz, la gran valedora mundial del ecofeminismo además de doctora en Física, directora de la Fundación para la Investigación Científica, Tecnológica y Ecológica y miembro de Consejo Ambiental Nacional de la India.

Hizo estas declaraciones el otro día en la sede de Greenpeace España y las recoge esta asociación en su blog.

Muy crítica con estos cultivos, Vandana Shiva sitúa a sus defensores en el grupo de los “monocultivos de la mente”, personas que no entienden la importancia de la biodiversidad ni lamentan su destrucción. Porque en su opinión, los transgénicos son peligrosos asesinos de la biodiversidad.

Los cultivos genéticamente modificados llegaron a la India como la panacea de la lucha contra el hambre, pero además de fracasar en tan loable intento han traído grandes desgracias a las personas y al medio ambiente. Se está plantando masivamente algodón transgénico, que no se puede comer, pero ello ha provocado un grave endeudamiento de muchos agricultores, que llegan incluso a quitarse la vida.

200.000 suicidios en los 10 años de producción de este cultivo, según esta reputada científica. Las víctimas inocentes de los transgénicos.

Y mientras esto curre en India, España sigue liderando en Europa el cultivo a gran escala de maíz transgénico, más de 80.000 hectáreas de no sabemos muy bien qué ni a qué precio. ¿Es fascismo o es estupidez?