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Podrán cortar todas las flores, pero no podrán detener la primavera. (Pablo Neruda)

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Yo para ser feliz quiero ser foca en Islandia

Joven de foca común. Foto: Wikimedia Commons

Este verano me he enamorado de las focas. Y de Islandia. Todo al mismo tiempo. Imagina que vas como fui yo a ese país, un poco en plan turista despistado. Y que llegas a la playa de Ytri Tunga, en la península islandesa de Snæfellsnes, al oeste del país. Una de tantas, hermosa con sus arenas doradas en lugar de las habituales negras y rocas redondeadas, pero de aguas gélidas y mares peligrosos. Pasaría desapercibida de no ser porque se ha convertido en uno de los mejores lugares para el avistamiento de focas en Islandia.

En esta pequeña colonia, focas comunes y focas grises se han acostumbrado a los turistas. Ajenas a nuestra curiosidad, se solazan en las rocas. Las madres dan de mamar a sus crías. Algún macho broncas se pelea por colocarse en el mejor sitio donde descansar. Otras nadan plácidamente, asomando su cabeza por encima del agua.

Puedes pasarte horas mirándolas desde lejos. Haciendo fotos y grabando vídeos tan hermosos como éste que he subido a mi canal en YouTube ¿Ya te has suscrito para estar al día de las novedades?

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Quiere limpiar el mar haciendo gafas de sol con redes de pesca recicladas

Gafas sol

François van den Abeele es un soñador. Y un emprendedor. Amante del mar, de la navegación y el buceo por el Mediterráneo, su sueño es acabar con el plástico que envenena los océanos. Especialmente con esas redes a la deriva responsables de lo que se conoce como redes fantasma: trampas mortales de nylon enredando inútilmente miles de animales durante el más del medio siglo que tardan en descomponerse. Por eso ha ideado Sea2See, una moderna línea de gafas de sol cuyas monturas están hechas exclusivamente con viejas redes de pesca abandonadas. Que quiere hacer realidad gracias a un proyecto de crowdfunding.

Conocí a François el mes pasado en el Sustainable Sunday de Barcelona, una feria de promoción de la sostenibilidad empresarial. Fue allí donde me contó su proyecto, nacido en colaboración con la Agència de Residus de Catalunya (ARC), el proyecto MarViva y la cofradía de pescadores de Palamós. En esa localidad gerundense, en apenas un mes, recogieron una tonelada de redes viejas que son las que le abastecen de materia prima para sus gafas. Redes que previamente deben clasificarse y transformarse en pequeñas partículas de nylon listas para fundir. Y que, no por casualidad, ofrece un material flexible, duradero y muy resistente a los golpes, al agua y al sol. Perfecto para los amantes de los deportes náuticos.

«Lo más difícil fue encontrar al fabricante y que no pensara que estoy chalado», confiesa. Lo encontró en Milán, en una feria internacional de gafas. Le convenció con su entusiasmo, además de con una interminable lista estadística del horror de estos fantasmagóricos plásticos incorruptibles vagando durante cientos de años por el mar: un millón de aves marinas muertas al año, 136.000 focas y cetáceos, redes cubriendo seis veces la superficie terrestre de España. «A este paso, en el 2050 habrá en los océanos más plásticos que peces«, explica sobrecogido.

Por eso sus gafas son, como François señala, «más una declaración ecologista que un producto». Y es que pocas cosas hay más visibles y vistosas que unas gafas de sol. Que pretende vender a precios económicos. «Para que las pueda comprar todo el mundo y sea rentable seguir eliminando las redes fantasma».

Ahora tiene el prototipo, pero aspira a comercializarlo si logra el apoyo de los consumidores concienciados. Por ahora no va demasiado bien. Necesita reunir 39.500 euros antes del próximo 8 de julio y lleva 16.000 euros. Por el bien de nuestros mares, que es el nuestro, ojalá lo logre.

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Canadá y Noruega subvencionan la matanza de focas

Si no hay mercado, no hay negocio ¿O sí?

Si no compramos abrigos, bolsos y guantes de piel de foca, no se matarán cientos de miles de focas en el mundo ¿O sí?

Si no es rentable la matanza de focas se abandonará. ¿O no?

Pues no, se mantendrá la carnicería polar con subvenciones estatales, tanto del gobierno noruego como del canadiense.

El Gobierno de Canadá autorizó en 2006 la matanza de 335.000 focas, mientras que en 2007 sólo permitió 270.000 ejemplares y este año dará muerte a 275.000. ¿Vamos por el buen camino?

Pues tampoco. No es que se quieran matar menos porque somos más ecologistas o se venden peor las pieles, es que por culpa del cambio climático cada vez quedan menos focas. Por eso entre 1995 y 2001 se han concedido más de 20 millones de dólares en subvenciones a la industria canadiense de la caza de focas para ayudarles a soportar las posibles pérdidas en el negocio. Así que seguimos igual o peor que antes.

Porque aunque países miembros de la UE como Bélgica y Países Bajos ya han prohibido la comercialización de productos derivados de las focas de manera particular, y el resto de los países lo está considerando, el emergente mercado asiático está supliendo con creces nuestra retirada comercial, ávido no sólo de pieles, sino también de la grasa y hasta de unos genitales a los que asigna supuestas propiedades afrodisíacas.

En Noruega son más magnánimos. Sólo matan unas 50.000 focas al año. Pero no se vayan ustedes a pensar que lo hacen por interés comercial, en absoluto. Su actividad es una desinteresada contribución a la biodiversidad del Polo Norte. O al menos eso dicen.

El gobierno noruego, en su portal oficial para España, lo considera una gestión adecuada de los recursos. Porque, nos explican sin que les crezca la nariz, en el Nordeste Atlántico,

“la foca de Groenlandia consume ella sola más arenques de lo que es capaz de pescar toda la flota pesquera noruega”.

Y si hay que controlar las capturas de alguien, por supuesto que sea la de las focas, faltaría más. Foca buena, foca muerta. O vegetariana.

Por todo ello no sólo se permite esta caza, sino que como en Canadá, la salvaje actividad recibe periódicamente ayuda estatal. Que el propio Gobierno justifica como una necesidad

“para asegurar la regulación adecuada de los stocks de focas y para mantener las tradicionales técnicas de caza y para poder seguir controlando convenientemente la población de focas”.

¿Les parece una solución cruel? En absoluto, es pura humanidad. Copio aquí las tranquilizadoras palabras del Ministerio de Asuntos Exteriores noruego sobre el humanitario sistema de caza utilizado.

Según la ley, se debe matar a los animales con rapidez, humanidad y con el menor sufrimiento posible. Los únicos instrumentos que se pueden utilizar son los rifles y los hakapik (un tipo de arpón). Las focas adultas se cazan con el rifle, mientras que los cachorros se cazan con el rifle o con el hakapik. El hakapik puede parecer primitivo, pero es una herramienta eficaz que aturde inmediatamente al animal y lo mata rápidamente. La legislación noruega no permite la caza de lactantes, es decir, cachorros que no han sido abandonados por sus madres.

Se exige a los cazadores que asistan a un curso y a pruebas de tiro cada año antes de la estación de caza. Cada embarcación de caza lleva un inspector a bordo. Los inspectores son, además, veterinarios e informan directamente a las autoridades pesqueras.

¿Se quedan más tranquilos? Dicho de esta manera suena muy bien. Pero comprobado en este vídeo (no recomendable para personas sensibles), la impresión que uno se lleva es exactamente la contraria.

¿Estaremos equivocados?