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Podrán cortar todas las flores, pero no podrán detener la primavera. (Pablo Neruda)

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¿Conoces las raquetas de nieve? Son la versión invernal de los paseos tranquilos por la montaña

Caminando con raquetas por los Alpes franceses. Foto: Andrés Rastrilla

Lo reconozco: me gusta la montaña y la nieve, pero no me gusta esquiar.

Lo he probada varias veces pero, en mi opinión, vas demasiado rápido.

Más de uno se estará riendo. Claro que va rápido, de eso se trata, de bajar a gran velocidad, zigzagueando, saltando, casi volando.

Ya lo sé, pero a mí no me va. Y mucho menos hacer esas colas interminables para subir con el telesilla, bajar y subir una y otra vez por la misma o parecida pista, demasiada gente, demasiado ruido, demasiado urbanizado todo.

Yo prefiero las raquetas. Te lo cuento en este pequeño vídeo que he subido a mi canal y donde resumo mi experiencia en los Alpes franceses. ¡Qué gozada!

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¿Esquí todo el año?

Las cerca de 30 estaciones de esquí españolas recibirán esta temporada 7,5 millones de visitas de entusiastas del deporte blanco. Su llegada supone una avalancha de dinero a las tradicionalmente desfavorecidas zonas de montaña, pero también acaba con la tranquilidad de los últimos lugares vírgenes del país.

Ambas opciones, ocio y protección de la naturaleza, son perfectamente compatibles, aunque pocas veces se logra el tan ansiado equilibrio. El cambio climático por un lado, responsable de que cada vez nieve menos, está obligando a suplir artificialmente con cañones esas precipitaciones heladas que la naturaleza nos niega, a poner las pistas a mayor altura, a buscar nuevos lugares más rentables. Y por otro lado está el interés empresarial, ávido de ampliar las temporadas el máximo de meses posible, de desarrollar grandes proyectos inmobiliarios y comerciales lo más cerca del millar de pistas de las que disponemos en la actualidad.

Todos los excesos son malos, y llevar nuestros humos, ruidos, basuras y masificación a 2.000 metros de altura no deja de ser otro exceso más. Si muchos de los amantes del esquí visitaran esas pistas maravillosas durante el verano se quedarían aterrorizados al ver lo que se esconde bajo la nieve: arroyos canalizados y contaminados, montañas dinamitadas, carreteras, aparcamientos, escombros, tendidos eléctricos, microciudades fantasmas.

La gente de la montaña necesita al esquí para vivir con dignidad en esos lugares tan difíciles y hermosos. Pero no se puede hacer a cualquier precio. Hay que mejorar las instalaciones, hacerlas más sostenibles, no más grandes, no más artificiales, no más numerosas. O acabaremos convirtiendo nuestros paisajes alpinos en unos parques temáticos más, ajenos al entorno, a la población local y a su cultura. Podremos esquiar en esas pistas todo el año, es verdad, pero será como hacerlo bajo una nave climatizada de Dubai.

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Os dejo un vídeo de Ecologistas en Acción donde se critica el desmesurado consumo de combustible que supone la semanal invasión de fin de semana a las montañas con nieve.

La foto superior corresponde al «telesilla del amor» instalado en la estación aragonesa de Cerler. Sin comentarios.

El esquí amenaza a las montañas

Pocas actividades pueden parecer más atrayentes para un amante de la alta montaña que practicar el esquí. Y sin embargo, pocas actividades tienen un impacto más terrible en esos mismos lugares a los que nos acercamos masivamente en estas fechas dispuestos a disfrutar de nuestro deporte favorito. Ahora no lo vemos, pero cuando la nieve se retire dentro de unos meses quedarán patentes todas esas grandes infraestructuras levantadas a mayor gloria nuestra, localizadas en lugares hasta hace poco prácticamente inaccesibles.

Y como este “oro blanco” es cada día más escaso frente a un interés creciente por disfrutar de él, todas las estaciones cuentan ahora con costosísimas instalaciones de producción de nieve artificial, despilfarradoras de una energía eléctrica cuya producción es en parte culpable de que ya no nieve, conducida a través de grandes tendidos que destrozan un paisaje único.

Por otro lado, las grandes aglomeraciones humanas concentradas en un espacio especialmente sensible como es el alpino provoca serios quebrantos al ecosistema. Y lo que es aún peor, estas estaciones vienen siempre acompañadas de impactantes proyectos urbanísticos surgidos a su alrededor.

En Pirineos, pero sobre todo en la Cordillera Cantábrica, los proyectos de construcción de nuevas pistas de muy dudosa rentabilidad amenazan los últimos lugares vírgenes de España. Paralelamente se están promoviendo locuras como la gran pista de “esquí seco” de Tordesillas (Valladolid), unas obras declaradas ilegales y donde ya se han enterrado más de 12 millones de euros.

¿Es que ni esquiar vamos a poder hacer sin recibir las críticas ecologistas? En absoluto, pero tampoco podemos querer convertir hasta la última de nuestras montañas más o menos nevadas en un remedo de Chamonix. Además existen otras modalidades mucho menos agresivas y más próximas a la idea del disfrute pleno de la naturaleza, como el esquí de travesía o el esquí nórdico. Claro que de esa manera es mucho más difícil lucir modelito.