La crónica verde La crónica verde

Podrán cortar todas las flores, pero no podrán detener la primavera. (Pablo Neruda)

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La naturaleza también depende del color de los cristales

gafas

Una de las experiencias más esperpénticas de mi vida fue asistir como periodista a la inauguración de una gran urbanización en Majanicho, en el norte de Fuerteventura. Rodeado de azafatas, aduladores y numerosas botellas de champán francés, el promotor inmobiliario agarraba el micrófono cual predicador para glosar su particular milagro:

“Antes aquí no había nada y en un par de años hemos levantado un emporio turístico”,

aseguraba ufano.

¿Nada?, me preguntaba yo. Y veía horrorizado esos arenales urbanizados donde hasta hacía muy poco reinaba la hubara (Chlamydotis undulata), una avutarda del desierto. Espacios vírgenes a los que la crisis del ladrillo ha convertido ahora en un triste erial de viviendas a medio construir.

Reflexionando en positivo, reconocía apesadumbrado que la percepción de la realidad es algo muy, pero que muy personal. Como ocurre con el bosque. Reserva natural para unos, reserva maderera para otros, y montón de árboles para la mayoría.

Otro ejemplo son los barbechos. Pocos, muy pocos, aprecian la importancia de dejar descansar un par de años las tierras de cultivo, sin labrarlas, a la espera de futuras cosechas bien surtidas. La mayoría se lamentará ante el supuesto abandono del campo, entregado a los rastrojos. U optará, si es agricultor moderno, por gastar ingentes cantidades de abonos y fertilizantes. Sin embargo, el ornitólogo valorará la presencia de campos incultos para el desarrollo feliz de aves esteparias como el sisón  (Tetrax tetrax).

Al final llegamos a lo de siempre: la educación. Fundamental para distinguir un campo abandonado de uno en barbecho, de apreciar la importancia de la avutarda y del sisón, la cultura, el paisaje, el arte o las tradiciones. Todo encierra un valor superior al directamente económico, aunque hace falta tener los conocimientos mínimos para apreciarlo. O las gafas. Porque como decía Campoamor:

“En este mundo traidor

nada hay verdad ni mentira;

todo es según el color

del cristal con que se mira”.

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Ganaderos proponen declarar Ávila «libre de lobos» y piden su aniquilamiento

Hay noticias tan amargas como la hiel. Tan tristes como una despedida, la del sentido común que, sin duda, les falta a los representantes de las organizaciones agrarias abulenses UPA-COAG. Unos señores que en estos días de poderosa luna llena invernal han enviado mociones a 22 ayuntamientos de la provincia de Ávila para que declaren sus términos
municipales como terreno “libre de lobos”. Ajenos a que Europa prohíbe cazar a este cánido al sur del río Duero.

“En Ávila no pueden convivir los lobos con la ganadería extensiva”, ha dicho sin rubor Jesús González Veneros, secretario de Ganadería de UPA, tal y como recoge Avilared.com González Veneros aludió en una rueda de prensa al “derecho a vivir de las vacas y ovejas, que a veces quedan malheridas y hay que llamar al veterinario para que las mate porque están agonizando”.

O el lobo o el ganadero”, esgrimen, tras calcular que los ataques han provocado este año la muerte de un centenar de animales.

La alcaldesa de Navalmoral de la Sierra, Gloria García, ya ha expresado su apoyo a dicha medida. «Está muy bien proteger al lobo, pero también hay que defender a la población rural», señaló la regidora, quien confesó su preocupación por la despoblación que puede provocar esta situación.

Provoca sonrojo que la terrible crisis de la ganadería la paguen los lobos y nadie haga responsable de ella a la especulación de los piensos y de la leche, a la importación de productos baratos de terceros países, a la caída del consumo, al envejecimiento de la población rural, a la falta de pastores. Da vergüenza acusar al lobo de todo lo malo y olvidarse de exigir a la Junta de Castilla y León medidas compensatorias por mantener a esa joya de la naturaleza, además del pago rápido y ventajoso de los daños provocados por una valiosa especie protegida. Y da además lástima que después de tantos años de educación ambiental, de tantas subvenciones, de tantos programas de revalorización del mundo rural, vuelvan los argumentos del tiro y el veneno, de la erradicación. Pena porque quizá acabarán con los lobos, pero sin ellos sus explotaciones no mejorarán. Y yo desde luego, puestos a elegir a quién comprar la carne, lo tengo muy claro. A esos lobicidas ni 100 gramos.

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El planeta camina hacia los 10.000 millones de habitantes

Dos interesantes aplicaciones informáticas permiten jugar con las cifras del disparatado crecimiento de nuestra especie. La primera está alojada en la página de la BBC y se titula El mundo en siete mil millones. La otra es igualmente impresionante: 7.000 millones y tú.

Gracias a ellas sé que cuando yo nací hice el número 3.272.716.412 de los que en ese instante vivíamos en el planeta. Ahora somos más del doble. Desde mi llegada han nacido 6.084.489.564 personas y han muerto 2.306.614.829, con lo que en el momento de escribir estas líneas somos ya 7.050.584.237 habitantes. Y seguimos creciendo sin parar.

Empezamos el siglo XX siendo poco más de 1.000 millones, pero ya éramos 6.000 millones en el año 2000 y se espera que el siglo XXI acabará con algo más de 10.000 millones. Mientras lees esta columna ya han nacido 350 personas más. Nuestro planeta gana así 1.000 millones de personas cada 14 años.

¿Habrá comida y vida digna (casa, trabajo, dinero, vacaciones) para todos? Parece complicado.

Es verdad que últimamente el crecimiento se ha moderado, pero seguimos sin saber cuál es el límite poblacional de la Tierra. Porque como advirtió Ban Ki-moon cuando nació el niño 7.000 millones (niña, filipina), “a más población, mayor presión sobre la tierra, la energía, la comida y el agua”.

Por esta razón, si hay ahora mismo un negocio con futuro es el del acaparamiento de tierras. Millones de hectáreas han pasado en los últimos años a manos de inversores sin escrúpulos, ávidos de recursos. Sólo en África, los últimos megaproyectos tienen una extensión superior a los 67 millones de hectáreas, la superficie conjunta de Italia y Alemania. Agrocombustibles, agua, alimentos, pastos,… todo vale para especular con el hambre. Y cada vez valdrá más, pues cada vez tendremos más hambre.

¿Queréis saber mi opinión sobre todo esto? Pues ya con permiso de la nueva revisión del diccionario de la Real Academia de la Lengua, tan sólo se me ocurre una reflexión: Acojona.

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España bloquea el pelotazo urbanístico de Gadafi en Málaga

El Gobierno español ha bloqueado el proyecto urbanístico de Gadafi en una inmensa finca de Sierra Bermeja (Málaga) para la que se pide su declaración como Parque Nacional.

La congelación de todos los bienes del líder libio afecta a su pretensión de construir un campo de golf, un palacio de congresos y 1.200 viviendas de lujo en un lugar de gran importancia ambiental. De nada le ha valido usar como tapadera el Lybian Foreign Bank (Forebank), banco público del país norteafricano, para tratar de urbanizar una parte de las 7.000 hectáreas de terreno que se extienden entre los términos municipales de Júzcar, Pujerra y Benahavís, el mayor latifundio de la costa occidental malagueña.

Adquirida por el sanguinario coronel en 1995, la decisión le llega cuando más cerca estaba de poder obtener la autorización regional a su particular pelotazo urbanístico malagueño. 6.500 hectáreas de la finca «La Resinera» están protegidas por su importancia natural , pero las 500 hectáreas restantes, localizadas en el término municipal de Benahavís, están en trámite de ser reclasificadas por la Junta de Andalucía como suelo urbanizable no sectorizado al considerarse el proyecto “de interés turístico”.

Paralelamente, la plataforma “Sierra Bermeja, Parque Nacional” ha solicitado al Gobierno español la expropiación forzosa de esta finca y su inclusión en el futuro Parque Nacional de las “Sierras Bermejas Malagueñas”. Según los ecologistas, los terrenos están afectados por un LIC, el de las sierras Bermeja y Real, y una Reserva de la Biosfera (la reserva intercontinental Andalucía – Marruecos), lo que revela su altísimo valor ambiental.

Otros grupos políticos van más allá y solicitan que ese bloqueo de los bienes se extienda a otras posesiones más urbanas, como las viviendas que la familia Gadafi posee en Marbella, Sevilla y Granada, a las que sus miembros acuden con cierta asiduidad.

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El fantasma de Chillida vuelve a aparecerse en Fuerteventura

Era de prever. Como cada cuatro años desde hace 20, siempre unos meses antes de las elecciones, el fantasma de Chillida vuelve a aparecerse en Fuerteventura. Su alargada sombra se refleja sobre la montaña mágica de Tindaya, a la que el escultor soñó un día perforada a mayor gloria del arte.

Dicen los políticos canarios que esta vez va en serio, que el gran cenotafio subterráneo de 50 metros de altura y dos chimeneas saldrá adelante ajeno a los 30 millones de euros pagados por el Gobierno regional en comisiones antes de haberse movido una sola piedra. Las normas que velan por la conservación del espacio, el más protegido de España (tiene siete figuras de protección) permiten vaciarlo y urbanizarlo, pues todo es compatible en política. Y la familia del artista recuperará al fin la felicidad perdida tras el reciente cierre de su museo patrio porque nadie iba a verlo. La máquina de hacer dinero puede volver a funcionar a la grupa de esta crisis galopante donde sólo los más listos triunfan.

Como el catedrático de Ecología y presidente de WWF España, Francisco Díaz Pineda, quien firmó la declaración favorable de impacto ambiental pues en su opinión es posible agujerear Tindaya sin degradar la montaña. A cambio se le ha elegido a dedo para coordinador el estudio del futuro Parque Nacional de Fuerteventura que, curiosamente, no incluye entre sus límites a la Montaña Mágica. O el ex presidente de Adenex Santiago Hernández, también miembro del reducido equipo de sabios pro-Tindaya, buen ecologista arrepentido que además forma parte del comité técnico que asesorará al Gobierno sobre la ubicación del futuro almacén nuclear español.

Una escultura de Giacometti había sido hasta ahora la obra de arte subastada más cara de la historia, 74 millones de euros. La cantidad empalidece ante los 75 millones del presupuesto de salida de la escultura imposible de Tindaya, a sumar a los 100 millones reclamados en indemnizaciones.

Pero no se preocupen, esta vez nuestros representantes tienen una idea. La obra no nos va a costar ni un euro más (de los ya derrochados). La cándida empresa concesionaria supuestamente asumirá todos los costes a cambio de quedarse con el dinero de las entradas, calculando que la mitad de todos los turistas de Lanzarote y Fuerteventura pagarán por ver en manada tan peculiar homenaje al vacío. Eso se llama estudio serio de mercado. Y desarrollo sostenible. ¿Sostenible? El de la cuenta de resultados de algunos bolsillos.

Sobre estas líneas, recreación del disparatado proyecto escultórico de Chillida para Tindaya. La necesidad de rentabilizar la obra con la venta de entradas obligará a llenar el espacio con cientos de turistas gritones en lugar de con los apenas cinco que aparecen en la bucólica imagen. En el caso de que la obra se haga y no se hunda el techo.

Como siempre, la genialidad de El Roto dice mucho más que cualquier artículo.

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Un pequeño escarabajo frena el macropuerto industrial en Tenerife

Qué mala suerte tienen los especuladores canarios. Deciden hacer un segundo puerto en Tenerife, en las desiertas costas de Granadilla, bañado por millones de euros de ganancias, pero les surge un problema inesperado. Allí está la mejor pradera submarina de seba (Cymodocea nodosa) de toda Canarias, una especie protegida. ¿Imposible seguir? Tranquilos, ningún problema, para eso están los amigos. Y es así como el Gobierno de Canarias se saca de la manga un nuevo catálogo regional de especies protegidas que, entre otras barbaridades y sin necesidad de consultarlo con especialista alguno, desprotege a la molesta hierba marina por el puro interés público de unos pocos. Vía libre a la destrucción-especulación de la costa.

Sin embargo, un nuevo obstáculo ha vuelto a cruzarse en el camino del macropuerto tinerfeño. Se trata de un pequeño escarabajo endémico de tan sólo dos centímetros, la Pimelia canariensis. Por un error imperdonable de los políticos no se había desprotegido con el nuevo decreto, dejándolo en la categoría de «en peligro de extinción», tras perecer bajo las urbanizaciones de Los Cristianos y el polígono industrial de Güímar. Y han aparecido tres ejemplares justo donde trabajan ahora las máquinas.

¿Pararán la obra estos bichos? Lo intentan pero, sinceramente, lo tienen difícil. Los promotores ya han pedido su descatalogación urgente, faltaría más. Y mientras tanto, se comprometen a dedicar un día a la captura de estos incómodos bichitos, que serán liberados en algún espacio protegido donde no den tanta guerra, dejando así vía libre a la labor urbanizadora de las excavadoras. «No más de 40 ejemplares», advierten.

Dicen que esto es gestión ejemplar de los recursos naturales en uno de los reductos de la biodiversidad más importantes del planeta. Que la producción de plátanos en la isla nada tiene que ver con los tradiciones métodos de gobierno de otras repúblicas bananeras. Que a los políticos lo que de verdad les gusta son los escarabajos peloteros, aficionados a hacer bolas de mierda, y no estos de seis patas que sólo tienen por amigos a ecologistas y otras gentes de mal vivir.


En la imagen superior, fotografía de Pimelia canariensis, pequeño escarabajo que de todo el mundo sólo vive en el sur de Tenerife, y cuyas poblaciones cada vez son menores y están más fragmentadas.

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Los especuladores sitian Numancia

A los romanos les costó un triunfo dominar la ciudad celtíbera de Numancia. Hizo falta enviar a Escipión el joven, el vencedor de Cartago, quien tras más de un año de cerco infernal sólo logró entrar en una ciudad devastada después de que sus habitantes la prendieran fuego y se inmolasen en ella. Prefirieron morir libres antes que vivir como esclavos.

Hoy Numancia es un apacible cerro elevado sobre el río Duero, sin más vida en ella que algún alcaraván despistado correteando por entre sus piedras milenarias. Sin embargo, la vieja ciudad vuelve a estar sitiada, esta vez por los especuladores sin escrúpulos y, lo que es peor, por la especulación institucional, la peor de todas. Son ellos los que pretenden robarnos su riqueza más sagrada, su paisaje histórico, en aras de algo tan poco original como el pelotazo urbanístico. Para nuestra desgracia, son precisamente las administraciones que deberían proteger este inmenso legado quienes lo promueven, vayan ustedes a saber por qué espurios intereses.

La situación es tan grave que el yacimiento ha sido incluido en la Lista roja de patrimonio en peligro elaborado por la asociación Hispania Nostra.

La relación completa de amenazas causa escalofríos:

Un complejo residencial de 288 viviendas junto al campamentos romano de Alto Real, a pesar de estar protegido como bien arqueológico e histórico.

800 viviendas en un nuevo pueblo de colonización VIP al que irónicamente han dado en llamar Ciudad del Medio Ambiente, y que incluye hasta un hipódromo y varios hoteles. Ya han talado 3.000 pinos y amenazan a la segunda mayor colonia de cigüeñas de la provincia de Soria, a pesar de ser un espacio de alto valor ecológico y ambiental protegido por la Directiva Hábitats.

Un polígono industrial, Soria II, de 150 nuevas hectáreas, cuando tienen 300 sin usar en Valcorba y la ciudad tan sólo necesita 1,5 hectáreas al año.

Hasta con los espíritus románticos arremeten, pues han autorizado la construcción de un tanatorio en el famoso Monte de las Ánimas que cantara Bécquer.

No se dan cuenta de que el gran valor de Numancia no son sus piedras, es su paisaje. Sólo en este cerro podemos dar un salto en el tiempo para, 2.150 años después, reconstruir en nuestra imaginación la mirada desafiante de los resistentes numantinos a sus sitiadores romanos, con la misma intensidad y emoción de entonces. Porque allí la historia está viva gracias a su entorno.

Para protegerla definitivamente sólo hay una solución: declarar a Numancia Patrimonio de la Humanidad, poner su preservación en manos de la Unesco, ya que nuestros representantes son incapaces de hacerlo.

Esta vez los sorianos no van a prender fuego a la ciudad como pretenden sus políticos irresponsables. Esta vez pondrán todo su esfuerzo y valentía en defenderla; con uñas y dientes si hace falta.

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En el mapa inferior podéis ver cómo los proyectos urbanísticos están estrechando el cerco histórico romano a la ciudad celtíbera.

Quieren cargarse nuestros parques

No tengo dudas. Los especuladores, de la mano de nuestros políticos (o los políticos de la mano de nuestros especuladores) quieren robarnos el corazón de las ciudades, los parques urbanos. Hambrientos de suelo, tras urbanizar hasta la última parcela de sus municipios están ahora devorando nuestros más queridos oasis de calma y verde. No se dan cuenta de la importancia de estos remansos de serenidad, sólo ven árboles y césped donde en realidad palpita el espíritu de nuestras ciudades, lugares de juegos infantiles, de amores adolescentes, de calma en medio de la marabunta urbana, de ensoñación y también de nostalgia.

Van a por ellos. Un ejemplo es el Parque de Arriaga en Vitoria-Gasteiz. La instalación bajo sus parterres de una estación intermodal (tren y autobús) acabará con 548 árboles y arbustos. Aunque sea subterránea, las plantas tienen raíces y necesitan de suelos profundos. Pero es que además está previsto levantar a su lado un gran edificio de oficinas de 15 plantas, un hotel y un centro comercial.

Otro polémico proyecto es el que se comerá un tercio del Parque de los Castillos en San José de Valderas (Madrid), donde se construye el Centro de Creación de las Artes de Alcorcón.

Dos buenas ideas en lugares equivocados, aunque hay muchos más parque amenazados como en Sevilla (Prado de San Sebastián), Madrid (La Cornisa-Vistillas), Ordizia (Oihangu). ¿Sabes tú otros?

Por suerte, en todos los casos la movilización vecinal está poniendo muy difícil que ambos planes salgan adelante. Parece mentira que tengamos que ser nosotros, la gente de la calle, quienes expliquemos a los técnicos que los árboles no son farolas de quita y pon, que son seres vivos a los que amamos, que queremos nuestros parques como están ahora, o mejorados, pero nunca reducidos, inutilizados, muertos.

Aparcamientos, edificios públicos y privados, hormigón. Cuando las excavadoras entran en estos refugios de la ciudad les parten el alma, ya nunca volverán a ser iguales. Por eso la gente se rebela, se asocia, lucha, defiende, se planta. ¡Salvemos nuestros parques!

Foto: Una de las muchas manifestaciones organizadas en Vitoria a favor del Parque de Arriaga.

La especulación nos deja sin pan ni cebolla

“Yo contigo pan y cebolla”, le dijo muy seria Juliana a Maximiliano, allá en Hontoria de la Cantera (Burgos) hace 84 años. Eran mis abuelos y sabían lo que se prometían. Su boda fue por amor y a pesar de las amenazas familiares. Por eso se lo dijeron en el vacío salón de la casa, mirándose con determinación a los ojos, buscando en ellos el brillo de la ilusión a la luz de esa vela apoyada en la caja de frutas que fue su primer mueble. Era su noche de bodas, y esa frugal cena, a la que siguieron otras muchas, estuvo marcada por la sencillez de nuestro producto agrícola más humilde, la cebolla.

Mi abuela Juliana ya no vive. Se evita así el sobresalto de ver hasta qué punto han cambiado las cosas. Porque esas cebollas con las que ella hacía las mejores morcillas del mundo tienen ahora un precio disparatado. Y no sólo por lo mucho que pagamos por ellas, sino sobre todo por lo poquísimo que recibe por ellas el agricultor.

Según el Índice de Precios en Origen y Destino (IPOD) del pasado mes de febrero, la persona que tiene una tierra, la prepara, abona, siembra, trabaja, riega, cosecha y lleva a vender al almacén recibió 0,1 euros por kilo, mientras que nosotros pagamos en la tienda por esas mismas cebollas 1,10 euros, un 1.100% más. Mi abuela, que era agricultora y también tenía una pequeña tienda de alimentación, se habría escandalizado ante tan injusta diferencia de precio, y yo también. Por no hablar del pan. Para este producto fundamental en nuestra alimentación su precio se incrementa un 1.400% por encima del pagado al agricultor, ya considerada la equivalencia de su transformación. Y es que los especuladores del ladrillo parecen haberse refugiado en nuestros alimentos, para desesperación de productores y consumidores.

Así las cosas, ya contigo ni pan ni cebolla, que está la vida muy cara.

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Foto: Ojodigital.

Apartamentos camuflados en una Reserva de la Biosfera

Pocos lugares hay en España más mágicos y maravillosos que el Parque Natural Sierra de Grazalema, entre Cádiz y Málaga. Andaluz y sureño por los cuatro costados, es el lugar donde más llueve de España, superior incluso a Santiago de Compostela. También el refugio de uno de los bosques más amenazados del mundo, el pinsapar (Abies pinsapo). Por éstas y otras características únicas la Sierra de Grazalema fue declarada en 1977 Reserva de la Biosfera por la UNESCO, el primer espacio en España en lograr este preciado galardón y el primer parque natural de Andalucía.

Os imaginaréis que un sitio así estará cuidado como oro en paño, a salvo de amenazas y agresiones, pero desgraciadamente estáis equivocados. No se hace tan a las claras como en otros sitios, pero como ha denunciado la semana pasada Ecologistas en Acción, la pasividad de las administraciones competentes –Ayuntamientos y Junta de Andalucía- para con las ilegalidades urbanísticas en el Parque Natural Sierra de Grazalema está permitiendo toda clase de subterfugios. Algunos tan increíbles como reconvertir naves ganaderas en apartamentos turísticos, como ha sucedido en la población de El Bosque.

Allí se han construido hace un año unas naves ganaderas con autorización de la Consejería de Medio Ambiente, que posteriormente se reconvirtieron en apartamentos turísticos de forma ilegal, sin que nadie haga nada para ordenar su derribo. Naves ganaderas con sus dormitorios, cuartos de baño, cocinas y televisión, que para colmo se publicitan con todo el descaro pues saben que nadie les hará nada.

Desgraciadamente no es un problema andaluz. En Canarias se han autorizado (y se siguen autorizando) miles de «cuartos de aperos» que incluyen entre su dotación piscina y sauna, segundas y terceras residencias en el campo luego rentabilizadas como ilegales casas rurales promocionadas por toda Europa a través de Internet.

Con la escusa de ayudar al ganadero y al agricultor, de defender el sector primario, se está permitiendo una destrucción salvaje del paisaje.