La crónica verde La crónica verde

Podrán cortar todas las flores, pero no podrán detener la primavera. (Pablo Neruda)

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Bambi protege a una mamá ganso

La historia parece salida de una película de Disney: un ganso madre ha perdido a su compañero de toda la vida y se ha queda sola para incubar y sacar adelante a su prole en un inusual nido: el macetero escultórico de un cementerio de Nueva York.

Sin compañero que la defienda, esta barnacla canadiense (Branta canadensis) es ahora más vulnerable que nunca a los posibles depredadores. Sin embargo, en un giro imposible del destino, un ciervo adulto se ha hecho amigo del pájaro asumiendo el papel de protector. Son la extraña pareja americana.

La historia no puede ser más inusual, no sólo por las lógicas diferencias interespecíficas, sino porque no sabemos cómo es posible que un ciervo y un ganso se puedan comunicar entre ellos. Pero de alguna manera el venado ha llegado a comprender la necesidad que tenía esta madre de protección y se la ha prestado desinteresadamente, vigilando en todo momento el nido en calidad de tutor. Y no es el suyo un trabajo fácil. En varias ocasiones ha tenido incluso que hacer frente a algún perro que amenazaba la seguridad de su insólita familia.

¿Cómo terminará esta relación? Lo tienen difícil, pues desde que la noticia ha salido en todas las televisiones americanas están recibiendo la visita de cientos de curiosos. Mucha gente para la necesaria tranquilidad que requiere la pareja. Aunque también podemos imaginarnos que todo saldrá perfecto y que esta amistad tan especial continuará más allá del nido.

La noticia la difundió el meteorólogo Andy Parker y me enteré de ella en Ecología blog.

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Disney vence al lobo feroz

Nuestra sociedad resulta cada vez más superficial, más básica y simplista, más Disney. Las tragedias se reducen a grandes titulares que caducan pocas horas después, tan importantes o menos que el último exabrupto de las “belenesesteban” de turno. La naturaleza es apenas un plató de buenos documentales; los problemas medioambientales, poco más que el relleno final (y breve) de un telediario.

En este mundo sin matices, de color de rosa, urbano hasta el sonrojo, la frivolidad se ha instalado en nuestras vidas en busca del espectáculo rentable, de la “disneyficación” del campo. El lobo feroz interesa más que la aldeana Caperucita sólo si hay violencia entre ambos, pues la convivencia pacífica del cánido salvaje con el ganadero no vende, o se da por obligada, que es aún peor. Los espacios protegidos se han convertido en meros referentes turísticos que miden su importancia sólo por el número de visitantes al año. Por su rentabilidad en dinero o votos.

Con esta nueva visión global, un paraíso natural no tiene en estos momentos razón de ser si no cuenta con buenos accesos, amplios aparcamientos, tiendas y cafeterías, cómodos senderos, bancos y farolas, merenderos y barbacoas, además de periódicas campañas publicitarias de promoción. “Puesta en valor” se llama ahora.

La descabellada urbanización de estos parajes de incalculable valor es el último asalto contra enclaves hasta ahora inaccesibles, desvirtuados con argumentos pretendidamente conservacionistas bajo el pretexto de la dinamización, el desarrollo turístico o la adecuación.

¿Qué será lo siguiente?¿Pondremos escaleras mecánicas protegidas de la lluvia con una campana de cristal para visitar el bosque sin mojarnos? ¿O disfrazaremos a los guardas de lobos y caperucitas para que nos sigan contando cuentos de Disney?

¿Queréis un ejemplo? El sendero de madera, escaleras y plataformas abierto en el bosque de tejos más viejos y frágiles de España, la Tejeda de Tosande (Parque Natural de Fuentes Carrionas, Palencia). Se supone que se hizo para facilitar el disfrute de la naturaleza a personas con movilidad reducida. Ya veis la foto del estropicio. No sólo no se ha conseguido (es imposible caminar cómodamente por estas estructuras a lo largo de la empinada cuesta), sino que se ha dañado a los árboles y a un paisaje emblemático. Conservado hasta ahora gracias a su inaccesibilidad, ha quedado irreversiblemente adulterado, degradado, despojado de su grandiosidad natural.

Foto: Ignacio Abella / La memoria del bosque.

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Mejor que no beses a las ranas

La Asociación de Veterinarios de Estados Unidos (AVMA) ha exhortado a sus convecinos a «no besar ranas«, precisamente en estos días navideños en que en medio mundo se proyecta la última producción de Disney, ‘La princesa y la rana’, pues se sospecha que los batracios pueden ser portadores de salmonella.

«Las ranas, como todos los anfibios y reptiles, pueden ser una fuente de infección de salmonella en los humanos», advirtieron los veterinarios norteamericanos en un comunicado. Para añadir a continuación:

«Recordamos al público que una manipulación inapropiada de un anfibio, sobre todo un beso, puede ocasionar una enfermedad grave en lugar de un príncipe».

Y yo, que leo esta noticia, no salgo de mi asombro ¿De verdad los niños besan ranas después de ver una película? ¿O es que al otro lado del Atlántico se toman las cosas demasiado en serio?

Menos mal que, al menos aquí, en España, es invierno, y los batracios están hibernando bajo el barro. Aunque también me pregunto: en el caso de besar a una rana buscando al príncipe azul ¿serán esos besos robados?