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La Real Academia Española suspende en Conocimiento del Medio

Hace ahora tres años, en este mismo blog, recogía los disparates zoológicos del diccionario de la Real Academia Española (RAE), esa ilustre institución pagada entre todos y que según su famoso lema, más propio de un detergente, “limpia, fija y da esplendor” a nuestra lengua castellana.

Me sorprendía que en su edición de 1992 se mantuvieran arcaicas definiciones más propias de la primigenia edición de 1780. Entonces me llovieron duras críticas de algunos lectores, empeñados en defender lo adecuado de considerar a la avutarda “un ave zancuda muy común en España”, que el oso, “acosado por el hambre, ataca a toda clase de ganados y aún al hombre”. Supuse al menos que los señores académicos habrían tomado buena nota de los errores y habrían consultado a expertos en la materia para ajustar estas entradas a la realidad científica actual, al menos en la edición digital. Pero me equivoqué.

Los errores siguen siendo antológicos y cada poco, en los diversos foros y reuniones de medio ambiente, sale a colación el tema entre chanzas, risas y más de un disgusto. Por ejemplo, el alimoche (Neophron percnopterus), nuestro buitre sabio, se define en la última edición publicada (año 2001, siglo XXI) como“ave muy tímida y perezosa que se alimenta de sustancias animales descompuestas, vive ordinariamente en el África septentrional y pasa en verano a Europa”. Vamos, que nos lo presentan como un turista estival de lo más guarro y vago. O el hongo se explica como una “planta talofita, sin clorofila”, cuando cualquiera con la Primaria aprobada sabe que los hongos pertenecen a un grupo de organismos  ajeno al reino botánico.

Resulta evidente. Los señores académicos no progresan adecuadamente y siguen sin superar el gigantesco cate que desde hace dos siglos mantienen en Conocimiento del Medio. Sólo espero que para la próxima edición de 2014, con la que celebrarán el tercer centenario de la fundación de la RAE, hayan corregido todos estos disparates o deberán repetir curso un año más.

En la imagen, «Disparate Puntual – Una Reina del Circo», grabado por Goya hacia 1820.

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Los disparates de la Real Academia

El oso, “acosado por el hambre, ataca a toda clase de ganados y aún al hombre”. El lince o gato clavo “trepa a los árboles y es muy dañino”, siendo usada su piel en peletería. La garduña también es “muy perjudicial porque destruye las crías de muchos animales útiles”, como le ocurre a la comadreja, “pues se come los huevos de las aves y les mata las crías”. El lobo es un “mamífero carnicero”, al igual que la nutria. El turón “despide olor fétido”. El águila tiene “vista muy perspicaz, fuerte musculatura y vuelo rapidísimo”. El búho es un “ave rapaz nocturna, indígena de España”. La lechuza “resopla con fuerza cuando está parada”. La gaviota “vuela mucho, es muy voraz y se alimenta principalmente de los peces que coge en el mar”; por si no lo sabían, “hay otras especies muy parecidas, pero más pequeñas”. Avutarda es “ave zancuda muy común en España”. Y ya para rematarlo, el jabalí es un “mamífero paquidermo”.

¿La enciclopedia de los disparates? Ni mucho menos. Todas estas definiciones delirantes, equivocadas, vetustas, tergiversadas y hasta malintencionadas proceden de una de las últimas ediciones del Diccionario de la Lengua publicado por la Real Academia Española.

¿Sorprendidos? Yo el primero. Toda la vida apoyando mis dudas sobre el lenguaje en tan insigne obra, y el primer arrebato de curiosidad léxica referida a la fauna la transforma en la mayor chapuza nunca antes escrita sobre animales.

Dirán que no es una obra especializada, que está escrita por lingüistas y no por biólogos. Es cierto pero ¿tan difícil era asesorarse?

Cualquiera no ya naturalista, tan sólo aficionado a los programas de Félix Rodríguez de la Fuente, habría mejorado estas y otras muchas definiciones erróneas del diccionario más importante de nuestro idioma, base fundamental en la comunicación de 400 millones de personas.

Y es que hasta mi hijo de nueve años sabe que los jabalíes no son mamíferos paquidermos ni las avutardas aves zancudas, pero claro, al contrario que los insignes académicos, él no se queda dormido cuando a la hora de la siesta ponen en televisión los documentales.