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Podrán cortar todas las flores, pero no podrán detener la primavera. (Pablo Neruda)

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¿Hay más osos y avutardas que niños?

“En la montaña de Riaño nacen más osos que niños”, asegura Porfirio Díaz, alcalde de Burón. “En las llanuras de León ya nacen más avutardas que niños”, le secunda Matías Llorente, alcalde de Cabreros, en la agrícola comarca de Los Oteros.

Además de mentira, ambos ediles son unos demagogos, pero tienen parte de razón. El campo español se muere mientras algunas especies animales hasta hace poco amenazadas de extinción se van recuperando; aunque todavía estén muy lejos de lograr unos censos cercanos a los que tenían hace apenas un siglo.

Por ejemplo, la población de avutardas en Castilla y León se ha incrementado en más de un 30 por ciento en los últimos diez años y ya hay 14.000 ejemplares.

Y respecto a los osos, el año pasado un total de 19 hembras lograron parir 37 cachorros en toda la Cordillera Cantábrica.

Obviamente, sigue habiendo en el campo más niños que avutardas y osos, pero el despoblamiento rural es cada vez mayor. Desde que comenzara el siglo XXI, 279 municipios castellano leoneses no registraron ningún nacimiento y sólo en 128, de los 2.248 de la región, el número de nacidos superó al de defunciones. Resultado de este descalabro demográfico, en 226 municipios más de la mitad de su población es mayor de 65 años.

En realidad el mundo rural ha desaparecido. Poca diferencia hay ahora entre una aldea y un barrio de adosados, todos ligados a ese coche que nos lleva rápido al centro comercial, al hospital o al trabajo. La vida en nuestros pueblos es totalmente urbana, pero sin las ventajas de la ciudad. Y al final la gente joven acaba yéndose a vivir a la gran urbe, dejando el campo para las vacaciones.

Es necesario cambiar la mentalidad. Y son precisamente avutardas y osos los que pueden ayudarnos a mantener la vida en los pueblos. La agricultura y la ganadería sostenible, el turismo, el atractivo de la vida tranquila, de la buena mesa. Ésa es la auténtica misión del mundo rural, dar servicio de calidad a nuestras locas e insostenibles ciudades, y no querer convertirlo en centros de producción masiva de alimentos de baja calidad. Mientras tanto, los pueblos continuarán agonizando, y los niños, osos y avutardas seguirán sin futuro.