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Podrán cortar todas las flores, pero no podrán detener la primavera. (Pablo Neruda)

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La chufa valenciana se convierte en superalimento

Así es una planta de chufa, diminutas patatitas enterradas.

El Tío Juan tiene por mote Ceba (de cebolla) pero también se le conoce como «el catedrático de la Huerta«. Huerta con mayúsculas, pues estamos en L’Horta, la Huerta de Valencia, ese impresionante espacio agrícola y cultural que rodea a la capital del Turia y que inmortalizara el escritor Vicente Blasco Ibáñez. Y a pesar de sus 87 años a cuestas, este hombre de manos como tortas de pan no para de moverse incansable entre los surcos mientras dirige con seriedad profesional la recolección de la segunda cosecha de patatas en su finca. Desde hace 10 años lo cultiva todo en ecológico, plantando setos de lentisco y mirto en los linderos para hacer el espacio más amigable.

Su primo Salvador Albiach, Boro Ceba para los huertanos, es algo más joven, 82 años, pero igual de hiperactivo, aunque él diga que no tanto. «Mi primo sí que no para», asegura. «Cuando hoy viene a las 7 de la mañana él ya estaba regando».

En las cabezas bien amuebladas de estos octogenarios se atesora una tradición agrícola milenaria que, últimamente, está tornándose en ecológica. Son ellos quienes guardan los saberes que justifican la calidad de un extraño producto agrícola, la chufa, famosa por ser el ingrediente básico de la horchata, pero últimamente convertido en el superalimento de moda. Hasta la NASA lo recomienda. Últimos estudios científicos demuestran que posee propiedades digestivas muy saludables por su alto contenido en almidón y aminoácidos. Es rica en minerales como el fósforo, el magnesio, el potasio y  el hierro, además de en grasas insaturadas y proteínas. Sin gluten ni lactosa, energética, útil para el control del colesterol y los triglicéridos, su consumo se ha disparado por todo el mundo. Frutos, aceite, harinas, bollería y hasta cerveza de chufa. Los más frikis del planeta se mueren por ella. Lee el resto de la entrada »

El bonito y la anchoa del Cantábrico logran la ecoetiqueta más prestigiosa

Bonito

El caladero de anchoa del Cantábrico es una gran historia de asombrosa recuperación. La sobreexplotación por exceso de capturas del conocido en España como bocarte, anchoa o boquerón (nombre científico Engraulis encrasicolus) a punto estuvo de provocar su extinción. Desplomadas sus poblaciones, fue necesario incluso cerrar la pesquería entre 2005 y 2009, además de implantarse unos estrictos cupos de capturas. Era eso o el desastre. Y los primeros que lo entendieron fueron los propios pescadores.

En marzo de 2015 la flota vasca y la de Laredo obtuvieron la certificación Marine Stewardship Council (MSC) para sus capturas de anchoa cumpliendo el estándar medioambiental más riguroso del mundo para la pesca sostenible. Son las únicas que pueden ir a los canapés de gala vestidas de rigurosa etiqueta, la prestigiosa ecoetiqueta azul MSC que buscan los consumidores concienciados más exigentes.

Y ahora le ha llegado el turno al bonito del norte, la joya gastronómica del Cantábrico. La Organización de Productores de Pesca de Bajura de Guipúzcoa (OPEGUI), la Organización de Productores de Pesca de Bajura de Vizcaya (OPESCAYA) y la Cofradía de Pescadores San Martín de Laredo acaban de obtener el certificado azul para la pesquería artesanal de curricán y caña de bonito del norte del Atlántico (Thunnus alalunga). Lee el resto de la entrada »

Únete al desafío del café reposado y socialmente justo

 

Café

Bajo el lema “Soy Comercio Justo”, miles de personas de un centenar localidades españolas se unirán a los más de 50 países que celebran el próximo 14 de mayo el Día Mundial del Comercio Justo. La jornada apelará a la ciudadanía a participar en este movimiento internacional de lucha contra la desigualdad y por la justicia global, que nació en los años 50 y hoy es una red consolidada en todo el mundo. Y a beber mucho café. Lee el resto de la entrada »

Comercio Justo: 30 años comprando con cabeza y corazón

Cacao

En 2016 se cumplen 30 años de la apertura de las dos primeras tiendas de Comercio Justo en España, en San Sebastián y Córdoba. Poco a poco, la etiqueta del fairtrade se ha ido haciendo un hueco entre los consumidores concienciados con el inmenso poder que tenemos, no ya en nuestras manos sino en el monedero. Lee el resto de la entrada »

Consigue que el café no te quite el sueño

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© Wikimedia Commons

Dicen que la cafeína te desvela por la noche. Que la teína tampoco te deja dormir. Que el chocolate contiene un estimulante, la teobromina, responsable de algún que otro insomnio. Pero a mí, lo que de verdad me quita el sueño es el terrible impacto social y ambiental de estas tres bebidas de compulsivo consumo mundial, tropicales las tres y en su gran mayoría procedentes de territorios económicamente poco desarrollados, pero con grandes reservas naturales donde se refugia la mayor parte de la biodiversidad planetaria.

El café, por ejemplo, es el producto primario más comercializado en el mundo después del petróleo. 25 millones de personas, países tropicales enteros, dependen de su cultivo en cerca de 12 millones de hectáreas, una superficie más grande que Portugal, en su mayoría terrenos ocupados por ricos bosques de niebla.

Algo parecido ocurre con el , cuya recolección es un duro trabajo manual en los cerca de 2,4 millones de hectáreas dedicadas a este cultivo en todo el mundo.

Y el cacao, el divino chocolate, nos llega gracias al terrible esfuerzo de cinco millones de pequeños productores, la mayoría en Costa de Marfil. Su trabajo nutre un consumo en imparable ascenso donde, como siempre, el coste de su producción es una ínfima parte de lo que al final pagamos los consumidores.

Pero hay una solución para dormir a pierna suelta. Comprar productos de Consumo Justo o de la Rainforest Alliance. Etiquetas que certifican el pago de sueldos dignos a los agricultores y sus comunidades, rechazando mano de obra infantil. Que preservan la tierra y los acuíferos en plantaciones bajo árboles nativos, reduciendo el uso de productos químicos, manteniendo corredores de vida silvestre, conservando los recursos naturales.

Certificados de conciencia tranquila y dulces sueños.


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Ni vegetariano ni carnívoro ¿Sabes lo que significa ser locávoro?

Me confieso. Soy locávoro. Ni vegetariano ni carnívoro: omnívoro concienciado, consumidor de productos locales. No en su totalidad, pues vivo en una isla, pero sí al menos en lo que está a mi alcance en el pequeño pueblo de Fuerteventura donde habito.

La señora Isabel me trae todos los días leche recién ordeñada de sus dos vacas, unos animales formidables a los que trata y cuida como a queridas mascotas. Cuando la recojo está aún tibia. Y después de hervirla queda flotando una nata maravillosa, fantástica para hacer postres. Los huevos son de gallinas felices, esas que aún corretean por la calle y escarban en las cunetas. Y el pescado lo compro en la cofradía, recién capturado con viejas técnicas artesanales. Por no hablar del queso de cabra que hace Felipa, uno de los mejores del mundo.

Alarmados por nuestro desmedido impacto ambiental, cada vez somos más los que nos preocupamos por elegir productos de cercanía y de temporada, a ser posible ecológicos y mejor aún de razas y variedades autóctonas, las nuestras. Menos transporte significa menos consumo de combustibles fósiles, menos contaminación, pero también menos intermediarios. Un comercio más justo donde el productor recibe el dinero que vale lo que nos vende, con el reconocimiento del consumidor a su trabajo como inmejorable pago añadido.

Desgraciadamente, lo normal es lo contrario. En el mercado los productos vienen del otro extremo del planeta. Según un estudio de Amigos de la Tierra, los alimentos importados por España recorren más de 5.000 kilómetros hasta llegar a nuestra mesa. Ello supone la emisión anual de 4,7 millones de toneladas de CO2, un 67 % más que en 1995. Los productos más viajeros son cereales y piensos, pescados y mariscos, café, cacao y especias, frutas y legumbres. Vamos, casi todos.

Muy viajados, es verdad, pero yo prefiero la comida sin marear.

Foto: Efeagro

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Navidad sin langostinos

Una Navidad ecológica es aquella donde en la mesa no hay langostinos. Por si no lo sabías, el impacto medioambiental y social de criar estos mariscos es terrible. La mayoría de los que compramos proviene de grandes granjas acuícolas instaladas en países pobres. En ellos esta industria está dejando una profunda huella de destrucción y violencia, provocando el desplazamiento de miles de pescadores artesanales y la extinción de numerosas especies en países como Ecuador, Honduras, Colombia, India, Tailandia o Brasil. España es el país europeo que más langostinos importa y el tercero en el mundo. Nuestros langostinos baratos son por ello responsables directos de la destrucción de miles de hectáreas de manglares tropicales, esos bosques flotantes rebosantes de biodiversidad, más productivos y valiosos que los arrecifes de coral.

Además resultan una inmejorable barrera natural contra huracanes, tsunamis y otros desastres naturales; o lo que es lo mismo, su desaparición deja sin protección a los pueblos costeros de medio mundo.

Talados masivamente, esos encharcados ecosistemas son convertidos en grandes piscinas de cría de camarones a mayor gloria de nuestras fiestas gastronómicas, de nuestros lujos. Donde se arrojan toneladas de antibióticos, fertilizantes, fungicidas y pesticidas culpables de la aparición de numerosas enfermedades.

Un consumidor responsable rechaza los langostinos de cultivo por ser ecológicamente insostenibles. Piénsalo bien antes de incorporarlos a tu menú navideño. Y ya de paso, estas fechas rehuye las compras compulsivas, usa bolsas de tela, elige regalos producidos en tu entorno más cercano o provenientes de Comercio Justo, rechaza las comidas preparadas, compra juguetes sin pilas. Tus pequeños gestos pueden cambiar el mundo, también en Navidad.

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Os dejo un vídeo donde una canción resume la importancia de la lucha de las comunidades ancestrales del manglar ecuatoriano en defensa de su bosque y su cultura.

Y termino con la imagen del manglar más hermoso del mundo, el Corazón de Voh, en Nueva Caledonia.

Foto: Yann Arthus-Bertrand/Impact

La crisis amenaza al comercio justo

Era previsible. Puestos a ahorrar en tiempos de escasez, lo primero de lo que prescindimos es de los lujos y de los extras. Desgraciadamente, injustamente, en este amplio sector de lo prescindible hemos incluido también la solidaridad. La primera víctima puede ser el Comercio Justo. Esos productos naturales como el café, el azúcar, el cacao y el té, pero también artesanía y ropa, de cuya altísima calidad nos beneficiamos como consumidores, al tiempo que ayudamos a mejorar la vida y el medio ambiente de un millón de productores pertenecientes a 548 organizaciones de 50 países menos desarrollados que el nuestro.

De acuerdo con un amplio informe publicado por Consumer Eroski, las ventas de Comercio Justo han pisado el freno en España. En el año 2000 supusieron unos ingresos de siete millones de euros, 17 millones en 2007, principalmente gracias a la entrada de estos productos en las grandes superficies. Pero aunque no hay datos para el año pasado, todo apunta hacia una desaceleración profunda que puede ser aún mayor en 2009.

Hace unos días hablaba con un amigo saharaui que vive en los territorios ocupados sobre la crisis y de qué manera les podía afectar a ellos. No le dio ninguna importancia:

«Peor que estamos no vamos a estar ya, a los pobres las crisis no nos afectan, eso es cosa de los ricos».

Está equivocado. Con la crisis se reducirán las magras ayudas oficiales al desarrollo, pero también nuestras colaboraciones voluntarias con las ONG que trabajan en esos países.

El problema del Comercio Justo no es exclusivo. Antes de pensar en los demás pensamos en nosotros mismos, eso parece inevitable. Después en los pobres que tenemos más cerca. Y al final, sólo al final, nos acordaremos de los desheredados más lejanos.

Esa falta de recursos externos tendrá repercusiones humanitarias, pero también sociales y por supuesto medioambientales.

El panorama se perfila sombrío. Pero nosotros, y nuestro consumo responsable, puede ayudar a mejorarlo. Piénsalo cuando salgas de compras.