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Podrán cortar todas las flores, pero no podrán detener la primavera. (Pablo Neruda)

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Ya han llegado los vencejos, los locos de nunca parar

Vencejo común en vuelo. Foto: Javier Milla

No paran ni para comer, ni siquiera para dormir. Viven en una permanente locura #NonStop, siempre volando de aquí para allá en un obsesivo viaje de nunca parar, siempre en el aire, nunca detenerse. Y ya están llegando, anunciadores de una primavera esplendorosa.

El vencejo común, declarado por SEO/BirdLife ‘Ave del Año 2021’, recorre durante estos días, como otras aves migratorias, miles de kilómetros para regresar a sus zonas de reproducción, atravesando desiertos, cordilleras y mares.

Los acabo de ver hoy en mi casa en el sur de Cerdeña y estoy más feliz que una perdiz comiendo semillas. Ha sido levantarme de la cama y oír sus chirridos madrugadores, más de 20 ejemplares surcando los cielos azules del amanecer con la cotidianidad de quien sabe que ha llegado a casa. Lee el resto de la entrada »

¿Acabó una pertinaz sequía con los romanos?

"El curso del Imperio: Destrucción". Thomas Cole (1836)

«El curso del Imperio: Destrucción». Thomas Cole (1836).

Gracias a los registros sedimentarios del lago Montcortés (Lleida), donde los depósitos son anuales, investigadores del Museo Nacional de Ciencias Naturales (MNCN), el Instituto Pirenaico de Ecología (IPE) y el Instituto de Física Química Rocasolano (IQFR), todos del CSIC, han logrado reconstruir a lo largo de casi 3.000 años las lluvias extremas y relacionarlas con la Oscilación del Mediterráneo, un patrón atmosférico a gran escala que condiciona la precipitación de este área del planeta.

La reconstrucción, que va desde el año 763 a.C. al 2012, ayuda a entender las fluctuaciones del clima mediterráneo a lo largo de exactamente 2775 años ininterrumpidos. Y permite conocer con exactitud en qué año y hasta en qué época se registraron grandes tormentas en el oeste del Mediterráneo.

¿Y qué tiene esto que ver con los romanos? Pues mucho. Lee el resto de la entrada »

El desierto se frota las arenas del cambio climático

Souss-Massa Acabo de regresar de un viaje por el Sáhara. Allí he tenido la oportunidad de conocer el programa Climatique de cooperación transfronteriza entre España y Marruecos. Un proyecto piloto que estudia las aves migratorias como excelentes indicadores del estado del clima.

Traigo aún impreso en la retina el maravilloso sol africano meciéndose tras las palmeras de ese oasis que es el Parque Nacional de Souss-Massa. Pero también una gran preocupación por lo que se nos viene encima: el desierto.

La zona de estudio es el último cauce estable de agua dulce donde pueden reponer fuerzas miles de aves antes o después de atravesar el inmenso y árido Sáhara. Hasta él llegan retazos finales de bosques casi fósiles como los de argán (el del famoso aceite de la eterna juventud) que han sido declarados Patrimonio de la Humanidad. Un lugar tan importante como tremendamente frágil, pero sometido a una presión agrícola tremenda.

¿Agricultura en el desierto? Efectivamente, cultivos industriales bajo plástico para satisfacer la demanda europea de frutas y hortalizas, muchos de ellos promovidos por empresarios españoles y franceses.

La nueva Almería se desarrolla en el sur de Marruecos y tienen tanto derecho como nosotros para hacerlo. Otra cosa son las consecuencias ambientales. Las aves hace tiempo que encendieron todas las alarmas. Especies adaptadas a los ambientes saharianos avanzan hacia el norte mientras las norteñas retroceden o se refugian en enclaves montañosos. Otras modifican sus hábitos migratorios. Y todas sufren de una manera u otra el aumento de la contaminación del aire y el agua, la desaparición de los hábitats naturales, el avance de nuestra sociedad urbana y el retroceso del mundo rural tradicional.

Este viernes concluye en Varsovia la 19 Cumbre del Clima. Una oportunidad global para no continuar con este error garrafal, pero todo parece indicar lo evidente. Nadie está dispuesto a levantar el pie del acelerador. Y mientras tanto el desierto se frota las arenas.

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Vivimos en la era de la estupidez

Estamos en el año 2055, en un campo de refugiados instalado en un círculo polar ártico donde ya no hay hielo. El cambio climático ha dejado de ser una amenaza para convertirse en un hecho de devastadoras consecuencias ambientales, pero sobre todo sociales y económicas.

Con sólo mirar 40 años atrás, exactamente ahora, quedaba claro hacia dónde íbamos, hacia el desastre. «¿Por qué no hicimos nada para evitarlo?«, se pregunta el solitario protagonista de The Age of Stupid (La era de la estupidez), la última película de la comprometida cineasta británica Franny Armstrong.

Todos sabíamos y sabemos lo que se nos viene encima, pero nadie está dispuesto a cambiar un ápice su actual vida de derroche, basada en el despilfarro de combustibles fósiles. Los banqueros y los grandes empresarios los que menos. Corremos en círculos por la playa mientras vemos despreocupados cómo un gigantesco tsunami avanza implacable hacia nosotros.

La película, demasiado catastrofista pero cargada de realidad, se ha estrenado esta semana en 40 países, incluyendo el nuestro. El estreno coincidió con la celebración de la cumbre mundial sobre el clima celebrada esta semana en Nueva York, con miras a que en diciembre se firme en Copenhague un protocolo que dé continuidad al actual de Kioto, que expira en 2012, sobre la reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero responsables del cambio climático. Aunque tampoco se hagan muchas ilusiones. El tiempo y la ambición juegan en nuestra contra, así que no se hagan muchas ilusiones.

Cuando en 1990 España suscribió Kioto, se comprometió a aumentar sus emisiones un máximo del 15%, pero lo ha hecho un 52,3%. Ajenos al estrepitoso fracaso, ahora los países más desarrollados del planeta quieren reducirlas un 40% para el año 2020. Pero lo cierto es que sólo la crisis está logrado que contaminemos menos.

Evidentemente, somos estúpidos. Nadie en su sano juicio mantiene una loca carrera hacia el precipicio sólo por no tener claro si será él, o sus hijos, los que al final se despeñen. Eso lo sabe hasta el primo de Rajoy.

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Os dejo el trailer de la película The Age of Stupid. La verdad es que pone los pelos de punta.