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Podrán cortar todas las flores, pero no podrán detener la primavera. (Pablo Neruda)

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Los vencejos avisan pero nosotros seguimos haciendo el cafre

Vencejo cafre © Juan Varela

Vencejo cafre © Juan Varela

El titular no es mío, es de Asun Ruiz, la directora de SEO/BirdLife, pero se lo tomo prestado por lo certero e inmejorable. Resume a la perfección una nota de prensa que su organización ha lanzado advirtiendo de algo aparentemente tan anecdótico como es la expansión de una especie de origen subsahariano hasta hace poco desconocida no sólo en España sino en toda Europa, y que lentamente va colonizando el territorio español: el vencejo cafre (Apus caffer).

Se parece al vencejo real y cría casi exclusivamente en nidos que les roba a otra especie africana de reciente expansión por España, la golondrina dáurica (Cecropis daurica). Lee el resto de la entrada »

Por qué me he hecho vegetariano

Vegetariano

Hace unos años yo mismo me sorprendía cuando os contaba en esta misma columna la campaña lanzada por el ex Beatles Paul McCartney. El famoso cantante nos proponía hacernos vegetarianos una vez por semana, exactamente los lunes, como contribución de la Humanidad para luchar contra el cambio climático. Ello es debido tanto a la producción de piensos para el ganado, lo que ha provocado una gigantesca y creciente deforestación planetaria, como al hecho de que los rumiantes emiten con sus flatulencias gran cantidad de metano, un gas 23 veces más perjudicial que el CO2 como agente del calentamiento global.

Más tarde os informé de las advertencias de la Organización Mundial de la Salud (OMS) respecto al peligro del exceso de antibióticos en la alimentación animal. Cuyo resultado son carnes trufadas de medicamentos que ingerimos con total desconocimiento de sus posibles repercusiones en nuestra salud.

Y al final tenía que ocurrir. Me he hecho vegetariano. O casi, pues en realidad tan sólo he eliminado de mi dieta la carne. Como pescado, huevos y queso, junto a fruta y todo producto vegetal proveniente de la huerta. Pero desde hace un año no pruebo chuletones, ni chorizo ni morcilla, algo sorprendente en un burgalés como yo. Yo mismo no me lo creo.

Algunos pensaréis que lo hago por novelería, como denominan en Canarias al esnobismo. En absoluto. Es tan sólo el resultado de una profunda reflexión personal. De una actitud y de un modo de vida que pretende ser más respetuoso con su entorno. De una necesidad de vivir de manera más saludable, sin tantos aditivos ni hormonas. Sin provocar tanto sufrimiento a los animales de granja.

Es una decisión individual, alejada de cualquier radicalismo. Paso de Paul McCartney y de los lunes sin carne. Soy vegetariano. Y me siento mejor.

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El fútbol contamina, y mucho

Hoy estamos todos con La Roja. Un entusiasmo que no debe impedirnos el meditar unos segundos a propósito del impacto medioambiental de algo aparentemente tan benigno como dar patadas a un balón.
Partiendo de la base de que en la actualidad toda nuestra actividad vital supone una fuerte huella ecológica en el planeta, es lógico que la organización de un evento a escala planetaria suponga un asombroso consumo energético. Nada menos que 2.700.000 toneladas extras de dióxido de carbono se emitirán a la atmósfera durante el mes de celebración del Mundial de Sudáfrica. La cifra es la conclusión final de un estudio presentado en febrero del año pasado, a fin de buscar la manera más eficiente de contrarrestar estas emisiones, según informó la BBC.

Esta cantidad estimada de CO2 -el gas con efecto invernadero que más contribuye al calentamiento global– es ocho veces superior al emitido en el mundial de Alemania en 2006.

¿Por qué contaminaremos más en Sudáfrica que en Alemania? Pues porque el país africano es mucho más extenso y lejano, sin trenes de alta velocidad y con nueve ciudades como sedes de los 64 partidos previstos.  En consecuencia, tanto el público como toda la maquinaria deportivo-mediática que se mueve alrededor de los equipos elegirá el avión en sus desplazamientos.

El transporte internacional representa cerca del 70% de las emisiones previstas en este Mundial, alrededor del 18% surge del traslado entre las distintas ciudades donde tienen lugar los partidos y el resto puede atribuirse a la energía utilizada en los hoteles donde se hospedan las delegaciones y el público.

Y todo ello sin tener en cuenta el consumo de los 450.000 visitantes que recibirá el país para contemplar el evento, junto con los millones de balones, camisetas y otros cientos de productos fabricados para la ocasión. La huella ambiental va a ser profunda.

Pero no sólo hay que irse a Sudáfrica para notar la influencia del fútbol en el medio ambiente. Por poner un ejemplo cercano, un reciente estudio realizado en Madrid ha comprobado cómo la contaminación se dispara en la ciudad cuando hay partidos de fútbol en el estadio Santiago Bernabeu. Y es que ya no nos apeamos del coche o del avión ni para consumir deporte.

Foto: Efe/Juanjo Martín

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Así calentamos el planeta

«Bufa a bufa, aumenta o efeito de estufa», aseguran en un divertido vídeo los ecologistas portugueses de Quercus. Que traducido a román paladino se traduciría por algo así como «Pedo a pedo aumenta el efecto invernadero».

Este otoño fue tan seco que parecía verano. El invierno se presentó vestido de primavera y ahora que está a punto de concluir nos llegan los fríos y las nieves, insuficientes para remediar la dura sequía que se avecina. Ya no sabemos qué es lo normal, si lo de antes, lo de ahora, todo o nada.

Una vez le preguntaron a un antiguo miembro de la División Azul por su experiencia en el sitio de Leningrado, en concreto por las terribles temperaturas polares que debieron soportar los voluntarios españoles mientras los ejércitos alemán y ruso se masacraban sin piedad. Con una sonrisa, el militar respondió: «No miren, para frío Burgos».

Eso sería antes, cuando yo era pequeño y la nieve era tan cotidiana en esa ciudad como las cuestas heladas donde nos partíamos la crisma emulando a los patinadores. Porque este año sólo ha nevado una vez, el lunes, y apenas llegó a cuajar.

Pero algunos aseguran que el cambio climático es un camelo, todo mentira y manipulación. Todavía hay por ahí escépticos, incluidos Rajoy y su primo, que piensan que nuestro sistema económico de contaminación sin límite no tendrá efectos colaterales en el clima, en la calidad del aire que respiramos, en nuestra salud. Yo no estoy tan seguro.

La tierra es una madre solícita que nos da todo lo que necesitamos, caprichos infantiles incluidos. Niños malcriados, a sus caricias respondemos con golpes, arañazos, amputaciones y grandes, grandísimos pedos. ¿Cómo no va a ser entonces irrespirable nuestro aire? ¿Cómo no va a afectar tanta barbaridad a nuestro clima?