¿Creías que el odio es un sentimiento exclusivo de los humanos? Estabas equivocado. Muchos animales, por encima de meras razones alimenticias o territoriales, demuestran tener un odio terrible hacia otras especies, sin que ni nosotros, ni seguramente ellos, sepamos exactamente a qué responde.
Ocurre especialmente con rapaces nocturnas como búhos, cárabos o lechuzas. Seres de la noche, cuando asoman su ganchudo pico por el día son recibidos con una inusitada violencia por las rapaces diurnas, e incluso y especialmente por los córvidos. Muchas veces el atacante es peligrosamente más pequeño que la víctima, pero les da igual, no lo pueden remediar.
Las fotos que os incluyo a continuación son una buena prueba de ello. Recogen la pelea encarnizada de dos cernícalos (Falco tinnunculus), empeñados en expulsar de la zona a una pobre lechuza común (Tyto alba), a la que el hambre de este invierno tan duro le había obligado a salir a cazar a pleno día por los campos de Lancashire. Las ha hecho hace unos días el fotógrafo Damian Waters, y han sido publicadas en los diarios británicos Metro y Daily Mail.
La historia no tiene nada de excepcional. Los pájaros de la noche siempre se han llevado muy mal con los del día. Tanto que durante siglos fueron utilizados como peculiar técnica cinegética, hoy por suerte prohibida.
En su libro El camino (1950), el genial Miguel Delibes relata de forma prodigiosa uno de estos viejos sistemas de captura de rapaces ¿Lo recuerdas? Cuando Dani el mochuelo acompaña a su padre a cazar con un búho real y, agazapados cerca, matan a un milano que se lanzó ciego de ira contra el Gran Duque. Y que al final el niño recibió accidentalmente un perdigonazo en la cara que puso punto final al lance.
Lo leí de pequeño y siempre que me encuentro en el campo alguno de estos ataques entre rapaces me acuerdo de la historia. ¿Por qué se llevarán tan mal? En mi opinión sólo hay una razón objetiva: se odian. Y ese odio, como el amor, es algo irrefrenable. Quizá por eso, cuando los veo perseguirse con saña, les miro con condescendencia. Sus debilidades los hacen más cercanos a nosotros, homínidos siempre tan impulsivos.