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Podrán cortar todas las flores, pero no podrán detener la primavera. (Pablo Neruda)

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Los pájaros también se odian

¿Creías que el odio es un sentimiento exclusivo de los humanos? Estabas equivocado. Muchos animales, por encima de meras razones alimenticias o territoriales, demuestran tener un odio terrible hacia otras especies, sin que ni nosotros, ni seguramente ellos, sepamos exactamente a qué responde.

Ocurre especialmente con rapaces nocturnas como búhos, cárabos o lechuzas. Seres de la noche, cuando asoman su ganchudo pico por el día son recibidos con una inusitada violencia por las rapaces diurnas, e incluso y especialmente por los córvidos. Muchas veces el atacante es peligrosamente más pequeño que la víctima, pero les da igual, no lo pueden remediar.

Las fotos que os incluyo a continuación son una buena prueba de ello. Recogen la pelea encarnizada de dos cernícalos (Falco tinnunculus), empeñados en expulsar de la zona a una pobre lechuza común (Tyto alba), a la que el hambre de este invierno tan duro le había obligado a salir a cazar a pleno día por los campos de Lancashire. Las ha hecho hace unos días el fotógrafo Damian Waters, y han sido publicadas en los diarios británicos Metro y Daily Mail.

La historia no tiene nada de excepcional. Los pájaros de la noche siempre se han llevado muy mal con los del día. Tanto que durante siglos fueron utilizados como peculiar técnica cinegética, hoy por suerte prohibida.

En su libro El camino (1950), el genial Miguel Delibes relata de forma prodigiosa uno de estos viejos sistemas de captura de rapaces ¿Lo recuerdas? Cuando Dani el mochuelo acompaña a su padre a cazar con un búho real y, agazapados cerca, matan a un milano que se lanzó ciego de ira contra el Gran Duque. Y que al final el niño recibió accidentalmente un perdigonazo en la cara que puso punto final al lance.

Lo leí de pequeño y siempre que me encuentro en el campo alguno de estos ataques entre rapaces me acuerdo de la historia. ¿Por qué se llevarán tan mal? En mi opinión sólo hay una razón objetiva: se odian. Y ese odio, como el amor, es algo irrefrenable. Quizá por eso, cuando los veo perseguirse con saña, les miro con condescendencia. Sus debilidades los hacen más cercanos a nosotros, homínidos siempre tan impulsivos.

Piden el regreso de los alimañeros

El presidente de la Asociación de Guardas de Cotos de Caza de Andalucía (Aguardas), Gaspar Malia, ha reivindicado la vuelta de los alimañeros al campo, personas éstas encargadas de controlar el supuesto aumento de especies aparentemente perjudiciales para los cazadores como las rapaces o los carnívoros salvajes.

Los alimañeros existieron toda la vida, dedicados a atrapar animales para vender sus pieles y plumas. Dentro de una nueva mentalidad franquista de gestión de la naturaleza, en 1953 se crearon en España las Juntas de Extinción de Alimañas, cuyo fin único era el exterminio total de estas especies que ahora consideramos protegidas.

Todo el mundo podía ser entonces alimañero, niños incluidos, una manera como otra cualquiera de escapar del hambre. En Soria se llegaron a pagar hasta 40 pesetas por cada ejemplar de gineta presentado a la Junta. En Burgos 25 pesetas por cada par de garras de águila. En Andalucía, poco más de 4 pesetas por cada lince muerto.

En sus 29 años de funcionamiento las Juntas acabaron oficialmente con 4 millones de alimañas entre las que había 19.064 aves rapaces.

¿Volverán las Juntas de Alimañas? Es el sueño de muchos gestores de cotos y guardas de caza, como el mencionado Gaspar Malia, al que vuelvo a citar textualmente:

«Dentro de los diferentes depredadores hay algunos que hay que vigilarlos y respetarlos como pueden ser el águila imperial y real, que son sagradas, pero otros hay que controlarlos».

En su opinión, las alimañas más malas y remalas son tres: el meloncillo (Herpestes ichneumon), el búho real (Bubo bubo) y la gineta (Genetta genetta).

Dice Malia que las tres especies cazan demasiados conejos, y que el mejor control sería darles matarile con la ayuda de alimañeros profesionales bien formados y pagados por la Administración, a los que prefiere llamar «controladores de predadores».

Le ha faltado añadir a la lista otros animales con igual o peor fama entre los cazadores como el turón, la garduña y, sobre todo, el zorro, el rey de todas las alimañas, del que ya os enseñé hace unas semanas como hacen algunos los descastes. Sin olvidarnos del furtivo escopetero. Y de que la generalizada mala gestión de un coto hace más daño a los conejos que cualquier otro bicho.

En Cataluña ya existe el control oficial de depredadores por parte de los cotos de caza que lo soliciten, aunque para ello deben presentar un estudio científico previo donde se demuestre esa supuesta sobrepoblación dañina. La decisión se tomó en 1996, después de que los cazadores emprendieran la aniquilación masiva e indiscriminada de zorros junto con otros carnívoros en respuesta a su supuesto impacto negativo sobre las especies cinegéticas.

¿Y tú, qué opinas? ¿Deben volver los alimañeros?

Los excrementos de los búhos tienen mensaje

La noticia ha sido difundida por el diario El País. Los búhos reales (Bubo bubo) utilizan sus excrementos y las plumas de sus presas para comunicarse. Por primera vez se comprueba que algunas aves nocturnas marcan su territorio como lo hacen muchos mamíferos, dejando en lugares bien visibles sus heces y otros restos.

Desde hacía tiempo se presuponía este comportamiento, común a muchas aves rapaces de gran tamaño. Lo hacen por ejemplo los alimoches (Neophron percnopterus), quienes pintan de blanco algunos riscos cerca de sus nidos en lo que muy gráficamente se conoce en Canarias como guirreras, de guirre, el pequeño buitre canario. Pero en Ciencia una cosa es presuponer algo y otra, muy diferente, poder demostrarlo.

Vicenzo Penteriani y Maria del Mar Delgado, de la Estación Biológica de Doñana (CSIC) lo acaban de confirmar, tras publicar sus conclusiones en el último número de la revista científica Public Library of Science(PloS).

Hasta ahora se pensaba que las aves nocturnas sólo se comunicaban a través de sonidos. Pero este estudio ha demostrado que debe descartarse esta creencia. «Vivir en la oscuridad no significa que tengan una vida ciega», explica el propio Vicenzo. Excrementos y plumas vistosas colocados en lugares preeminentes cercanos a los nidos de búho real son una manera de informar a otros búhos que están entrando en una propiedad ajena, en un territorio ocupado.

Según el estudio, las marcas empiezan a ser visibles en octubre, coincidiendo con el comienzo del celo. Y se mantienen en los mismos puntos hasta que los pollos se independizan, desapareciendo antes si ese año la reproducción ha fracasado.

Para descartar que fuera una casualidad hicieron un experimento. Cubrieron las heces con pintura del color de las rocas y en menos de 24 horas la señal aparecía de nuevo.

Y es que en la Naturaleza todo tiene una explicación, nada se hace por capricho. Hasta el lugar donde se defeca.

Búhos de plástico contra las gaviotas

Antonio Miguel, aficionado a la ornitología, se llevó un susto morrocotudo hace unas semanas. Estaba comenzando a comer en su casa de Málaga cuando, de repente, su mujer miró por la ventana y le señaló. “Mira, un águila posada en la casa de enfrente”. Parecía un águila pescadora, algo imposible de observar en medio de la ciudad.

Antonio soltó la cuchara y salió corriendo a por los prismáticos. ¡Qué desilusión! No era un águila. Era un búho, pero de plástico.

Según ha explicado el propio afectado en un foro de aves andaluzas, varios de estas rapaces de pega se han instalado para ahuyentar a las gaviotas de los tejados malagueños. Y según reconoce, “la verdad que su función la realizan muy bien, pues ahora hay menos gaviotas”. Tiene, sin embargo, la teoría de que si no cambian de posturita al buhito, las gaviotas descubrirán el engaño y empezaran a posarse nuevamente en las azoteas.

Al menos el método es de lo más natural. No como en la vecina provincia de Cádiz, en el Campo de Gibraltar, donde la Consejería de Medio Ambiente de la Junta de Andalucía ha anunciado que en los próximos años declararán la guerra a las gaviotas, destruyendo nidos por cientos y matando adultos por miles, incluso a tiro limpio en los vertederos. Ellos lo llaman descastes, pero yo prefiero llamarlo desastres.

Si hay muchas aves es porque hay mucha basura. Para controlar su número bastaría con tirar menos y reciclar más. Es más fácil matar gaviotas, pero infinitamente menos práctico, como se ha demostrado una y otra vez por toda Europa. Si matas adultos facilitas el reemplazo con jóvenes. Si destruyes nidos las colonias se mudan a lugares inaccesibles. Los animales son siempre más listos que nosotros.