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Podrán cortar todas las flores, pero no podrán detener la primavera. (Pablo Neruda)

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Los animales también se drogan

Hace años, durante uno de mis primeros paseos por la siempre cautivadora laurisilva canaria, me llevé una increíble sorpresa. En el cerrado sendero me salió al paso una rata negra (Rattus rattus) que caminaba dando trompicones contra raíces y piedras, ajena a mi presencia. Tan confiada estaba que incluso pude tocarla sin que se inmutara. Normalmente ariscas, huidizas y hasta peligrosas, su extraño comportamiento tenía una única explicación: estaba drogada. Su vicio habían sido los frutos y brotes jóvenes del acebiño (Persea indica), un árbol propio de estas selvas atlánticas con propiedades alucinógenas.

No era un caso aislado. En realidad, más de 300 especies animales se drogan de una forma u otra y, en contra de lo que pueda pensarse, lo hacen de manera intencionada, sabiendo los efectos que esas plantas u hongos les producirán en el organismo. Y como a nosotros, tal elección les trae más problemas que ventajas, pues les deja indefensos ante los depredadores. Veamos algunos casos:

Los ejemplos son numerosísimos y harto curiosos. En Madagascar, los lemures negros (Eulemur macaco) utilizan una secreción venenosa de un milpiés como eficaz insecticida para su piel, pero acaban completamente colocados. Lo podéis ver en este documental.

El jaguar (Panthera onca), directamente se droga con las hojas de una enredadera. Y los indígenas le imitan consumiendo la misma sustancia, en la ilusión de obtener parte de las prodigiosas dotes de cazador de este poderoso felino americano.

En el Círculo Polar Ártico también hay sitio para los estupefacientes. En esas frías tierras los renos (Rangifer tarandus) se han aficionado a los placeres emanados de comer una seta, la Amanita muscaria, cuyo efecto en los humanos, los samis, un pueblo lapón, es el de tener la impresión de volar. Probable origen, no os lo vais a creer, de los renos voladores de Papá Noel.

Otra especie golfa es el elefante, adicto a a la fruta fermentada del marula o amarula (Sclerocarya birrea), un árbol propio del Sahel africano del que se extrae un famoso licor parecido al Bailys. Algo que yo no me creía (deben hacer falta centenares de kilos de esa fruta para tumbar a uno de estos grandiosos animales), pero que el siguiente vídeo parece demostrar. Me vais a perdonar el chiste fácil pero ¿vendrá de esta afición de los elefantes al amarula lo de agarrarse una trompa?


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En todo caso, parece quedar claro, no todo en la Naturaleza es tan perfecto como podíamos pensar.