La crónica verde La crónica verde

Podrán cortar todas las flores, pero no podrán detener la primavera. (Pablo Neruda)

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Rescate desesperado de los últimos restos de bosque fósil de Canarias

Stephan Scholz trata de obtener un esqueje del diminuto acebuche canario que subsiste en Montaña del Taro.

Hace 2.000 años, las hoy peladas montañas de Fuerteventura (Islas Canarias) estaban cubiertas por un singular bosque no muy alto pero sin duda frondoso y de aspecto mediterráneo. En las cumbres más elevadas, por encima de los 700 metros, se desarrollaba otro bosque muy diferente semejante a las selvas de niebla que hoy todavía subsisten en islas como Tenerife, La Palma o La Gomera. De todos ellos no ha quedado nada.

¿No ha quedado nada? Sorpresa. Cual diseminada aldea gala de Astérix, un reducido grupo de irreductibles árboles resiste todavía y siempre al invasor. En este caso se enfrentan en desigual lucha a dos terribles invasores: el ser humano y las cabras. Lee el resto de la entrada »

Bonsáis: ¿arte o mutilación?

Bonsái significa “naturaleza en bandeja”, pero en realidad son ancianos mutilados servidos en bandeja.

En China, de cuyos templos taoístas es originaria la técnica de lograr enanos centenarios, también existía la costumbre milenaria de deformar los pies de las niñas desde su nacimiento para dejarlos mínimos. Entonces les parecía bonito y hoy por suerte están todos de acuerdo en que era una salvajada. Sin embargo, seguimos haciendo lo mismo con los árboles, reducirlos a la mínima expresión de su confinamiento en macetas por meros motivos estéticos.

Y yo, que amo a los árboles como son, grandes y pequeños, lejos de tiestos, no entiendo esta afición de amputaciones a tijeretazos que muchos consideran un arte.

La última barbaridad se ha perpetrado en Asturias. Allí un leonés aficionado a meter en palanganas a los árboles para disfrutarlos en el cuarto de estar de su casa descubrió un pequeño tejo centenario (Taxus baccata) en lo alto de un roquedo solitario. Tras 800 años de desigual lucha contra los herbívoros, el valiente ejemplar había logrado sobrevivir gracias a una sorprendente adaptación. Se había transformado en un veterano diminuto. Era una joya natural, minimizada por el ataque constante del diente de cabras y ciervos. Hasta que llegaron los amigos de los bonsáis y decidieron “rescatarlo” de la montaña, convirtiéndolo en un Yamadori.

Podado por el famoso especialista Kevin Willson, quedó reducido a 70 centímetros de altura. Bello por naturaleza, el pobrín fue inocente protagonista del XXV Congreso Internacional de la Asociación Europea de Bonsáis, celebrado el pasado mes de marzo en Lorca (Murcia).

Arrancado de Picos de Europa para acabar en un plato, sigo sin entender dónde está el arte de semejante destrozo. Por suerte no soy el único. Mi amigo Ignacio Abella, una de las personas que más saben de árboles en España, está escandalizado, indignado, y ya ha denunciado este rapto a la Guardia Civil, pues el tejo está protegido. Lo que más le enoja es que no se entienda cuál es el importante papel de estos viejos diminutos en el medio natural y se piense que arrancándolos, expoliándolos, les hacemos un favor.

¿Cuántos intentos de bonsái se mueren entre las tijeras de podar? ¿Cuántos siglos de vida le habremos robado a éste y otros excepcionales seres vegetales como él? ¿Tan difícil es disfrutar de la Naturaleza como es, sin intentar mejorarla, lisiarla o secuestrarla?