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Podrán cortar todas las flores, pero no podrán detener la primavera. (Pablo Neruda)

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Saramago pide cerrar todos los zoológicos del mundo

Otra vez el genial José Saramago, Premio Nobel de Literatura en 1998, vuelve a golpear en nuestras conciencias, soñando claro y fuerte con un mundo mejor al que se enfrenta tan sólo armado por la razón. Un mundo de respeto, más justo con las personas, pero también con los animales, el paisaje y todo lo que nos rodea.

Su último aldabonazo es en contra de los zoológicos y los espectáculos de circo con animales. Lo hace para defender algo tan aparentemente anecdótico como la vida de Susi, la pobre elefanta deprimida del zoológico de Barcelona de la que ya os hablé la semana pasada.

Os pongo a continuación el principio de su artículo Susi, publicado el paso 19 de febrero en su muy recomendable blog personal El cuaderno de Saramago, una dura crítica a estos centros de reclusión de animales que deberían cerrarse cuanto antes. Gracias maestro.

Si yo pudiera, cerraría todos los zoológicos del mundo. Si yo pudiera, prohibiría la utilización de animales en los espectáculos de circo. No debo ser el único que piensa así, pero me arriesgo a recibir la protesta, la indignación, la ira de la mayoría a los que les encanta ver animales detrás de verjas o en espacios donde apenas pueden moverse como les pide su naturaleza. Esto en lo que tiene que ver con los zoológicos. Más deprimentes que esos parques, son los espectáculos de circo que consiguen la proeza de hacer ridículos los patéticos perros vestidos con faldas, las focas aplaudiendo con las aletas, los caballos empenachados, los macacos en bicicleta, los leones saltando arcos, las mulas entrenadas para perseguir figurantes vestidos de negro, los elefantes haciendo equilibrio sobre esferas de metal móviles. Que es divertido, a los niños les encanta, dicen los padres, quienes, para completa educación de sus vástagos, deberían llevarlos también a las sesiones de entrenamiento (¿o de tortura?) suportadas hasta la agonía por los pobres animales, víctimas inermes de la crueldad humana. Los padres también dicen que las visitas al zoológico son altamente instructivas. Tal vez lo hayan sido en el pasado, e incluso así lo dudo, pero hoy, gracias a los innúmeros documentales sobre la vida animal que las televisiones pasan a todas horas, si es educación lo que se pretende, ahí está a la espera.

Saramago lucha contra el cierre de una pequeña librería

El Premio Nobel de Literatura José Saramago es tan grande que sabe apreciar lo pequeño.

Referente cultural para toda una generación desorientada, nos sorprende ahora apoyando con todas las fuerzas de su brillante escritura a Caligrama, una minúscula librería de Fuerteventura con tan sólo dos años de existencia. Con su carta trata de evitar el cierre inminente de un comercio de libros concebido como revulsivo cultural de una pequeña ciudad, Puerto del Rosario (30.000 habitantes), a cuya sombra se han celebrado más de un centenar de actos de todo tipo. Porque como señala el escritor luso, si “vender libros es una noble tarea, convertirse en un foco de divulgación cultural es toda una épica«.

Desde su refugio en Lanzarote, Saramago vuelve a apoyar una vez más a la vecina Fuerteventura, criticando de nuevo la dejadez de nuestro tiempo,

“que pudiendo ser de mucho y de muchos va siendo embrutecido y narcotizado hasta que quienes lo habiten no consigan expresar ideas, porque sólo tendremos eslóganes publicitarios para irnos gobernando”.

Al mismo tiempo reivindica la cultura como “una forma de estar en el mundo, de mirar y de ver”, aunque, reconoce, ésta “ahora se desprecia o simplemente, se ignora”.

Reconozco mi debilidad por este gigante de la Letras. Gracias a él nuestro mundo es, si no un poco mejor, sí al menos más vivible. Por eso a continuación os incluyo íntegro este maravilloso texto del genial José Saramago. Para disfrutarlo. Para meditarlo. Para agradecerlo.

Hace años, un ministro nazi, cuyo nombre no vamos a escribir, dijo que oía la palabra cultura y se echaba mano al cinto. En el cinto llevaba un revolver de matar, seguramente usado más de una vez. Usado para matar, claro.

La cultura no tiene buena prensa. Es verdad que ya no se mata a quien lleva un proyecto cultural bajo el brazo, ahora se le desprecia o, simplemente, se le ignora, que es más eficaz y más «limpio».

La cultura le interesa a nuestra sociedad menos de un uno por ciento, que es lo que las administraciones públicas suelen destinar a esta partida cuando elaboran sus presupuestos. No valen las reivindicaciones grandilocuentes, las ampulosas declaraciones para quedar bien un día en un titular de un periódico: lo importante es medir el día a día, la aplicación de criterios a la hora de gobernar o de elegir a nuestros gobernantes, porque ¿alguien mira qué proyectos culturales presentan los distintos partidos para aumentar la calidad de vida de los ciudadanos?

Cultura no es un enunciado vacío de contenido. No es solo libros o pintura, no es música ni buena arquitectura, cultura es una forma de estar en el mundo, de mirar y de ver. Una persona culta sabe quien es, se respeta y respeta a los otros. Sin embargo la cultura no es un objetivo, quizá porque el objetivo sea que la sociedad esté poblada por personas ciegas. Por eso hay valores que no forman parte de la vida pública ¿cuánto pesa en el voto de cada uno el respeto por lo que somos? ¿Y nuestra memoria? ¿Y nuestro idioma y su valor para comunicar ideas y sentimientos? ¿Cuánto mide el conocimiento del otro, la indagación de sus particularidades para asumirlo como semejante? ¿Cuánto, a la hora de votar, o de pedir el voto, pesan las bibliotecas, que son hospitales del espíritu, los teatros, para decir, oír, interpretar y así sentirnos miembros de una comunidad? No parece que estas interrogantes sean tenidas en cuanta y sin embargo, son importantes.

La cultura nos da satisfacciones porque nos hace reconocernos los unos a los otros con nuestras diferencias y nuestros respectivos bagajes, nos eleva sobre del encefalograma plano que parece definir nuestro tiempo, tiempo que pudiendo ser de mucho y de muchos va siendo embrutecido y narcotizado hasta que quienes lo habiten no consigan expresar ideas, porque sólo tendremos eslóganes publicitarios para irnos gobernando.

Por estas y otras muchas reflexiones, que se escapan a la rapidez de un escrito urgente, la cultura es necesaria. Y la labor de las entidades que se aplican a ensanchar el mundo cultural, también.

La Librería Caligrama es un ejemplo de qué hacer cívico. Si vender libros es una noble tarea, convertirse en un foco de divulgación cultural es toda una épica. Quizá las librerías como Caligrama sean las universidades de nuestra época. No otorgan titulación alguna pero habilitan, con su actividad y sus propuestas, para vivir la vida. Que es lo importante.

José Saramago

Saramago pide que Lanzarote no sea una nueva Marbella

¡Qué suerte tiene la isla de Lanzarote! Primero César Manrique, el padre del paisajismo, de la arquitectura sostenible y respetuosa con el medio ambiente. Y ahora José Saramago, Premio Nobel de Literatura pero, ante todo, una de las cabezas pensantes más realistas y mejor amuebladas de nuestra vieja Europa. Aún mejor filósofo que maravilloso escritor, desde su llegada a Canarias en 1993 se ha convertido en un abanderado de la lucha de los canarios contra la especulación urbanística. Porque por mucho Parque Nacional y Reserva de la Biosfera que tengan, Lanzarote está sufriendo de una manera terrible la devastación de sus más virginales espacios. Y donde antes gritaba César Manrique grita ahora con la misma o mayor energía Saramago.

En silla de ruedas, con voz firme a pesar de una neumonía, lo volvió a dejar bien claro el pasado sábado:

“Invito a los conejeros a que luchen para que Lanzarote no se convierta en una nueva Marbella. Espero que refuercen su conciencia para que no dejen de prestar la atención que merece el privilegio que significa vivir en una isla como ésta”.

No lo dijo con la boca pequeña. Aprovechó la inauguración en Arrecife de una sala de exposiciones de la Fundación César Manrique, que con toda justicia lleva su nombre, para proclamarlo frente a los políticos lanzaroteños responsables, en mayor o menor medida, de la imparable destrucción del bellísimo territorio. Seguramente por eso, en el acto no estuvo presente ningún representante del Gobierno regional (Coalición Canaria y Partido Popular). Nadie los echó de menos.

Hace un par de años tuvimos la inmensa suerte de lograr el apoyo de Saramago en Fuerteventura para impedir la construcción de hoteles y campos del golf en El Cotillo, en el noroeste isleño. Lo hizo como mejor sabe hacer, regalándonos un manifiesto soberbio. Su prosa contundente supuso un revulsivo en las conciencias de todos nosotros y al final el proyecto fue anulado. Pero el mensaje sigue actual. Nos da ánimos para seguir luchando contra el avance avasallador de ese monstruo especulativo con corazón de hormigón en cualquier lugar del mundo. Por eso lo reproduzco a continuación. Para que la mente lúcida de Saramago nos permita seguir ganando batallas contra el irracional saqueo del patrimonio de todos.

SOBRE EL COTILLO
Al principio, todos los hombres eran dueños de la tierra. Luego llegó el día en que una persona puso cerco a una parcela y dijo, «Esto es mío y lo voy a trabajar para mí y mis descendientes». Qué lejos estaba ese hombre de suponer que aquel acto más o menos egoísta, más o menos ingenuo, quizá necesario, iba a acabar en esta sinrazón precavernícola y disparatada, irracional y por tanto inhumana, en que algunos propietarios de la tierra se han instalado, creyendo, sin ninguna razón moral que lo justifique, que son algo más que simples usuarios de la tierra, porque la verdad incuestionable es que la tierra es de todos y todos tenemos sobre ella derechos y obligaciones.

Quizá alguien puede venir diciendo «Esto es mío y voy a hacer aquí un imperio de hormigón que me va a rendir muchos millones que luego me llevaré a la tumba para alimentar a mis gusanos». Hay quien piensa así, desgraciadamente, pero la sociedad entera tiene la obligación de hacerle entender que carece de derecho, porque la tierra y el bien común esta por encima de la desmedida ambición y del crimen. Y crimen es herir una tierra que no es infinita, un paisaje que no tiene la culpa de ser hermoso, unas personas que no pueden ser atropelladas por lo peor de esta civilización, por el dinero rápido, la soez grosería, el encanallamiento de quien nada respeta porque nada entiende.

Hay hombres así, constructores que no saben qué significa el concepto respeto, políticos sin escrúpulos y sin imaginación que promueven y fomentan la destrucción inmediata porque carecen de ideas alternativas para facilitar la vida a sus paisanos, propietarios que venden como si detrás de ellos nada existiera y que luego encabezarán manifestaciones racistas y xenófobas argumentando que lo malo que les ocurre a ellos y a sus hijos llega de fuera, sin darse cuenta de que ellos abrieron la caja de los truenos al permitir que se instalara en su sociedad el desarrollo explotador e incontrolado, que es todo lo contrario al deseable progreso humano.

Pero no nos equivoquemos: el mal avanza. Estos propietarios que no respetan las tierras que recibieron de sus antepasados o que compraron especulativamente, estos políticos de piedra y ambición que se mantienen con la coartada de los votos, tantas veces manipulados, estos constructores que edificarán mal y rápido, utilizando esclavos, sin consideración por nada y por nadie, ese grupo conseguirá sus objetivos si los ciudadanos no logramos frenarlos.

Ese es el gran reto que tenemos: utilizar, frente a la ambición inmoral, la inteligencia; frente a las artimañas legales, el peso del Derecho; frente a la rapiña la honestidad; frente a la corrupción, la fuerza de la razón moral y creadora. Los ciudadanos de buena voluntad no pueden ceder, no podemos cansarnos. El Cotillo no puede ser destruido, Fuerteventura tiene que ser preservada, las Islas Canarias no se pueden permitir otra agresión.

Hoy en El Cotillo, ayer en El Berrugo, mañana otra vez en el Berrugo y en El Cotillo y en todos los lugares donde pretendan instalar la destrucción y la muerte nos iremos encontrando, porque es nuestra responsabilidad, porque no podemos permitir que acaben con Canarias.