La crónica verde La crónica verde

Podrán cortar todas las flores, pero no podrán detener la primavera. (Pablo Neruda)

Entradas etiquetadas como ‘arboles singulares’

Acorralado el vigía palmero de la autopista

Sabina3-001

Viajemos hoy a La Palma, la Isla Bonita de Canarias, en busca de un árbol muy especial al que se le calculan 400 años. Según se sale del aeropuerto y se toma la autopista hacia la capital, Santa Cruz de La Palma, justo antes de pasar bajo el viaducto de desvío hacia Los Cancajos y El Socorro, muy pocos, prácticamente nadie, se fijan en la solitaria sabina canaria (Juniperus turbinata ssp. canariensis) que crece al borde de la carretera, en lo alto de una loma cortada a bisel por las máquinas de Obras Públicas para facilitar el trazado de la moderna vía de comunicación. Junto a ella, el talud abierto para permitir la construcción de una vivienda le ha acercado aún más al abismo. Y por detrás, una gran cantera se acerca inmisericorde hacia el árbol, devorando con mordiscos certeros la montaña de volcán.Sabina2-001

El vigía de la autopista está rodeado pero no se rinde. Valiente y altivo, sigue de pie en la cima, coronando un territorio cuya transformación es cada día más radical, profunda y vertiginosa. Se me antoja un faro verde oscuro, aparasolado, con la mirada fija en el horizonte, hacia un mar abierto por el que ha visto llegar las primeras naves cargadas de inmigrantes europeos dispuestos a tomar posesión de la isla, pertrechados con bueyes y arados para abrir cultivos en unos bosques virginales que ya nunca volvieron ser lo mismo, afanados por plantar cultivos americanos como la papa, el millo, el tomate o el tabaco, pero también mediterráneos como el trigo, la cebada o el viñedo.

Tiempos de abundancia a los que siguieron otros muchos de hambre. Barcos de vela y después a motor. Caminantes descalzos, recuas de mulas y burros, carretas, coches, camiones y bólidos con locos al volante. Todo lo ha visto siglo tras siglo este árbol, una realidad siempre cambiante, siempre anhelante.

Si nos acercamos a su tronco, seguro que todavía podemos oír el murmullo de los rebaños de cabras sesteando bajo su sombra, canturreados por el pastor, un hombre enjuto como este malpaís imposible donde su pedregosa superficie sólo deja crecer cornicabras, vinagreras y aromáticos inciensos, pero cierra el paso incluso a la dura tunera.

Este gran ejemplar de sabina crece sobre un estéril terreno de lavas sin apenas suelo, directamente sobre rocas a las que aprisiona con sus raíces. A su alrededor presenta una acumulación cuadrada de piedras a modo de pretil, levantada durante la construcción del muro de piedra que protege el talud bajo el que se edificó una casa. Cinco grandes ramas se abren como las varas de un paraguas a partir del escaso metro de altura de su fuste, aunque su aspecto resulta poco frondoso, seguramente por el crónico estrés hídrico que sufre. Y es que poca agua se puede extraer de un pedregal tan inmisericorde, aunque se lleve cientos de años intentándolo.

Pero por si carreteras, canteras, ganado, sequía y piedras fueran poco, el viento le azota de día y noche hasta haber logrado doblegar ligeramente su altiva figura, inclinándola hacia el sur. Aunque nada más. Nadie puede con esta sabina colosal, la última representante de un bosque esquilmado hace siglos, respetada por el hacha tan sólo en agradecimiento a su benéfica sombra.

Aquí el tiempo ni fluye ni se transforma, no corre para tratar de esquivar el mañana, ni se pierde tras el viento. Junto a la vieja sabina el tiempo no pasa, se queda. Bajo ella les propongo un ejercicio de concentración. Cierren los ojos, intenten imaginarse esos tiempos pretéritos de anhelos y pobrezas, y vuelvan a abrirlos mirando hacia el horizonte. Sólo el mar sigue siendo el mismo.

Sabina-001

Si te ha gustado esta entrada quizá te interesen estas otras:

Confirmado el valor terapéutico de los bosques maduros

bosques

Los árboles no hacen bosque, un complejo ecosistema donde se entrecruzan infinidad de seres vivos en difícil equilibrio dinámico, pues eso es la vida, frenética actividad por la supervivencia.

Las plantaciones de eucaliptos o de pinos o de chopos bien alineados, todos de la misma especie, sin apenas arbustos ni otras plantas como obligadas compañeras, son lo más parecido a un desierto verde. Paseas por ellos y, qué quieres que te diga, a mí no me saben a nada. Ocurre todo lo contrario cuando te adentras en una foresta sana, biodiversa.

Pero si el bosque elegido es una de esas pocas agrupaciones forestales maduras que aún nos quedan en España, reductos de viejos árboles centenarios e ilustre cementerio de colosos vegetales, el sentimiento experimentado al caminar bajo su dosel resulta extraordinario. Huele diferente. Se camina diferente. Te sientes mejor.

¿Exagerado? La ciencia acaba de confirmar lo que muchos sabíamos por experiencia propia: los bosques con árboles viejos son medicinales. Profesionales sanitarios e investigadores de la Universidad de Girona han demostrado estos beneficios entre enfermos de fibromialgia que realizan un ejercicio moderado en este tipo de bosques terapéuticos.

Su curioso y novedoso estudio médico demuestra que los paseos entre árboles centenarios mejoran el dolor y combaten el insomnio de los pacientes.

Para que no hubiera dudas, seleccionaron a 30 mujeres con esta enfermedad que, separadas en dos grupos, pasearon unas por un bosque joven y otras por uno con árboles centenarios. Las segundas fueron las que experimentaron un mayor grado de mejoría en sus dolencias. Y sin necesidad de medicinas.

Según parece, los árboles vetustos emiten al aire ciertas sustancias beneficiosas para nuestra salud. Una razón más para protegerlos.

Foto: Tres pacientes pasean por un bosque cerca de Olot como parte de la terapia contra la fibromialgia. EFE/Robin Townsend

Si te ha gustado esta entrada quizá te interesen estas otras:

Descubren un viejo tejo anterior a las pirámides de Egipto

Tejo milenario

Este tejo de la iglesia de St Cynog’s, Sennybridge, tiene 5 milenios [WALES NEWS SERVICE]

Imagínate un viejo árbol. Un venerable tejo (Taxus baccata) plantado en un cementerio en lugar de los habituales cipreses (Cupressus sempervirens). Siempre verde, símbolo de eternidad, de nuestra lucha imposible por trascender, contra el polvo eres y en polvo te has de convertir. Rodeado de lápidas, de muerte, de sueños y esperanzas rotas. “Como te veo, yo me vi. Como me ves, tú te verás”, rezaban antes las entradas de los camposantos. Terrible.

Todavía quedan en el norte de España algunos de estos venerables tejos de cementerio, especialmente en Asturias. En realidad los hay por todo el arco atlántico, desde Irlanda y el Reino Unido hasta Normandía.

Dicen los expertos que son reminiscencias de viejas tradiciones de origen celta, cultura que consideraba a los tejos árboles sagrados, unión espiritual entre el mundo de los vivos y el de los muertos. Algunos, los ejemplares más viejos, podrían incluso haber sido plantados por estos primitivos europeos como parte fundamental de cultos olvidados. ¿Tejos vivos con más de 2.000 años? Parece imposible. Pero no lo es.

En Gales, en la parroquia de San Cynog, en el condado de Powys, los expertos acaban de confirmar la extraordinaria edad de uno de estos abuelos vegetales. Los estudios de ADN no ofrecen dudas. El colosal ejemplar es anterior al cristianismo. Incluso a los celtas. Y hasta a los egipcios y sus pirámides. Gigante pausado, tiene nada menos que 5.000 años. Nació tres milenios antes que Jesucristo y sigue tan tranquilo, creciendo a un ritmo de eternidad. Increíble.

Tras conocer estos datos, la iglesia de Gales ha lanzado una campaña para proteger éste y otros árboles milenarios vecinos a sus templos.

Me dan envidia. En España también tenemos viejos, viejísimos tejos, pero no los cuidamos ni los protegemos. Los cortamos. Total ¿qué son 5.000 años frente a la insoportable levedad del hormigón?

Si te ha gustado esta entrada quizá te interesen estas otras:

¿Conoces el árbol más viejo y legendario de Madrid?

Ciprés calvo

Cuenta una vieja leyenda madrileña que este monumental árbol de extraño aspecto es hijo del situado en Popotia (México), bajo el cual Hernán Cortés lloró en la Noche Triste. Ese 30 de junio de 1520, los aztecas pasaron a cuchillo a la mitad del ejército español y les expulsaron de Tenochtitlán, la actual capital mexicana. Las lágrimas de amargura del conquistador habrían regado así el retoño antes de llegar a España.

Pero para algunos jardineros del Parque del Retiro (Madrid), donde se yergue majestuoso, su origen es más antiguo. Incluso los hay que piensan que lo trajo Colón después de uno de sus primeros viajes a América. “Así siempre se dijo”, ratifica una tradición oral sin duda equivocada.

En realidad no lo pudo traer ni Colón ni Cortés porque el Retiro es posterior. Más de un siglo. Aunque el misterio se mantiene, pues no se sabe con exactitud ni de dónde vino el árbol, ni quién lo trajo, ni cuándo se plantó.

Oficialmente se considera que fue de los primeros ejemplares plantados en 1633, cuando el conde duque de Olivares crea el parque madrileño como lugar de descanso y recreo para la corte de Felipe IV.

Especie originaria de México (Taxodium mucronatum), donde se conoce como ahuehuete, también recibe el nombre de ciprés calvo por ser una de las pocas coníferas de hoja caduca; pero las de este ejemplar, en lugar de caer, se mantienen secas en el árbol hasta la primavera.

Otra antigua leyenda madrileña señala la horcadura de este viejo árbol como el lugar sobre el que las tropas francesas instalaron un cañón durante la guerra de la Independencia, desde donde disparaban contra la ciudad. Esta historia podría ser cierta, pues se sabe que los soldados napoleónicos establecieron en esta zona del Parque del Retiro su cuartel general y convirtieron en leña la mayor parte de sus árboles, respetando el ciprés sólo por su utilidad artillera. Aunque los botánicos también la ponen en duda, pues su madera es muy blanda y un cañón puesto encima lo hubiese destrozado.

Pero poco importa si todas estas leyendas son verdaderas o falsas. El ciprés calvo del Retiro está considerado el árbol más viejo, monumental e histórico de la ciudad de Madrid, un símbolo viviente apreciado por todos. O por casi todos.

Desde hace varios años, una reja lo protege de los vándalos que en varias ocasiones han intentando acabar con él arrojando sal sobre sus raíces. Y hasta de los alucinados que lo eligieron como altar para supuestos ritos de magia negra.

También está protegido legalmente, pues es uno de los 255 ejemplares incluidos en el Catálogo de Especies Amenazadas de Fauna y Flora Silvestre de la Comunidad de Madrid.

Lo puedes ver (y disfrutar), estos días de maravillosa primavera, en el parterre francés del parque, cerca de la puerta de Felipe IV y la calle Alfonso XII.

Si te ha gustado esta entrada quizá te interesen estas otras:

Los amores urbanos matan a dos dragos centenarios

Drago2

El drago (Dracaena draco) es un árbol mágico, legendario, de roja savia medicinal y piel semejante a la de esos dragones a quienes pudo conocer. En la isla más occidental de todas las Canarias, El Hierro, en el municipio más alejado, La Frontera, y en su localidad más extrema, Tigaday, había uno gigantesco, fabuloso. Tenía 240 años. Dos siglos y medio luchando contra temporales de toda potencia. Pero esta semana no pudo más. Los últimos vientos huracanados lo arrancaron de raíz y estrellaron su cuerpo fibroso contra el suelo. Hoy es una triste montaña de astillas.

Dicen que estaba enfermo. Es verdad. Pero su mal no fue ni un hongo ni un insecto. Drago de FronteraLe mataron las recientes obras de urbanización de la zona. Le asfaltaron todo el entorno, rodearon con un muro de piedra y apuntaron con focos halógenos. Quisieron ponerlo en valor y se olvidaron de lo más importante: sus raíces. Tantas zanjas, tantas heridas, acabaron con él poco a poco. El viento tan sólo le dio el empujón final.

Ocurrió lo mismo con otro drago centenario. Era un bicho raro, un endemismo canario en la huerta alicantina de La Vila Joiosa. Y hace apenas un mes fue igualmente tumbado por el viento. Pero no. También a éste le había matado antes la expansión urbanística. Esa misma que se llevó por delante la alquería de sus antiguos dueños junto a viejos naranjos y almendros. Le mató el ajardinamiento del entorno después de haberle sajado la vida con zanjas y brutalidades de todo tipo. Un trozo de su cadáver se guarda ahora inútil en el Museo Arqueológico de la localidad, mustio recuerdo de lo mal que cuidamos de nuestros árboles ancianos.

Es verdad. Tanto en El Hierro como en Alicante prometen plantar otros dragos como sustitutos de los muertos/matados. Pero nunca será lo mismo. Y además, seguro que los quieren ya grandes ¿De dónde los arrancarán?


Puedes seguirme (si quieres) en Twitter (@lacronicaverde) y en Facebook (www.facebook.com/lacronicaverde)

Talan valiosos robles centenarios de Salamanca «por motivos científicos»

Genestosa

Da igual que el robledal de La Genestosa sea un espacio protegido y un bosque catalogado como Monte Emblemático de Castilla y León, Lugar de Interés Comunitario (LIC), espacio natural protegido Red Natura 2000, Área de Importancia para las Aves incluido en el Plan de Recuperación de la Cigüeña Negra y que además atesore un importante yacimiento arqueológico altomedieval.

Da igual que esté considerado uno de los bosques de robles melojos (Quercus pyrenaica) mejor conservados de Europa Occidental. Da igual que sea el hogar de especies amenazadas como el ciervo volante, el murciélago ratonero forestal o el milano real. Da igual que sea muy querido por los ciudadanos de la comarca.

Da igual todo esto a la Junta de Castilla y León, cuyos responsables forestales han autorizado la tala de miles de robles en este bosque mágico localizado en las faldas de la Sierra de Gata, entre Salamanca, Cáceres y Portugal. Y duele aún más la venta específica de 150 robles centenarios por la ridícula cifra de 1.445 euros, de los que el 30%, 45 árboles en total, son cedidos de forma gratuita a la Fundación Cesefor para la “promoción, investigación y formación forestal”.

¿Cuáles son los usos científicos que se darán a estos pobres robles centenarios? Todo parece indicar que, mayoritariamente, servirán para experimentar su uso en duelas de tonelería: se convertirán en barricas de vino.

En realidad estos aprovechamientos no tienen otro objeto que el meramente recaudatorio, magro ingreso a cambio de destruir un bosque maduro único.

«Son trabajos propios de la ordenación forestal», ha aclarado el Gobierno regional, quien minimiza el impacto de las labores al calificarlas como meros aclareos del bosque hechos para favorecer el desarrollo del arbolado joven, más productivo en metros cúbicos de madera pero más pobre en biodiversidad. Un esquema obsoleto propio de los tristes tiempos franquistas del antiguo ICONA que obvia la importancia ecológica del arbolado singular, viejo y maduro.

Si quieres protestar por esta tala injustificable, une tu firma en Change.org.

Tienes más datos sobre el viejo robledal en este enlace.

Puedes seguirme (si quieres) en Twitter (@lacronicaverde) y en Facebook (www.facebook.com/lacronicaverde)

Genestosa2

Redescubierto en La Gomera el árbol de las brujas de alcurnia

Aderno

La isla de La Gomera es un territorio mágico. Con un bosque mágico, la laurisilva, preñado de historias tan viejas como sus árboles únicos.

En un lugar así, imagínense cómo será Vallehermoso, una de sus localidades más increíbles. Adéntrense entonces en su monte nebuloso hasta acercarse a una fuente misteriosa de siete caños tallados en madera, los Chorros de Epina. Y allí, entre el rumor del agua y del viento alisio agitando la bóveda vegetal, recuerden el refrán gomero:

“Si bebes de los siete caños / te casas antes de un año”.

Para encontrar el amor deseado, asegura la vieja tradición oral que las mujeres deben beber de los caños pares y los hombres de los caños impares, empezando siempre a contar desde la izquierda. Y sólo si las mujeres quieren convertirse en brujas deben beber de los caños de los hombres.

Brujas, auténticas brujas eran las damas de alta alcurnia de Vallehermoso, caprichosas hasta el límite de exigir a sus sirvientas el esfuerzo de invertir todo un día de dura caminata para traerles la preciada agua de esa fuente supuestamente medicinal. Sabedoras de lo sencillo de la falsificación, exigían a las niñas encargadas del transporte una incontestable prueba. Junto con el cántaro lleno debían mostrar la hoja de un aderno (Heberdenia excelsa), un raro árbol de la laurisilva del que, según se creía, sólo existía un único ejemplar en la isla, precisamente en la inmediaciones del manantial.

Considerado cuento de viejas, durante décadas se pensó que tal árbol era una invención popular. Hasta que junto con mi amigo Jacinto lo redescubrimos hace muy poco tiempo. Viejo, muy viejo, pero vivo.

¿Será el mismo de la leyenda? El propio árbol nos lo confirmó, pues tan sólo conserva una de sus cuatro ramas originales, la más inaccesible. Aunque lo siento, no les diré cómo llegar a él. Está el pobre como para regalar más hojas.

Puedes seguirme (si quieres) en Twitter (@lacronicaverde) y en Facebook (www.facebook.com/lacronicaverde)

El árbol de la vida se está muriendo de éxito

Hace un par de años os hablé del árbol más solitario y gafe del planeta. La única acacia en 400 kilómetros a la redonda del más terrible de los desiertos, el Teneré. Contra la que chocó un camionero borracho en 1973 poniendo violentamente fin a la leyenda.

Y hoy descubro con horror cómo el heredero de tan discutible honor tiene todas las papeletas para acabar igual, en símbolo de la estupidez humana. Se conoce con el pomposo nombre de «El árbol de la vida» y no, no tiene nada que ver con la famosa película de Brad Pitt. Es una acacia de Bahréin, el país más pequeño del golfo Pérsico, a la que se ha dado el título de «el árbol más solitario y aislado del planeta«. Y aunque no os lo vayáis a creer, se está muriendo por culpa del turismo.

Milagro de la vida, pues parece mentira que un árbol pueda encontrar agua en ese secarral, se le calculan 400 años de edad. Y por ello son cientos, miles de personas las que acuden a verlo, tocarlo, treparlo, pintarlo e incluso escribirlo a cuchillo en su dolorida corteza. Le han puesto una mínima valla alrededor, pero da lo mismo. También le podrían poner una papelera para recoger tantas inmundicias como arrojan los turistas a su lado.

Ya os he contado en otras ocasiones cómo los viejos árboles monumentales pueden morir de éxito. Le pasa a la famosa sabina milenaria de El Hierro y le ocurre a esta fabulosa acacia arábiga. Demasiada gente, demasiada curiosidad, demasiada poca educación.

¿Cuándo entenderemos que los árboles centenarios son monumentos vivos tan antiguos como una catedral, tan bellos como un paisaje, pero tan frágiles como una flor? Que su contemplación es un regalo hecho por nuestros abuelos a nuestros hijos. Que los árboles se ven de lejos, no desde abajo pisándoles las raíces. Que no se abrazan sino que se respetan. Que hay cariños (y curiosidades) que matan.

En este vídeo podeís ver el famoso árbol y su triste conversión en objeto turístico.

Un árbol al que incluso una entidad financiera local le ha dedicado un anuncio.

También puedes encontrarme en Twitter (@lacronicaverde) y en Facebook (www.facebook.com/cronicaverde)

**Comparte con tus amigos este post:

Bookmark and Share

Resucita un simbólico olivo medio siglo después de morir helado

Nos lo pidió Miguel Hernández: “Sonreír con la alegre tristeza del olivo”. Para el poeta de Orihuela, este árbol recio y agradecido era símbolo indiscutible del pueblo español, combativo, optimista ante las adversidades, sabedor de que al final es capaz de regalarnos ese maravilloso oro verde obtenido de estériles tierras tan duras como su madera. Y seguía su verso alejandrino proponiéndonos que, por mal que nos vayan las cosas, “sonriamos, doremos la luz de cada día, en esta alegre y triste vanidad de estar vivo”.

Miguel murió en 1942 en la cárcel, triste como un olivo. 14 años después, pero ni tan triste ni tan olvidado, murió en Culla (Castellón) un olivo silvestre (Olea europaea var. sylvestris) multicentenario tiernamente admirado por sus dueños. Una fuerte helada lo mató como a tantos otros. Pero éste era diferente. Ser querido, nadie osó tocar el cadáver de ese formidable ser capaz de morir de pie, mirando de tú a tú al viento. Otros lo habrían reducido a astillas, pero no la familia Celades, decidida a preservar el cadáver en el pedregoso piedemonte de la sierra Esparraguera donde había nacido hace quizá un milenio. Así pasó medio siglo. ¿Muerto? ¿Dormido?

No os lo vais a creer, pero el árbol ha resucitado. Arturo Esteve, un excepcional fotógrafo especializado en inmortalizar olivos monumentales, lo ha confirmado. Milagrosamente, el reseco pie del acebuche ha rebrotado 50 años después de morir. Vuelve a la vida cual ave Fénix. Son apenas unas ramitas, es verdad, pero sus raíces profundas le garantizan un futuro prometedor lleno de frutos.

Y volviendo al poeta alicantino, y a esta crisis que nos mata en vida, bien está recordar de nuevo sus palabras dedicadas a esa Jaén de aceituneros que es España. Levantémonos y cambiemos la realidad asfixiadora, no vayamos a ser esclavos con todos nuestros olivares.

El milagro ha obtenido recompensa. La Asociación Española de Municipios del Olivo ha concedido a este ullastre catellonense del Alto Maestrazgo de Santa María de Montesa el Primer Premio AEMO al Mejor Olivo Monumental de España 2012. El jurado ha premiado con ello la extrema sensibilidad y perseverancia de los propietarios del árbol, la familia Celades, al conservar un olivo helado y aparentemente muerto durante más de 50 años al cabo de los cuales rebrotó, permitiendo así expresar la capacidad de supervivencia única en esta especie. De este modo se proyectan sobre el olivo valores emocionales más allá de criterios de utilidad.

Muchas gracias a Arturo Esteve por pasarme toda la información y las fotografías que ilustran esta entrada.

También puedes encontrarme en Twitter (@lacronicaverde) y en Facebook (www.facebook.com/cronicaverde)

**Comparte con tus amigos este post:

Bookmark and Share

Abuelos de mil años «para comérselos»

El actor Juan Echanove ha sido nombrado embajador de los olivos milenarios de la mancomunidad del Sénia, una región cercana al Maestrazgo que agrupa a 27 pueblos valencianos, catalanes y aragoneses. No se me ocurre iniciativa más imaginativa y rentable para dar a conocer las riquezas de un paisaje único, forjado a la sombra de los olivos de la variedad autóctona Farga y donde la cultura mediterránea de romanos y griegos se hermana con unos ejemplares de árboles monumentales que seguramente fueron plantados hace 2.000 años por nuestros antepasados culturales. Parafraseando la famosa serie televisiva, esos abuelos de mil años están «para comérselos», al menos el maravilloso zumo de sus aceitunas.

Echanove, que el pasado 19 de enero se comprometió en la feria FITUR (Madrid) a ejercer de embajador de este bien patrimonial, ha reiterado este compromiso “allá donde vaya”, y ha reconocido que no será una tarea difícil “ya que con sólo enseñar una fotografía de estos tesoros naturales la gente puede hacerse una idea de lo que significan”.

Paradójicamente, en Jaén, la capital mundial del aceite de oliva, se rinde homenaje estos días a los olivos milenarios y monumentales con una exposición de fotografías de ejemplares castellonenses realizadas por Arturo Esteve. ¿No hay olivos milenarios en Jaén? Los había, pero los arrancaron prácticamente todos hace muy poco tiempo para adornar rotondas y campos de golf de medio mundo. Un expolio del que ahora se lamentan los jienenses y que da aún más valor a los del Maestrazgo, salvados gracias al cariño de sus dueños y a una ley valenciana ejemplar.

Os incluyo a continuación un precioso texto que Echanove a dedicado a estos árboles monumentales:

Estos olivos milenarios, que brotan sobre la tierra, que irrumpen con fuerza y señorío desde lo mas profundo de la tierra… Estos olivos cuyas raíces en forma de voluptuosa melena seducen nuestros ojos e inquietan nuestras almas… Estos olivos, que desde tiempos inmemoriales llegaron a nuestra tierra de forma casual o intencionada… ¡que mas da¡ Estos olivos, ancianos de la tribu, sabios entre sabios, pacientes y dolientes… Estos olivos, testigos de nuestra formación, de nuestros triunfos y derrotas… Estos olivos que de forma elegante destruyen las fronteras geográficas de nuestro País para agruparse en torno a una comarca propia… Estos olivos que, antes de ser tales, fueron simples acebuches… y que a fuerza de darnos la paz en sus ramas, alcanzaron estatura de gigantes… Estos olivos son los que, llorando, nos ofrecen el más preciado tesoro de su sangre… sangre que celebra la dicha y ahoga la desgracia. Sangre que brota y brotará para nosotros y los que nos sucedan. Sangre del alma… del alma de la tierra… del alma de la historia.

Foto de Juan Echanove junto a un olivo milenario obtenida de la bitácora del propio actor: Un blog para comérselo

También puedes encontrarme en Twitter (@lacronicaverde) y en Facebook (www.facebook.com/cronicaverde)

**Comparte con tus amigos este post:

Bookmark and Share