Caminar por caminar es hermoso, pero lo es aún más cuando la meta consiste en ir al encuentro de un ser formidable, único, tan viejo que pudo haber nacido hace cientos e incluso miles de años.
Caminar por las montañas de Madrid, por espacios naturales tan asombrosos como el Parque Nacional de la Sierra de Guadarrama, es la mejor vacuna contra el estrés y la tristeza, pero lo es aún más cuando la meta consiste en encontrarte con uno de sus seres vivos más sorprendentes de la naturaleza ibérica: el tejo (Taxus baccata).
En el espacio protegido hay catalogados siete ejemplares de esta especie arbórea con más de 500 años. Son auténticos monumentos naturales, los seres vivos más ancianos de la Comunidad de Madrid. Darse baños de bosque a su lado es una de las experiencias más increíbles que podrás disfrutar.
Este invierno visité uno de ellos, el conocido como Tejo de la Senda, en el Puerto de Canencia. Te lo cuento en este vídeo [¿ya te has suscrito a mi canal de YouTube?], fascinado por la espectacularidad del espacio nevado y la fortaleza del singular abuelo vegetal.
Mucho cuidado con el abuelo
Como veis en el vídeo, no os voy a contar cómo llegar a este árbol. Porque a sus 500 años más que cumplidos, el mayor peligro para este tejo centenario y otros como él somos nosotros. El exceso de personas acercándose a él pueden matarlo. Así como lo oyes, no sería el primero.
Quizá tú te comportarás cívicamente ante él, con respeto, sin subirte a sus ramas ni pisotear sus raíces. Pero el turismo masificado no tiene tantos miramientos. Siempre habrá algún que otro salvaje entre tantas miles de personas dispuesto a destrozar esta maravilla, a dejar basuras, a tratar de escribir su estúpido nombre en la dura corteza. Por eso es preferible que sólo lo visiten aquellas personas sensibles y con ganas de invertir tiempo en su localización.
El árbol que cambió de sexo
Ya os lo he contado antes aquí. El tejo de Fortingall, en las Tierras Altas de Escocia, cambió de sexo de repente. El gran tejo escocés era macho, muy macho. Así lo había sido durante miles de años y lo era al menos desde 1769, cuando los primeros y asombrados naturalistas se acercaron a estudiarlo.
Pero de repente cambió de sexo. Una de sus ramas es ahora hembra mientras el resto de ellas se mantienen de momento masculinas. Un sorprendente caso de transexualismo.
En Italia hay bosquetes enteros de tejos modificando su identidad, quizá influenciados por el cambio climático. Uno de esos extraordinarios misterios de la naturaleza.
¿De dónde viene eso de tirar los tejos?
Según la definición del DRAE, «tirar los tejos» significa insinuarle a alguien el interés que se tiene puesto en él. Que nos gusta.
Como bien explica mi compañero en la blogosfera de 20 Minutos Alfred López «Ya está el listo que todo lo sabe«, el tejo es un juego tradicional callejero que consiste en lanzar trozos de teja para tratar de derribar un palo, que el novio potencial solía tirar cerca de la chica elegida para insinuarse frente a ella.
Pero algunos defienden que ese juego nació en el norte de España a la sombra de los viejos tejos que suele haber plantados a las puertas de las iglesias. Y consistía en tirar ramas del árbol del tejo lanzando sus propias frutos como muestra de amor.
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