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Podrán cortar todas las flores, pero no podrán detener la primavera. (Pablo Neruda)

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Los vinos también tienen alma

Vino

Los vinos tienen alma, no hay duda. Pero sólo unos pocos. Aquellos que son capaces de darnos a conocer su paisaje y su cultura, que es el paisaje y la cultura de su hacedor, el bodeguero.

Es el milagro del vino. El secreto del que participamos los amantes de la naturaleza, del mundo rural, del arte, amantes a fin de cuentas de la buena vida. Epicúreos nos llaman algunos. Mejor vividores. Pura vida. Puro vino. Puro sentido y sentimiento; sensibilidad.

Llegué al mundo de los vinos de la mano de Paco Berciano y Marivé Revilla, empujado, como en tantas otras sabidurías, por mi maestro Arsenio Escolar, en esos lejanos momentos director del recién nacido Diario 16 de Burgos. El primer artículo de esta pareja que ya forma parte de mi familia nos dejó a todos aturdidos: Un Ribera tinto, por favor. Hoy suena inventado, pero en los años 90 del pasado siglo pedir un ribera en Castilla significaba pedir un vino rosado, viniera éste de donde viniera.

A su sombra aprendí a descubrir en la copa suelos, climas, variedades autóctonas, fermentaciones, barricas y tostados, paisajes y paisanajes. A reconocer los buenos vinos de los malos, pero sobre todo a reconocer la personalidad de sus creadores. Era fácil. Los Pesqueras son como Alejandro Fernández, impetuosos, sinceros y con ganas de quedarse charlando mucho tiempo contigo. Los de la familia Pérez Pascuas entran tímidos al principio, pero luego son tan largos y sensibles como esas parrafadas que nos echábamos en su cocina de Pedrosa de Duero celebrando el cumpleaños de uno de los tres hermanos.

Qué tiempos aquellos de reportajes sobre bodegas y concursos, enzarzados en peleas periodísticas como la que nos puso en contra de todo el ilustre Cabildo Metropolitano de la Catedral de Burgos por criticar esos proyectos de restauración del entonces ruinoso monumento basados en promocionar la venta de vinos falsificados.

Pero yo quería hablaros hoy del alma de los vinos y no de santas iglesias. Porque el próximo lunes 20 de marzo se reunirán, precisamente en Burgos, y no por casualidad convocados por Paco Berciano y Maribé Revilla, más de 500 de estos vinos tan especiales y expresivos capaces de condensar en tan sólo un sorbo paisajes sensoriales únicos.

El Alma de los Vinos Únicos es un encuentro de esos que ningún amante de la naturaleza y de la cultura se debería perder. Porque en él tendrá la ocasión de hablar de tú a tú con auténticos guardianes de la biodiversidad, verdaderos agricultores apasionados de su tierra que miman el viñedo cuidándolo como jardineros japoneses, sin exigirle más de lo que éste puede dar para garantizar que el producto resultante sea como ellos, viva imagen del terruño. Son 109 bodegas de mediana a muy pequeña producción, muchas artesanales, casi puros caprichos en las antípodas de esas grandes productoras industriales con millones de botellas al año.

Es verdad, son productos caros, pero no tanto si se sabe buscar, encontrar, elegir. Y también es verdad, muchas bodegas son extranjeras (52), algo reñido con quienes apostamos por lo local, pero tan necesarios para aprender como esos buenos libros comprados en otros países.

En estos tiempo de imposturas y engaños, las pequeñas historias de singulares vinos con alma los hacen grandes pues nos reconcilian con la tierra y sus gentes. Nos acercan a los amigos y nos invitan a hacer nuevos amigos. Nos dan ánimos para seguir apostando, como dirían los bodegueros franceses, por el terroir.

Ánimos para soñar con unos consumidores tan concienciados que logremos finalmente encumbrar los productos auténticos y arrinconar hasta su desaparición a los productos falsos, insanos, globalizados, desraizados. Queda mucho para lograrlo, pero los vinos con alma nos señalan el camino.

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Quieren matar el alma de los monumentos

Protegemos monumentos, espacios naturales, centros históricos, pero ¿es posible proteger su alma?

En Francia se ha desatado una dura polémica ante el proyecto de Renzo Piano de añadir un monasterio y un centro de visitantes a la capilla de Ronchamp, obra maestra de Le Corbusier. Icono artístico del siglo XX, Ronchamp nació como respuesta del genial arquitecto a las sugerencias del paisaje. Y es precisamente ese paisaje el que ahora se quiere modificar añadiéndole elementos, quizá igualmente magníficos, pero sin duda perturbadores.

Lo confieso. Cada vez estoy más harto de esta estrecha visión de nuestra sociedad, donde en lugar de meditar si algo es bueno o malo, nos limitamos a analizar si es legal o ilegal. Trazamos ridículas fronteras en el mapa, y a partir de las líneas inventadas podemos hacer lo que queramos. La idea del conjunto, del entorno, del alma de un espacio ha muerto. Y por si fuera poco, nuestra creciente mitomanía está dando carta blanca a los grandes creadores para que hagan lo que quieran. Admiro tanto a Piano como a Chillida, pero destrozar el entorno de Ronchamp es tan ilógico como querer agujerear la montaña de Tindaya, por muy fabulosos que puedan ser ambos proyectos.

¿Y el alma de los espacios? ¿Alguien ha pensado en ella?

Pero no. Nos empeñamos siempre en querer mejorar lo inmejorable, acometer ampliaciones, desarrollar parques temáticos para tratar de rentabilizar económicamente nuestras emociones y hasta el aire que respiramos.

No sé ustedes, pero para mi los entornos son tan importantes como las propias obras de arte. Sólo en ambientes puros soy capaz de entrar en comunión con el artista, tratar de pensar en lo mismo que él pensó, sentir como él sentía, admirar la solución dada. ¿Qué sentido tiene el Museo de los Claustros de Nueva York? Ninguno. El románico está allí, perfectamente conservado, pero no me dice nada. Está muerto. Ha perdido el alma del espacio para el que fue creado.

Nos hemos comido 824 millones de animales en un año

El año pasado los españoles llevamos al matadero y luego nos comimos a más de 824 millones animales. Descontadas vísceras y otros restos no consumibles, la biomasa total consumida sumó 5,8 millones de toneladas de carne, según los últimos datos de la encuesta de sacrificio de ganado 2007 del Ministerio de Agricultura. La cifra supone un 4 por ciento más de animales muertos que en 2006.

El 85 por ciento de todos ellos fueron pollos y gallinas, grupo que registró un incremento anual de 30 millones hasta totalizar 698 millones. El resto de las cifras fueron las siguientes:

61,8 millones de conejos.

42,4 millones de cerdos.

17,4 millones de ovejas.

2,4 millones de vacas.

1,3 millones de cabras.

26.074 caballos.

Si somos 45 millones de españoles, tocamos por tanto a 18,30 animales sacrificados por persona y año, o lo que es lo mismo, a 129 kilos de carne en canal.

Y si el papa Juan Pablo II tenía razón y los animales poseen alma, está claro que somos unos desalmados, no sólo por matarlos a millones, sino por la mala vida que les damos en las hacinadas granjas donde la mayoría nacen, viven y mueren sin ver siquiera la luz del sol.

Yo me confieso omnívoro, pero cuando leo estas terribles estadísticas dudo. ¿Me estaré volviendo vegetariano?

¿Tienen alma los animales?

En 1990, el Papa Juan Pablo II asombró al mundo proclamando que “los animales poseen un alma y los seres humanos deben amar y sentirse solidarios con nuestros hermanos menores”. Aseguró incluso que todos los animales son “fruto de la acción creadora del Espíritu Santo y merecen respeto” pues están “tan cerca de Dios como lo están los humanos”. Muchos todavía no se han repuesto de la conmoción provocada por sus palabras, quizá porque han descubierto que frente a tantos desalmados con dos patas, nuestros amigos supuestamente irracionales son mucho más caritativos y sensibles.

El caso es que en la Iglesia católica hoy es el día grande de los animales, la fiesta de San Antón, la de su tradicional bendición anual dedicada por igual a ganados y mascotas. ¿Lo hacen los curas porque tienen alma?

Perros, gatos, canarios, y hasta caballos y vacas, serán solemnemente asperjados con agua bendita por los sacerdotes como unos cristianos más. Y no sólo en el templo de la madrileña calle de Hortaleza, la más famosa para los siempre ombliguistas medios de comunicación nacional. La fiesta se celebra en prácticamente todas las localidades de España y en muchas de Sudamérica. En la mayoría suele ser habitual el reparto de los famosos “panecillos de San Antón”, guardados luego con supersticiosa devoción en las casas pues según unos protegen a nuestros animales de las enfermedades, y según otros dan trabajo a quien no lo tiene.

Capítulo especial merece el barrio burgalés de Gamonal, donde en lugar de panecillos, desde hace 500 años se reparten más de 15.000 raciones de titos, una humilde legumbre, mitad garbanzo, mitad lenteja, por cuyo benéfico consumo no habrá tortas al medio día de hoy pero sí muchos empujones.

Y es que tiene mucho de mágico el rústico santurrón egipcio, amigo de los cerdos y del monacato. Esta noche la festividad se ha celebrado con grandes hogueras en decenas de localidades españolas, fuegos que intentan alejar los todavía intensos fríos invernales. En Mallorca (Muro) se baila alrededor de ellas para espantar al demonio, en Ávila (San Bartolomé de Pinares) y Castellón (Lucena del Cid) las saltan a caballo, en Teruel (Estercuel) las encienden los Encamisados y en Jaén las cantan melechones. Las espectaculares luminarias son, además de atávico rito, recuerdo de la especialización medieval de los monjes antonianos en la curación del terrible “fuego de San Antón” (culebrilla), enfermedad provocada por el cornezuelo del centeno; un mal que muchas veces terminaba con la amputación del miembro afectado para luego dejarlo colgado de los muros del monasterio, como hacían en Castrojeriz (Burgos), a la vera del Camino de Santiago.

¿Irás hoy a la bendición de las mascotas? Al margen de creencias, aunque sólo sea por mantener tan antiquísima costumbre, yo intentaré ir. Y quién sabe, quizá me acabe convenciendo de que las malas personas también tienen alma como nuestros queridos animales.