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Podrán cortar todas las flores, pero no podrán detener la primavera. (Pablo Neruda)

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¿Chorlitejo, alcaudón o aguilucho? Vota el ave del Año 2019

Las poblaciones de aguilucho cenizo están en mínimos por culpa de esas cosechadoras que trituran sus nidos. Los chorlitejos patinegros no tienen playas sin turistas donde poder vivir. Los alcaudones reales son ya más raros de ver que un pastor con sus ovejas.

Son tres especies aparentemente comunes pero en preocupante en declive poblacional que aspiran a convertirse en Ave del Año 2019 tras una votación popular impulsada por SEO/BirdfLife.

Hasta el 15 de enero, cualquier ciudadano puede entrar en la página web de la organización conservacionista y elegir entre las tres candidatas seleccionadas por un comité de expertos. Su elección ayudará a poner el foco sobre el mal estado de conservación de estas aves y la urgencia de proteger sus hábitats. Lee el resto de la entrada »

La estrategia del avestruz nos ahoga en mierda

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© Wikimedia Commons

Mi tío Nemesio no necesitó censos ni análisis. Me lo dijo muy clarito un día en que me llevó, casi en volandas, a dar un paseo desde Hontoria hasta Cubillo a su ritmo incansable de guardia civil retirado, ajeno a sus 80 años:

“Ahora ya casi no quedan pájaros en el campo por culpa de todo ese sulfato que le echan a los cultivos”.

Yo jadeaba mientras trataba de imaginarme cómo serían esos casi silenciosos lugares preñados de cantarinas calandrias, terreras, mochuelos, perdices y tórtolas. Sitios donde en un par de generaciones habíamos pasado de miles de aves a unidades.

Hoy he vuelto a acordarme de él cuando he leído las conclusiones de los programas de seguimiento de aves comunes. Las conclusiones a muchos años de control y estudio son terroríficas. En los últimos 30 años hemos perdido en Europa 421 millones de pájaros, que se dice pronto, de los que el 90% proceden de las 36 especies más comunes y asociadas a los medios agrarios. A nosotros y a nuestras fábricas de alimentos.

Según datos de SEO/BirdLife, el alcaudón real (Lanius meridionalis) es el ave con declive más acusado en España, un 65%, seguido de la perdiz roja (Alectoris rufa), el 37%, y la tórtola europea (Streptopelia turtur), el 25%.

Mi tío Nemesio acertó. La principal razón para explicar tan preocupante y salvaje descenso aviar es toda esa mierda que echamos a esos campos de mierda para producir una mierda de alimentos, eso sí, en gran y rentable escala.

Cuando él era joven los sistemas agrícolas eran más respetuosos con la naturaleza y menos industrializados. Ahora todo está mecanizado, un paisaje homogeneizado sin linderos ni barbechos donde los pesticidas de última generación están acabando con los insectos, empezando por las imprescindibles abejas. Y sin ellos todo el ecosistema se ha venido abajo.

Mi tío me enseñó a moverme deprisa y observar despacio, como hace el alcaudón. Pero nuestra sociedad está optando por un ave torpe y asustadiza, el avestruz. Una peligrosa estrategia, pues ocultando la cabeza en el agujero del consumo tan sólo lograremos ahogarnos en nuestra propia mierda.

Artículo científico al que hago referencia: Richard Inger, Richard Gregory, James P. Duffy, Iain Stott, Petr Voříšek, Kevin J. Gaston. Common European birds are declining rapidly while less abundant species’ numbers are rising. Ecology Letters, 2014; DOI: 10.1111/ele.12387

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Viendo pájaros en la Luna

La semana pasada he participado en uno de los proyectos ornitológicos más curiosos de Europa. Se conoce por el nombre anglosajón de moonwatching y básicamente se trata de eso, de ver pájaros en la Luna.

Pero no, no me tachen de loco. Si nuestro inhóspito satélite blanco carece de vida de cualquier tipo, más difícil aún resulta que sobre su inexistente atmósfera vuelen las aves. Se trata de algo mucho más sencillo. Utilizamos a la Luna como si se tratara de una farola encendida en medio del firmamento. De esta forma, cuando algún pajarillo cruza delante de ella, podemos ver por unos instantes su silueta antes hacerse invisible de nuevo en la oscuridad de la noche.

Y algunos de ustedes se preguntarán ¿qué especies volatineras van a verse volando por la noche? ¿Apenas búhos y algún murciélago? Pues se equivocan. La Luna puede servirnos como gran chivato de la migración nocturna que todos los años, en primavera y en verano, realizan millones de aves entre África y Europa. Porque las dos terceras partes de todas las especies migradoras lo hacen por la noche.

Se calcula que en estos meses primaverales pasa por delante del disco lunar un ave cada uno o dos minutos, e incluso en días y lugares estratégicos un ave cada dos segundos. De acuerdo con la Fundación Migres, promotora de este singular experimento nunca antes realizado en España, los flujos medios indican una migración de 1.000 a 1.500 aves por kilómetro de cielo y hora.

Y ahí estaba yo en la azotea de mi casa en Fuerteventura, telescopio en ristre, esperando ansioso la salida de la Luna. Diez minutos de observación ininterrumpida y cinco minutos de descanso a lo largo de dos horas. Pero no pasaba nada. Yo, que me las prometía tan felices a la espera de descubrir un trasiego constante de aves hasta entonces invisibles a mis ojos, veía pasar el tiempo sin que nada rompiera esa monotonía de cráteres y mares celestes.

¿Estaría haciendo algo mal? ¿Tan difícil era ver ese tráfico aviar que mis colegas me relataban entusiasmados?

Finalmente, cuando ya había perdido toda esperanza, la silueta rápida de un pájaro mediano, seguramente un alcaudón, cruzó velocísima frente a la Luna antes de perderse de nuevo en la oscuridad rumbo decidido al norte. La emoción sentida por mí en esos momentos fue indescriptible.

Acababa de ver con mis propios ojos el comportamiento más celosamente guardado por las aves, las migraciones nocturnas para evitar el ataque de rapaces. Miles de kilómetros en la oscuridad orientándose por las estrellas, volando sin detenerse a beber, comer o descansar. Es verdad, sólo vi un pájaro esa noche, pero fue suficiente para aprender un montón de cosas. Entre otras, que Canarias está en medio del Atlántico, lejos de las rutas migratorias habituales. Y que la Luna de abril es mágica.

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