Ecologistas en Acción ha pedido la suspensión del Rally Dakar 2009, tanto por los destrozos ambientales que ocasiona como por su negativa influencia en el mundo. Se trata de una vergonzosa exaltación del uso salvaje de los vehículos a motor en zonas vírgenes por las que sus conductores pasan al estilo del caballo de Atila, arrasando hasta la hierba.

Tienen toda la razón. No existe carrera de coches en el planeta más antiecológica que ésta. Como explican los propios ecologistas, el tránsito de más de 800 todoterrenos, además de camiones, motos y helicópteros (son 2.000 personas en total, incluidas las dedicadas a la organización) por recorridos en su mayor parte semivírgenes, atravesando incluso varios Parques Nacionales, produce un severo impacto ambiental.

El Rally Dakar ensalza la imagen más destructiva de los vehículos y motos todoterreno, a mayor gloria de una supuesta aventura que en estas épocas de alta tecnología cada vez lo es menos.

El premio es igualmente ridículo, descubrir la naturaleza a lomos de ruidosas máquinas que tan sólo levantan polvo mientras tratan de esquivar obstáculos imposibles.

Paralelamente muestra la opulencia más despilfarradora de nuestro primer mundo a algunas de las sociedades más empobrecidas del tercer mundo, por mucho que pretendan ocultarlo tratando de lavar su imagen con magras ayudas a varias ONG. Tras el paso de la caravana del Dakar, a las comunidades indígenas sólo les queda su basura.

Dicen que es un espectáculo, que mueve millones, que este año es más español que nunca, pero para mí tan sólo es una loca carrera destructora, un mal ejemplo que esperemos no logre muchos emuladores de pacotilla. Ya se han ido de África. Ojalá sea el de este año el último Rally Dakar de la historia.