La crónica verde La crónica verde

Podrán cortar todas las flores, pero no podrán detener la primavera. (Pablo Neruda)

Archivo de la categoría ‘Salud’

Un millón de firmas contra el herbicida más popular


glifosato1

La decisión de la Agencia para la Investigación sobre el Cáncer de la OMS de considerar al herbicida más popular y globalmente utilizado en el mundo, el glifosato, como una substancia «probablemente cancerígena para humanos» (grupo de substancias 2A de la IARC), ha encendido todas las alarmas. Las de los ciudadanos asustados, que han empezado a recoger firmas solicitando la retirada del producto, pero también las de la famosa multinacional Monsanto, que ve peligrar su negocio más rentable y niega la existencia razones científicas convincentes para llegar a tales conclusiones.

Los primeros llevan recogidas en unos pocos días casi un millón de firmas. Evidentemente tenemos miedo, y por pura precaución debería ser una prioridad mundial realizar con urgencia estudios serios, rigurosos y determinantes con la finalidad de garantizar la salubridad del planeta y, mientras tanto, restringir al máximo la utilización de este polémico producto.

El glifosato es la base del RoundUp, la fórmula química clave del imperio transgénico de Monsanto que les reporta ganancias de 6.000 millones de dólares al año. La empresa dice que el informe de la OMS no ha tenido en cuenta otros muchos estudios donde se demuestra exactamente lo contrario, su inocuidad. Desdice las conclusiones de los 17 de los mejores expertos en oncología del mundo que revisaron a fondo estudios independientes aunque, eso sí, excluyendo aquellos realizados por las empresas que buscaban la aprobación del veneno para poder seguir vendiéndolo. A estas alturas, la independencia de algunos expertos pagados por las multinacionales está más que en entredicho.

Hace cincuenta años, el pesticida DDT se usaba en todo el mundo, hasta que el esencial libro de Rachel Carson Primavera Silenciosa demostró su peligrosidad en personas y medio ambiente. Para cuando se prohibió llevaba décadas matándonos.

El grupo de expertos de la OMS ha dictaminado ahora que existen «pruebas suficientes de que el glifosato puede causar cáncer en animales de laboratorio y hay pruebas limitadas de carcinogenicidad en humanos (linfoma no Hodgkin)». Para esto último se basaron en estudios de exposición a glifosato de agricultores en Estados Unidos, Canadá y Suecia. Si hicieran estos mismos estudios en Sudamérica, donde se planta el mayor volumen de soja transgénica resistente a glifosato del planeta, los resultados serían aún más graves, pues allí la fumigación aérea y la falta de control está mucho más extendida.

Un excelente artículo de mi compañera de 20 Minutos Amaya Larrañeta explica con todo detalle los pros y contras del popular veneno; qué, cómo, dónde, para qué y cuáles son sus efectos y posibles alternativas. Os lo recomiendo.

Se han encontrado residuos de glifosato en aire, agua y alimentos. También en la orina de los europeos y en la leche materna de las norteamericanas. En algunas zonas agrícolas con grandes plantaciones de transgénicos donde se usa, los casos de cáncer y malformaciones congénitas se han disparado.

En realidad este herbicida es tan popular como la cocacola. Es con el que se fumigan las cunetas de carreteras en toda España para controlar las malas hierbas, pero también el que podemos comprar en cualquier tienda para eliminar los matojos del jardín. El usado en grandes plantaciones de maíz, pero también en las pequeñas huertas de los pueblos. La mayoría no tiene ni idea de su peligrosidad potencial. Pero al menos un millón de personas sí que estamos más que preocupadas. 

NOTA ACLARATORIA: He eliminado dos errores de bulto que había deslizado por error en el texto. Monsanto no fabricaba DDT ni tiene en estos momentos la exclusiva del glifosfato. Mil disculpas.

Si te ha gustado esta entrada quizá te interesen estas otras:

Confirmado el valor terapéutico de los bosques maduros

bosques

Los árboles no hacen bosque, un complejo ecosistema donde se entrecruzan infinidad de seres vivos en difícil equilibrio dinámico, pues eso es la vida, frenética actividad por la supervivencia.

Las plantaciones de eucaliptos o de pinos o de chopos bien alineados, todos de la misma especie, sin apenas arbustos ni otras plantas como obligadas compañeras, son lo más parecido a un desierto verde. Paseas por ellos y, qué quieres que te diga, a mí no me saben a nada. Ocurre todo lo contrario cuando te adentras en una foresta sana, biodiversa.

Pero si el bosque elegido es una de esas pocas agrupaciones forestales maduras que aún nos quedan en España, reductos de viejos árboles centenarios e ilustre cementerio de colosos vegetales, el sentimiento experimentado al caminar bajo su dosel resulta extraordinario. Huele diferente. Se camina diferente. Te sientes mejor.

¿Exagerado? La ciencia acaba de confirmar lo que muchos sabíamos por experiencia propia: los bosques con árboles viejos son medicinales. Profesionales sanitarios e investigadores de la Universidad de Girona han demostrado estos beneficios entre enfermos de fibromialgia que realizan un ejercicio moderado en este tipo de bosques terapéuticos.

Su curioso y novedoso estudio médico demuestra que los paseos entre árboles centenarios mejoran el dolor y combaten el insomnio de los pacientes.

Para que no hubiera dudas, seleccionaron a 30 mujeres con esta enfermedad que, separadas en dos grupos, pasearon unas por un bosque joven y otras por uno con árboles centenarios. Las segundas fueron las que experimentaron un mayor grado de mejoría en sus dolencias. Y sin necesidad de medicinas.

Según parece, los árboles vetustos emiten al aire ciertas sustancias beneficiosas para nuestra salud. Una razón más para protegerlos.

Foto: Tres pacientes pasean por un bosque cerca de Olot como parte de la terapia contra la fibromialgia. EFE/Robin Townsend

Si te ha gustado esta entrada quizá te interesen estas otras:

Peces con reuma y buitres con ardor de estómago

Asegura una vieja tradición de las Islas Canarias que el aceite de las pardelas, nuestros albatros del hemisferio norte, cura el reuma. Según la simplista explicación popular, si esas aves marinas que se pasan la vida vagabundeando por el océano no sufren tal enfermedad, dándonos friegas con el extracto de sus grasas tampoco nosotros la sufriremos. Desconozco cómo las yerberas canarias sabían que ese mal de los huesos es desconocido para estos pájaros, lo cual dudo.

Escéptico ante las bondades de tales cataplasmas, para paliar los dolores reumáticos soy más dado a tomar medicinas como el voltarén. Lo que muchos no sabíamos es que, sin proponérnoslo, con ello también estamos tratando el reuma de los peces, si es que lo tienen. Porque, a través de la orina, nuestra “agüita amarilla” lleva esa medicina antiinflamatoria a ríos y mares, medicando inútilmente la fauna acuática. Que igualmente acumula en sus tejidos antidepresivos, anticonceptivos y otros fármacos.

Comernos luego tales peces no nos hace ningún mal, pues las concentraciones son mínimas, pero a ellos tanta botica no les hace ningún bien. Hasta el punto de que esta contaminación farmacológica provoca en ellos curiosos casos de transexualismo; peces hembra con minipenes y machos con células femeninas.

Algo parecido hacemos con los buitres. Su potente sistema inmunológico les permite comer carne podrida sin sufrir ni un leve ardor estomacal. Pero nuestro ganado está ahora mismo repleto de antibióticos veterinarios como medida preventiva para evitar pérdidas en las granjas. Y los carroñeros, de tanto ingerir esas carnes medicalizadas, están perdiendo sus defensas hasta el punto de morir muchos de enfermedades para las que siempre estuvieron inmunizados.

Aviso a navegantes: ¿No nos estaremos pasando con tanta automedicación (voluntaria e involuntaria)?

Puedes seguirme (si quieres) en Twitter (@lacronicaverde) y en Facebook (www.facebook.com/lacronicaverde)

Demasiada química en el cuerpo ¿Será venenoso besarnos?

¿Hay algo más saludable que un beso? Lo era, pero ahora tengo mis dudas. Comerle la boca a una persona querida puede resultar venenoso. Por la sencilla razón de que cada vez acumulamos en nuestro cuerpo más sustancias tóxicas. Y así nos va.

El Congreso Internacional de Riesgos para la Salud Pública y el Medio Ambiente, celebrado la pasada semana en la Universidad Politécnica de Madrid, ha dado la voz de alarma sobre el veneno que nos rodea. Especialmente preocupante son los riesgos para la salud de nuevas tecnologías alimentarias y sustancias como los transgénicos, los pesticidas o los aditivos, edulcorantes y colorantes.

Según Ecologistas en Acción, desde el final de la II Guerra Mundial el volumen de substancias químicas producidas al año en Europa ha pasado de 1 a 400 millones de toneladas.

Un ejemplo es el Bisfenol A, utilizado durante décadas para recubrir biberones y comidas enlatadas. La Unión Europea prohibió su empleo hace justo un año, a pesar de que desde 1993 se tenían evidencias científicas de su peligrosidad. Durante 20 años, todas las españolas embarazadas y sus hijos menores de 4 años han orinado diariamente este estrogénico y  perturbador endocrino [yo lo llamo el asesino de los biberones], junto con otros 17 residuos tóxicos.

Resulta evidente. Somos mansos conejillos de Indias de unas tecnologías comercializadas sin suficientes estudios científicos de peso sobre sus riesgos a largo plazo como sí se exige a los medicamentos. Nos tienen 20 años comprando veneno para beneficio de las industrias hasta que las evidencias obligan a retirar esas sustancias. Para entonces los daños a la salud son inmensos, casi tanto como los beneficios económicos logrados por sus fabricantes.

De los 135.000 compuestos químicos cuyo uso está aceptado por la UE, sólo cuentan con estudios toxicológicos menos del 20% y estudios completos no más de 20 sustancias. Para el resto, los análisis se hacen sobre la marcha utilizando el conocido método cíclico de comercialización de nueva sustancia, negocio, evidencia científica y sustitución por una nueva sustancia de efectos desconocidos y buena rentabilidad económica. Como para dar besos estamos.

Puedes seguirme (si quieres) en Twitter (@lacronicaverde) y en Facebook (www.facebook.com/cronicaverde)

El verdadero Papá Noel no usa colonia porque quiere a todos los niños

La Red de Sensibilidad Química, con la que colabora la activista por los derechos de los enfermos de SQM, Eva Caballé, ha desarrollado una campaña de envío de postales navideñas en varios idiomas donde puede leerse:

“El verdadero Papá Noel no usa colonia porque quiere a todos los niños. Incluso a los que tienen asma o alergias”.

Seguro que más de uno os habréis quedado a cuadros. ¿Qué tiene que ver Papa Noel con la colonia? ¿Y qué demonios es eso de la SQM?

Empecemos por el final, que es el principio de todo esto. La Sensibilidad Química Múltiple (SQM) es una enfermedad emergente, de las ahora ambiguamente denominadas como raras. Aunque tiene poco de rara, pues afecta a unos 400.000 españoles, sólo que la mayor parte de ellos, al igual que sus médicos, lo ignora. Se trata de una terrible reacción sistémica frente a niveles muy bajos de exposición a productos químicos normalmente tolerados por la mayoría. Un ambientador o el olor de un caro perfume les puede mandar meses al hospital.

Durante años estos enfermos (cada vez más, incluso niños, cada vez más gravemente afectados) han sido tenidos por enfermos imaginarios. Científicamente parecía imposible poder perder la salud por comer, tocar u oler comidas, objetos y aromas absolutamente cotidianos. Pero ocurre, y si no que se lo digan a Eva o a muchos de los miembros de la Fundación Alborada, enterrados vivos en casas convertidas en aisladas burbujas.

Por suerte para todos y tras muchos años de reivindicaciones, el Ministerio de Sanidad acaba de dar el primer paso al publicar un “Documento de consenso” sobre SQM donde se reconoce implícita (que no legalmente) la existencia de este mal.

En mi opinión y la de muchos especialistas, las nuevas enfermedades ambientales son la punta del iceberg de lo que se nos viene encima. Estos enfermos, actualmente ignorados por la sanidad pública española, son la avanzadilla, los primeros avisos de que tanta química en el ambiente está dañando nuestra salud. Asmas, alergias y otras incompatibilidades van en aumento formando parte de una terrible realidad, esa que señala a nuestro actual sistema de vida industrializado como algo artificial y peligroso.

Así que volvamos a la Navidad y recordemos a Papá Noel que en el mercado hay una amplia oferta de cosmética natural con fragancias mucho más sanas y menos caras. Será nuestro pequeño gran gesto por el futuro.

Más información sobre el tema en la página de la Fundación Alborada y en el blog No Fun, pero especialmente en el sensacional programa que Carne Cruda (RNE3) le dedicó el pasado lunes a la enfermedad bajo el sugerente título de Sensibilidad Humana Múltiple.

Muy interesante es igualmente el gran reportaje que Conexión Samanta hizo en junio pasado a la Gente Burbuja que sufre esta extraña enfermedad:


También puedes encontrarme en Twitter (@lacronicaverde) y en Facebook (www.facebook.com/cronicaverde)

**Comparte con tus amigos este post:

Bookmark and Share

 

Los herbicidas nos enferman

Más vago que la chaqueta de un caminero”, decía el refrán. A los antiguos encargados del mantenimiento de los caminos ese duro trabajo les hacía sudar de lo lindo cuando trataban de eliminar la maleza de las cunetas. Con tanto esfuerzo, desde primera hora de la mañana sus chaquetas iban al suelo y ahí se pasaban las prendas todo el día, viendo currar a sus propietarios.

Pero eso era antes. Ahora tenemos el glifosato. Un potente herbicida capaz de acabar en esta resplandeciente primavera con árboles y arbustos a golpe de pulverizador, sin necesidad de contratar abultadas cuadrillas. La bicoca del gestor. Terriblemente eficaz, se ha convertido en el plaguicida más usado del mundo. Su empleo junto a transgénicos promete cultivos a la carta, pues los fabricantes lo presentan como eficaz, barato, biodegradable e inocuo. ¿Inocuo?

Cada vez más estudios demuestran los peligros para la salud de este popular ‘matatodo’. Su uso indiscriminado y abusivo está provocando preocupantes contaminaciones en cultivos, suelos y ríos. Como resultado ocasiona una lenta pérdida de la biodiversidad, haciendo más vulnerables a los sistemas naturales y alterando el medio ambiente. Peces e insectos, especialmente las abejas, sufren todo tipo de alteraciones metabólicas. También hay sospechas fundadas de afecciones directas a la salud de los humanos. Pero lo seguimos utilizando con alegría, igual en carreteras que atraviesan espacios protegidos que en espacios públicos como los jardines de colegios y hospitales.

Si hay que eliminar malas hierbas, hagámoslo como siempre se hizo, sin venenos y sólo donde sea estrictamente necesario. Mejor será pagar jornales a camineros que arrepentirnos después de la utilización masiva de estas duchas tóxicas que nos enferman a nosotros y a nuestro entorno.

Canarias ha sido la primera comunidad autónoma de España movilizada contra el uso indiscriminado del glifosato. Entre sus acciones incluyen una interesante ciberacción que trata de convencer a las autoridades locales, insulares y regionales para que rechacen su uso. Toda la información la tienes en su página No más venenos en Canarias.

La fotografía de arriba pertenece a la página No Incineración de Tenerife.

A continuación os dejo el vídeo clip de la banda barcelonesa «Mañana me chanto» dedicada a los peligros del uso indiscriminado del glifosato. Una música tan buena como certera.

**Comparte con tus amigos este post:

Bookmark and Share

El sucio negocio de las carnes baratas, peligroso para la salud y el medio ambiente

Crisis económica y aumento en el consumo de alimentos baratos ha sido todo uno. Huevos, carne de cerdo y pollo se han convertido en el recurso fácil de la cesta de la compra. ¿Pero sabemos a qué precio?

En Alemania lo saben bien. La alerta decretada en ese país por la contaminación por dioxinas en los piensos de animales de granja es un ejemplo claro: 4.700 granjas cerradas por el uso de piensos tóxicos en explotaciones avícolas y porcinas. Quizá en España lo tengamos más controlado, pero cuando vamos al supermercado, pocos, muy pocos, se fijan en el lugar de procedencia de esas carnes.

No sólo estas explotaciones industriales pueden ser un peligro para la salud humana, sino también para la salud ambiental. Os recomiendo un documental esclarecedor: Pig Business. Es la historia rodada por Tracy Worcester, ecoactivista británica que nos descubre quién paga el precio real de la carne de cerdo importada a bajo precio. Lo habéis acertado, siempre pagan los mismos, los pobres, los hábitats contaminados, los animales obligados a vivir en unas condiciones dantescas. Y siempre ganan los mismos, los grandes capitales, capaces de hacer pingües negocios con tan sucios productos.

Como Smithfield Foods, el productor de carne de cerdo más grande del mundo, 52.000 empleados procesando 27 millones de cerdos al año en 15 países y acumulando ventas anuales de alrededor de 11.000 millones de dólares en 2010. Lo de menos para estas grandes empresas es que su lucrativo negocio dañe la salud humana, contamine el medio ambiente, acelere el calentamiento global, destruya las comunidades rurales y cause un sufrimiento inaceptable a los animales. Lo único importante para ellos son los dividendos.

Al final, si echamos cuentas, esas carnes baratas importadas de vaya usted a saber dónde y en qué condiciones nos salen caras, muy caras. ¿No os parece?

Os dejo el documental completo para que saquéis vuestras propias conclusiones.

**Comparte con tus amigos este post:

Bookmark and Share

La caza nos mata (a todos)


Los cerca de un millón de cazadores españoles matan cada año 4,2 millones de conejos, 3 millones de perdices, 1,2 millones de liebres, 1,3 millones de codornices, 5 millones de palomas, becadas y patos, 120.000 jabalís y 60.000 ciervos (según Anuario INE). Para lograr tan sangrienta estadística disparan no menos de 250 millones de tiros. Ello supone arrojar anualmente al campo, al aire, a los cultivos, al agua, más de 4.000 toneladas de plomo, un metal pesado extremadamente tóxico.

No es una exageración ecologista. Dos recientes estudios de destacados profesores del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) advierten de que esta permanente e invisible contaminación supone “una seria amenaza” para nuestra salud y la de la fauna salvaje. Y solicitan el cambio urgente de la munición por metales menos peligrosos en balas y cartuchos.

¿Se acuerdan de esas perdices o conejos guisados en los que la aparición de algún perdigón entre la carne era síntoma de su pedigrí campestre? Son puro veneno. Especialmente si los animales están cocinados en escabeche, pues el vinagre facilita la disolución del metal y el consecuente incremento de sus concentraciones en sangre. Los estudiosos además han constatando que aún quitando los perdigones antes de la cocción las concentraciones de plomo quedan casi intactas. Una vez ingeridos, este tipo de metales pesados se van acumulando poco a poco en el organismo, aumentando los niveles hasta provocar graves enfermedades e incuso la muerte. También en estos casos los niños son especialmente sensibles al veneno, ajenos al peligro que entraña el comer el jabalí que cazó su padre.

Resulta increíble. La Unión Europea ha prohibido el uso del plomo en pinturas y reducido a mínimos su presencia en los combustibles, pero no ha extendido esta prohibición a la munición cinegética. ¿A qué esperan?

Aquí os paso el enlace de los dos trabajos científicos en donde se advierte del peligro para hombres y animales de usar munición de plomo:

Deborah J. Pain, Ruth L. Cromie, Julia Newth, Martin J. Brown, Eric Crutcher, Pippa Hardman, Louise Hurst, Rafael Mateo, Andrew A. Meharg, Annette C. Moran, Andrea Raab, Mark A. Taggart y Rhys E. Green (2010). “Potential Hazard to Human Health from Exposure to Fragments of Lead Bullets and Shot in the Tissues of Game Animals”. Plos One 5 (4): e10315. Doi:10.1371/journal.pone.0010315. Artículo de acceso libre.

Sergio A. Lambertucci, José A. Donázar, Fernando Hiraldo (2010). «Poisoning people and wildlife with lead ammunition: time to stop». Environmental Science and Technology, 44 (20), pp 7759–7760. Artículo de acceso libre.

Foto: © Hunter portrait / Dreamstime.com

**Comparte con tus amigos este post:

Bookmark and Share

Bisfenol A, el asesino químico de los biberones

Vivimos rodeados por más de 100.000 sustancias químicas artificiales creadas en laboratorio. Cada año inventamos 5.000 nuevas. Más de 2.000 causan cáncer o alteran gravemente nuestro sistema hormanal. La mayoría están muy controladas, pero otras son invisibles; se encuentran en todas partes, nos matan pero son legales. De momento.

El Bisfenol A es uno de estos asesinos químicos silenciosos, capaz de esconderse en lugares tan aparentemente seguros como biberones y chupetes. Un agente tóxico que puede ocasionar diabetes, cáncer de mama y de próstata, además de trastornos hormonales, en el sistema reproductivo (daña la calidad del esperma), complicaciones cardiovasculares, alergias o asma. Precisamente esas enfermedades emergentes propias, según nos dicen las autoridades, de nuestros nuevos hábitos de vida. ¿No estarán provocadas por tanta química?

El Instituto Sindical de Trabajo, Ambiente y Salud (ISTAS) del sindicato Comisiones Obreras ha lanzado una campaña que pretende sensibilizar a la población sobre los riesgos del bisfenol A (BPA). Un vídeo que puede descargarse en este enlace advierte sobre el peligro de esta sustancia.

Según denuncia CCOO, el BPA se puede encontrar en varios productos de consumo y de uso profesional: desde los discos compactos (CD) hasta las lentes de gafas, pasando por el papel térmico, dispositivos médicos y empastes dentales, envases plásticos retornables de zumos, leche y agua, interior plástico de latas de conserva e incluso contenedores para microondas y utensilios de cocina. También se puede encontrar bisfenol A en biberones y chupetes, lo que «puede provocar efectos adversos en el cerebro, la conducta y la glándula prostática en fetos, bebés y niños de corta edad», explican los promotores de la campaña.

Evitarlo es imposible, aunque el símbolo de reciclaje puede ayudarnos. De los diferentes tipos de plástico usados en embalaje, algunos del tipo 7 (policarbonato y resinas epoxi) y los plásticos de tipo 3 (PVC) pueden contener bisfenol-A.

Según datos de ISTAS, cuatro empresas producen en Europa un total de 1.400.000 toneladas al año. Una de ellas está en España (Cartagena, Murcia), donde se fabrican más de 250.000 toneladas anuales.

Asimismo, diversos estudios han detectado la presencia de esta sustancia en el 95 por ciento de las muestras de sangre y orina de la población analizada.

Muchos países -como Reino Unido, Canadá, Dinamarca, Francia, Suecia, EEUU o Italia- han prohibido ya o se encuentran en proceso de prohibición del uso de bisfenol A en cualquier plástico usado para fabricar biberones o envases de alimentos.

Por todo ello, un grupo de 19 científicos y 41 asociaciones sindicales, del medio ambiente y de la salud de todo el mundo ha solicitado a la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA) que considere todos los estudios disponibles y endurezca las medidas que se aplican sobre el bisfenol A. ¿A qué esperan para hacerlo?

**Comparte con tus amigos este post:

Bookmark and Share

¿Volveremos al botijo?

La abuela está asustada. Cuando ella iba a trillar al campo hacía tanto calor como ahora y se pasaban todo el día al sol, pero tan sólo llevaban un botijo de agua para toda la familia “Y qué rica y fresca estaba”, me asegura. Los más pequeños eran los encargados de ir todos los días a la fuente a por ella. Ahora nos ve a todos acarreando pequeñas botellas de plástico por las que pagamos un dineral, cuando el grifo nos la ofrece en abundancia y casi gratis. No lo entiende.

Resulta difícil de explicar que en apenas 25 años los españoles hayamos pasado de beber exclusivamente agua de grifo a ser el sexto país del mundo que más agua embotellada consume, 5.500 millones de litros al año. Máxime si se tiene en cuenta que la calidad de ese líquido elemento de marca suele ser similar a la de las cañerías, pero su precio resulta 300 veces mayor.

En realidad el agua embotellada no vale nada. Más del 90% del precio se lo lleva el embotellado, el transporte, la distribución y la publicidad. Y para producir esos 2,7 millones de toneladas de botellas de plástico anuales que apenas reciclamos y tardan casi mil años en degradarse es necesario consumir millones de litros de petróleo. El mismo oro negro que está destruyendo las playas paradisíacas de Florida, donde la gente bebe compulsivamente aguas traídas de países remotos cuya población local no tiene garantizado el acceso a agua potable.

No se trata de volver al botijo pero ¿por qué no podemos volver al agua de grifo? ¿Por qué no optar por filtros para reducir el mal sabor? ¿Por qué no rescatar del armario las viejas cantimploras o reciclar botellas? ¿Por qué no pedirla en los restaurantes? Es verdad, resulta cutre. Y además, no vamos a estropearle el negocio a las grandes multinacionales de la alimentación, con el calor que hace.

**Comparte con tus amigos este post:

Bookmark and Share