La crónica verde La crónica verde

Podrán cortar todas las flores, pero no podrán detener la primavera. (Pablo Neruda)

La poesía también sueña con golondrinas heroicas

La reciente visita a Fuerteventura del escritor Óscar Esquivias tuvo premio doble. Disfrutar en casa de tan maravillosa persona y hacernos intercambio de libros. Uno es una joyita, el regalo perfecto para un enamorado de la poesía y la ornitología como yo. Balada de las golondrinas, de Eduardo Fraile (Editorial Pre-Textos, 2009). Qué gozada. Mínimo, casi artesano. Un libro dedicado en su integridad a las golondrinas.

Son versos tan sonoros como ellas, brindado a ellas, a sus vuelos pero especialmente a sus cantos, esa algarabía atropellada, charlatana, que tanto me ha maravillado siempre y veo con placer que igualmente enamora a Eduardo Fraile. «Lenguaje indescifrable, prodigioso y meridional», lo define el poeta. Sus golondrinas son muy especiales, las de Castrodeza, el pueblecito vallisoletano (160 habitantes) de sus abuelos maternos donde ha pasado veranos infantiles e imagino que algún que otro retiro adulto.

Una primavera más, estos pájaros mágicos vuelven a visitarnos. En los pueblos ya saben de sus parloteos. ¡Tienen tanto que contarse! Regresan de un viaje imposible, miles de kilómetros por Europa y África, siempre alegres y cantarinas.

Récord viajero

A algunas se les fue la pinza en esto de volar. Como la golondrina anillada en septiembre de 2016 en Azuqueca de Henares (Guadalajara) y recuperada viva en una sesión de anillamiento científico en Mpumalanga, Sudáfrica, el pasado 26 de marzo a más de 8.000 kilómetros de distancia.

Imagino que se puso a hablar mientras volaba hacia el Sur, dale que te dale al pico, y cuando se quiso dar cuenta se le había acabado el continente africano. Lo lógico era que hubiera parado en el golfo de Guinea, donde pasan el invierno la mayoría, pero como diría Eduardo Fraile, algunas tienen»el secreto de la velocidad de la luz».

Aventuran los ornitólogos de SEO/BirdLife con la posibilidad de que esta loca fuera británica y no azudense, pues las poblaciones inglesas tienden a pasar el invierno en su antigua colonia africana. Más loca entonces me parece la doña. Meterse entre pechuga y plumas 10.000 kilómetros para abajo y 10.000 kilómetros para arriba en el mismo año no lo hace nadie en sus cabales.

Cada vez menos golondrinas

Por desgracia cada vez es más raro escuchar sus parloteos. Gracias a los programas de ciencia ciudadana de SEO/BirdLife, realizados con la colaboración de miles de voluntarios, se sabe que la golondrina ha sufrido un descenso en sus poblaciones de más de un 30% en la última década. Un dato muy preocupante, al evidenciar que si ellas, que según una bella leyenda española son aves sagradas pues quitaron con sus picos las espinas de la corona de Jesucristo (de ahí que tengan el pecho rojo), no son capaces de vivir junto a nuestra cada vez más tóxica compañía como han hecho durante siglos, mal lo tendremos nosotros.

En 2004 se calculó que había cerca de 30 millones de ejemplares en España. Desde entonces, con un descenso mayor del 30%, se estima que perdemos al año un millón de golondrinas. Una tragedia.

El uso de pesticidas, el abandono rural y los nuevos modos de arquitectura donde se deja poco espacio para sus nidos parecen estar detrás del declive de esta popular ave migratoria.

¿Vuelven todos los años las mismas golondrinas?

Consideramos a las golondrinas símbolo de lealtad y fidelidad, felicidad matrimonial y buena suerte en el hogar, pero la realidad nunca es tan perfecta como pensamos. Muchas golondrinas mueren en esos largos viajes y son sustituidas en el nido por nuevos ejemplares.

Otras veces las hembras no son muy fieles que digamos, pues suelen engañar o abandonar a sus parejas si encuentran otro macho con el plumaje más vistoso y colorido. Como la vida misma.

Pero no nos desilusionemos. Para levantar el ánimo en ciertos momentos, como ahora mismo, es preferible dejarse llevar por la poesía. Pensar que siempre son las mismas golondrinas las que nos visitan y nos conocen, como este precioso poema del libro de Eduardo Fraile que tanto os recomiendo.

Sé que me véis y me reconocéis
cada nuevo verano, y sé que me esperáis
y que guardáis memoria
de quienes fuimos, aunque ya seáis otras
y nosotros tampoco seamos los mismos…

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