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Podrán cortar todas las flores, pero no podrán detener la primavera. (Pablo Neruda)

Fuerteventura logra la cuadratura del círculo con la gestión integral del agua

agua

La isla canaria de Fuerteventura es un desierto rodeado de agua… salada. Altas temperaturas, vientos constantes, estériles tierras salinizadas, sin ríos de agua dulce y con un régimen de lluvias tan escaso como irregular (apenas cien litros al año) hacen muy difícil la vida.

Precisamente por esta escasez, la supervivencia de sus habitantes ha estado siempre ligada al agua. A la falta de agua para ser más precisos, la lógica de un terreno extremadamente árido en mitad del Atlántico y a escasamente 100 kilómetros de distancia de las costas del Sáhara, el desierto más terrible del Planeta.

Burro noria PájaraEsta penuria ha caracterizado con dureza extrema la forma de vida de sus moradores. Histórica y prehistóricamente, pues ya los primitivos aborígenes de la isla (los majos, de ahí el gentilicio actual de majoreros) desarrollaron los primeros sistemas hídricos para garantizarse el uso eficiente de este sustento vital.

Dividían el espacio de acuerdo con la existencia de manantiales, instalaban sus chozas y ganados junto a las fuentes, mataban y morían por su control. La presencia de agua distribuyó a la población. Su dominio determinó las estructuras sociales de poder. Su aprovechamiento alumbró originales sistemas de gestión hidráulica, seleccionó cultivos, diseñó economías, modeló el paisaje. Su parquedad mataba. Las sequías periódicas, los años ruines como los llaman aquí, marcaban el calendario de emigración, hambre y muerte.  Así durante 2.000 años. Así hasta que en una fecha tan reciente como 1970 llegó la desalación.

El milagro, el sueño de beber agua del mar de forma fácil y sencilla, empezó a ser tecnológicamente posible muy tarde. A mediados del siglo XX. Fue la gran revolución. Agua abundante y para todos. Tanta que obligó a desarrollar los primeros sistemas de depuración de aguas residuales, hasta entonces innecesarios en un territorio donde nunca había sobrado. Suficiente incluso para permitir en la actualidad lo más impensable. Cerrar en espiral el ciclo del agua y reaprovechar agrícolamente mucha de esa agua sobrante por sucia.

Este reportaje trata de explicar el milagro de una gestión integral y ejemplar del agua. Un modelo único con vocación de ser copiado en todo el mundo para beneficio de la Humanidad.

Hasta la última gota

“En Fuerteventura no se desperdicia ni una gota de agua. Al menos ese es nuestro objetivo”, asegura Andrés Díaz Matoso, consejero del Cabildo de Fuerteventura y vicepresidente del Consejo Insular de Aguas.

El mérito es de todos. De los majoreros, acostumbrados desde niños a no malgastar el agua, pero también de unos avances técnicos y de unas ayudas económicas estatales impensables hace apenas unas décadas.  La implementación de las últimas tecnologías ha sido fundamental. También la garantía energética de contar con un abastecimiento asegurado de petróleo, en los últimos años complementado con el desarrollo de energías sostenibles basadas en el viento y el sol, dos recursos tan inmensos como hasta el momento poco aprovechados.

“Hoy las ciencias adelantan que es una barbaridad, una brutalidad, una bestialidad”, que dirían don Hilarión y don Sebastián en la famosa Verbena de la Paloma. Tanto que en Fuerteventura se está a punto de lograr, no ya la imposible cuadratura del círculo, sino el círculo del círculo.

Me explico. Al conocido ciclo del agua (mar, nubes, lluvia, mar) se le ha aplicado en la isla el concepto de economía circular o sostenible, donde todo se reutiliza y nada se desaprovecha. Ni una gota, como recuerda el consejero.

Desalación de agua de mar

No hay agua dulce en la isla. Nada. Ningún río que pueda llamarse así. Apenas unos pocos tramos de barranco con estacionarios regatos salobres donde sólo sobrevive el tarajal o taray, un árbol capaz de sudar todas las mañanas el exceso de sal absorbido por sus raíces.

¿Habrá pozos?, preguntará el lector. Los hay y muchos, pero inservibles debido a la mala calidad de sus agua o, directamente, a haberse secado por culpa de la sobreexplotación. Un estudio insular realizado en 1983 inventarió un total de 2.238 pozos tradicionales repartidos de desigual manera en sus seis municipios: 1.075 en el de Tuineje, 377 en el de Antigua, 360 en el de Pájara, 212 en el de Betancuria, 168 en el de Puerto del Rosario y 46 en el de La Oliva. Muy hondos, pues aquí el agua es cicatera incluso bajo tierra. Entre 15 y 45 metros de profundidad, pero hay algunos con hasta 70 metros de hondura. A ellos se suman 482 captaciones perforadas, tuberías incrustadas a profundidades de hasta 160 metros.

Todos los estudios realizados hasta la fecha confirman la generalizada mala calidad de las aguas subterráneas de Fuerteventura dado sus altísimos valores de sales disueltas. Como explica el majorero Juan Miguel Torres, doctor en Biología experto en suelos y sistemas tradicionales de cultivo, estas aguas de pozo tienen concentraciones superiores a los 2 gramos de sales por litro, siendo frecuentes con más de 6 gramos e incluso 13 gramos. Para hacerse una idea, aclara Torres, el valor recomendable en aguas potables debe de estar entorno a 0,2 ó 0,3 gramos por litro y el del mar canario tiene 34 gramos. “Con esos niveles tan altos son aguas muy saladas que no se pueden beber ni siquiera utilizar para regar pues matan a las plantas y estropean las tierras fértiles”, afirma.

Para este problema hay una alternativa. Tecnológica, claro está. Desalinizar las aguas salobres de los pozos, una actividad fundamental para cubrir parte de la elevada demanda hídrica del sector agrícola-ganadero, principalmente la relativa al cultivo del tomate.

Son pequeñas desaladoras instaladas junto a los invernaderos capaces de retirar parte de la sal que, de otra manera, secaría a las plantas. En la actualidad, y según datos del Consejo Insular de Aguas de Fuerteventura, hay instaladas unas 25 de estas infraestructuras, ubicadas principalmente en el término municipal de Tuineje, el más tomatero de la isla.

Otros riegan directamente con agua potable. No les queda mas remedio. Para favorecer su uso sin empeñar las maltrechas economías de los pequeños productores agrícolas, el Cabildo les ofrece una tarifa especial de “agua agrícola” que reduce su precio a menos de la mitad.

Sin pantanos

“Pues que hagan pantanos”, replicará el lector más impaciente. Eso se pensaba antes. Que hacer embalses sería el mejor remedio para paliar la sed endémica de la isla. Incluso el dictador Francisco Franco, cuando en 1950 decidió “apadrinar” personalmente a la empobrecida Fuerteventura, mandó a sus ingenieros militares hacer esas mismas represas que tan buenos resultados les estaban dando en la Península, al menos en cuanto a propaganda política; de ahí el mote de Paco Rana, pues el Generalísimo saltaba cual batracio de pantano en pantano para regocijo del NO-DO.

Embalse de Las Peñitas

Embalse de Las Peñitas

Se hicieron y ampliaron algunos, pero han cosechado un rotundo fracaso. Muy pronto las aguas de escorrentía cargadas de tierra los han colmatado. El poco agua recogida es además muy salada debido a la presencia de fuentes salobres en sus inmediaciones, inútil para beber e incluso para regar.

A la sombra de estas infraestructuras, desde 1981 el Cabildo Insular ha excavado infinidad de pequeñas presas secas a lo largo de toda la isla, más de 500, tan numerosas como poco útiles. El agua embalsada en ellas es escasa y rápidamente desaparece, pero al menos ayuda a recargar las exiguas reservas hídricas subterráneas.

Sistemas tradicionales de almacenamiento de aguas superficiales como aljibes, maretas, tomaderos, gavias y nateros, ya sea por captación directa de la escorrentía o mediante derivación por alcogidas, azudes, coladeras y caños, siguen siendo eficaces para mantener una agricultura familiar, pero no permiten garantizar los actuales niveles de rentabilidad propios del siglo XXI.

Beber agua del mar

Todo el agua potable utilizada en Fuerteventura, tanto la que sale del grifo como la que llena las piscinas de los hoteles, procede de plantas desaladoras capaces de hacer bebible el agua del mar. Y que llega a todas las casas y explotaciones ganaderas, por alejadas que éstas estén, a través de una intrincada red de tuberías de varios cientos de kilómetros de longitud instalada y mantenida en su mayor parte por el Consorcio de Abastecimiento de Agua de Fuerteventura (CAAF), empresa 100% pública dedicada a la producción y distribución de agua desalada en la isla.

Sin embargo, esta distribución todavía es imperfecta. Un reciente informe del Tribunal de Cuentas señala que el 37% del agua producida se pierde por el camino. Además del inexcusable desperdicio, conllevó un coste medio anual superior a los cinco millones de euros.

Para garantizar las necesidades hídricas de sus 107.000 habitantes, sus 110.000 cabras y sus casi 3 millones de turistas al año, en la isla se extraen del mar y desalan unos 65.280 metros cúbicos diarios, de los que unos 41.100 proceden de desaladoras públicas y 24.100 de instalaciones de titularidad privada.

Desaladora de Puerto del Rosario

Interior desaladora de Puerto del Rosario

Hay en total funcionando día y noche 28 “fábricas de agua”, 22 de ellas para uso exclusivo de hoteles y pequeñas urbanizaciones. Son infraestructuras que consumen una ingente cantidad de electricidad en un territorio donde la energía proviene mayoritariamente de una única central térmica tipo diesel abastecida con gasóleo, uno de los derivados más contaminantes del petróleo y que llega periódicamente en buques cuyo trasiego es otra importante amenaza ambiental para las costas canarias. Pero este consumo despiadado de combustibles fósiles está empezando a ser sustituido, lentamente, por energías renovables.

La desalación de agua en la isla avanza hacia la autosuficiencia energética gracias a la construcción de parques eólicos asociados a las potabilizadoras. Ello permitirá que el 100% de la producción del CAAF se genere a partir de fuentes renovables de energía. Una alternativa práctica y efectiva para reducir costes de producción y reducir la emisión de gases de efecto invernadero.

El primer exitoso caso práctico se ha desarrollado en la planta desaladora de la muy turística localidad de Corralejo, en el extremo norte de la isla. Allí funciona desde 2010 un parque eólico de autoconsumo de 1,7 megavatios de potencia integrado por dos aerogeneradores.

Desaladora de Corralejo

Desaladora autosuficiente de Corralejo

Después de su puesta en funcionamiento en el año 2010, produce más del 80% de la energía que consume al cabo del año y alcanza picos de producción absoluta, es decir, el 100% de la energía consumida e incluso más, sobrante que se vende y vierte a la red eléctrica general.

Próximamente se espera la instalación de otros dos aerogeneradores semejantes en la planta de Puerto del Rosario. Y ya se está estudiando poner un tercero en la de Gran Tarajal.

Depuración de aguas residuales urbanas

Hay agua para todos, pero una vez utilizada es necesario depurarla para evitar contaminar un entorno muy valioso: Fuerteventura y sus mares son Reserva de la Biosfera desde 2009 por decisión de la Unesco.

La capacidad de depuración de aguas residuales instalada en la isla se estima en unos 14,31 Hm³/año. De las 72 Estaciones Depuradoras de Aguas Residuales (EDAR) existentes, 17 son de gestión municipal y el resto abastece a urbanizaciones.

Eso para las ciudades. Las viviendas construidas en pueblos o en diseminado están obligadas desde hace 20 años a contar con un sistema propio de depuración. En tales asentamientos, donde resulta económicamente inviable ejecutar una red de saneamiento conjunta, se vienen instalando pequeñas estructuras prefabricadas cuya agua tratada permite regar los árboles y flores de la propia finca.

Las edificaciones más antiguas tan sólo cuentan con fosas sépticas donde se van acumulando todas las aguas negras de a casa, pero para ellas también hay una solución sencilla, al menos en Puerto del Rosario. Allí su EDAR, la más moderna de la isla, dispone de una línea de tratamiento adicional preparada para tratar los fangos provenientes de pozos negros y otras depuradoras. Un servicio municipal de camiones cisterna a domicilio permite recoger esas aguas negras y descargarlas en unas arquetas de recepción, donde serán depuradas junto al resto de los vertidos urbanos.

También en la depuración de aguas residuales se nota el impacto del turismo. Las instalaciones de la capital, con 36.000 habitantes, pueden depurar hasta 4.200 m³/día, mientras que en el municipio de Pájara, con 19.000 habitantes pero 18.000 plazas hoteleras y extrahoteleras, su capacidad de depuración es de 18.678 m³/día, más de cuatro veces superior.

La razón de este desfase es fácil de explicar. El gasto turístico de agua es muy superior al que hacen los residentes. Se calcula que por cada plaza alojativa se consumen 320 litros de agua diarios.

El proceso de tratamiento instalado en la mayoría de las depuradoras majoreras corresponde al denominado “biológico convencional de lodos activos en su modalidad de baja carga”. Tan sólo las de Puerto del Rosario, Corralejo y Gran Tarajal cuentan con un tratamiento terciario mediante microfiltración capaz de dar una segunda oportunidad a las aguas sucias; su reutilización como agua de riego. De esta forma se cierra el círculo inteligente del agua en Fuerteventura: mar, potabilizadora, uso, depuración, riego y vuelta al mar.

El proceso todavía no es perfecto. Las tres plantas majoreras con sistema terciario son capaces de producir al día, listos para el riego, unos 6.500 metros cúbicos de efluentes. Pero actualmente hay más oferta que demanda. Así, sólo un tercio de las aguas depuradas de la capital son reutilizadas para regar parques y jardines. El resto se tiraba al mar.feature_produccion-001

Red insular de agua de riego

A semejanza del sistema utilizado para llevar agua potable a todos los majoreros y visitantes, el Consejo Insular de Aguas de Fuerteventura ha comenzado la instalación de una red de canalización de aguas depuradas para uso agrícola que aspira a abastecer el sediento campo isleño. La primera fase del proyecto permitirá la puesta en servicio de una red de riego, de aproximadamente unos 13 kilómetros de largo, que tiene por objetivo aprovechar el agua depurada que se produce en la EDAR de Puerto del Rosario para regar una superficie de cultivo de en torno a las 72 hectáreas en las cuencas de Guisguey y La Herradura. En próximas fases se espera extender la distribución a la zona centro y sur de Fuerteventura.

Su puesta en funcionamiento supondrá además un impulso a la ganadería local, al posibilitar el producir en la propia isla alimento para los animales a precios asequibles, ya que actualmente todo el forraje y pienso se compra a países tan lejanos como Argentina o Estados Unidos.

El compromiso de la isla majorera por la gestión integral del agua es un compromiso de sus gentes a favor del desarrollo sostenible. Complicado cuando se asocia al turismo de masas, cuando el 99% de los alimentos se producen fuera, cuando después de siglos de abandono y aislamiento hay tanto por hacer y mucho de lo hecho se hizo a empujones de una explosiva burbuja inmobiliaria responsable de haber reventado inútilmente paisajes únicos.

Una tierra ermitaña que, como aseguró don Miguel de Unamuno hace un siglo, no miente:

“Fuerteventura dice al hombre, dice a sus hombres, a sus hijos, la verdad desnuda y descarnada, el esqueleto de la verdad. El que miente aquí es el cielo, que se cubre de nubes y no llueve”.

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