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Podrán cortar todas las flores, pero no podrán detener la primavera. (Pablo Neruda)

Entre gansos y avutardas por la resucitada laguna de La Nava

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Primer día de la ruta de las aves Bird Flyway. 1.700 kilómetros de norte a sur siguiendo a los ánsares escandinavos en su viaje hacia el sur de España.

Primera estación: la laguna de La Nava (Palencia). El antiguamente conocido como Mar de Campos fue una gran laguna esteparia de unas 2.500 hectáreas que en años lluviosos llegaba a doblar su superficie. Desecada en 1968 para acoger a los habitantes de los pueblos que iban a desaparecer bajo el embalse de Riaño (León), a partir de 1991 ha logrado recuperar parte de su esplendor perdido gracias al empeño de varias organizaciones conservacionistas. Es apenas un 15% de lo que fue, pero suficientes como para haberse convertido en uno de los humedales más importantes del norte español.

Me espera en Palencia Fernando Jubete, viejo amigo de correrías naturalistas. Ya en la lejana época en que nos conocimos, estudiantes adolescentes de instituto, estaba empeñado en lograr que algún día volviera el agua a La Nava. Con la colaboración primero del Grupo Hábitat y después de la Fundación Global Nature, el sueño de este joven palentino se ha hecho realidad. Y es también él quien ahora coordina desde la Sociedad de Ciencias Aranzadi la ruta ecoturística Bird Flyway. Será nuestro guía de lujo en tan peculiar press trip.

Viendo avutardas

Viendo avutardas por Tierra de Campos.

Antes de llegar a La Nava nos metemos con el todo terreno por los embarrados caminos en busca de los grandes barbones. Y enseguida localizamos las primeras 50 avutardas cerca de Abarca de Campos. También vemos los primeros ánsares. Un pequeño bando aparece desde el sur volando en clásica formación en uve mientras el mortecino sol de invierno empieza a ocultarse por detrás de las nubes. Hay apenas 10 grados de temperatura, pero para las cantarinas calandrias y alondras el tiempo debe parecerles magnífico.

Nos acercamos por fin al observatorio de Fuentes de Nava para disfrutar de la entrada de los ánsares a la laguna, donde pasarán la noche en ruidoso dormidero. “Para mí esto es lo más bonito de La Nava”, asegura sin rodeos nuestro guía Fernando Jubete. Aquí acudía en una vieja bicicleta desde Palencia, siendo todavía un niño, para ver el espectáculo. Y aquí se ha venido a vivir para poder disfrutarlo todos los días. Una cotidianidad que no ha logrado reducir la emoción que sigue sintiendo al contemplar en estos fríos atardeceres castellanos la lluvia de gansos cayendo en vocinglero tropel sobre la laguna.

Hay también un gran bando de estorninos, más de un centenar, moviéndose en compacta pero caprichosa nube por el cielo palentino; posándose y volviendo a volar inquietos. Nerviosos quizá por la cercana presencia del lobo. Porque el cánido salvaje se deja ver con mucha frecuencia por estos lares.

«Hace cuatro días fotografiamos un gran lobo junto a la laguna”, explica Jubete. Aquí la población lobuna está mucho mejor conservada que la que sobrevive en las montañas, pues tienen mucha comida salvaje y apenas se producen conflictos con los ganaderos. Sorprende saber que en estas llanuras descarnadas de Tierra de Campos haya varias manadas. Algunas hembras han llegado a criar a menos de dos kilómetros del pueblo. “Si viniéramos con tiempo los veríamos”, asegura sin titubeos Jubete.

Concierto con plumas

Con las últimas luces empiezan a llegar los primeros bandos de cientos de gansos mientras como fondo se escucha el ronco voznar del rascón y la poco imaginativa melodía del ruiseñor bastardo. También oímos el característico gruir de las grullas; unas 150 aves, todo un espectáculo en Tierra de Campos que se mezcla con los graznidos de los ánsares y el parpar de miles de inquietos ánades silbones, cucharas, frisos, reales y demás volatería.

Calculamos 5.000 gansos. No está mal. La semana pasada se censaron aquí 12.000. En invierno llegan a máximos de hasta 22.000, que unidos a los que duermen en la cercana laguna de Bohada pueden llegar alcanzar los 40.000 ejemplares. Los primeros llegan de las frías tierras escandinavas a mediados de octubre, pero no es hasta finales de noviembre cuando de verdad aparecen los grandes bandos.

Los grupos más tardíos, ya casi sin luz, llegan raudos desde un oeste de nubes enrojecidas de colores y pasan sobre nuestras cabezas para caer pesados sobre las frías aguas de la laguna. Poco a poco llega la oscuridad y se hace el silencio. “Esto ya está visto”, espeta nuestro guía. “Vamos a cenar a casa”.

Habrá que trabajar algo. Mientras se hacen las tortillas de patata es el momento para conocer en detalle el proyecto de ecoturismo que nos ha traído a estas tierras. BirdFlyWay: la ruta de las aves migratorias. “Una experiencia transeuropea de naturaleza”, nos acota Jubete. Dos especies, el ganso y el águila pescadora, conectando gentes, espacios y culturas. Desde Suecia y Finlandia hasta Doñana para el primero, desde Escocia a Senegal para la segunda.

Un remedo de camino laico de Santiago dedicado a nuestras aves más sorprendentes. Diseñado para todos los públicos, familias y pelajes, pues no hace falta ser un experto. En realidad, pescadoras y gansos son la gran escusa para viajar conociendo lugares increíbles que de otra forma se nos habrían escapado. Nuestra gran escusa para esta semana viajera.

Amanecer en Tierra de Campos

La NavaNuestro alojamiento esta noche será una casa de turismo rural localizada en Fuentes de Nava. Se llama Estrella de Campos y es una de esas iniciativas empresariales que han surgido en la zona gracias al interés turístico del recuperado espacio natural.  La disfrutaremos poco, pues a las 8 de la mañana del día siguiente ya estamos de nuevo en el escondite esperando el amanecer entre gansos y demás pajarería. La temperatura a esas horas es inusualmente suave. Ha llovido débilmente por la noche, los cielos están despejados y el termómetro marca 8 grados centígrados sobre cero, cuando lo normal aquí es que fueran bajo cero. Cosas del cambio climático.

109 grullas (Grus grus) salen madrugadoras de la laguna. Estarán en Palencia alguna semana más, hasta que el frío las obligue a seguir camino hacia el sur.

Con las primeras luces del alba empiezan a volar los gansos en bandos dispersos. Son pájaros llegados de la tundra hace apenas un mes, especialmente del noroeste de Noruega. Nos lo confirma uno de ellos. Luce un collar de plástico color azul con el código O|CF que permitirá conocer a los biólogos los detalles de su periplo vital por Europa. Verlos salir volando de la laguna, con la torre de la iglesia de Fuentes de Nava como fondo, resulta un espectáculo único.

Avetoro

Avetoro en la laguna de La Nava.

Hay ánades, silbones, cercetas, chorlitos, avefrías y zampullines pululando por el agua, pero la gran sorpresa nos la llevamos muy cerca de donde estamos escondidos. De repente aparece entre los carrizos el avetoro (Botaurus stellaris) , una rechoncha garza tan esquiva y amenazada que apenas hay observaciones de ella por estos lares.

Logro hacerle una foto con el móvil a través del telescopio y al momento su imagen empieza a circular por los correos y whatsapp de los más friquis pajareros de este país. Alguno no aguantará y apenas una hora después habrá llegado a toda velocidad desde Burgos con la ilusión de poderlo ver con sus propios ojos. No tendrá nuestra suerte.

Observatorio

Enrique Gómez y José Tomé.

A las 9 de la mañana ya no quedan gansos ni grullas en La Nava. Se han ido todos a comer a campos cercanos. Decidimos seguir el sendero y acercarnos caminando al observatorio Colada de Carrepalencia. Allí nos encontramos con Enrique Gómez y José Tomé, técnicos de la Junta de Castilla y León encargados de censar las aves de la laguna. Para tener la mejor visión posible se han subido al tejado del edificio, desde donde tienen unas vistas únicas. Lo hacen cada 15 días.

El conteo no ha ido nada mal. Hoy había 12.000 gansos. Muchísimos si se compara con los de las famosas lagunas de Villafáfila (Zamora), donde la falta de agua de este otoño tan seco explica que apenas haya ahora 3.000 ánsares silvestres, cuando lo habitual sean varias decenas de miles.

Buscando avutardas y sisones

Salimos de la laguna en busca de aves de secano: las esteparias. Antaño estas aves eran muy frecuentes en la comarca, pero el masivo uso de herbicidas y pesticidas, destrucción de linderas, abandono de las prácticas agrícolas tradicionales, desaparición de la ganadería extensiva, tendidos eléctricos y un largo etcétera de silenciosos desastres ambientales han acabado con la mayor parte de la biodiversidad de Tierra de Campos.

Las avutardas (Otis tarda) se mantienen de momento en buenos números, pero su éxito es un espejismo, pues otras aves más pequeñas como las calandrias o las alondras están en mínimos. Inútil buscar sisones o alcaravanes. Han desaparecido.

De la Rúa

Pedro de la Rúa muestra mapa de La Nava.

Decidimos disfrutar de la observación de aves esteparias desde la ermita del Santo Cristo de Acebes, cerca de Guaza de Campos (Palencia). Se trata de uno de los retos propuestos por Bid Flyway. Desde este pequeño cotarro se pueden ver en primavera más de un centenar de machos de avutarda en celo. Utilizando un buen telescopio, claro está.

No tenemos suerte esta vez, así que nuestro guía nos lleva por embarrados y resbaladizos caminos hasta dar con ellas. 20 al principio, 40 más unos kilómetros después. Magníficas con ese aspecto de grandes pavos empenachados. Aves tardas en volar, de ahí su nombre. La más voluminosa de las especies de la avifauna ibérica y una de las aves voladoras más pesadas del planeta. Un macho puede alcanzar un peso cercano a los 18 kilogramos, lo que lo sitúa al borde mismo de la capacidad de volar.  Un par de kilos más y no podrían dar ni saltos.

En la Casa del Parque

Dejando un reguero de barro llegamos a la Casa del Parque de La Nava, en Fuentes de Nava. Nos recibe Pedro de la Rúa, vigilante y técnico de mantenimiento de la laguna. También es el encargado de controlar la población de visón americano (Neovison vison), una voraz especie escapada de las granjas peleteras capaz de matar todo tipo de animales protegidos. Desde el año 2005 Pedro ha logrado capturar 228 ejemplares, pero sabe que su trabajo no tiene final. Cada vez que se abren las esclusas para llenar de agua el espacio entran nuevos matadores.

40 compuertas, aquí llamadas chupones, permiten inundar periódicamente La Nava. Se da así entrada o salida a un agua traída del Canal de Castilla, una de las obras de ingeniería hidráulica más importantes hechas en la ilustrada España entre mediados del siglo XVIII y el primer tercio del XIX. Y es que hasta el agua tiene aquí fabulosas raíces históricas, razón de más para visitar la cercana esclusa número 1 en Abarca de Campos. Una de las 49 esclusas construidas para salvar los 150 metros de desnivel a lo largo de los 207 kilómetros de recorrido del canal.

Copiando a la naturaleza, la laguna empieza a llenarse en octubre y tarda un mes largo en completarse. «Depende de la cantidad de agua que nos den y de si ha llovido algo antes», explica De la Rúa. De octubre hasta abril el agua sigue fluyendo, renovando la almacenada. En mayo se corta el flujo, de tal manera que la laguna se vaya secando dando paso a frescas praderas donde pastarán vacas y caballos.

¿Aceptan los agricultores la llegada a sus tierras de tantos miles de gansos hambrientos?, le pregunto al vigilante. La respuesta sorprende. «Muchos empiezan a reconocer que los ánsares les benefician más que les perjudican. Hemos hecho varios estudios y se demuestra que donde los gansos se comen el cereal recién salido, éste rebrota luego con más fuerza y rapidez gracias a que abonan y compactan el terreno».

La visita se alarga más de lo previsto. Pero tenemos prisa. Como los ánsares, empezamos a ponernos nerviosos ante la inminencia del viaje. Haremos antes acopio de comida en el bar Puerta de la Villa (Paredes de Nava), para después encaminar nuestros pasos y nuestros telescopios hacia el norte. Exactamente hacia la Reserva de la Biosfera de Urdaibai, en Vizcaya.

Pero eso lo dejamos para el segundo post de nuestro periplo. El dedicado al Urdaibai Bird Center.

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