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Podrán cortar todas las flores, pero no podrán detener la primavera. (Pablo Neruda)

Bajo este árbol Zeus se cepilló a Europa

Plátano de Zeus

No es muy grande, pero una vieja tradición asegura que este plátano de sombra (Platanus orientalis) que crece en el yacimiento arqueológico minoico, griego y romano de Gortina (Gortys o Gortis), en la isla de Creta, desciende del mismo bajo cuya sombra el lujurioso dios Zeus se ayuntó con Europa.

El verbo ayuntar lo empleó hace 24 siglos nada menos que el filósofo y padre de la botánica Teofastro, quien ya entonces conocía la leyenda, aunque como buen científico no le dio mucho crédito.

El dios de dioses se enamora de Europa, una bella mujer fenicia, seguramente de la actual Palestina. Se transforma en un toro blanco, la rapta y subida a su lomo se la lleva trotando sobre el mar hasta exactamente este árbol, donde la poseerá y de cuya bestial relación nacerán tres hijos semidioses. Uno de ellos Minos, en cuyo homenaje el británico Arthur Evans bautizó la gran cultura cretense, la minoica. La del palacio de Cnosos y la leyenda del Minotauro.Plátano

Cuando este verano visité tan mitológico árbol no pude por menos que estremecerme. Allí estaba el heredero. Bastante birrioso por cierto, puntiseco a pesar del riego que se la ha puesto, o quizá por ello. Con un irreverente cartelón atornillado a su venerable corteza donde se explica en griego una singularidad que con carteles como éste pronto será historia muerta. Rodeado de ruinas de la antaño orgullosa ciudad, muy cerca del Odeón donde aún pueden contemplarse talladas en recios sillares la compilación de leyes griegas (derecho privado) más extensa que se conoce. Y tan solitario como los dioses.

Ahora que hay de nuevo elecciones en Grecia, que la sombra de la bancarrota del país se extiende tan larga como la de sus cipreses, bajo el histórico árbol no pude por menos que imaginarme una versión actualizada del mito. La bella Europa de nuevo mancillada por el violento toro, ahora transmutado en economista con traje oscuro.

Mi viaje en busca de árboles especiales no acabó en Gortina. Aproveché para visitar en Grecia algunos plátanos de sombra que, por su gigantesco porte y venerable edad, bien pudieron conocer a Zeus, a quien los griegos dedicaron la especie. Os los presento a continuación.

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El más bestial de todos, el más grande del mundo mundial, es éste plátano que crece en Vlatos. 24 metros de desparramada circunferencia y una edad propuesta de 2.400 años, por decir algo, pues es imposible saberlo con exactitud. Y ni falta que hace. Sólo por verlo merece la pena viajar a Creta.

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Ni uno ni dos. Cinco grandes plátanos son los que crecen en las Fuentes de Argyroupoli. Cuatro en realidad, pues una grandísima roca se desprendió hace poco del risco y se ha llevado por delante a uno de ellos.

Simbolizan a las cinco vírgenes cristianas ejecutadas en torno al año 250 d.C. bajo la dominación romana. Hay una pequeña capilla rupestre con iconos iluminados tan sólo con velas. En su interior pueden verse las supuestas cinco tumbas en las que se cree fueron enterradas las vírgenes y de las que brota agua bendita; en realidad cristianización de un antiguo culto al agua, seguramente anterior a la cultura minoica.

El paraje, a 22 kilómetros de la ciudad de Rethymnon y muy cerca de Episkopi, es verdaderamente espectacular, repleto de una exuberante naturaleza y de bellas cascadas. Os lo recomiendo.

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Y no podía faltar en este viaje arborícola el gran árbol de la palabra. Otro bestial plátano de sombra cretense, sólo que éste no quiere ni dioses ni mártires. Lo suyo son los pobres mortales, a quienes da cobijo, descanso y escucha paciente desde hace siglos. Se encuentra en el pueblo de Ano Viannos, junto a la carretera, una fuente y dos tabernas a las que sirve de soberbia terraza.

Allí no quise saber nada de las masacres cometidas en este pueblo durante la Segunda Guerra Mundial. En Creta ha corrido demasiada sangre. Preferí beber de la fresca agua de su fuente veneciana y escuchar las conversaciones de mis vecinos griegos hablando en la misma lengua de Pericles, Sócrates y Aristóteles, la hermosa lengua de nuestra civilización.

También me acordé ¿cómo no hacerlo? de Nikos Kazantzakis, ese cretense universal cuyo epitafio podría ser perfecto para los viejos árboles y los viejos filósofos de la vida, nuestros ancianos:

«No espero nada.

No temo nada.

Soy libre».

Termino con música. Cretense, claro. Del disco «Xenios», de Miltos Pashalidis. En esta canción tan hermosa se habla de Zeus, quien se aburre en las montañas desde que existen otros dioses y sólo se consuela con la lira de Psarantonis. Gracias a Descubre Creta por el chivatazo.

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1 comentario

  1. Dice ser Kaltan

    Curiosa historia. Te aporto otro árbol legendario, en este caso de otra mitología:

    http://documentalium.blogspot.com/2014/09/donareiche-el-roble-de-thor.html

    22 septiembre 2015 | 11:22

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