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Podrán cortar todas las flores, pero no podrán detener la primavera. (Pablo Neruda)

La Gomera, año 2 del terrible incendio forestal

 

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El 4 de agosto de 2012 se desataba un pavoroso incendio forestal en La Gomera que afectó al 11% de su superficie y obligó al desalojo de la cuarta parte de toda la población. El fuego fue intencionado. Varios terroristas ambientales llevaban todo el año empeñados en destruir la isla colombina y a punto estuvieron de lograrlo.  Las llamas destrozaron 4.100 hectáreas de terreno, calcinando viviendas, cultivos y ganado. Por suerte (por milagro) no hubo que lamentar víctimas humanas. 

El Parque Nacional de Garajonay se llevó la peor parte. El 20% de la mayor y mejor conservada reserva de laurisilva de Canarias, del mundo, quedó carbonizado. Miles de árboles con más de 1.000 años de edad ardieron como teas. La flora y fauna más amenazada recibió un durísimo castigo del que tardará varios siglos en poder a recuperarse.

Hace poco he regresado a La Gomera. Acompañado de Jacinto Leralta, excelente guía del Parque y mejor amigo, he caminado por esos lugares para mí tan queridos que ahora mismo me resultan irreconocibles. Han pasado dos años y la naturaleza, poco a poco, con fatiga inmensa, empieza recuperarse, pero los efectos del fuego son todavía terribles.

En algunos sitios tienes la impresión de que haya caído sobre el monte una bomba atómica. La tierra aparece calcinada, doblada por el fuego. Los viejos árboles son negros esqueletos retorcidos de carbón. Al pisar, los pies se hunden en una capa esponjosa de cenizas y levantan nubes grisáceas, emitiendo leves sonidos de infinita fatiga. En algunas laderas la lluvia ha arrastrado la capa fértil de tierra, esa acumulada durante siglos por el bosque, dejando al descubierto una tierra descarnada, roja como la carne despellejada de un cadáver, pedregosa, sin vida.

Imposible aguantar las lágrimas. Caminamos despacio, en silencio, con miedo a marchitar con nuestro paso cualquier pequeño brote de esperanza. El sol es aquí más terrible y duro que nunca, implacable. ¡Cómo se echa de menos el color verde, el mar de nubes!

Es ahora cuando afrontas la evidencia de que La Gomera no es un territorio septentrional, sino una isla situada casi enfrente del desierto del Sáhara, bendecida por unos vientos alisios a los que debe la dulzura de su envidiable clima; humedad que se encargan los árboles de ordeñar pacientemente, hoja por hoja, rama por rama, logrando que las nieblas no pasen de largo, que el agua se quede en la isla y fertilice sus campos.

Llegamos a un pequeño arroyo. Sorpresa: tiene agua. La alegría nos dura poco. Junto a la orilla descubrimos un esqueleto calcinado. Le falta la cabeza y parte de las extremidades. Durante unos minutos, pocos e interminables, sufrimos un ataque de pánico. ¿Será de una persona? Mando rápidamente las fotos a un amigo forense. Falsa alarma. Nos confirma que no es humano. Seguramente un pobre burro. Unas decenas de metros más allá encontramos a su cría, igualmente calcinada.

Fuego, muerte, erosión, desesperación. Vuelven las lágrimas.

Pero no todo son malas noticias. Para empezar, queda mucho parque, mucha maravilla sin tocar, anclada en el tiempo y el verdor, esperando nuestra visita. Un 80 % no sufrió el incendio. Y La Gomera sigue siendo el mejor lugar del mundo para ir de vacaciones.

De la zona afectada no todo sufrió con la misma intensidad. En algunos lugares el fuego fue menos intenso. En ellos el monte se recupera a una velocidad sorprendente. Allí nos reencontramos con la esperanza. Por todos lados se ven rebrotes de fayas, acebiños, viñátigos, laureles, brezos. Muchos superan ya los dos metros de altura.

Murieron los gigantes vegetales, pero sólo en apariencia, pues son seres eternos capaces de renacer de sus raíces una y mil veces. Ya lo hicieron antes y lo volverán a hacer las veces que haga falta, no les importa.

El problema es el ritmo. Lo hacen a la velocidad del bosque, una escala muy distinta de la humana. Por eso ninguno de nosotros veremos concluida esa resurrección.

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2 comentarios

  1. Dice ser Sonia

    Conozco personas que este año han elegido Madeira porque la Gomera está quemada. Pero como bien dices, hay un 80% de Gomera precioso que hay que ver y eso es lo que hay que transmitir, César, no la desolación. Yo habría empezado el artículo en positivo… para animar a los turistas rezagados. Aún así, buen artículo.
    Me gustaría volver y poder llorar viéndolo en directo y no en mi casa, cara a un ordenador.
    ¡Un beso a los gomeros!

    06 agosto 2014 | 08:40

  2. Dice ser toni

    La verdad que siempre se le da más publicidad a la tragedia, y eso al final crea confusión, porque la gente piensa que se quemó toda la isla, lo pensamos hasta los que vivimos al lado y no es así, pero los medios se centran en las pérdidas, que no en lo salvado y como quedó todo después del incendio, luego ya es cuestión de publicidad que si hicieran lo mismo que con Madeira en tema de publicidad, tal vez hubieran cogido la gomera como lugar de vacaciones o por lo menos una opción más a donde ir a disfrutar.

    06 agosto 2014 | 23:15

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