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Podrán cortar todas las flores, pero no podrán detener la primavera. (Pablo Neruda)

Pena de muerte para los castores españoles

En Europa el castor está estrictamente protegido y son muchos los proyectos de conservación dedicados a la mejora y aumento de sus poblaciones.

En España (que por lo visto no es Europa), los matamos. Eso sí, legalmente.

No se trata de volver a cazarlos como se hizo en estas tierras hasta que los tramperos peleteros los extinguieron en el siglo XVII. Se trata, sencillamente, de exterminarlos.

¿La razón? Las introducciones las hicieron en 2003 grupos ecologistas extranjeros con animales alemanes y sin permiso de la Administración competente.

Si hubieran llegado de forma natural por sus propias patas, cruzando los Pirineos, estaríamos ahora todos tan felices. Pero vinieron sin papeles y, lo que es peor, se han adaptado maravillosamente bien a los ríos españoles (Ebro, Cidacos y Aragón, en La Rioja y Navarra) sin necesidad de gastarnos ingentes cantidades de dinero en su recuperación. Sin embargo, y como alguna pega les tenemos que poner a estos vegetarianos animales, se les acusa de dañar gravemente los árboles de los ríos e incluso frutales, aunque no existen estudios científicos que avalen tal suposición.

Condenados a muerte

Los tres primeros castores ya han sido capturados estos días en el río Ebro a su paso por Calahorra (La Rioja). Dos robustos machos y una hembra cuyos pesos superaron los 25 kilos cada uno.

La captura es tan sólo un proyecto piloto, tendente a perfeccionar los futuros sistemas de trampeo y exterminio de toda la población española, más de un centenar de ejemplares. Por eso a éstos no los han matado… todavía.

Según una nota difundida por el Gobierno riojano, los animales han sido trasladados temporalmente a un centro público de conservación de fauna salvaje en Lérida

«para su utilización con fines de educación ambiental, a la espera de un destino definitivo todavía sin determinar».

Darles el matarile, me supongo, o mejor dicho eutanasiarlos, palabra que queda políticamente mucho más correcta. Porque eso de devolverlos a su supuesto lugar de origen, la teoría aducida frente a la UE, no se lo cree nadie. Y menos al total de la población española.

Soy el primero en lamentar estas sueltas de animales sin el más mínimo control biológico ni, mucho más peligroso, sanitario. Con toda su buena intención, estos ecoterroristas podrían haber provocado un gravísimo problema medioambiental, como hacen todas esas salvajes liberaciones de visones americanos de las granjas peleteras.

Pero la reintroducción ha funcionado, como están funcionando planes semejantes en el Reino Unido, Alemania o los Países Bajos. Por eso decidir el exterminio de una especie que ya exterminamos nosotros hace cuatro siglos y que ha regresado a sus territorios perdidos después de tanto tiempo, que tanto ayuda en la mejora ambiental de los ríos, y que cumple sin duda una importante función ecológica en el ecosistema fluvial, es un despropósito.

Un río con nutrias y ahora con castores me parece un lujo para los sentidos. ¿Apoyarías tú la erradicación de una especie sólo por haberse saltado el protocolo administrativo?

Porque no me cabe duda. Ahora los matamos y dentro de unos años sacaremos adelante un millonario proyecto para su recuperación. Eso sí, éste con todo el procedimiento burocrático impecablemente resuelto. Incluida la póliza de 25 céntimos.

53 comentarios

  1. Dice ser Myriam

    Angie… se te va la olla, hija, ya estamos sobreprotegiendo a los niños y mezclando las churras con las merinas… en fin…

    21 mayo 2009 | 16:19

  2. Dice ser Serafín Gimeno

    Estamos hablando de una especie animal que ya existía en los ecosistemas fluviales de la península. Comparar esta introducción, sea legal o ilegal, con los conejos de Australia es pura demagogía, cuando no de una ignorancia cargada de mala intención.

    03 agosto 2009 | 20:32

  3. Dice ser Baco

    En primer lugar y contestando al viajante, le tengo que decir que la especie de castor de la Patagonia, no es el castor europeo, sino el americano, y por ello no hace enormes diques ni tiene la misma voracidad desmedida con los arboles.En segundo lugar, le doy la razon al articulista con respecto a esos «ecologistas», que escudandose en otros sentimientos que no son desde luego el amor a la naturaleza, como el de que los animales sufren, hacen un grandísimo daño, pues con sus acciones extinguen especies haya donde realizan las sueltas de visones, y encima no dejan de hacerlos sufrir, porque estos visones americanos mueren muchas veces de la peor de las muertes posibles, que es de hambre, con insufribles dolores.Por todo ello les pido a estos «ecologistas» radicales que, no piensen en ellos, y en sus sentimientos internos, más que en el equilibrio de la naturaleza, algo que comprendia perfectamente D. Felix Rodriguez de la Fuente, el cual si levantase la cabeza se quedaría asustado de lo ilogico de estas acciones, y es que no es lo mismo «querer a los animales» que querer a la naturaleza, o de otra forma comprenderla.

    05 abril 2010 | 18:09

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