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"Lo que tenemos que hacer es montar un bar. Y si no funciona, lo abrimos". Viejo adagio periodístico

Archivo de la categoría ‘Crisis’

El Gobierno incontinente

El Gobierno sufre una grave diarrea. El martes pasado, el Ejecutivo de Rajoy detallaba el «ajuste» presupuestario para 2012. De inmediato, esos entes llamados mercados respondían a dichas medidas con el baile de San Vito. Y en menos tiempo que se incuba un virus, Rajoy y los suyos empezaban a sentir los retortijones y el sudor frío en la frente, esos síntomas que indefectiblemente conducen a una descarga incontrolada de… recortes.

Ya el viernes, tres días después, y con sendos ‘avisos’ de la Bolsa y la prima de riesgo, De Guindos empezaba a notar los efectos de la incontinencia y anunciaba a través de un medio alemán -sí, alemán- una «reforma» en la Sanidad y la Educación.

Dicho anuncio se concretaba a última hora de este lunes de Pascua en una diarrea severa, de las que acaban en deshidratación, tras doce horas en las que se han sucedido: 1) una propuesta por parte de De Guindos de implantar el «pago progresivo en la Sanidad» (es decir, que los ‘ricos’ paguen -dos veces- por ciertos servicios sanitarios). 2) Una rectificación por parte de Carlos Floriano, vicesecretario de Organización del PP, de las palabras de De Guindos: es «una reflexión de carácter personal», ha matizado Soriano. 3) Y, finalmente, el anuncio por parte del Gobierno, a través de una escueta nota de prensa, de un tijeretazo por valor de 10.000 millones de euros en Sanidad (7.000 millones) y Educación (3.000 millones).

Touché!

Por supuesto, este Gobierno incontinente no ha dicho cómo piensa ‘evacuar’ esos 10.000 millones que casualmente no estaban incluidos en los Presupuestos Generales del Estado presentados hace solo una semana (tampoco, por cierto, en el programa electoral del PP; aunque esto da para hacer un spin off de este post más adelante).

Este martes la Bolsa y la prima de riesgo marcarán una vez más el ritmo de las medidas económicas de este nuevo desgobierno (el anterior, recuérdenlo, modificó la Constitución con agostidad y alevosía  para establecer un tope de déficit público). Si los mercados amanecen con ganas de rock&roll, vayan haciendo acopio de suero, porque la diarrea gubernamental no habrá hecho más que empezar.

Mientras tanto, voy a desempolvar mis viejos libros de alemán, no vaya a ser que Rajoy se despierte merkeliano y escoja la lengua de Goethe para aclararnos lo que aún no se ha atrevido a explicar en la de Cervantes.

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‘Juntos’, la banda sonora de la reforma laboral

Tras el momento power point con el que nos ha deleitado la ministra Fátima Báñez en la rueda de prensa del consejo de ministros, no veía la hora de echar un ojo a tan esperado documento.

El PDF me ha resuelto pocas de las dudas que me han asaltado durante la comparecencia de la ministra; habrá, pues, que esperar a conocer el texto del Real Decreto Ley sobre esta nueva reforma laboral. Pero hay una diapositiva que me parece todo un hallazgo, por lo candoroso de su objetivo y por el contenido que luego desgrana:

 

Que las empresas y los trabajadores superen juntos la crisis.

 

Bajo el título «Que las empresas y los trabajadores superen juntos la crisis», se dan tres pautas para salir de este atolladero en amor y compañía. Como ven, las tres ‘sugerencias’ son casi tan idílicas como el epígrafe que las engloba… Pero no pasa nada; como se resume en el tercer punto, todo es con el objetivo de evitar el despido. Les ha faltado incorporar al power point esta entrañable canción para que «juntos» podamos superar todo lo que se nos viene encima.

(Gracias a Jaime Jiménez y a Azarías por sus sugerencias).

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Rajoy, en 101 segundos

101 segundos. Eso es exactamente lo que ha durado la primera comparecencia de Mariano Rajoy como presidente del Gobierno ante la prensa o, lo que es lo mismo, ante la ciudadanía.

Un minuto y 41 segundos en los que ha recitado de corrido los nombres y las carteras de los trece ministros que conformarán el nuevo Ejecutivo… «Y hasta ahí puedo (o quiero) leer». A Mariano Rajoy le ha faltado tiempo para salir corriendo.

Ya se iba, de hecho, pero ante el revuelo de los periodistas ha alcanzado a decir algo más: «Solo preguntas técnicas».

¿Preguntas técnicas? ¿Y en qué consiste eso? Pues desgraciadamente no se lo puedo explicar, porque tras la primera pregunta de un periodista -de El Mundo, me dicen en Twitter-, el presidente del Gobierno se despidió con una sonrisa y se esfumó. No sabemos cuál era el grado de tecnicidad requerido por el señor Rajoy para poder responder, pero sí podemos decir, a la vista de la espantada, que la única pregunta planteada no cumplía los requisitos: «¿Cuál ha sido el criterio técnico para elegir a los integrantes del área económica de su gobierno?».

Era un día, sin duda, para preguntar. Y también para responder. Nuevos ministros, nuevo Gobierno, Europa en pleno expectante ante los anuncios que pueda hacer este nuevo Ejecutivo y una ciudadanía ansiosa por conocer el compás económico que se va a marcar. Y sí, ha habido una respuesta: 101 segundos. Tan breve, pero al mismo tiempo tan elocuente…

Lo ‘mini’ está de moda. De los minisueldos y los minipisos pasamos a los miniempleos o ‘minijobs’. Ahora lo que toca son las minicomparecencias. Y, sobre todo, sacar conclusiones de los silencios.

(Buen momento para recordar el manifiesto #sinpreguntasnocobertura, contra las ruedas de prensa sin preguntas y otras anomalías informativas).

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Hacer el pino con las orejas o cómo bailar al son de los mercados

«Si quiere mejorar las expectativas de los mercados sobre su capacidad para impulsar el crecimiento y reducir la deuda dentro de los límites de la eurozona, debe sorprender positivamente a los inversores con un programa de reformas fiscales y estructurales ambicioso y radical».

La frase la firma Fitch, una de las tres principales agencias de calificación, esas que en los últimos tiempos se han convertido en el principal látigo de las economías occidentales y cuyo trabajo consiste básicamente en poner nota a productos que se compran y venden en los mercados financieros.

Ese «debe sorprender» tiene un destinatario con nombre y apellidos: Mariano Rajoy. Y el mensaje tiene su miga, porque deja muy claro que ya no basta con recortar, ahora hay que hacerlo, además, innovando; lo que popularmente se llama hacer el pino con las orejas, vaya.

La ‘recomendación’ de Fitch es un recordatorio en toda regla de los problemas que, a juicio de la agencia, nos acechan. Y contiene un cierto tono amenazador: la nota de España podría empeorar (ya nos la bajaron en octubre, de AA+ a AA-) si no se cumplen los objetivos de déficit, empeoran las perspectivas de crecimiento o se disparan los costes de recapitalización de la banca. Ahí es nada.

Para Fitch no parecen problemas la cifra del paro, ni el bloqueo de la tarjeta sanitaria en Galicia a personas sin recursos, ni los recortes en la Enseñanza en la Comunidad de Madrid, ni las bajadas de sueldos de empleados públicos, ni el tijeretazo en Sanidad en Cataluña, ni…

Señores, bienvenidos al circo: los inversores y las agencias se sientan alrededor de una pista circense cubierta de brasas al rojo vivo sobre las cuales bailan distintos gobernantes; van saliendo a la pista unos y otros, azuzados y jaleados por ese público (los mercados, en definitiva). ¿Que se queman los pies? Que bailen con las manos. ¿También se queman las manos? Que lo hagan con los codos… Y así hasta que queden consumidos por las brasas mientras el respetable come palomitas. Es el espectáculo del siglo XXI. Y el aforo está ya completo.

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Cuando tu salud es un negocio

«No permitas que tu salud se convierta en un negocio, como ocurre en Estados Unidos. Si no tienes seguro ni dinero, puedes morir«. Lo explica Cheryl en este impactante vídeo difundido hace unas horas por la Federación de Asociaciones en Defensa de la Salud Pública (FAPDS). Apenas un minuto y medio, pero difícil de olvidar.

Actualización: Rosa María Artal escribe sobre este asunto en su post del día 17 Neoliberalismo: de la teoría a la práctica. Recomendable.

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El ‘Inside Job’ europeo: la conexión Monti-Papademos-Draghi

En Europa la democracia no se lleva. La política, en el sentido griego del término, tampoco. En apenas dos semanas han caído dos gobiernos democráticos, salidos en su día de las urnas, y han sido sustituidos por sendos gobiernos de ‘transición tecnocrática’ a los que obviamente no han elegido los ciudadanos, sino los mercados. Mientras, el Banco Central Europeo (BCE) ha estrenado nuevo presidente que deberá guiar los pasos de la Eurozona… espoleado por Merkel y Sarkozy.

Pero veamos quiénes son esos tres personajes en cuyas entrelazadas manos está el futuro más inmediato de nuestras economías.

Lucas Papademos es desde el pasado viernes el primer ministro griego en sustitución de Yorgos Papandreu, que pasará a la historia por casi colapsar los mercados europeos al proponer un referéndum para que los griegos decidieran su futuro económico.

Es economista y fue vicepresidente del BCE entre 2002 y 2008 a las órdenes de Jean-Claude Trichet. Antes había sido gobernador del Banco de Grecia, de 1994 a 2002, posición desde la que trabajó activamente para dejar presentable («maquillar», dicen algunos; «estabilizar», dicen otros) la economía griega de forma que esta pudiera unirse a la eurozona, hito que logró precisamente en 2002.

Su frase estrella de esos años es, sin duda, esta: «Los beneficios macroeconómicos y microeconómicos para Europa y Grecia de la incorporación del euro son enormes». Rechaza las críticas vertidas contra él por no haber hecho públicas las ‘carencias’ de los presupuestos griegos durante la carrera para unirse a la zona euro.

Mario Monti es el economista que sustituirá a Silvio Berlusconi como primer ministro de Italia para ‘llevar por el buen camino’ las reformas propuestas por la UE encaminadas a que este país reduzca su deuda, equivalente al 120% de su PIB, y sobre todo, a que los mercados alivien la presión sobre su deuda y por ende sobre la de otros países europeos; léase España, por ejemplo.

El currículo de Monti es enormemente entretenido, digno del Inside Job que merecemos los europeos. Entre 1994 y 1999 fue comisario europeo de mercado interior y desde entonces hasta 2004, comisario de Competencia, posición desde la que se opuso a la fusión entre General Electric y Honeywell . Goldman Sachs -sí, el banco de inversión responsable en parte de la actual crisis financiera-, lo fichó como asesor en 2005 [Monti pertenece también al consejo asesor de Coca-Cola].

Antes de ‘nuestra’ crisis y también antes de que Monti llegara a Goldman Sachs, este banco de inversión diseñó el plan de ingeniería financiera que permitió a Grecia entrar en el euro en 2002 camuflando sus cuentas públicas y sus cifras reales de déficit a base, entre otras cosas, de vender productos financieros griegos a EE UU sin alertar de los riesgos y de realizar operaciones de cambios de divisas (swaps).

¿Y saben quién era uno de los responsables de Goldman Sachs por entonces? El recién nombrado presidente del BCE, el italiano Mario Draghi, que trabajó como directivo de dicho banco de inversión entre 2002 y 2006. El pasado junio, Draghi tuvo que responder ante el Parlamento europeo acerca de su conocimiento y responsabilidad en la actuación de Goldman Sachs en Grecia. Dijo que esos acuerdos fueron previos a su llegada al banco y que no tuvo nada que ver con la venta de productos financieros a otros gobiernos. Meses después, es el máximo responsable de la política monetaria en Europa.

No acaba aquí la conexión entre estos tres líderes europeos de nuevo cuño. Mario Monti es el director europeo de la Comisión Trilateral, un think tank de corte neoliberal fundado en 1973 por Rockefeller, al que también pertenece como miembro el primer ministro griego, Papademos. Este lobby ya advirtió en su día de lo que se avecinaba: un ‘peligroso’ «exceso de democracia» [merece la pena leer este texto de Noam Chomsky sobre esta aseveración, de su libro Prioridades radicales].

Sobran los comentarios.

Los riesgos de preguntar

«En un asunto que determina el futuro del país, el ciudadano tiene la primera palabra». Esta frase sin duda estrambótica, fuera de lugar en ningún país democrático, extemporánea y enormemente provocativa ha causado un cataclismo en los mercados y supone una nueva amenaza para la estabilidad (¿?) y viabilidad de la zona euro.

La pronunció el primer ministro griego, Yorgos Papandreu, este lunes. Justificaba así su propuesta de un referéndum en el que los griegos puedan decidir si están dispuestos a asumir las consecuencias del flamante y nuevo plan de rescate de la UE; léase rotunda política de ahorro, con privatizaciones, supresión de empleos públicos, rebajas salariales y recortes de gasto.

Como no podía ocurrir de otra forma en estos días de brujas, fantasmas, zombies y calabazas malencaradas, el pánico se ha desatado. No entre los griegos, no, que ya llevan oyendo la misma música celestial desde abril de 2010, cuando la UE y el FMI aprobaron el primer paquete de ayuda al país heleno. Son los mercados los que se han puesto -por enésima vez- al borde de un ataque de nervios.

¿A quién se le ocurre dar la palabra a los ciudadanos? ¿Quiénes son ellos para decidir si hacen jirones su país a cambio de seguir en la zona euro?

Mejor que hablen los mercados, las grandes figuras políticas de la UE o las agencias de calificación, aquellos que desde el primer momento vieron venir esta crisis, los que se adelantaron a los problemas financieros que los dirigentes griegos escondieron bajo la alfombra, los que en su día valoraron en su justa medida el sobreendeudamiento del país heleno…

Ellos sí que son soberanos. Recuerden si no la modificación de la Constitución española a instancias de Merkel y Sarkozy para limitar el déficit. ¿Para qué convocar un referéndum entonces? ¿Para que se nos alteren los mercados?

Preguntar siempre conlleva un riesgo: que a uno le respondan lo que no quiere oír. Conclusión obvia en estos tiempos de tolerancia cero a la frustración: mejor no preguntar. Y quien ose hacerlo -y los que lo rodeen-, que se atenga a las consecuencias.

Ahora sí que empieza la fiesta; la democracia la dejamos para mejores tiempos.

Más allá de los recortes

La crisis económica tiene, además de cifras, caras. Y no son precisamente las que vemos en los parlamentos tomando las ‘grandes’ decisiones, sino más bien las de quienes sufren esas decisiones en sus propias carnes.

La revista The Lancet publicó hace unos días un artículo titulado Los efectos de la crisis financiera: los augurios de una tragedia griega, basado en estudios recientes de las universidades de Cambridge y Londres sobre los efectos de la crisis en la salud de los griegos. Lo he conocido gracias a este artículo publicado en Cuarto Poder. Las conclusiones son demoledoras:

  • El número de suicidios creció un 17% entre 2007 y 2009. Según cifras no oficiales, el incremento podría ser aún mayor en 2010. En torno al 25% de quienes recurrieron a la línea telefónica estatal que atiende estos casos dijeron pasar por problemas económicos.
  • Las infecciones por sida han aumentado un tercio en lo que va de 2011 respecto a 2010. Para finales de año, el incremento podría ser del 50%. La mitad de los nuevos enfermos se contagiaron por vía intravenosa (el consumo de heroína subió un 20% en 2009). Los autores de dichos estudios sugieren que entre los sectores más desfavorecidos pueden haberse dado casos de contagio deliberado para poder cobrar los 700 euros/mes de asistencia social que paga el Estado.
  • El número de griegos que creen que su salud es «mala» o «muy mala» se incrementó en un 14% en 2009 frente a 2007.

Entre 2007 y 2009 el presupuesto hospitalario en Grecia se redujo en un 40%, el mismo porcentaje en el que bajaron las prestaciones por enfermedad.

Son los recortes, esa palabra que ya forma parte de nuestro vocabulario cotidiano y que por exceso de uso borra los rostros de quienes los sufren. Pero esas caras no están solo a unos pocos miles de kilómetros de aquí. «La tendencia en Grecia es profundamente inquietante. Representa una advertencia seria para los países europeos más afectados por la crisis, como España, Irlanda y Portugal», avisa el autor principal de este estudio, el Dr. Stuckler.

Mientras asimilamos la advertencia, no está de más que nos miremos en nuestro propio espejo.