Ella vio el dibujo que su hija de cuatro años había pintado para su bisabuela recién fallecida. En el dibujo predominaban los tonos azules bajo la dedicatoria: «Para mi yaya …». El dibujo estaba depositado sobre las pantorrillas de nuestra abuela, dentro del féretro; se veía a través de la urna de cristal en la que habían introducido la caja con su cuerpo.
Ya en casa, por la noche, ella felicitó a la niña:
-¡Qué dibujo más bonito has pintado para la yaya! Precioso. ¿Qué es?
-Mamá, ¡es Doraemon!
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Mi abuela -mi yaya- Laurentina se habría desternillado de risa si alguien le hubiera contado que, gracias a su bisnieta Telma, acabaría compartiendo la eternidad con un gato cósmico de color azul.
El presente da paso al condicional perfecto… Cambia el tiempo verbal, pero ella seguirá siendo parte de nosotros; o nosotros de ella.
Con esta entrada personal me hago el firme propósito de intentar dar algo de vidilla a este blog que tengo abandonado desde julio de 2012. De momento es solo eso: un propósito.
Eso espero 🙂
17 marzo 2014 | 12:02
Estos dibujos animados les encantan a mis hijos….yo también los veo. jejejeje
17 marzo 2014 | 14:37
Mientras estén presentes en nuestros recuerdos, de alguna manera es como si estuvieran todavía aquí. Y doy fe de que lo estan.
¡Mucho ánimo!
17 marzo 2014 | 15:15
Bienvenida de vuelta! 🙂
17 marzo 2014 | 17:19