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Cómo afecta el uso de la mascarilla al desarrollo emocional de los niños

Hay niños que han nacido ya entre rostros con mascarilla, los efectos a largo plazo de todo esto se evaluarán en el futuro pero podemos realizar ciertas predicciones en base a lo que ya conocemos sobre el funcionamiento de la expresión emocional en el rostro.

Fotografía libre de derechos. Pixabay

Fotografía libre de derechos. Pixabay

En el laberinto de conexiones que suceden dentro de nuestro cerebro, existen unas neuronas conocidas como “células de la empatía”. Se trata de las neuronas espejo, a éstas les debemos llorar o sentir miedo cuando vemos una película, bostezar si vemos a otra persona hacerlo o contagiarnos de la risa de los demás.

Las neuronas espejo son las responsables de la empatía y de la regulación emocional en la relación con los demás; son especialmente importantes cuando somos pequeños, porque es entonces cuando desarrollamos (a partir de los 6 meses o al año de edad) la referencia social, es decir, nuestra capacidad de utilizar y reconocer expresiones emocionales, e intenciones en los demás. La raíz de la empatía.

La mascarilla provoca un bloqueo emocional y en las aulas puede generar una desconexión significativa en la relación entre profesor y alumno, una cuestión que puede interferir de forma negativa en la atención, la memoria o el aprendizaje, áreas donde la comunicación con emoción es imprescindible para integrar cualquier conocimiento en el alumno.

Los profesores intentan suplir esta carencia con una tonalidad de voz más pausada y emocional aunque también más alta y ya se refieren los primeros problemas de afonía en el profesorado. Se necesita un periodo de adaptación para que tanto alumnos como profesores se acostumbren al uso de la mascarilla.

De base, el que un maestro lleve mascarilla tendrá ciertos efectos en el aprendizaje del alumno, el impacto es seguro, pero afectará en mayor o menor medida dependiendo de la edad del niño y necesidades y estilos de aprendizaje.

En los niños más pequeños que aún requieren de un modelado vocal (para aprender a pronunciar los sonidos del lenguaje) o que necesitan más tiempo de expresión facial para entender conceptos, o que tienen necesidades especiales, como en el autismo, las complicaciones aumentan.

¿Qué podemos hacer para reducir el impacto de la mascarilla?

En cuanto a los profesores, pueden apoyarse en más recursos complementarios, como dibujos, esquemas, pizarras digitales, y fomentar aún más el movimiento gestual en el cuerpo para expresar los contenidos.

También fomentar un lenguaje verbal más emocional, ya que no podemos expresar tanto con el rostro, podemos transmitir en nuestro mensaje las emociones que sentimos al ver el resultado de cierta tarea o actividad para no perder el vínculo afectivo, preguntarles a los niños cómo están, cómo se sienten, que entiendan que estáis ahí, como siempre, a pesar de que la mascarilla nos haga parecer más distantes.

En casa, los padres pueden trabajar una educación multisensorial, por ejemplo, con juegos dirigidos mediante el sentido del tacto o con actividades de comunicación a través de los ojos, jugando a adivinar expresiones emocionales parciales y completas.

No os alarméis, los niños se adaptan de forma rápida a los cambios por su gran plasticidad cerebral, quizás pierdan capacidades completas e inmediatas para detectar y reconocer emociones pero se entrenen en una mirada más empática y en ser capaces de conectar con el otro con gestos mínimos, que se vuelvan más perceptivos y perspicaces para captar los sentimientos en los demás.

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*Fuente: https://www.bbc.com/mundo/noticias-52856765

 

¿Cómo dar una mala noticia? 7 claves no verbales

mujer-con-verguenza-y-su-madre-1024x683Qué mal lo pasamos al dar una mala noticia, ¿verdad?; esto es aún peor si somos seres tremendamente empáticos, pero es que a veces no queda otra, sobre todo en profesiones en las que comunicar malas noticias forma parte del trabajo diario, médicos, abogados, policías, veterinarios, etc, sufren día a día este mal trago.

Son muchas las variables que habría que controlar para conseguir la idoneidad del momento y facilitar, en la medida de lo posible, este desagradable proceso, como por ejemplo, elegir el instante adecuado para comunicar la noticia, no divagar, es decir, empezar por lo importante (con delicadeza) para después pasar a los detalles o explicaciones adicionales, ser objetivos y no adornar o dar connotaciones de valor a la información, intentar anticipar la reacción de la otra persona, o considerar, si es adecuado, reconfortarla ofreciendo alternativas o posibilidades.

Pero además, y como en toda interacción, las emociones y la comunicación no verbal adquieren un papel fundamental a la hora de gestionar el estrés propio de la situación:

  • Ser conscientes de nuestro propio estado emocional cuando transmitamos el mensaje: Previamente tenemos que reflexionar sobre los sentimientos que nos genera la noticia en nosotros mismos. Si estamos demasiado implicados o afectados por lo acontecido lo mejor será replantearnos si somos la persona adecuada para responsabilizarnos de esta comunicación. El mensajero es la persona que debe mantener la calma y no empeorar el impacto emocional que causará la noticia.
  • Buscar un contexto tranquilo y emocionalmente neutro: el entorno deberá ser tranquilo para evitar toda distracción o interrupción posible. Un sitio cómodo y privado será fundamental para que la persona que reciba la mala noticia pueda reaccionar tal y como lo siente, sin reprimirse por sentirse observada, incomprendida o juzgada por los demás.
  • Mantener cierta proximidad: No dudes en ponerte junto a la otra persona, la distancia física o las barreras (con una mesa de por medio por ejemplo) aumentarán la tensión y la sensación de que nuestro interlocutor se sienta desamparado, sin apoyo ni seguridad. Si adquirimos una distancia más íntima podremos ayudarla en lo que necesita, sujetarla, abrazarla, darle la mano, y sobre todo, mantener un contacto visual más directo y simétrico.
  • Es mejor que las personas implicadas tomen asiento: Ya conocemos el tópico del «tengo algo que decirte, mejor, siéntate», pero tiene su sentido. Sentarse hace que gran parte del cuerpo se relaje, lo cual a su vez hace que sea más fácil prestar atención y, por otro lado, puede ayudar a eliminar parte de la tensión antes y durante la entrega de la noticia. Además, si adoptamos una postura relativamente relajada (sin cruzar ni los brazos ni las piernas y sin encorvarnos demasiado) es muy posible que la otra persona tienda a imitarnos aún sin darse cuenta, de modo que ella también se sentirá algo más relajada. Por otro lado, al estar sentada la otra persona no caerá al suelo si se desmaya o nota que pierde fuerzas momentáneamente debido a su estado de ánimo.
  • Expresión facial y voz empáticas y serenas: El rostro y la tonalidad de la voz (prosodia emocional) que empleemos serán un foco de fijación importante para la otra persona. Tenemos que mantener la calma y estar atentos a las expresiones faciales del otro para percibir las emociones que está sintiendo y así regular las nuestras respecto a ellas; no juzgar el miedo, la ira, la tristeza, o incluso la risa nerviosa que pueda sentir al recibir la noticia, debemos también ofrecer consuelo y comprensión con nuestro lenguaje corporal, coherente con las palabras que pronunciemos.
  • ¿Tocar o no tocar?: En este sentido existe algo más de controversia, ya que dependerá mucho de la personalidad, de la relación que tengamos, de la afectación o la ansiedad del otro. En general, a no ser que seamos alguien muy cercano a la otra persona, es preferible no tocarla con la mano o el brazo justo antes de darle la noticia, ya que esto podría hacer que se estresara muy rápido y que no logre concentrarse bien en lo que estamos diciendo. Podemos hacerlo, si lo creemos conveniente, después de haberlo comunicado, para reconfortarla.
  • Respetar y aceptar los silencios como una reacción positiva: Después de una mala noticia, no todos hacen preguntas o exigen respuestas. Algunas personas se quedan en estado de shock e incluso puede tardar tiempo en asimilar la noticia. Debemos acatarlo y no exigir el típico: «¡pero di algo!».

 

 

 

 

*Fuente de consulta: Psicologíaymente.