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Prueba estas 5 formas de practicar atención plena con tus hijos

Esta palabreja de mindfulness no es otra cosa que la referencia moderna de las técnicas de relajación, concentración y meditación de toda la vida. Se traduce como atención plena y puede convertirse en una magnífica herramienta para trabajar con nuestros hijos la conciencia del momento presente, emociones y sentimientos, relajación física, aliviar el estrés, la ansiedad, el mal humor o la frustración.

Fotografía Pixabay License. Gratis para usos comerciales

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En definitiva, se trata de bajar pulsaciones y empezar o terminar el día de una manera positiva. Pero no se trata de traer un maestro externo de mindfulness como si se tratara del profesor de inglés o de piano a domicilio, el modelado es clave, el verdadero beneficio comienza con practicarlo en familia, empezando por los padres.

Aquí algunas ideas para poner en práctica la meditación con tus hijos:

  1. Respiración consciente: Esta es una de las prácticas de atención plena más habitual, se trata de elegir una sensación relacionada con esta acción, como la entrada de aire en las fosas nasales o la subida y bajada del pecho, y poner la atención ahí. Podéis probarlo durante 30 segundos o cinco minutos. Cuando el niño se distraiga, simplemente vuelva a dirigir su atención a la sensación de respirar. Con los más pequeños se recomienda practicarlo con su peluche o juguete de apego favorito, se coloca en su pecho o barriga para que sienta el movimiento de la respiración al mover el juguete hacia arriba y hacia abajo con su respiración. Es un ritual maravilloso para la hora de dormir.
  2. El paseo de la gratitud: Cuando salimos a jugar por las tardes al parque, y están a tope de energía y entusiasmo, no podemos pretender llegar a casa, que se pongan el pijama, cenen y se duerman. Hay que ir ‘preparando’ el momento del sueño de forma paulatina tras una tarde de excitación. Un buen truco es que de vuelta a casa hagamos un ejercicio de relajación positiva: con la mirada en el suelo vamos dando pasos lentos y cada diez pisadas paramos unos segundos, cerramos los ojos y decimos algo por lo que estemos agradecidos (por comer macarrones hoy, porque me hayas recogido de la escuela, porque papá cada noche me lea un cuento…)
  3. La sacudida: Efectivo para liberar tensiones y estados nerviosos. Alternamos un minuto de movimiento por tres minutos de quietud. Entonces, primero sacudimos el cuerpo al ritmo de un «pppprrrrrrrr» bien sonoro, movemos brazos y piernas, paramos, después reflexionamos sobre alguna sensación concreta de ese momento (siente tus pies bien anclados y posados sobre el suelo, respira profundo y escucha el sonido, nos damos las manos y fijamos nuestra atención en el tacto del otro…). Repetimos el proceso un par de veces.
  4. La atención hacia fuera: A veces estamos tan alterados que se nos hace muy difícil relajarnos con introspección y silencio, una tarea que puede irritarnos aún más, ya que lo que necesitamos no es centrarnos en lo feo que estamos sintiendo, sino que precisamos distraernos de ello y no pensar. Una buena manera es ‘jugar’ a algo parecido al ‘veo-veo’, o a que encuentre 3 objetos de color rojo en casa, es decir, concentrarse en el entorno y así reducir su sistema nervioso.
  5. Meditación guiada: Existe una amplia gama de grabaciones gratuitas que os guiarán paso a paso a través de la atención plena, diseñadas además para propósitos específicos depende de la necesidad que tengáis en es momento: calmarse, concentrarse, liberar tensiones, cambiar de humor, reconocer emociones, distraerse, mejorar sus hábitos de comida, etc.

Los estudios con niños aún son escasos pero ya se han demostrado algunos beneficios notables si se practica con regularidad: mejora en la atención, concentración y memoria, por tanto aumenta el rendimiento académico, consiguiendo una mayor capacidad de abstracción, lógica y cálculo; mejor afrontamiento de los conflictos y situaciones estresantes, aumento de la empatía, habilidades sociales y emocionales, escucha activa y autoconocimiento, por último, ayuda a mantener el equilibrio mental y físico, mejorando la regulación cardiovascular y neurológica.

Merece la pena intentarlo, ¿verdad? 🙂

*Fuentes:

CNN-Health

Canal Mapfre Salud

*También estaré el próximo lunes 20 de septiembre en la Feria del Libro de Madrid:

 

 

Cómo afecta el uso de la mascarilla al desarrollo emocional de los niños

Hay niños que han nacido ya entre rostros con mascarilla, los efectos a largo plazo de todo esto se evaluarán en el futuro pero podemos realizar ciertas predicciones en base a lo que ya conocemos sobre el funcionamiento de la expresión emocional en el rostro.

Fotografía libre de derechos. Pixabay

Fotografía libre de derechos. Pixabay

En el laberinto de conexiones que suceden dentro de nuestro cerebro, existen unas neuronas conocidas como “células de la empatía”. Se trata de las neuronas espejo, a éstas les debemos llorar o sentir miedo cuando vemos una película, bostezar si vemos a otra persona hacerlo o contagiarnos de la risa de los demás.

Las neuronas espejo son las responsables de la empatía y de la regulación emocional en la relación con los demás; son especialmente importantes cuando somos pequeños, porque es entonces cuando desarrollamos (a partir de los 6 meses o al año de edad) la referencia social, es decir, nuestra capacidad de utilizar y reconocer expresiones emocionales, e intenciones en los demás. La raíz de la empatía.

La mascarilla provoca un bloqueo emocional y en las aulas puede generar una desconexión significativa en la relación entre profesor y alumno, una cuestión que puede interferir de forma negativa en la atención, la memoria o el aprendizaje, áreas donde la comunicación con emoción es imprescindible para integrar cualquier conocimiento en el alumno.

Los profesores intentan suplir esta carencia con una tonalidad de voz más pausada y emocional aunque también más alta y ya se refieren los primeros problemas de afonía en el profesorado. Se necesita un periodo de adaptación para que tanto alumnos como profesores se acostumbren al uso de la mascarilla.

De base, el que un maestro lleve mascarilla tendrá ciertos efectos en el aprendizaje del alumno, el impacto es seguro, pero afectará en mayor o menor medida dependiendo de la edad del niño y necesidades y estilos de aprendizaje.

En los niños más pequeños que aún requieren de un modelado vocal (para aprender a pronunciar los sonidos del lenguaje) o que necesitan más tiempo de expresión facial para entender conceptos, o que tienen necesidades especiales, como en el autismo, las complicaciones aumentan.

¿Qué podemos hacer para reducir el impacto de la mascarilla?

En cuanto a los profesores, pueden apoyarse en más recursos complementarios, como dibujos, esquemas, pizarras digitales, y fomentar aún más el movimiento gestual en el cuerpo para expresar los contenidos.

También fomentar un lenguaje verbal más emocional, ya que no podemos expresar tanto con el rostro, podemos transmitir en nuestro mensaje las emociones que sentimos al ver el resultado de cierta tarea o actividad para no perder el vínculo afectivo, preguntarles a los niños cómo están, cómo se sienten, que entiendan que estáis ahí, como siempre, a pesar de que la mascarilla nos haga parecer más distantes.

En casa, los padres pueden trabajar una educación multisensorial, por ejemplo, con juegos dirigidos mediante el sentido del tacto o con actividades de comunicación a través de los ojos, jugando a adivinar expresiones emocionales parciales y completas.

No os alarméis, los niños se adaptan de forma rápida a los cambios por su gran plasticidad cerebral, quizás pierdan capacidades completas e inmediatas para detectar y reconocer emociones pero se entrenen en una mirada más empática y en ser capaces de conectar con el otro con gestos mínimos, que se vuelvan más perceptivos y perspicaces para captar los sentimientos en los demás.

*Te puede interesar:

*Fuente: https://www.bbc.com/mundo/noticias-52856765

 

¿Por qué los niños se tapan los ojos para esconderse?

Solo tienes que ver estas divertidas imágenes ejemplares y confirmar las curiosas formas que encuentran los niños para esconderse de los demás, al menos es lo que ellos creen, porque para los niños el no ver ya es más que suficiente para pensar que se han vuelto invisibles. ¿A qué se debe este comportamiento?

Esta fue la pregunta inicial que se planteó un grupo de investigación de la Universidad de Cambridge, quienes trabajaron con una muestra de niños/as de entre 2 y 4 años para dar respuesta a esta incomprensible conducta para los adultos.

La exploración de esta conducta pasó por tres fases diferentes. En primer lugar, se pedía a los niños que se pusiesen una máscara con gafas oscuras que no les permitía ver, a continuación les preguntaban si la otra persona que se encontraba en la habitación los podía ver. Casi todos los niños sintieron que estaban escondidos cuando tenían puesta la máscara, y la mayoría pensó que el adulto que tenía puesta la máscara también estaba escondido. De este modo, se confirmó que los pequeños piensan que el simple hecho de que ellos no puedan ver es sinónimo de que son invisibles.

En este punto los investigadores se preguntaron si la creencia de invisibilidad estaba vinculada a la imposibilidad de ver o al hecho de ocultar los ojos. Por tanto, en una segunda versión del experimento los niños usaban las mismas máscaras con gafas oscuras pero ahora sí que podían ver (efecto gafas de sol habituales). Una vez más, los pequeños pensaron que al ocultar sus ojos, eran invisibles, lo cual indica que la sensación de invisibilidad de los niños viene del hecho de que sus ojos están ocultos, más que por el hecho de no poder ver.

Hasta ahora, cuando los niños pensaban que eran invisibles, en virtud de que sus ojos estaban ocultos, entendían sin embargo que su cabeza y cuerpo sí eran visibles. Teniendo en cuenta el hecho de que parece ser el ocultamiento de los ojos el factor crucial para sentirse escondido, los investigadores se preguntaban si su creencia de invisibilidad estaba basada en la idea de que debe haber contacto visual entre dos personas (un encuentro de miradas)para verse.

La idea recibió apoyo en un tercer estudio en el que se le preguntaba a los niños si podrían ser vistos si un investigador los mirara directamente mientras ellos (los niños) evitaban su mirada; o, contrariamente, si el investigador que evitaba la mirada, era visible mientras el niño lo miraba directamente. Muchos de los niños sintieron que estaban escondidos hasta que no encontraron la mirada directa del investigador; y dijeron que el investigador estaba oculto si su mirada estaba desviada mientras el niño lo miraba.

“…parecería que los niños aplican el principio de la atención conjunta al yo y asumen que para que alguien sea percibido, la experiencia debe ser compartida y mutuamente conocida para ser compartida, como lo es cuando dos pares de ojos se encuentran,” explican los investigadores.

 

 

*Referencia: Research Digest