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El simbolismo en el mensaje de Navidad del Rey Felipe VI

Definitivamente este año la Casa Real se decanta por una comunicación cargada de simbolismo, ya vimos lo que querían decir sin decir a través de la felicitación navideña protocolaria, pero tampoco han desaprovechado esta ocasión para lanzar mensajes encubiertos a la ciudadanía.

Hay que decir que el tradicional discurso del Rey la noche del 24 de diciembre evoluciona constantemente y este año han mejorado bastantes errores (no verbales) cometidos en años anteriores. En el vídeo podemos observar cómo los planos son mucho más cortos, el ambiente elegido es más cálido y familiar, y se muestra con una postura más cómoda y relajada.

En este discurso, el Rey ha logrado conectar con el público a través de tres elementos fundamentales:

  • El contacto visual. La dirección de su mirada era constante a cámara, no perdía el contacto visual, había profundidad y honestidad en ella, daba la sensación real de que te hablaba a ti.
  • La expresión facial. La línea base de expresión en Felipe VI es bastante neutral, no suele ser una persona muy emocional, sin embargo podemos comprobar cómo su expresión era congruente con los sentimientos que pronunciaba, por ejemplo, se dibujaba en su rostro una tristeza verdadera cuando hablaba de situaciones difíciles, una leve sonrisa cuando pronunciaba elementos positivos, ira para manifestar energía o cuando quería enfatizar una idea importante para él.
  • Los gestos ilustradores. Al igual que en el canal de expresión anterior, no suele ser tener un registro amplio de gestos y movimientos, esto le da una imagen antinatural, robotizada y falta de espontaneidad en sus mensajes. En esta ocasión, constantemente encontramos movilidad en sus manos, realizando gestos que acompañen e ilustren el contenido de su discurso. Aunque la mayoría de estos gestos son algo forzados, al menos dota de mayor dinamismo y frescura a su declaración.

El ambiente elegido contiene detalles preparados que indirectamente también comunican. Aparece en su despacho, para que se relacione con el trabajo, con las banderas de España y Europa; las estanterías de fondo están repletas de libros para asociar su imagen a la sabiduría, la educación y la cultura, pero todo ello, acompañado con fotografías familiares para completar esa imagen con la unión, el hogar y la vida personal, fotos actuales con su mujer y descendencia y fotos antiguas en blanco y negro de sus padres para no olvidar su procedencia.

‘La buena mano’ de Obama en su visita a España

Manifestaba hace pocos días la ‘envidia carismática’ que emana Barack Obama en cada una de sus apariciones públicas. Ahora le toca el turno a España, en su breve visita, el presidente estadounidense se reunió con el monarca y principales representante políticos de nuestro país. Es curioso observar con detenimiento este tipo de encuentros y establecer las diferencias que se generan entre unos y otros en base a las distancias, gestos, posturas, etc.

La sintonía más notable la encontramos en el recibimiento de Felipe VI. Obama tiene ‘muy buena mano’ a la hora de gestionar cualquier interacción; al estrechar la mano del jefe de Estado acompaña su saludo de un toque con su mano izquierda, casi más bien, le coge el brazo. Tal y como apunta mi siempre acertado colega, Martín Ovejero: «El empleo del tacto, cuando se hace correctamente, tiene un efecto directo y muy positivo en la otra persona. En este caso, transmite interés, afecto, cordialidad, sintonía… Y como vemos en el vídeo, lo hace en dos ocasiones, primero con su mano izquierda y, al concluir el saludo, con la derecha: doble ración de afecto».

Captura de pantalla 2016-07-10 a la(s) 21.48.54En este encuentro los gestos, posiciones y distancias denotan comodidad, sincronía, armonía en la conducta corporal de ambos, pero, ¿y en el que se produce con Mariano Rajoy? Ahí la mano de Obama refleja un estado diferente y adquiere un significado más dominante que afectuoso. En el fotograma vemos como a la entrada de Moncloa tras posar ante los medios, es Obama quien ‘empuja’ sutilmente con su mano a Rajoy para invitarle a entrar, ¿no debería ser al revés? 

Captura de pantalla 2016-07-10 a la(s) 21.51.06Ya en el interior, ambos se sientan, y de nuevo pareciera que es Obama quién está en ‘su casa’, se muestra relajado, sereno, con gestos de apertura e ilustradores contantes, sin embargo fijaos en la postura que adopta Rajoy, es una posición casi imposible, no es un gesto rápido capturado, sino de una postura prolongada en el tiempo, ésta refleja la tensión del momento.

Para alternar con la anterior postura decide colocar sus manos en forma de ojiva (juntando los dedos formando un triángulo), normalmente éste se interpreta como un gesto positivo, de confianza, seguridad y buena recepción de la conversación, pero no es un gesto ejecutado de forma relajada, aprieta los dedos, incluso a veces rompe el triángulo para entrecruzarlos, por tanto también nos vuelve a remarcar la falta de confort, nerviosismo y rigidez de la situación por su parte.

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La cordialidad no verbal impera en los últimos encuentros políticos: Felipe VI y Puigdemont y la reunión de la izquierda

Carles Puigdemont saluda al rey Felipe VI a su llegada a la cena de bienvenida a los asistentes al Mobile World Congress/EFE

Carles Puigdemont saluda al rey Felipe VI a su llegada a la cena de bienvenida a los asistentes al Mobile World Congress/EFE

No todo iba a ser malo. Después del tenso ambiente político que protagonizó el desdén de Mariano Rajoy con el ‘no saludo’ hacia Pedro Sánchez, encontramos otros ejemplos actuales para ilustrar la armonía y afabilidad en ciertos sectores político-monárquicos.

El primer ejemplo se produjo el pasado domingo en el primer encuentro entre Felipe VI y Carles Puigdemont, después de la investidura de este último en la Generalitat de Cataluña. Observamos como Carles se aleja de las puertas del Liceo y va al encuentro con el Rey que llega en su coche, ambos se topan con una amplia sonrisa del otro, establecen un contacto visual directo que se interpreta como apertura y buena disposición a la comunicación y el apretón de manos es formalmente perfecto, con la duración adecuada y total verticalidad, hay neutralidad y por tanto hay empatía, así mismo, todo esto es congruente con su expresión facial, no se desprende dominancia ni agresividad por parte de ninguno de los dos, se muestran receptivos el uno con el otro.

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Ante Felipe VI hemos visto sumisión en Rivera, complicidad real con Sánchez, respeto en Rajoy y desafío en Iglesias

reytodosEn los días iniciales de esta semana el Rey Felipe VI ha recibido a los principales líderes políticos de la nación para continuar con las negociaciones y posibilidades de una formación de gobierno definitiva. Es especialmente revelador identificar e interpretar las diferencias en esta interacción entre unos y otros para establecer significados e intenciones ocultas a través del lenguaje corporal.

Tanto Rajoy como Sánchez muestran actitudes estables que transmiten confianza y seguridad. Se notan que ambos tienen tablas y manejan la interacción con la naturalidad propia de quién conoce el medio. Rivera y Pablo están más descontrolados, algo perdidos e incitan situaciones no del todo adecuadas para estos encuentros. De hecho los encuentros más curiosos y elocuentes son los protagonizados por Albert Rivera y Pablo Iglesias.

En Rivera identificamos los nervios y la tensión de siempre ante situaciones que él no controla del todo. Ya son famosos sus gestos automanipuladores (tocarse constantemente a sí mismo para descargar estrés), se sujeta los dedos, se coloca el traje, etc. Ocurren en este encuentro dos datos curiosos que además contradicen la interpretación de la situación. Por un lado, el apretón de mano es totalmente sumiso, (como vemos en la imagen), no tiene una inclinación horizontal, su mano está significativamente con la palma hacia arriba, su cuerpo ligeramente inclinado, en señal de reverencia y su gesto facial es de una elocuente admiración.

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