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¿Llorar realmente alivia la tristeza?

El ser humano es la única especie que tiene la capacidad de derramar lágrimas emocionales, un comportamiento muy común y presente en todas las culturas.

Fotografía de uso libre: Pixabay License

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No había discusión. Llorar sienta bien. Los estudios al respecto siempre han sugerido que el llanto es beneficioso para el estado de ánimo.

Las lágrimas contienen hormonas del estrés, por tanto, este proceso se convierte en una buena forma de expulsar el malestar de nuestro organismo. Tras el llanto nuestro cuerpo libera endorfinas, provocando así que nuestro estado de ánimo se reactive equilibrando nuestras emociones, nos sentimos más tranquilos, liberados y reconfortados.

Existía un claro consenso en que llorar ayuda al cuerpo a volver a un estado de homeostasis (equilibrio) después de estar excesivamente excitado, ya sea positiva o negativamente.

Sin embargo, los resultados de los estudios de laboratorio cuasi-experimentales comenzaron a demostrar consistentemente que llorar sí que provocaba efectos negativos en el estado de ánimo. En el año 2015 se diseñó un estudio concreto para evaluar específicamente esta paradoja y comprobar el posible motivo de estos resultados contradictorios.

Se compararon las calificaciones del estado de ánimo de las personas que lloraban tras la exposición a una película muy emotiva (‘La Vida es Bella’), pero en 3 fases, de forma previa, tras ver la película y 90 minutos después del visionado.

Resultó que inmediatamente después de la película, el estado de ánimo negativo sí que aumentó significativamente en la muestra de personas que lloraban, mientras que no cambió en los sujetos que no lloraban.

Sin embargo, este deterioro rápido del estado de ánimo tras el llanto fue seguido por una recuperación que resultó aun mejor que incluso el estado previo al visionado de la película emotiva. Es decir, parece que el llanto sí que sirve para recuperar y aliviar un profundo estado de tristeza pero su acción no es inmediata.

Así, la relación observada entre el llanto y la recuperación del estado de ánimo a más largo plazo sí que coincide con los resultados tradicionales de la investigación sobre el llanto y proporciona una explicación simple y obvia.

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¿Por qué nos sentimos mal cuando no hacemos nada? La productivitis

Es cierto. Vivimos en una sociedad que nos empuja a la productividad constante, desde que somos pequeños el sistema está creado para estudiar, tener deberes en casa, extraescolares, aprender idiomas, tocar instrumentos, practicar deportes y aspirar a una buena formación universitaria y posterior trabajo.

Fotografía CCO

Nos preparamos para la actividad constante orientada al rendimiento y nuestro cerebro tiende a creer que cuanto más hacemos, más somos, más valemos. Todo este bucle puede desembocar en una importante adicción al estrés.

Esto, sobre todo, ocurre en personas muy auto-exigentes y perfeccionistas y llega un punto en el que sienten una profunda culpa cuando descansan. Entonces, les invaden pensamientos del tipo: «Estar aquí tirado es perder el tiempo», «necesito hacer algo de provecho»…

Todas estas ideas durante los fines de semana o periodos de vacaciones les impiden disfrutar y desconectar, sufren una especie de «mono» ante la falta de adrenalina, dopamina y cortisol a la que su organismo está acostumbrado con tanta actividad diaria.

El problema surge cuando la tensión se cronifica y el cuerpo experimenta ansiedad sin descanso, se resiente por tal nivel de estrés, se desgasta el sistema nervioso y la auto-estima pasa por depender de todo lo que consigas, produces y tienes de forma material, sin tener cuenta el resto.

Es importante recordar que la valía personal no depende directamente del éxito laboral o económico, de lo que produzcas o de tus ambiciones.

Los mejores valores personales se pueden alcanzar a través de la inteligencia emocional, de la empatía, del auto-conocimiento, de las buenas relaciones sociales, de cuidar, de amar, de la risa y la práctica del humor, de la lectura o el cine por placer, del aprendizaje que proporciona viajar, conocer otras culturas y estilos de vida, de la observación, del medio natural…

No hacer nada está bien, porque no haciendo nada hacemos algo muy importante, cuidarnos, pensar, meditar, conocernos y generando ese ‘aburrimiento’ nutrimos nuestra creatividad, curiosidad, inspiración…

La mejor estrategia para superar esta tendencia es la auto-conciencia. Después, reordena tus prioridades y valora tu tiempo para ser amable contigo mismo y descubrir lo que de verdad importa.

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¿Pueden los abrazos protegernos de los virus?

Mala época para nuestra salud. En las últimas semanas, no dejamos de escuchar que aumentan los casos de bronquiolitis en niños, gripes en adultos y demás virus respiratorios en la población general.

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Ya conocemos las medidas higiénicas para prevenir contraer estas enfermedades, pero también hay factores psicológicos que nos protegen o nos ayudan a recuperarnos más rápido

Según diversos estudios, los abrazos, el contacto físico o el apoyo social son protectores de la salud física y mental de los seres humanos; nos hacen menos propensos a ser infectados por el virus de la gripe, por ejemplo, o aceleran la recuperación en 2/3 de los casos de personas ya enfermas.

Gracias al contacto físico (por una persona de confianza), sentimos a nivel psicológico una gran sensación de intimidad y afecto por parte de la otra persona, lo cuál impacta de forma muy positiva sobre nuestro organismo:

«Hemos corroborado que la percepción del apoyo social es igualmente eficaz para la protección de las infecciones, debido a que nos protege de la susceptibilidad a la infección inducida por el estrés. De la misma forma, recibir abrazos podría, en parte, explicar esos sentimientos de apoyo y amparo, y de esta manera proteger a una persona contra una infección».

Ya se conocía que nuestro sistema inmune tiene mayores dificultades a la hora de combatir un virus cuando nos sentimos estresados (cuando el cortisol está presente). Además de que aquellos que cuentan con un mayor apoyo social están más protegidos contra los efectos nocivos del estrés, la depresión y la ansiedad, por tanto, los resultados tienen mucho sentido.

Además del lavado de manos, recuerda no abandonar tu vida social y darnos muchos mimos!

 

*Referencia:

Cohen S, Janicki-Deverts D, Turner RB, Doyle WJ. Does hugging provide stress-buffering social support? A study of susceptibility to upper respiratory infection and illness. Psychol Sci. 2015

¿Mar, montaña o ciudad? La ciencia responde

Según la Mental Health Foundation (MHF), el 65 % de las personas aseguran que estar cerca del agua mejora su bienestar mental.

Fotografía licencia CCO

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Apunta el investigador Jonathan Reeves que los entornos acuáticos son menos exigentes desde el punto de vista cognitivo que las imágenes y los sonidos cotidianos de nuestras vidas ajetreadas, y permiten una ‘fascinación suave’.

«Pensemos en lo fácil que es observar las ondas en el agua».

Como Homo sapiens todos vivíamos en la naturaleza pero junto a lagos, ríos y mares. Con la evolución nos convertimos en una especie mayoritariamente urbana.

La pérdida de la interacción humano-naturaleza se ha relacionado con una ola creciente de  trastornos de salud mental. Un creciente cuerpo de evidencia científica indica que la salud humana, tanto mental como física, está intrínsecamente ligada a la naturaleza.

Se ha descubierto que solo mirar un paisaje natural provoca cambios psicológicos y fisiológicos rápidos y beneficiosos en el cortisol salival, el flujo sanguíneo, la presión arterial y la actividad cerebral.

Pero además, numerosos expertos ahora creen que los espacios naturales azules podrían ser incluso más beneficiosos que los verdes.

El concepto de salud azul surgió hace casi 10 años cuando investigadores de la Universidad de Sussex pidieron a más de 20 000 personas que registraran sus sentimientos en momentos aleatorios. Recopilaron más de un millón de respuestas y detectaron que las personas eran, con mucho, más felices cuando estaban en espacios azules .

Más recientemente, expertos de la Universidad de Glasgow Caledonian (GCU) revelaron que pasar tiempo en espacios azules reduce el riesgo de estrés, ansiedad, obesidad, enfermedades cardiovasculares y muerte prematura.

Niamh Smith, investigador de GCU y coautor del estudio, dice que el equipo encontró un impacto en la salud mental y general al pasar tiempo en espacios azules. La investigación también vinculó el tiempo pasado en el espacio azul con una reducción en el índice de masa corporal (IMC) y un menor riesgo de mortalidad.

Incluso el  sonido del agua puede ser suficiente para reducir el estrés en las personas.

En términos generales, hay dos tipos de atención humana : «dirigida», la concentración intensa que podemos usar al conducir un automóvil, y «no dirigida», la atención involuntaria que podemos prestar a los ruidos distantes, con el viento, la música de fondo, o un helicóptero a lo lejos.

El sonido del agua puede estimular suavemente esta atención no dirigida, permitiendo que nuestra mente descanse.

El torrente de las corrientes de los ríos y el sonido de las olas que llegan a la costa entran en la categoría de ‘ruido rosa‘. Al igual que el ruido blanco, el ruido rosa se compone de todas las frecuencias de sonido audibles para el oído humano, pero con menos volumen en las frecuencias más altas. Se ha encontrado que  ayuda a dormir y mejorar la memoria.

Un saludo a todos los que vivimos en Madrid!! Ya sabemos que las escapaditas al mar son muy necesarias!!

 

*Fuente: BBC Future – The surprising benefits os blue spaces

Urdangarín en apuros, se acaba echando una mano al cuello

Iñaki Urdargarín y Juanma Castaño han protagonizado los casi 30 minutos que podría incluso considerar como los más tensos de la historia no verbal de la comunicación. Y ya veréis que no es exagerado.

Captura de pantalla del programa El Partidazo de la COPE

Captura de pantalla del programa El Partidazo de la COPE

El contexto, como siempre, es importante y es que tal y como el mismo Urdangarín manifiesta, entra en el programa pensando que va a hablar de deporte, sin embargo, Castaño va desviando hábilmente sus preguntas hacia el ámbito personal.

¿Y qué es lo interesante de esto? Normalmente las respuestas se preparan o se leen, lo vemos normalmente en los discursos políticos, y la comunicación no verbal no fluye de la misma manera en esa situación, al entrenarnos podemos controlar y gestionar más a voluntad nuestras reacciones verbales y no verbales.

En esta entrevista el lenguaje corporal es muy espontáneo y se expresa libremente ante preguntas inesperadas. Además, ya habíamos analizado previamente a Iñaki Urdargarín en el juicio por el caso Noos y podemos apreciar que es bastante expresivo en general.

Son muy llamativos los cambios corporales que podemos apreciar según el tema del que habla, nos va diciendo con su cuerpo cuándo se siente cómodo y cuándo no.

Al inicio, en las presentaciones e introducción, un sonriente y dispuesto Urdangarín se muestra visiblemente tranquilo, con sus abrazos apoyados en la mesa. Pues bien, en el mismo instante en el que entra la primera pregunta personal se transforma, mueve inmediatamente sus brazos para esconderlos literalmente debajo de la mesa.

Es muy curioso ver cómo su cuerpo se protege automáticamente, se encoge en el espacio, se hace pequeñito de repente.

Podemos apreciar también que se le seca la boca por el tipo de paladeo, que evidencia nuestro estado de vulnerabilidad; esto ocurre porque la producción de saliva se relaciona con el acto de la ingesta de alimentos, una acción que no es compatible con la conducta de huida ante una amenaza percibida.

Se reanuda la conversación sobre deporte y vuelve a expandir su postura y a posar los brazos encima de la mesa, de nuevo tranquilidad.

Tras un breve descanso, vuelven las preguntas personales y aquí el estrés se visibiliza en el tercio superior de su rostro, se ven las marcadas arrugas de su frente por la tensión muscular y elevación intensa de sus cejas.

Esta expresión se podría relacionar con cierto temor pero también con esfuerzo cognitivo, es decir, se concentra mucho en lo que está diciendo, le consume bastante energía tener que hablar de su situación personal.

Respecto al contenido verbal, es muy curioso también cómo se refiere al periodo de «privación de libertad«, un concepto refinado y de efecto más suave, evita así las palabras más impactantes como ‘cárcel’ o ‘prisión’.

De este modo, se distancia de ese momento de su vida. No quiere ni nombrarlo, no se permite utilizar las palabras que más resuenan. Más adelante también añade en este sentido: «Ya he pagado las cosas que han ocurrido«, una forma sutil de esquivar su responsabilidad y de llamar a las cosas por su nombre: no son cosas, son delitos, no han ocurrido de forma fortuita, según un juez, las hizo él a voluntad.

También es muy peculiar el gesto postural que realiza cuando le preguntan por su libertad condicional, inclina el cuerpo de tal forma que parece que vaya incluso a levantarse, ¡da la sensación de que quiere salir de ahí como sea!

Desde luego la peor pregunta para él, por su reacción más emocional, es la de: ¿Podemos hablar de tu paso por prisión? A Urdangarín esta le incomoda especialmente.

Se encoge de hombros, desvía la mirada, de nuevo paladea (boca seca) e incluso se aprecia cierta tristeza o afectación en ese justo momento. En su respuesta posterior se aprecian microexpresiones de asco (rechazo) cuando dice que prefiere no recordarla y mirar para adelante.

Le preguntan a continuación si fue (su paso por prisión) más duro de lo que pensaba y Urdangarín responde no verbalmente de forma bastante clara, y es que suspira lenta y profundamente y vuelve a paladear, además de cabecear contrariado.

Ante la pregunta por posibles secuelas psicológicas, el ex Duque de Palma vuelve a menguar notablemente su corporalidad, a esconder los brazos, a hacerse pequeñito… Casi que no le hace falta decir nada.

Continúa la entrevista con la cuestión del ‘linchamiento mediático‘ que ha padecido, y este es el único momento en el que acude a los gestos auto-manipuladores: se toca la cara, se rasca suavemente la barbilla y el cuello, se acaricia…

Se trata de gestos apaciguadores, solemos hacerlos cuando necesitamos auto-calmarnos y nuestro cerebro busca cierto consuelo en el contacto con nosotros mismos. Y de nuevo paladea.

Y se mantiene así varios minutos, de hecho, estos gestos acaban derivando en una postura estática bastante extraña ya que acaba literalmente agarrándose el cuello con una mano y así se queda. Además, a estas alturas ya se le aprecia visiblemente ruborizado y acalorado.

Tanto es así, que Juanma Castaño lo percibe y decide interrumpir la conversación para advertirle que le ve excesivamente incómodo. Urdangarín acaba confirmando verbalmente todo lo que su cuerpo ha estado gritando durante media hora:

«Bueno, es que esto es un programa deportivo y creo que llevamos ya un buen rato sin hablar de deporte». El periodista finaliza la entrevista argumentando: «Te noto tan incómodo que no quiero preguntarte más».

Y es que efectivamente era muy evidente la tensión a la que había estado sometido en buena parte del encuentro, creo que es el lenguaje corporal en apuros más claro que he visto en años.

8 veces al día: el mejor gesto para ser feliz

Cuidar nuestra salud mental es urgente, a veces debemos tomar grandes decisiones para conseguir nuestra felicidad, pero también disponemos de recetas bien sencillas para inundar nuestro organismo de oxitocina de la buena cada día.

Fotografía CCO

La oxitocina es una hormona muy potente que actúa en el centro emocional del cerebro, fomenta sentimientos de alegría y reduce el estrés y la ansiedad. Por si fuera poco, cuando tenemos altos niveles de oxitocina en sangre socializamos más y vemos a los demás y al entorno con otros ojos, con una mirada más afectiva.

¿Qué podemos hacer para conseguir un buen chute de esta maravilla? Según los estudios del neuroeconomista Paul J. Zak, son necesarios 8 abrazos al día. Pero abrazos de los de verdad, durante al menos 20 segundos, bien de contacto y sentimiento.

“Hemos demostrado que dando ocho abrazos al día se es más feliz y que el mundo será un lugar mejor porque se estará provocando que otros cerebros también segreguen oxitocina”, asegura el autor.

Especialmente si has tenido un mal día, te sientes decaído, pasas por un momento difícil, o simplemente lo necesitas, abraza, abraza todo lo que puedas. Aquí os dejo más beneficios de este simple gesto:

  • Fortalece el sistema inmune: las hormonas que produce el abrazo contrarresta el riesgo de sufrir infecciones o enfermedades. Además, estimula la producción de anticuerpos que combaten virus y bacterias.
  • Según los científicos de la Universidad de Duke, el cerebro de un bebé que no recibe abrazos es aproximadamente un 20% más pequeño. La falta de contacto y muestras de afecto con un recién nacido puede ser causa de muerte neuronal o afecciones importantes.
  • Los abrazos también son analgésicos. Según algunos estudio de Stanford, el contacto disminuye el dolor hasta en un 50%.
  • Equilibra el ritmo cardíaco y reduce la presión arterial.

Comprobamos fácilmente que el contacto físico a través de un sentido abrazo no es solo un gesto agradable, sino que también necesario para nuestro bienestar psicológico, emocional y corporal.

¿Fácil, no? ¡Pues, a ponerlo en práctica desde ya! 🙂

 

El síndrome del domingo por la tarde

Tranquilidad. No es grave y no estás solo. El fenómeno del domingo no se trata de una enfermedad ni de un trastorno, pero sí es recurrente y a la vez muy poco estudiado. Una encuesta de 2015 ya constataba que hasta el 76% de los estadounidenses padecía tristeza dominical.

Fotografía con Licencia CCO

Llega el martirio del domingo por la tarde y se acabó el disfrute del fin de semana, sin causa aparente, te empiezas a sentir emocionalmente mal, triste, angustiado, nervioso, irritable… Y esa noche además sueles dormir peor.

No es algo nuevo. Este padecimiento fue detectado por primera vez en el año 2006 por la psicóloga norteamericana Larina Kase, quien realizó varias investigaciones al respecto en el Centro de Estudio y Tratamiento de la Ansiedad de la Universidad de Pensilvania.

De repente, te invade la angustiante sensación de que ‘algo’ termina (otra semana más, un período de descanso), sin embargo lo que realmente te ocurre pueden ser dos cosas:

Simplemente estás aburrido y/o no te gusta estar solo, ya que los domingos podemos vivir la ‘resaca’ de un día anterior divertido, con amigos o familia; o que experimentas ansiedad anticipatoria de una nueva semana intensa de trabajo o estudio.

En los estudios de Kase la mayoría de personas mostraban algún grado de insatisfacción laboral. Quienes experimentan este problema tienen dificultades no resueltas en el contexto laboral. Básicamente tienes un trabajo que no te gusta, estresante, estás desmotivado o con mal ambiente laboral.

Algunas soluciones podrían ser la de organizar planes entretenidos para ese día, solo o acompañado, que te mantengan abstraído para focalizar tu atención exclusivamente en el momento presente y no en lo que te espera esa nueva semana. Puedes reservarte esa tarde para leer, ver películas, pasear, ir al cine, tareas del hogar, etc.

Vivimos en una cultura muy enfocada al trabajo, es donde pasamos la mayor parte de nuestra vida, tenemos que intentar que este sea lo más cómodo posible para nosotros, pero a veces (la mayoría) esto no es del todo posible, por tanto, tenemos que pensar que ese trabajo que ‘odiamos’ no puede convertirse en el centro de nuestra vida, que nos permite obtener los ingresos para cubrir nuestras necesidades básicas, poder viajar y disfrutar de nuestro tiempo libre.

Piensa que cuando hemos perdido cualquier trabajo nos hemos sentido peor y con bastante más ansiedad, no tener trabajo es una etapa indeseable para cualquiera, pensar en esto nos ayudará y así podremos lograr sentirnos aunque sea mínimamente agradecidos.

 

 

 

 

¿Hablas solo? ¡No estás loco, eres un genio!

Puedes pensar que es una locura hablarte a ti mismo en voz alta. ¡Estás equivocado! Existen multitud de investigaciones que avalan los beneficios de este comportamiento: fortalece muchas habilidades, incluida la inteligencia o la creatividad.

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No es nada nuevo, ya había grandes personajes de la antigüedad clásica, como el gran orador Cicerón (106 a.C. – 43 a.C.), que ya apuntaban que una buena forma de preparar un discurso o escribir un libro es hablar solo, especialmente cuando uno se queda en blanco.

Piensa un momento… La realidad es que constantemente hablamos con nosotros mismos a través de nuestro pensamiento. Con nuestra voz, pero sin volumen.

Ahora no parece tan descabellado, ¿verdad? ¿Por qué iba a serlo?

Lo que hacemos simplemente es elevar el tono de nuestras conversaciones internas y de esta manera los mensajes se transforman en ideas más claras, coherentes y toman una fuerza mayor a través de las palabras sonoras, asumen más significado y estos mensajes nos influyen más que si las dejamos solo en una voz interior.

Es importante aclarar que hablar solos nada tiene que ver con la soledad, no nos hablamos a nosotros mismos por no tener compañía, son acciones independientes a nivel cognitivo.

Los soliloquios, de hecho, generan otra clase de activación cerebral; si hablas con otra persona tienes la intención de comunicar un mensaje, si hablas solo se activan áreas funcionales relacionadas con la concentración, la memoria, la organización de ideas, resolución de conflictos o el equilibrio emocional.

Por todo ello, hablar en alto, aunque sea en soledad, puede ser una muy buena opción cuando queremos retener información importante o aprender un nuevo idioma. Los estudios al respecto lo avalan: cuando se verbaliza cualquier dato será más efectivo el recuerdo posterior que cuando solo se lee para uno mismo.

Otro detalle muy interesante es el de darnos ánimos o fuerzas a nosotros mismos cuando estamos en una situación difícil. Tenemos dos opciones: hacerlo en primera persona (¡vamos! ¡yo puedo!) o en segunda persona (¡vamos! ¡que tú puedes!). Pues bien la investigación también tiene algo que decir al respecto:

Resulta que si optamos por hablarnos en segunda persona del singular obtendremos efectos más positivos en el desempeño y rendimiento de cualquier tarea en la que nos encontremos. Nos moviliza, nos motiva a la acción con mayor optimismo. Autoestimular nuestro ánimo en segunda persona incrementa nuestra confianza y nos aportará seguridad.

Hablarnos en voz alta también nos tranquiliza en momentos de alta ansiedad y estrés, podemos tomarnos unos segundos con nosotros mismos frente al espejo y decirnos que «todo va a salir bien», «venga, que no es para tanto», «no pasa nada, eres fuerte». Breves notas en altavoz que resuenan como un buen consejo que asumimos sin cuestionarnos.

Después de todo, va a resultar que hablar solos no es algo de locos, sino de genios! 🙂

 

 

La pandemia agrava los casos de ‘Hikikomori’

El síndrome de Hikikomori se refiere al fenómeno social, más típico del continente asiático, en el que las personas (sobre todo adolescentes) deciden por voluntad propia recluirse y apartarse de la sociedad, consiguiendo grados extremos de confinamiento y aislamiento.

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Ahora, este concepto se extiende por Europa y EE.UU. Tras la pandemia se hace un hueco también en nuestro país, donde se le conoce popularmente como «Síndrome de la Puerta Cerrada«.

Se establecía como perfil hikikomori a un varón, adicto a los videojuegos, manga y anime, sin oficio ni beneficio; pero los psicólogos advierten de que la realidad es cada vez más compleja y este síndrome afecta a una parte más amplia de la población, incluyendo mujeres, mayores de edad, e incluso ancianos.

Entre las causas, que más se relacionan con este diagnóstico, podemos encontrar severos cuadros de depresión y ansiedad, alto estrés, baja autoestima, casos de bullying, fobias sociales… Todo ello se agrava con la pérdida de habilidades sociales, supliendo estas carencias con televisión, video-juegos y/o redes sociales, conformándose con esa ventana ‘segura’ al exterior.

El aislamiento se convierte en la clave para evitar el dolor, el fracaso, la presión social, la asunción de responsabilidades y decisiones, la exposición social, en definitiva. Rompen con el exterior creando su propio mundo y sustituyéndolo, a menudo, por uno virtual, irreal pero mucho más ‘fácil’ para ellos.

El confinamiento forzado por la covid 19, y la reducción del contacto social en la que derivó, asentó las bases para muchos jóvenes y no tan jóvenes que ya padecían esta tendencia, la pandemia les hizo ‘probar’ y sentirse a gusto en este contexto, refugiados en esta forma de vida, meses después no pueden salir, no quieren, y la psicoterapia es la única solución.

 

 

*Fuente: Hikikomoris forzados por la pandemia: el Síndrome de la Puerta Cerrada – The conversation

 

Tendrás una vida más corta, literalmente, con un trabajo estresante

El estrés es un sentimiento/estado de tensión física o emocional que puede provenir de cualquier situación o pensamiento que lo haga sentir a uno frustrado, furioso o nervioso. Se trata de una reacción corporal a un desafío o demanda.

Fotografía de uso libre: Pixabay License

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Pequeños episodios de estrés pueden resultar incluso positivos, ya que nos puede ayudar a evitar un peligro o a cumplir con una tarea importante en fecha, pero ya conocíamos que los efectos del estrés prolongado son nefastos para nuestra salud física y mental.

Ahora, los autores Mark Borgschulte, Marius Guenzel, Canyao Liu y Ulrike Malmendier, han publicado recientemente un estudio que relaciona los efectos de estrés con el envejecimiento y muerte prematura de las personas que ocupan puestos ejecutivos.

Analizaron las fechas de nacimiento y muerte de casi dos mil directores de grandes empresas y utilizaron herramientas de aprendizaje automático para evaluar el envejecimiento visible, usando una muestra de 3.086 fotos de los directores ejecutivos de Fortune de 2006 en el transcurso de su mandato.

Los resultados fueron sorprendentes: «Cuando los directores ejecutivos se encontraban bajo un estrés significativo, durante una recesión económica por ejemplo, redujeron su esperanza de vida en 18 meses. Por el contrario, su vida útil aumentó en dos años cuando estaban aislados de las presiones del mercado«.

Además, el análisis de las imágenes mostró que la exposición a un evento significativo, como la Gran Recesión Económica, también aumentó la edad visible de los directores ejecutivos, desmejorando su rostro de forma muy significativa, según la investigación.

«Los regímenes de liderazgo corporativo más estrictos, que generalmente se consideran deseables y que supuestamente mejoran el bienestar, realmente imponen importantes costos para la salud personal a los directores ejecutivos«, concluyeron los investigadores.

Si bien carecemos de una medida física o médica, cuantificable o irrefutable, de mayor estrés, la evidencia implica que una gobernanza severa y las recesiones económicas sí constituyen un daño personal sustancial para los directores ejecutivos en términos de salud y esperanza de vida real.

Y tú, ¿qué tipo de trabajo tienes? 🙂