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Lo que no se vio en Arnaldo Otegi: desvelamos sus emociones en la entrevista con Évole

Arnaldo Otegi, con Jordi Évole al inicio de la entrevista. La Sexta

Arnaldo Otegi, con Jordi Évole al inicio de la entrevista. La Sexta

No cabe duda que las entrevistas de Jordi Évole en su programa Salvados son un filón para los analistas de conducta. Preguntas directas, algunas incluso sorpresivas, tensión, y primer plano del rostro del entrevistado para identificar estados emocionales. En esta ocasión le tocó el turno a Arnaldo Otegi, que no defraudó con titulares polémicos y sorprendió con algo de perdón, arrepentimiento (de soslayo) en su testimonio. Pero ya sabemos que una cosa es lo que se dice y otra las emociones que van acompañando a esas declaraciones, éstas deben ser congruentes para demostrar la sinceridad en lo que uno pronuncia, si no ocurre así, debemos pensar que la persona no está siendo honesta del todo, o al menos que no dice lo que realmente piensa.

En general, su discurso fue evasivo y totalmente justificativo de lo acometido por su parte con la banda terrorista, llega a decir que ETA no era tan nociva porque ‘avisaba’ cuando ponía las bombas. O también cuando le preguntan «¿ha valido la pena tanto dolor para llegar hasta aquí?» Muestra una latencia de respuesta muy notable, se lo piensa, pone cara de asco y alega “ha ocurrido, tampoco tiene vuelta lo que ha ocurrido”. Se evidencia una carencia muy significativa de arrepentimiento, visto por ejemplo en varios momentos concretos. El periodista le pregunta que si se considera un terrorista, a lo que él responde «para nada» con expresión facial de duda y encogiendo los hombros. Aprovecha para mandar un saludo, con una sonrisa, a los compañeros que están repartidos por cárceles españolas con condenas más extensas que la suya. Utiliza generalizadores para escudriñar su responsabilidad, aludiendo a que «históricamente la izquierda mundial siempre ha sido violenta».

Elevación unilateral de la comisura labial correspondiente a la emoción de desprecio.

Elevación unilateral de la comisura labial correspondiente a la emoción de desprecio.

Évole le pregunta «¿por qué uno se hace de ETA? Él evita responder directamente, vuelve a escudarse en la masa, «en Euskadi había quince mil militantes de ETA». Y además aquí su prosodia emocional (la tonalidad de la voz) es enérgica, muy intensa en ese momento, se relame, lo dice con verdadero orgullo. «Era algo natural», añade restando importancia a su relación con la banda armada. A esto se suma el desprecio brutal (creo que nunca había captado una emoción de desprecio tan marcada como esta) cuando habla de su condena y de lo que ha padecido siendo perseguido por el gobierno. Todo ello, todos estos argumentos, instantes específicos de su entrevista, no nos dejan inferir otra cosa que la ausencia absoluta de arrepentimiento, su convicción ideológica y lo realizado en el pasado siguen íntegras.

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