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La comunicación no verbal también fue protagonista en el debate electoral

En cuanto a lenguaje corporal se refiere, anoche hubo dos debates, hasta la primera mitad los cinco representantes políticos aparecían serios, tensos, inmóviles y presos del papel y la lectura, demasiado encorsetados y preparados, pensé que se avecinaba el debate más aburrido de la historia, pero todo cambió hacia el final.

Para empezar fuerte el post, sin duda, los ganadores del debate fueron Abascal e Iglesias, ambos salieron reforzados, ahora explicaré el porqué. Casado fue el mejor orador y los que quedan al final del ranking son Sánchez y Rivera.

‘Me gustas cuando callas porque estás como ausente’ decía Neruda’. Así se mostró Pedro Sánchez. En mi opinión, el actual presidente del gobierno no puede quedarse en un segundo plano, no debería esconderse en la sombra, tiene que ‘mojarse’, luchar con energía y proyectar fuerza y seguridad. Su lenguaje corporal era el de ‘a mí todo me resbala’, es muy injusta esa posición. Mientras hablaban sobre él, bajaba la mirada, leía sus apuntes, ignoraba por completo a sus adversarios.

Solo se detectaban algunas miradas de reojo y sutiles expresiones de superioridad con la elevación unilateral de la comisura de la boca. Curiosamente cuando más reacciona, negando con la cabeza y sonriendo con desprecio, se produce cada vez que Iglesias pronunciaba el “usted y yo”, le molestaba, rechaza esa unión verbal, le incomoda escuchar esa ‘relación’. Inquietante…

Pablo Iglesias continúa con su varita mágica, sigue aferrándose a su ‘bolidependencia‘ en cada aparición pública, un recurso que le resta seguridad como orador preparado. Pero también continúa con algo más positivo para su imagen, su rol conciliador, esa nueva actitud que ya mostró en la anterior campaña y nos sorprendió a todos. Y es que su discurso fue siempre agresivo, palabras de alto impacto, voz enérgica, ceño fruncido de ira, dedos acusadores y gestos arrolladores.

De repente, parecía que no había ‘roto un plato’ en su vida. Adoptó una postura totalmente contraria, no sé si forzada o espontánea y coherente con un discurso natural más mesurado y prudente. Pero lo mantiene. Su gesto protagonista ahora son los brazos abiertos con las palmas de las manos hacia arriba, la postura de la moderación, cuando todos alzan la voz, él la baja notablemente y así ‘queda bien’, sin duda.

Pierde fuerza en su discurso aunque gana en concordia, ya no proyecta la agresividad de sus comienzos. Es el que más ha cambiado su estilo de comunicación y ha aprendido a proyectar templanza, armonía, convivencia, rasgos muy valorados y esperados en los tiempos que corren…

Iglesias se pone la corbata (de aquella manera) y Abascal se la quita. ¿Cómo podemos interpretarlo? Realmente es una decisión que se puede utilizar para diferenciarte o no del resto. El líder de Unidas Podemos ya no reniega de una imagen más tradicional en sus apariciones públicas, no le interesa desmarcarse y prefiere volver al ‘redil’. Ahora es el representante de VOX quien quiere poner ese límite diferencial, un ‘yo no soy como ellos’.

Fue el primer debate para Santiago Abascal y estaba feliz. Tiene una personalidad introvertida, de baja exteriorización emocional pero en momentos de alto impacto el cuerpo habla, grita, y pudimos apreciar la dicha que experimentaba de verse allí.

¿Por qué? Encajaba los ataques directos con sonrisas de oreja a oreja, incluso intentaba reprimirlas para que no se le notara, ya que realmente no corresponde, pero no podía evitarlo, le hacía ilusión que le nombraran, experimentaba un verdadero deleite, le agradaba sentirse por fin protagonista, que le hayan dado su sitio, haberlo conseguido, aunque sea el foco de la polémica, le da igual, está ahí, es el que más ha disfrutado y el que sale más reforzado de todos.

Pablo Casado tiene el don de la racionalidad y la buena oratoria, avasalla con datos y agilidad mental sin perder los nervios ni alterarse, es el que más controla el debate de manera natural, con maestría. Se exhibe seguro, solvente, experimentado… Las mejores cualidades que se pueden esperar ver en un líder político. Fue muy generoso en cuanto a comunicación no verbal se refiere, el más dinámico con constantes gestos ilustradores, el más expresivo en el rostro, el más expuesto y sentido, por tanto, el que se proyecta con mayor credibilidad.

Es interesante el momento con mayor intensidad emocional para él: Muestra extrema sorpresa (casi se le salen los ojos de las órbitas) cuando Rivera le discute o le ataca mínimamente, casi no puede ni creerlo, es el instante en el que se le ve más desconcertado.

Si Albert Rivera utilizara más las pausas y los silencios tendría mucho más poder en conectar con el público; se acelera demasiado, no controla el ritmo, no da sentido a las palabras con el paralenguaje (tempo, tonalidad, ritmo del lenguaje) y no interiorizamos lo que expresa.

Además, el líder de Ciudadanos sigue fiel a los recursos visuales para captar la atención del público y marcar sus ideas en la memoria de la audiencia. Por supuesto, los objetos de impacto llegan más que las palabras, es una buena estrategia, pero si abusa, en cantidad de elementos y en tiempos de exposición, le acaba restando seguridad y fuerza al contenido verbal, pareciera que ya ‘necesita’ de ese recurso para defender su discurso. Pierde seriedad, coherencia y convicción.

¡Espero vuestras opiniones! ¿Qué os pareció el debate? ¿Quién pensáis que lo hizo mejor?

La complicidad entre Iglesias y Casado que se filtró en el Debate Electoral

Parece que las emociones y el factor humano a veces se imponen incluso sobre la rivalidad política.

A Pablo Iglesias y Pablo Casado les une una historia personal que ellos mismos han confesado y es que sus respectivos hijos nacieron prematuros y ambos líderes políticos se han brindado ayuda y apoyo desde el principio. Los dos candidatos a la presidencia del Gobierno se deshacen en halagos a nivel personal y no dudan en admitir su buena relación. Iglesias afirmó en una distendida entrevista realizada por niños en el programa de AR que en el supuesto de que hubiera un incendio en el Congreso, «salvaría a Pablo Casado sin duda».

Esta complicidad no pasó desapercibida para gran parte de la audiencia de los últimos debates electorales antes de las próximas elecciones. Y es que las emociones y afectos se acaban filtrando irremediablemente en nuestra conducta, hasta cuando son muy positivos. De hecho, tras finalizar el debate en sí, las cámaras pudieron seguir grabando los reencuentros de los 4 participantes con compañeros, amigos y familiares. Enternecía ese instante en el que tras la contienda, Iglesias mostraba fotografías de sus hijos a Casado y su mujer.

PP y Podemos mantienen las ideologías políticas más antagónicas de las presentes y lo esperado era una lucha dialéctica encarnizada entre dos posiciones tan contrarias. Esto no se produjo. Todos pudimos apreciar una especie de ‘pacto de no agresión‘ entre los dos líderes. Ningún ataque, ningún reproche, y cuando Iglesias lo hizo, estaba más dirigido a la historia de corrupción y datos escandalosos del Partido Popular, sin referirse a la actualidad o directamente a Casado.

Se respetaron y fue palpable que Iglesias y Casado a nivel afectivo y personal se aprecian mucho. No hubo polémica, nunca se interrumpían, guardaban los turnos de palabra, no solo en silencio sino que su gestualidad era de admiración y escucha activa, incluso se podía apreciar en un momento del debate cómo cuando Iglesias hablaba de propuestas, Casado asentía contundentemente con la cabeza.

Se comprueba una vez más que la emoción pesa mucho más que la razón y solo por eso para mí, los dos fueron los claros vencedores del Debate.

Análisis del debate a cuatro más allá de las palabras

debate para 16jPor primera vez los cuatro principales candidatos a la Moncloa debatieron anoche en un acalorado encuentro, repleto de momentos de tensión, impacto emocional y gestos significativos. Existieron notables diferencias con la comunicación no verbal del último debate a cuatro. La mayor novedad de esta nueva contienda es la participación de Mariano Rajoy, del que hemos comentado anteriormente que no es especialmente hábil en este tipo de situaciones de alto impacto, en esta ocasión, sorprendió tranquilo pese a ser la diana de todas las críticas y estar en la posición, sin duda, más difícil. Su lenguaje corporal ha fluido más y mejor que en anteriores ocasiones en las que su figura se paralizaba y exclusivamente leía sus apuntes, aun así, se percibe mucho más cómodo y con seguridad cuando se apoya en los datos.

En mi opinión, existen siempre tan bajas expectativas sobre su comunicación no verbal y verbal que por algo bien que lo haga ya resulta victorioso en su participación, quedando esa sensación de: «pues mira, al final, no lo ha hecho tan mal»Su expresión corporal más significativa: orgullo. Se mostraba altamente satisfecho con sus intervenciones, finalizaba su turno de palabra siempre con una sonrisa, postura erguida y cabeza alta. Sus palabras iban constantemente asociadas a conceptos como la sabiduría, experiencia y veteranía, menospreciando a los que todavía no han pasado por el gobierno.

En general, todos han dotado de demasiado protagonismo a los datos, apuntes, gráficos y encuestas. El discurso más emocional, natural, anecdótico y coherente con su corporalidad fue el de  Albert Rivera, que comienza, y se mantiene, más calmado de lo normal, ganó su comunicación no verbal por la ‘superación’ (por fin) de todos sus errores conductuales en este tipo de intervenciones. En esta ocasión, participaba con un ritmo lento, sin movimientos acelerados, ha trabajado sus tics nerviosos, no interrumpía, no se impacientaba y cambió la dominancia por el sosiego. Utilizó los gestos ilustradores con genialidad, uno de los mejores recursos en comunicación no verbal efectiva, ya que transmiten credibilidad y convicción. Demostró buena sintonía con Sánchez y cierta inquina hacia Iglesias.

Pedro Sánchez tenía muy claro su objetivo: fue a por Rajoy, a veces diera la sensación incluso de que fuera un cara a cara entre ambos. Sus expresiones de desprecio hacia el líder del Partido Popular eran incesantes. Utilizaba el gesto del dedo acusador, lo que denota la agresividad en el flujo de la conversación. La mirada del representante socialista era directa y penetrante, desafiante en sus reproches hacia Rajoy, quién no le devuelve la mirada, le resulta imposible sostener la abrumadora inspección de su contrincante más feroz. Su actitud fue especialmente provocadora con Rajoy e Iglesias, sin embargo menos beligerante y más comprensiva con Rivera.

Pablo Iglesias sigue fiel a su apariencia más informal y a su bolígrafo en mano para descargar tensión, pero también corrigió errores: usar camisa blanca en lugar de azul para controlar la visibilidad de la sudoración que enturbió su imagen en el debate a cuatro de las pasadas elecciones. Le faltó fuerza en su comunicación no verbal, era muy plano, sin fluctuaciones emocionales, pareciera cansado. Resultó llamativo el hecho de que sus expresiones emocionales más intensas fueran provocadas por Rivera, veíamos por ejemplo una profunda ira, sonrisas irónicas y desprecio, en numerosas ocasiones, mientras se dirigía al líder de Ciudadanos o le escuchaba. Sin embargo, se detecta tristeza y decepción cuando es atacado por Pedro Sánchez. Le enfada la postura combativa de Rivera, le duele la de Sánchez.

El minuto final, o minuto de oro, adquiere una relevancia importante, aunque se trate de un espacio totalmente preparado, ensayado y no dando lugar alguno a la improvisación, sí que la elección del mensaje y de las palabras empleadas también exhibe el concepto que subyace a cada posición política:

Pablo Iglesias repite varias veces en pocos segundos la palabra «miedo», anima a la superación de esta emoción que paraliza a quien la sufre, y alude a la alegría y las sonrisas. Su intención es la de provocar energía positiva que se asocie con el credo de su partido.

Albert Rivera, nombra a los sentimientos y se dirige a los ciudadanos: «si ustedes sienten como yo…» Con esta sentencia implica al publico y lo hace cómplice de su ideal, proyecta la sensación de que están en un mismo barco, acorta distancias.

Si en Mariano Rajoy decíamos que predominaban las emociones de orgullo, en este minuto final la nombra directamente, se centra en destacar lo bueno que ya tenemos, omite palabras como cambio o futuro, apuesta por la continuación. En esta intervención sí que se le aprecia más nervioso de lo que está en el debate.

Por último, Pedro Sánchez se dirige al público hablando de tú, se aleja de los protocolos y los formalismos para hablar de un modo más cercano con el votante. El líder del PSOE invita a la reflexión y al cambio.