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Análisis no verbal de la intervención de Zelenski en el Congreso: más enfadado que de costumbre

El Presidente ucraniano Volodimir Zelenski ha intervenido hoy en el Congreso de los Diputados de nuestro país y, como siempre, deja constancia de que, sin duda, su arma más poderosa es su comunicación política, convirtiéndose ya en todo un ejemplo de liderazgo para el mundo.

Las expectativas eran altas y no ha defraudado. Zelenski se caracteriza por personalizar siempre sus discursos y realizar alusiones directas a hechos históricos (normalmente atentados o guerras) del país al que se dirige.

Para España ha destacado que: «En lugar de estar en el mes de abril del año 2022 pudiera parecer que estamos en abril del año 1937, cuando ocurrió el desastre de Guernika«.

Este recurso de la personalización despierta la empatía y la conexión con una audiencia concreta, refleja un poder similar al que conseguimos llamando a las personas por su nombre. Consigue que las personas seamos más receptivas con su causa y nos pongamos en su lugar. Agita nuestras conciencias.

De hecho, la palabra más repetida en su mensaje a la población española ha sido la de: «Imaginen…» Nos implora que de verdad podamos pensar en pasar por una situación de guerra a día de hoy. Nos pone en su piel evocando sensaciones. Relatando todo por lo que están pasando las familias ucranianas.

Sin embargo, y a diferencia de otras ocasiones, la expresión facial predominante en su rostro durante casi toda su intervención ha sido la emoción de ira. El ceño fruncido y la severidad en el tono de sus palabras nos revelan a un hombre más enfadado y rígido.

Es comprensible, las condiciones que generan ira son: la frustración, la interrupción de una conducta motivada, situaciones injustas, o
atentados contra valores morales e inmovilidad.

En otras conexiones pasadas se podían detectar en él más expresiones de tristeza, imploraba ayuda desde una posición más victimista, hoy se mostraba más imperativo e irritado, con el hartazgo natural del paso del tiempo en un contexto de guerra.

 

Gana la comunicación no verbal de Albert Rivera en el segundo debate de investidura

Albert Rivera durante su intervención en el debate de investidura del líder socialista. (EFE/Zipi)

Albert Rivera durante su intervención en el debate de investidura del líder socialista. (EFE/Zipi)

El claro protagonista en el segundo debate de investidura fue sin duda el comportamiento no verbal, nos encontramos con constantes gestos de asentimiento o desaprobación que da buena cuenta de los acuerdos o no que existen entre partidos. Y si hay que que señalar a un representante político concreto, gana el lenguaje no verbal de Albert Rivera, que con su intervención rebajó la tensión creada momentos antes en el hemiciclo.

Y es curioso, porque normalmente él es una persona muy nerviosa y muy inestable emocionalmente, lo vimos muy descontrolado en los debates durante la campaña electoral. Pero en estas jornadas de investidura está muy relajado, su tono es conciliador, el discurso pausado y tranquilo, utiliza las pausas y los silencios adecuadamente, su corporalidad es natural y espontánea, repleta de gestos ilustradores de su mensaje que hacen que se perciba como creíble, sus palabras se transmiten producto de la convicción y la sinceridad. No ha entrado al trapo del tono bronco que había adquirido el debate hasta el momento, no hay agresividad en su actitud. Y sobre todo, y lo más importante para resultar triunfante en su intervención, es que aún teniendo ésta una duración considerable, no lee, esto es uno de los aspectos fundamentales para conectar con el espectador, la percepción que despierta en el observador será de seguridad, honestidad  y la sensación de que no habla para sí mismo, para brillar soltando un mensaje rimbombante sin más, sino que demuestra su afán por abrirse a una comunicación efectiva, crear conexiones, se esfuerza por convencer.

Pedro Sánchez, en la primera sesión de investidura estaba muy nervioso, denota la importancia de ese momento para él, estaba tenso, se balanceaba. En esta segunda jornada estaba mucho más tranquilo y sereno, aunque como es habitual sus gestos y ritmo del discurso resultan demasiado artificiales, están encorsetados y ensayados y como casi siempre peca de falta de naturalidad.

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