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Analizamos la comunicación no verbal de Íñigo Onieva tras su ruptura con Tamara Falcó

Íñigo Onieva reaparece públicamente atendiendo a los periodistas que le hacían seguimiento tras la filtración en vídeo de su infidelidad a, su hasta entonces prometida, Tamara Falcó.

Visiblemente nervioso, su mensaje y comunicación no verbal expresan una alta carga emocional. Centra su discurso en rogar respeto para su familia, a la que describe como acosada y aprovecha para agradecerles su apoyo incondicional.

Se describe a sí mismo como «destrozado» y muy «arrepentido«, exteriorizando directamente su dolor y sufrimiento y desmintiendo que esté feliz y de fiesta.

Sí que evita pronunciar palabras que le inculpen expresamente, como «infidelidad», «engaño», o «traición». Por contra, minimiza de alguna manera su responsabilidad, hablando de forma impersonal y sustituyendo estas palabras más duras por evasivas como:

«No hay héroes ni villanos sino personas que cometen errores» y añadiendo: «Es algo de lo que me arrepiento».

Sin embargo, lo que ha trascendido, sobre todo, por parte de los medios de comunicación que recogieron sus declaraciones, es que Íñigo Onieva sí que parecía sincero e incluso les transmitía cierta ternura al expresarse así de emocionado y vulnerable.

¿Por qué esta vez ha sido distinto y ha ‘llegado’ a los corazones de buena parte de la audiencia?

Un aspecto de su comunicación no verbal podría ser la clave en este cambio en la opinión publica, y es su paralenguaje, es decir, la forma en la que expresa su discurso.

La voz quebrada es muy difícil de simular y es por esta razón que su credibilidad ha sido más palpable, porque es un signo evidente de tristeza y sufrimiento. Ahora bien, no sabremos si el objeto de este pesar se debe al acoso mediático y a la vulneración de su intimidad, a la ruptura con Tamara, o ambas dos.

¿Cómo reaccionará Tamara Falcó a sus palabras?

Lo que no vimos en el ‘perdón’ de Otegi

Las encuestas de opinión tras las declaraciones de ayer de Arnaldo Otegi le siguen sin dejar en buen lugar. La mayoría de personas dicen no dotar de credibilidad ni coherencia a su exposición, y es que todos podemos percibir que algo no cuadra. Analicemos algunos detalles que podrían explicar esta sensación.

EFE

EFE

Coincidiendo con el décimo aniversario del cese de la actividad de ETA, el líder de EH Bildu pronunció unas palabras que pretendían ser una nueva declaración de intenciones en pos de la paz, la vía democrática y el esperado perdón a todas las víctimas de ETA.

En general, las palabras no estuvieron mal escogidas, al contrario que destacaba en el análisis del perdón de la carta de ‘El Prenda’ (miembro de la condenada Manada), en esta ocasión, sí se habla de sentimientos y emociones, se pronuncian referencias al sufrimiento, al dolor, pero precisamente el concepto más importante es inexistente, falta un simple pero urgente: ‘pido o pedimos perdón a cada una de las víctimas’.

Pero hacerlo así, directamente y a las claras, significaría un reconocimiento de la culpa, del delito, de la responsabilidad de muerte, que parece que aún no está preparado para asumir. Un fallo garrafal en la credibilidad total del discurso y una evasiva innecesaria si el sentimiento de arrepentimiento es sincero.

Otra característica que resta realidad emocional y del afecto es la lectura del discurso, no podemos pretender que cualquier disculpa resulte sentida si leemos el mensaje que queremos transmitir, al menos en las partes más emotivas, el perdón debe salir de uno mismo, mirar al de enfrente y ‘dar la cara’ sin escondernos detrás de un guion preparado con antelación. 

Otegi pone énfasis en algunos momentos importantes de su comunicado, como al dar acento al «absolutamente todas las víctimas» (hasta ahora solo reconocían el daño a las víctimas colaterales) y al afirmar que «nunca debió haberse producido», pero todo ello pierde fuerza por la vuelta a la lectura.

Por último, y lo más importante, es que no se detectan gestos corporales o emociones en el rostro que acompañen coherentemente sus palabras. Si vemos el vídeo de su comparecencia sin sonido, podemos comprobar como podría estar hablando de cualquier cosa, no hay tristeza, ni compasión, ni culpa, ni siquiera ira…

Hay personas que son menos expresivas sí, pero cuando el mensaje tiene tanto peso e impacto afectivo, la reacción corporal debe ir en sintonía con las palabras expresadas, sentidas. Con sus manos posadas sobre el atril y su rostro impertérrito, solo observamos una inmovilidad total de su corporalidad, hecho que los estudios científicos relacionan con la falta de credibilidad.

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Analizamos la carta de ‘El Prenda’, ¿arrepentido?

El arrepentimiento es un sentimiento muy intenso que genera pesar por algo que se ha hecho, dicho o dejado de hacer. El pesar es tristeza, un dolor interior, profundo, sobre todo cuando el acto tan aberrante que provoca esa culpa es tan grave como el acometido por «La Manada».

 

Uno de sus miembros, conocido como ‘El Prenda‘ ha escrito una carta de supuesto arrepentimiento en la que declara de forma escueta lo siguiente:

«Mi total arrepentimiento por el delito por el cual cumplo esta condena, y mi solicitud personal de perdón a la víctima por los daños causados, los cuales lamento profundamente, y así mismo a sus familiares directos».

La comunicación no verbal no trata solo de examinar caras o gestos, también explora lo que proyectan las palabras que elegimos, su coherencia emocional y una interpretación psicológica del discurso.

Si analizamos el contenido emocional de la frase es fácil apreciar una carencia absoluta de implicación del afecto (no hay alusión a descriptores que afronten lo que hizo ni a sus consecuencias).

La terminología que se utiliza es formal, fría, técnica, no hay verdad, no hay desgarro, no hay sentimientos.

Ni siquiera se dirige a ella por su nombre, la llama «víctima». Sí, es su víctima, pero ella no se reduce a eso, no era víctima antes de conocerle, es una persona, una mujer, casi una niña por aquel entonces, tiene nombre, un nombre que no se atreve a pronunciar, no la dota de identidad propia.

De igual forma, se muestra evasivo omitiendo lo que hizo con ella, reduciéndolo a «delito por el cual cumplo esta condena», así, se distancia emocionalmente de ella pero también de los hechos, no quiere destacar su importancia, no le interesa que aparezca en su texto la palabra violación, porque esa palabra resuena muy fuerte, es de gran impacto emocional y le convierte en algo que involuntariamente, o no, todavía no quiere reconocer a las claras.

Por tanto, si profundizamos en las palabras escogidas para demostrar su arrepentimiento, nos costará darle credibilidad, ya que en toda esta impostada retórica no reconoce el dolor, no afronta la realidad llamando a todo por su nombre, no expresa sentimientos ni emociones compatibles con un estado auténtico de sufrimiento, remordimiento o penitencia.

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Por qué Ana Julia Quezada no muestra arrepentimiento #ComunicacionNoVerbal

En el día de ayer, analizamos la reaparición de Ana Julia Quezada en su primer día de juicio con una apariencia muy diferente a la que recordábamos durante la búsqueda del pequeño Gabriel. Hoy ha comenzado a declarar y podemos analizar sus primeras palabras y confesiones.

Ana Julia, en el juicio de hoy (Carlos Barba / EFE)

Ana Julia, en el juicio de hoy (Carlos Barba / EFE)

De nuevo, ha hablado entre sollozos y ha manifestado que sólo va a responder a las preguntas de su abogado. Como dijimos ayer, el llanto por sí mismo no es directamente indicativo de arrepentimiento o culpa, la tristeza puede ser real pero lo que activa esa emoción puede ser puramente egoísta, la pena por uno mismo, por el miedo a la condena, por la ‘situación’ a la que se ha llegado, por sentirse realmente una víctima, hecho que se ve reforzado además por lo siguiente:

Entrando en el análisis de contenido, lo que me parece más revelador es la técnica que utiliza para intentar ‘justificar’ un asesinato, para intentar darle sentido a lo que hizo, para que la gente pueda entender e incluso empatizar con ella. Y es que pretende degradar y trasladar la maldad a la víctima, manifiesta: “Alguna vez (el niño) me dijo: ‘qué nariz más fea tienes, parece que te han dado una hostia’”; o que Gabriel fue quien cogió el hacha y le gritó: «Negra tú a mí no me mandas».

Da a entender, de este modo, que ella sufrió sus ataques verbales y que como respuesta lo asesinó, que ella ‘también sufrió y padeció’, que no lo hizo sin motivo. Cuando recuerda al niño no hay ni una sola lágrima ni una emoción de tristeza, la actitud totalmente contraria la observamos cuando sí que rememora a su hija fallecida, en este caso, sí se aprecia sufrimiento (independientemente de lo que finalmente ocurriera), con Gabriel no, nada, lo hace impasible y con absoluta frialdad emocional.

Por último, llama la atención su respuesta a la pregunta realizada por la Fiscal: ¿Por qué no llamó a la familia o al 112? «Porque no pude, ni a mi hermana se lo pude decir. Yo sólo pensé que le he quitado la vida al hijo de mi pareja, ¿cómo se lo digo yo a Ángel?».  Esta contestación da mucho de sí. En primer lugar, se trata de una respuesta evasiva que realmente no argumenta un motivo posible sino que transmite que se actúa de forma irremediable, esconde un ‘yo quería pero no podía’, no, la voluntad no funciona así, no estaba incapacitada para hacerlo, no llamó de forma consciente porque no quiso.

«Le he quitado la vida» es la frase más tibia y, en cierto modo, poética con la que se puede expresar el acto de ‘matar’, ‘asesinar’, ‘golpear’, ‘asfixiar’ y un sin fin de sinónimos que serían más fieles a la realidad. De esta manera, no solo suaviza su apariencia sino también sus actos criminales para evitar proyectar violencia y no generar rechazo.

«¿Cómo se lo digo yo a Ángel?». Nuevamente, ¿dónde sitúa el foco y el protagonismo? En ella misma. Se preocupa más por cómo va a ser capaz de relatar y afrontar lo que hizo que por el daño y el sufrimiento causado tanto al niño como a la familia.

 

Analizamos la comunicación no verbal de una ‘renovada’ Ana Julia Quezada

Muchas eran las alarmas conductuales que manifestaba Ana Julia Quezada durante la desaparición del pequeño Gabriel Cruz, el hijo de su pareja. En el proceso de la todavía búsqueda del desaparecido, Ana Julia se expuso ante los medios y analizamos en este blog aquel lenguaje ocultosus gestos gritaban agresividad, recelo, dominancia y tristeza fingida.

Ahora reaparece, acusada de asesinato, para declarar ante el jurado que dictará su veredicto. Vemos claramente como ha cambiado completamente su imagen. La apariencia también es un canal del comportamiento no verbal que aporta bastante información, sobre todo cuando se producen cambios drásticos, como es el caso. Los estudios han comprobado que la apariencia es una de las variables que más influye en la persuasión.

Por más que intentemos sustraernos de los estereotipos, nuestra imagen exterior sigue siendo la principal fuente de información a la hora de formarnos una primera impresión de alguien. Y Ana Julia ha intentado ‘suavizar’ la suya, ha prescindido de las lentes que antes utilizaba, ahora su rostro es más limpio y descubierto, su mirada es más clara. Ha alisado su cabello para dulcificar su imagen, ya que el pelo rizado y alborotado podría trasmitir más carácter, desenfado, rebeldía. Su atuendo en cuanto a ropa es bastante formal.

En el vídeo que recoge la parte inicial del juicio, se la aprecia llorando, me preguntan, ¿está triste? ¿llora de verdad? ¿está arrepentida? Claramente llora, la clave de la cuestión es ‘por qué’, quiero decir ¿cuál es el estímulo que activa su ‘pena’? El foco no tiene porque ser la víctima, ni su arrepentimiento; puede llorar por ella misma, porque le de pena verse en esa situación, porque tiene miedo de su condena… Es algo que piensa y no por ejemplo a causa de una pregunta concreta que le hagan, por tanto, no podemos saberlo. Tendremos que esperar a analizar sus reacciones a cada pregunta.

Lo que sí que no veo, en este primer momento, es culpa o vergüenza, su mirada sigue siendo fría, directa, no se manifiesta cabizbaja, más bien mira a su alrededor con atención, localiza los puntos de cámara, no es un patrón de conducta propio de alguien ultrajado, compungido, que siente bochorno, ni sentimientos de culpabilidad. Tampoco vemos ira, emoción propia del sentimiento de injusticia, de ser acusada de un acto no cometido.

Vimos anteriormente un ejemplo muy similar y todavía más claro en el análisis de una reciente entrevista al ‘asesino de la catana’ que os dejo por aquí.

 

El pesado poder del arrepentimiento

Vale más hacer y arrepentirse, que no hacer y arrepentirse
-Nicolás Maquiavelo
No hay palabras más tristes del habla o la pluma que “pudo haber sido”
-Greenleaf Whittier

Os confieso que he quedado fascinada al profundizar sobre esta emoción. El arrepentimiento. ¿Qué es? ¿Realmente es útil? ¿Es una emoción aprendida? ¿Está modulada por la educación? ¿Por la religión?

El arrepentimiento es un sentimiento que genera pesar por algo que se ha hecho, dicho o dejado de hacer. Se asocia a un cambio de opinión, a la elección de una decisión o a dejar de ser consecuente con un determinado compromiso, normalmente generado por la moralidad de cada uno.

Sí, está muy condicionada por la religión, solo tenéis que poner la palabra ‘arrepentimiento’ o ‘culpa’ en un buscador de internet para comprobarlo, además de la definición aparecen páginas como ‘apartarse del pecado – perdón de Dios’, versículos bíblicos sobre el arrepentimiento, etc. Ahí lo dejo.

Pero sí que tengo claro que no es una emoción del todo inútil, cuando está bien enfocada, pero en muchas ocasiones no nos aporta nada constructivo, como todo en la vida, depende. En un ejemplo muy básico, nos podemos plantear el objetivo de perder peso y cuidar nuestra dieta, en un momento dado, podemos ‘caer en la tentación’ y comernos un dulce super calórico que no deberíamos, en el momento nos aporta bienestar, después sentimos culpa y arrepentimiento, esta sensación de culpa puede reconducirnos de nuevo para fijar y remarcar nuestro objetivo principal y hacer que éste se cumpla. Bien, entonces el arrepentimiento ha sido útil.

Pero en ocasiones, el arrepentimiento puede convertirse en una auténtica carga emocional, tan pesada que puede interferir negativamente en nuestro bienestar personal, en las relaciones con nuestro entorno o en la propia evolución de nuetra vida/trabajo. Hay autores como Wayne Dyer que describen el arrepentimiento como una emoción inútil:  “la culpabilidad quiere decir que despilfarras tus momentos presentes al estar inmovilizado a causa de un comportamiento pasado”.

Totalmente de acuerdo, ¿por qué lamentar algo que no puedes cambiar? Pero es que además, no solo existe el arrepentimiento como una emoción retrospectiva; también se genera al mirar hacia adelante y puede ser una emoción terriblemente poderosa que afecta a nuestro comportamiento aquí y ahora. Esto se debe a que también tenemos el poder de anticipar el arrepentimiento en el futuro, a lo que naturalmente intentamos evitar. El remordimiento nos coarta la libertad en la planificación de nuestro futuro, porque ese pensamiento sigue actuando en función de nuestra experiencia pasada.

Lo realmente inquietante es que algunos psicólogos argumentan que el arrepentimiento anticipado puede ser aún más fuerte que el arrepentimiento real que sentiríamos si nuestras decisiones no funcionaran. El arrepentimiento anticipado es una emoción tan poderosa que puede hacer que evitemos riesgos, disminuyamos nuestras expectativas, nos guiemos hacia lo que tengamos ‘seguro’ y nos alejemos de experiencias nuevas e interesantes.

Anticipamos más arrepentimiento cuando vamos contra corriente, cuando tomamos decisiones nosotros mismos, en lugar de dejar que las fichas del juego caigan como deberían. ¿Y todo para qué? ¿Para que podamos evitar algo que no será tan malo de todos modos y que no suceda? Después de todo, el pasado se ha ido pero todavía tenemos la oportunidad de moldear el futuro.

Uno de los hallazgos más replicados en las investigaciones sobre el pensamiento contrafactual (construcción mental de alternativas a hechos pasados o futuros) es que la gente lamenta más los resultados negativos derivados de acciones realizadas que iguales resultados negativos debidos a no realizar ninguna acción. Sin embargo, cuando se investiga directamente el arrepentimiento y se pregunta a la gente de qué se arrepienten más en la vida, la tendencia unánime es la de lamentar las cosas que no hicieron. Aunque parece contradictorio, la realidad es que se pueden entender estos dos fenómenos si apreciamos que existe un patrón temporal en el arrepentimiento, de manera que a corto plazo lamentamos las acciones mientras que a largo plazo nos arrepentimos de las omisiones.

Thomas Gilovich, de la Universidad de Cornell es uno de los autores que más ha estudiado el arrepentimiento, tras sus investigaciones afirmaba que un 75% de la gente se arrepentía de no haber hecho algo y un 25% de haberlo hecho. Las tres cosas que más lamentaba la gente eran no haber estudiado lo suficiente, no haber aprovechado una oportunidad importante, y no haber pasado el tiempo suficiente con los amigos y la familia. Por el contrario, los que se arrepentían de hacer mencionaban cosas como elegir mal la carrera, casarse con alguien a quien no amaba o tener un hijo en el momento menos oportuno de su vida.

Conclusión, todas las emociones, buenas y malas, son útiles en cierta medida, nos ayudan a integrarnos en el grupo y adaptarnos a un mundo inevitablemente social. Un individuo que no muestre arrepentimiento después de una acción que ha perjudicado a otros miembros del grupo sufrirá rechazo. Por contra, el que repare las consecuencias de su acción, movido por el arrepentimiento, volverá a ser tenido en cuenta como compañero o colaborador, y será integrado. El arrepentimiento también puede dar lugar al agradecimiento, otra emoción que favorece la integración grupal.

Pero no te bloquees, ten en cuenta los resultados de la investigación, es mucho mejor arrepentirse de las acciones que de las omisiones, al menos al final de tu vida así lo verás; ten en cuenta las palabras del escritor Max Lucado: “Haz el esfuerzo. Invierte el tiempo. Escribe la carta. Discúlpate. Haz el viaje. Compra el regalo. Hazlo. Aprovechar la oportunidad te hará más feliz. Perderla hará que te arrepientas

 

 

*Fuente: Pablo Malo – Psicología del Arrepentimiento

Luis Alfredo Garavito, la bestia, ¿arrepentido? #LenguajeCorporal

Luis Alfredo Garavito, apodado ‘la bestia’, el violador y asesino de casi 200 niños en Colombia podría salir de prisión. Éste fue el titular de una noticia publicada hace unos días en 20 minutos. Recordé que hace unos años revisé el análisis de una compañera también psicóloga y experta en comunicación no verbal (que prefiere mantenerse en el anónimato por trabajar para los cuerpos y fuerzas de seguridad del Estado) las declaraciones que Garavito ofreció desde prisión a un medio público, en unas condiciones inmejorables para un análisis certero, por la duración, tipo de testimonio y el primer plano tomado del rostro del entrevistado.

El objeto del análisis era el de comprobar si presentaba un comportamiento propio de un individuo arrepentido y apto para reinsertarse en sociedad, tal y como él mismo manifiestaba. Se analizaron más de 3 horas de grabaciones, entre entrevistas y documentales, de los vídeos se extrajeron 104 fotogramas que fueron analizados junto al contexto verbal.

En cuánto al análisis de contenido (declaraciones verbales) nos encontramos patrones que no corresponderían con el lenguaje propio del arrepentimiento. Por ejemplo, minimización de sus crímenes: «…Yo actualmente soy una persona muy distinta a la que cometió las diferentes conductas punibles que ya son de público conocimiento.…» «…Cometí los homicidios…bueno, llámese como se llame.» Justificaciones sobre su conducta: «…Fui una persona maltratada, fui una persona que en sus años de juventud su papa lo maltrató. Eso me llevo… ¿no es cierto?» «…Yo no puedo justificar ni echarle la culpa a nadie, porque me tendría que volver a mis primeros padres, Adan y Eva«.

Intenta dar una imágen positiva sobre sí mismo, asegurando querer entregar ‘los restos’ a las familias para que reciban cristiana sepultura, e intenta incluso negociar afirmando que sí saliera de prisión sí podría dar más datos. Elude totalmente su responsabilidad y su culpa, cosificando a las víctimas y justificando de nuevo sus actos: «casualmente, yo llegaba; de un viaje, ¿sí? Y había una víctima ahí…y entonces yo utilizaba mi ¿cómo le explicaría?…«. Ausencia explícita de arrepentimiento: «…Pero yo no…personalmente…yo no, yo no voy a ponerme ya en más martirio ni más nada. Que ventilen los homicidios, está bien, pero hay cosas tan intimas que yo, ¿por qué tengo? A mi nadie me va a solucionar nada…» «…Ya tampoco pienso… yo ya no mas colaborar con más. Yo ya cerré, doblé la página…¿ya? qué pesar ¿si me entiende?»

Respecto al lenguaje corporal, muestra ira al hablar del juicio social al que está siendo sometido, es decir, le parece injusto. Igualmente expresa ira cuando habla del ofrecimiento de ‘ayuda’ a las familias de las víctimas, emoción incompatible con la solidaridad y el respeto. Ausencia de emociones cuando relata asesinatos, violaciones o referencias, en general, a sus víctimas, de aquí se desprende la frialdad y falta de empatía, tristeza, remordimiento o culpa; de hecho, en ocasiones llega a sonreir al referirse a las víctimas, con una sonrisa desdeñosa y cruel, lo cuál indica satisfacción, regodeo y desprecio por éstas.

Las conclusiones (tras el extenso análisis, lo anterior es solo una breve muestra) eran claras: Se trata de un individuo tendente a la SUPERFICIALIDAD, muestra tintes de GRANDIOSIDAD y una clara TENDENCIA AL ENGAÑO, hay una AUSENCIA DE REMORDIMIENTO, CULPA Y EMPATÍA, NO EXISTE ACEPTACIÓN DE LA RESPONSABILIDAD y por tanto es incoherente con el arrepentimiento, es un individuo IMPULSIVO y tiene un BAJO CONTROL DE LA CONDUCTA y sin metas de futuro definidas a ningún nivel.

 

 

 

 

 

El pederasta de Ciudad Lineal ¿triste?

Antonio Ortiz, presunto pederasta de Ciudad Lineal (EUROPA PRESS)

Os adelanto que la respuesta es NO, (hay casos que se merecen las mayúsculas y dar una respuesta sin rodeos). Anteriormente analizamos el insólito lenguaje corporal del presunto pederasta de Ciudad Lineal, pero hace escasos días pudimos escuchar por primera vez la voz de Antonio Ortiz en el juicio y podemos fijar la atención en dos partes destacables: el análisis de su discurso y su expresión facial. (Pincha aquí para ver las imágenes de su declaración)

Respecto a la primera, podemos apuntar a que su actitud al inicio del discurso es socarrona, cuando declara por ejemplo  «Quiero decir que decidí no declarar porque la verdad, sinceramente, no iban a creer lo que iba a decir. Resultaba un poco absurdo hacer una declaración». Solo esa frase ya podría encuadrarse en más de tres indicadores estratégicos de mentira, con un intento de refuerzo de la credibilidad bastante burdo.

A través de sus palabras y conducta podemos inferir que su intención es burlarse o ridiculizar alguna de las acusaciones más nimias (la fuga, la rueda de reconocimiento), por supuesto, en comparación con los hechos principales y atroces por los que se le juzgan, poniendo en duda todo el trabajo policial realizado al respecto pero sin dar una alternativa a lo sucedido.

Es decir, durante todo su testimonio intenta desviar la atención de lo importante y se dedica a dar justificaciones de los detalles más periféricos de la historia, pero en ningún momento intenta explicar la gravedad de los hechos centrales. En la parte final se declara inocente, y sí que hace mención a las violaciones sufridas por las menores, curiosamente como «esto» y por «eso»: «No tengo absolutamente nada que ver con esto. Soy inocente, señoría». «Eso no tiene nombre». Bueno, podríamos descifrar la dureza que hay detrás del ‘esto’ y el ‘eso’, pero para ello solo hay que leer el testimonio de las menores.

Asimismo, dice sentirlo mucho por sus familias, pero aquí entra en juego la expresión facial que acompaña a esta declaración de sentimientos y lamentos por lo sucedido. Parece que se le quiebra la voz, algo que podemos falsear, y controla la boca, arrugando los labios hacia dentro, aunque es apreciable su tensión. La parte más inconsciente de la tristeza son las cejas y aquí nos encontramos una clara incoherencia entre lo que dice y lo que expresa con su rostro.

Como vemos en el fotograma comparativo, esta tristeza sí corresponde con una emoción real, muy difícil de simular, ya que la acción muscular del rostro que se activa con esta expresión emocional no es un movimiento controlable por nosotros mismos y por tanto cuando se produce, le debemos dar total credibilidad. El movimiento se describe como: descenso leve de las comisuras labiales (sin tensión en la barbilla, si no, sí que sería un gesto adrede) y una elevación de la zona interna de las cejas, (éstas forman un triángulo), podéis intentarlo vosotros mismos frente al espejo para comprobar la complejidad de reproducirla exactamente así.

Vemos cómo este caso no se produce nada de lo descrito, y por tanto, nos encontramos ante una simulación de la tristeza y no ante una aflicción real.

Analizamos el supuesto arrepentimiento de ‘Popeye’, el jefe de los sicarios de Pablo Escobar

Este viernes 2 de septiembre la plataforma Netflix estrena los 10 capítulos de la segunda temporada de Narcos, protagonizada por Wagner Moura dando vida a Pablo Escobar, uno de los mayores narcotraficantes colombianos y fundador del Cartel de Medellín. La serie refleja la historia real de los cabecillas de la droga en los años ochenta y los esfuerzos de la policía por acabar con los responsables del sangriento conflicto.

La realidad supera toda ficción y hoy pongo la lupa del análisis no verbal en Jhon Jairo Velásquez, alias Popeye, el que fue jefe de los sicarios integrado en la organización criminal colombiana de Pablo Escobar y que actualmente ha abierto un canal de YouTube titulado: ‘Popeye_Arrepentido’, no solo en este medio se hace llamar así, también lo hace en su correo electrónico (Popeye.arrepentido@…). Así es cómo él mismo se presenta ahora al mundo, arrepentido, tras asesinar a más de 300 personas directamente y a unas 3.000 indirectamente, siempre a las órdenes de Escobar. 20minutos ha podido entrevistarle y ha elaborado un especial analizando los 40 años del cártel y la fascinación por la narcocultura.

Volvamos a Popeye. Tras 23 años en prisión queda en libertad y actualmente se considera una persona resocializada, arrepentida y preparada para abandonar su pasada vida de mafia y muerte y reconvertirse profesionalmente en escritor y variedades del mundo del cine y televisión. Pero, ¿qué hay de cierto en esta transformación?, ¿realmente sus emociones son compatibles con el arrepentimiento?

El ex-sicario ofrece numerosas entrevistas desde la cárcel y fuera de ella, he escogido para el análisis esta entrevista realizada por Adela Micha por su duración, extensa, de dos horas, en las que las preguntas son muy completas y aborda temas sensibles para el estudio de su comunicación emocional.


Encontramos indicadores muy interesantes para revelar su verdadero parecer respecto a su antigua y nueva vida: Lee el resto de la entrada »

Pablo Iglesias pide disculpas. ¿Su lenguaje corporal también?

(JAVIER LIZÓN / EFE) Pablo Iglesias, durante el acto de la Universidad Complutense en el que le plantó la prensa.

Pablo Iglesias, durante el acto de la Universidad Complutense en el que le plantó la prensa. (Javier Lizón/EFE)

Durante una conferencia en la Universidad Complutense de Madrid, Pablo Iglesias realizó unas declaraciones (más o menos) desafortunadas hacia un periodista concreto y , en general, juzgando la profesionalidad y el proceder del periodismo, con la posterior consecuencia del abandono de casi el completo de medios comunicación, que allí cubrían el evento, al sentirse agraviados por tales críticas.

Posteriormente Iglesias se disculpa en Twitter y a través de una breve declaración al respecto ante los medios. En esta comparecencia, tenemos por un lado lo que dijo, las palabras que decidió utilizar para excusarse, en las que podemos detectar algunos indicadores estratégicos de la credibilidad, como por ejemplo, alguna evasiva y la falta de compromiso con lo que expresa verbalmente, utilizando la forma impersonal, o indeterminada para hacerlo «cuando alguien se equivoca está bien reconocerlo», «cuando uno pretende ironizar…», «…se puede hacer daño», «hay mucha gente que ha recordado cosas», «ciertas cosas que han ocurrido», etc. Utiliza en general un lenguaje inconcluso para intentar desviar en cierta medida su responsabilidad sobre los hechos.

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