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Analizamos la carta de ‘El Prenda’, ¿arrepentido?

El arrepentimiento es un sentimiento muy intenso que genera pesar por algo que se ha hecho, dicho o dejado de hacer. El pesar es tristeza, un dolor interior, profundo, sobre todo cuando el acto tan aberrante que provoca esa culpa es tan grave como el acometido por «La Manada».

 

Uno de sus miembros, conocido como ‘El Prenda‘ ha escrito una carta de supuesto arrepentimiento en la que declara de forma escueta lo siguiente:

«Mi total arrepentimiento por el delito por el cual cumplo esta condena, y mi solicitud personal de perdón a la víctima por los daños causados, los cuales lamento profundamente, y así mismo a sus familiares directos».

La comunicación no verbal no trata solo de examinar caras o gestos, también explora lo que proyectan las palabras que elegimos, su coherencia emocional y una interpretación psicológica del discurso.

Si analizamos el contenido emocional de la frase es fácil apreciar una carencia absoluta de implicación del afecto (no hay alusión a descriptores que afronten lo que hizo ni a sus consecuencias).

La terminología que se utiliza es formal, fría, técnica, no hay verdad, no hay desgarro, no hay sentimientos.

Ni siquiera se dirige a ella por su nombre, la llama «víctima». Sí, es su víctima, pero ella no se reduce a eso, no era víctima antes de conocerle, es una persona, una mujer, casi una niña por aquel entonces, tiene nombre, un nombre que no se atreve a pronunciar, no la dota de identidad propia.

De igual forma, se muestra evasivo omitiendo lo que hizo con ella, reduciéndolo a «delito por el cual cumplo esta condena», así, se distancia emocionalmente de ella pero también de los hechos, no quiere destacar su importancia, no le interesa que aparezca en su texto la palabra violación, porque esa palabra resuena muy fuerte, es de gran impacto emocional y le convierte en algo que involuntariamente, o no, todavía no quiere reconocer a las claras.

Por tanto, si profundizamos en las palabras escogidas para demostrar su arrepentimiento, nos costará darle credibilidad, ya que en toda esta impostada retórica no reconoce el dolor, no afronta la realidad llamando a todo por su nombre, no expresa sentimientos ni emociones compatibles con un estado auténtico de sufrimiento, remordimiento o penitencia.

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Por qué Ana Julia Quezada no muestra arrepentimiento #ComunicacionNoVerbal

En el día de ayer, analizamos la reaparición de Ana Julia Quezada en su primer día de juicio con una apariencia muy diferente a la que recordábamos durante la búsqueda del pequeño Gabriel. Hoy ha comenzado a declarar y podemos analizar sus primeras palabras y confesiones.

Ana Julia, en el juicio de hoy (Carlos Barba / EFE)

Ana Julia, en el juicio de hoy (Carlos Barba / EFE)

De nuevo, ha hablado entre sollozos y ha manifestado que sólo va a responder a las preguntas de su abogado. Como dijimos ayer, el llanto por sí mismo no es directamente indicativo de arrepentimiento o culpa, la tristeza puede ser real pero lo que activa esa emoción puede ser puramente egoísta, la pena por uno mismo, por el miedo a la condena, por la ‘situación’ a la que se ha llegado, por sentirse realmente una víctima, hecho que se ve reforzado además por lo siguiente:

Entrando en el análisis de contenido, lo que me parece más revelador es la técnica que utiliza para intentar ‘justificar’ un asesinato, para intentar darle sentido a lo que hizo, para que la gente pueda entender e incluso empatizar con ella. Y es que pretende degradar y trasladar la maldad a la víctima, manifiesta: “Alguna vez (el niño) me dijo: ‘qué nariz más fea tienes, parece que te han dado una hostia’”; o que Gabriel fue quien cogió el hacha y le gritó: «Negra tú a mí no me mandas».

Da a entender, de este modo, que ella sufrió sus ataques verbales y que como respuesta lo asesinó, que ella ‘también sufrió y padeció’, que no lo hizo sin motivo. Cuando recuerda al niño no hay ni una sola lágrima ni una emoción de tristeza, la actitud totalmente contraria la observamos cuando sí que rememora a su hija fallecida, en este caso, sí se aprecia sufrimiento (independientemente de lo que finalmente ocurriera), con Gabriel no, nada, lo hace impasible y con absoluta frialdad emocional.

Por último, llama la atención su respuesta a la pregunta realizada por la Fiscal: ¿Por qué no llamó a la familia o al 112? «Porque no pude, ni a mi hermana se lo pude decir. Yo sólo pensé que le he quitado la vida al hijo de mi pareja, ¿cómo se lo digo yo a Ángel?».  Esta contestación da mucho de sí. En primer lugar, se trata de una respuesta evasiva que realmente no argumenta un motivo posible sino que transmite que se actúa de forma irremediable, esconde un ‘yo quería pero no podía’, no, la voluntad no funciona así, no estaba incapacitada para hacerlo, no llamó de forma consciente porque no quiso.

«Le he quitado la vida» es la frase más tibia y, en cierto modo, poética con la que se puede expresar el acto de ‘matar’, ‘asesinar’, ‘golpear’, ‘asfixiar’ y un sin fin de sinónimos que serían más fieles a la realidad. De esta manera, no solo suaviza su apariencia sino también sus actos criminales para evitar proyectar violencia y no generar rechazo.

«¿Cómo se lo digo yo a Ángel?». Nuevamente, ¿dónde sitúa el foco y el protagonismo? En ella misma. Se preocupa más por cómo va a ser capaz de relatar y afrontar lo que hizo que por el daño y el sufrimiento causado tanto al niño como a la familia.

 

El insólito mensaje del marido de Romina Celeste tras su desaparición

No sé a vosotros, pero a mí me han parecido cuanto menos sorprendentes las declaraciones de Raúl Díaz, el marido de la desaparecida Romina Celeste Núñez. La llamada que realizó Raúl a un medio de comunicación, para aclarar ciertos puntos de la desaparición de la mujer,  fue antes de confesar que efectivamente sabía de su paradero, ya que, según su versión, se la encontró muerta en su domicilio y asustado la arrojó al mar. Aún sigue detenido y la Guardia Civil continúa con las labores de búsqueda por el litoral de la Isla de Lanzarote.

Aquí tenéis el audio con su intervención. No podemos analizar sus emociones en el rostro, pero sí ir más allá a través de su voz (prosodia emocional) y de las palabras que utiliza; lo que hay y lo que no hay, porque esto último, a veces, da incluso más información. Precisamente, lo primero que llama la atención es la ausencia de impacto y tensión emocional en su tonalidad, parece que retransmite la secuencia temporal de los hechos como si no tuviera implicación personal con Romina, casi se intuye una tonalidad asociada al conocido efecto de ‘sonrisa teléfonica’, en un intento por quitarle importancia al caso, indicador que se apoya con el contenido de su mensaje, «no era la primer vez que desaparecía 20 días por lo menos, o un mes, no le di importancia».

También es extraño que en ningún momento se dirija a Romina por su nombre o incluso por ‘mi mujer’, la refiere en todo momento con el «ella», una pauta que no suele ser habitual cuando hay algún tipo de nexo de unión entre dos personas. Además, no expresa de manera alguna su inquietud, preocupación o ansiedad ante el paradero desconocido de Romina, no hace alusión a su estado emocional, solo se limita a describir los efectos personales que echó de menos en la casa cuando regresó y no la encontró allí, no se proyecta en su voz ni ira, ni miedo, ni nerviosismo, en su relato, es totalmente plano, frío y neutral a nivel emocional.

Por último, encontramos un ejemplo del famoso: Excusatio non petita, accusatio manifesta. Se encarga de remarcar que él abandona el domicilio para «evitar una discusión» (lo repite hasta en tres ocasiones con un fuerte golpe de voz en esta frase) y no «tras una fuerte discusión», cuando supuestamente nadie le dice que haya habido una fuerte discusión, básicamente porque es una información que solo podrían conocer él y ella.

No sabemos aún realmente qué ha pasado en este horrible caso, pero es cuanto menos inquietante la incongruencia visible que transmite a través de su mensaje entre las emociones/comportamientos esperados y los presentados.

 

 

La comunicación no verbal en la carta de Cifuentes

Cristina Cifuentes renuncia al título del Máster de la URJC en una carta dirigida al Rector de dicha Universidad. El análisis de contenido es una parte de la comunicación no verbal que va más allá de la simple lectura de un discurso. Los tiempos verbales, pronombres, adverbios, las palabras que escogemos también comunican y transmiten emociones, sobre todo, si el emisor está comprometido con lo que dice, si se siente responsable de su mensaje o si por el contrario elude su implicación, utiliza modificadores para minimizar o maximizar según qué hechos o recurre a eufemismos eludiendo vocablos de impacto emocional.

En un post anterior ya publiqué una introducción a los indicadores estratégicos aplicados al lado oscuro de las palabras. Ahora podemos aplicarlo a un ejemplo práctico, en este caso, existen claves interesantes en este sentido.

En primer lugar, me llama la atención el tachado a boligrafo de la frase mecanografiada: «Estimado Rector» para escribir al lado de puño y letra de nuevo: «Estimado Rector». Se puede inferir que es una forma de personalizar su mensaje, un: ‘aquí esto yo’, esta es es mi letra, esto es lo que yo tengo que decirte, nadie me lo ha escrito.

Comienza explicando el porqué de su mensaje: «la polémica surgida en torno al Máster«. En esta frase distancia su persona del hecho crítico, ella se describe como un agente pasivo, surgir significa que algo aparece sin más, sin acción por su parte y desvía el revuelo al máster y no a ella.

En general, en ningún momento habla de personas concretas, sino de entidades, no da nombres, no habla de profesores/tutores, habla de «autoridades académicas competentes», «los requisitos que la Universidad me puso», «indicaciones de la Universidad», «pudiendo continuar con el Máster al facilitar la Universidad que prosiguiera con los estudios», «si la Universidad no hubiera planteado esta posibilidad», «entiendo que haya personas que consideren». Despersonaliza así totalmente la relación con los responsables de las decisiones y de los acuerdos que se crearon en su momento.

«Yo no he cometido ninguna ilegalidad«. Utiliza explícitamente el pronombre en primera persona, aquí sí se implica pero no exculpa a otros (yo no he cometido ninguna ilegalidad, puede que otros sí). De otro modo, hubiera manifestado que no existe ilegalidad alguna o similares.

En el párrafo siguiente utiliza de forma recurrente la foma pasiva, «según se desprende de la información», «la obtención de dicho máster se ha visto afectada», todo en consonancia con que ella lo considera todo fuera de su responsabilidad, «totalmente ajenas a mí». Realmente ella se expone como una víctima de irregularidades meramente administrativas cometidas por la Universidad.

Continúa en esa línea, deja de utilizar la primera persona del singular y de repente ya habla de «nosotros» cuando se dirige otra vez al «estimado rector», «no había sido solicitada por nosotros», «procedimos», «confiábamos». Cuanto menos curioso este cambio, se escuda en su equipo y se incluye en el grupo en este apartado para reprocharle al rector la divulgación de sus documentos privados. Es el único párrafo en el que habla en plural.

Otra estrategia que utiliza de forma muy hábil es la de no personificar en exclusiva lo ocurrido, «las convalidaciones de asignaturas de varios alumnos que también ha sido puesta en tela de juicio». Es decir, las irregularidades de la Universidad no solo le han afectado a ella sino a sus compañeros, implica a más personas para distribuir el peso de la responsabilidad. Lo repite además en varias ocasiones: «tanto el mío, como el del resto de los alumnos».

También es destacable la parte donde ella pide disculpas, de una forma algo extraña ya que utiliza el condicional: «a la vista de lo que está ocurriendo», es decir, por las consecuencias y no por realizar ninguna acción que merezca pedir perdón, «si me equivoqué», no asume culpa ni error, solo lo sugiere o manifiesta duda/posibilidad, «pido disculpas a cualquiera que se haya sentido agraviado», de nuevo despersonaliza su mensaje, no hay compromiso ni arrepentimiento real en esta parte.

Por último, la única palabra en mayúscula que utiliza en todo el texto es la de «RENUNCIO» a la titulación. Se puede percibir como la remarca de que no se lo han quitado, de que no es que no lo merezca por la irregularidad, sino que ella es la que lo tiene y no lo quiere. Las mayúsculas son un grito escrito y denota impacto emocional (normalmente negativo y anclado en el desprecio) muestra del ego, del orgullo y la personalidad dominante.

 

 

 

 

 

El pronombre «yo» y su relación con la muerte

shakespeare-by-the-sea_1_471El análisis de contenido de un texto, la interpretación de las elecciones de las palabras que elegimos para expresarnos, es una de las partes que, personalmente, más me fascina de la comunicación no verbal, si bien esto sería lo no verbal de lo más verbal de la comunicación (no sé si me explico). Los estudios de James W. Pennebaker al respecto dan para mucho, ya introduje este tema con los post: Eres lo que hablas: la personalidad se refleja en el lenguaje y El lenguaje de los terroristas.

Y aún quedaba pendiente por comentar uno de los estudios más insólitos de este autor sobre sus experimentos lingüísticos. Queda fuera de toda discusión que la personalidad de un individuo se refleja en su lenguaje, fundamentalmente palabras ‘pequeñas’ como ‘yo’, ‘nosotros’, ‘uno’ o ‘todo’ permiten sacar conclusiones sobre la personalidad. Tanto es así que incluso se puede relacionar un pronombre, concretamente el ‘yo’, con las conductas suicidas.

La pregunta inicial fue: ¿Se revelan pensamientos de suicidio en el lenguaje de un poema? Pennebaker y su compañero Shannon Stirmann, de la Universidad de Pennsylvania, investigaron unas 300 obras de nueve poetas líricos norteamericanos suicidas y de otros tantos que no se habían suicidado. El resultado fue inequívoco, los que se habían quitado la vida usaban casi el doble de veces las palabras como: «yo», «mío», «me» y «a mí». En cambio, pocos de ellos usaban el pronombre «nosotros». Así mismo, raras veces empleaban, en sus creaciones literarias, conceptos de actividades relacionadas con la comunicación.

«Tal selección de palabras evidencia un egoísmo exagerado y un aislamiento social«, indica Pennebaker, observación que coincide con las teorías sobre factores desencadenantes del comportamiento suicida. En opinión del investigador: «Resultó sorprendente que los dos grupos estudiados se refiriesen en sus poemas, y aproximadamente con la misma frecuencia, a sentimientos negativos.»

 

 

*Fuente: MenteyCerebro.

Mariano Rajoy elude su responsabilidad (no verbal) ante la posibilidad de terceras elecciones

(Captura de archivo)

(Captura de archivo)

Hay una parte muy interesante en comunicación no verbal que analiza el contenido de un discurso; los pronombres, los tiempos verbales, los adjetivos, e incluso el orden de las palabras que elegimos no son azarosas. A este estudio se dedica la Psicología del Testimonio, a través de este tipo de análisis podemos identificar ciertos patrones de pensamiento filtrados que pueden ser muy reveladores para, por ejemplo, detectar ciertos indicadores de engaño, pero también para identificar las emociones, actitudes o posturas reales sobre lo que se está declarando.

Lo primero para ello es establecer una línea base, no hay indicadores verbales/no verbales que por sí mismos signifiquen algo concreto, pero sí serán clave los cambios en la manera de expresarse o comportarse de uno mismo. Justo esta alteración del patrón ha ocurrido en las últimas declaraciones de Mariano Rajoy tras su reunión con el líder de Ciudadanos, Albert Rivera.

En esta última intervención nos encontramos a Rajoy más nervioso e incómodo que en la cita anterior con el representante de Ciudadanos, ahora está más tenso, más inquieto, sus gestos automanipuladores son incesantes (se coloca el traje, se toca el reloj, se agarra sus manos, etc) filtran el estrés y la ansiedad de su estado emocional actual.

Lo más significativo, tal y como recoge también mi colega experto en comunicación no verbal J.L Martín Ovejero, es un detalle que se transmite a través de las palabras elegidas. Mariano Rajoy es una persona que habitualmente se compromete y deja constancia de su protagonismo en todo lo que dice, y en esta comparecencia también lo hace, «YO he convocado está reunión, «MI partido», tanto es así que llega a decir «El Comité Ejecutivo de MI partido me ha autorizado a MI y a la dirección nacional del partido a negociar con Ciudadanos». Se adjudica la iniciativa y los intentos de negociación a sí mismo de forma tajante y absoluta, pero además, en esta última frase incluso se cita a él mismo por delante de la Dirección.

Bien, hasta aquí como vemos, todo corresponde a un patrón repetitivo y usual en él, ¿dónde viene el cambio? Justo cuando se refiere a la repetición de unas terceras elecciones, aquí transfiere y diluye su protagonismo, y por tanto, la responsabilidad de este acontecimiento al Partido Popular en general. En este instante ya de repente desaparece la figura de Mariano Rajoy para adjudicarle el fracaso de la investidura a la formación política en el sentido amplio del concepto, sin autor de los hechos. Juzguen ahora ustedes mismos: «Si el Partido Popular no consiguiera sacar adelante la investidura lo más probable sería la repetición de elecciones«.

De esta forma podemos inferir cómo el líder del Partido Popular se atribuye directamente los méritos y éxitos de su grupo político, pero evita la responsabilidad directa de su persona ante el posible fiasco en la próxima sesión de Investidura.

El lado oscuro de las palabras: once indicadores estratégicos de la mentira

Envidia_Envy_Eyes_dont_lie_(4254867826)Las palabras que utilizamos, o no, en un discurso también nos ofrecen una doble interpretación muy interesante, mejor dicho, fundamental para la tarea por ejemplo de detectar mentiras, o de al menos saber que alguien no nos está diciendo toda la verdad. La técnica del análisis de contenido se basa en que los seres humanos nos comunicamos de forma diferente cuando narramos algo que hemos visto de cuando narramos algo que nunca hemos presenciado y lo estamos inventando a conciencia. El contenido de un mensaje por sí mismo contiene ciertos indicios que pueden revelar si el relato es verdadero o falso. Y sobre todo, lo más importante, es detectar cambios, un cambio en el lenguaje revelará un cambio en la realidad.

Vamos a ver algunos usos concretos del lenguaje que determinan la credibilidad o no de un testimonio:

  • Usar el pronombre ‘Yo’: la persona sincera lo utilizará. Si evita su uso, habrá que profundizar, puede ser que la persona no este comprometida con lo que dice.
  • El tiempo verbal: El tiempo pasado, en una declaración sincera, será la norma, puesto que lo que se relata es un hecho ya ocurrido. Pero ojo cuando se habla en pasado, por ejemplo en casos criminológicos, para referir a una persona que solo está desaparecida, es una alarma que nos debe llamar la atención.
  • Repetir la pregunta (esta es mi favorita): Ante una pregunta sencilla, la persona la repite parcial o totalmente, como si no nos hubiese escuchado o entendido. Esto es porque ante una pregunta sorpresiva, la mente necesita tiempo (décimas de segundo) para articular una respuesta no comprometedora.
  • El mentiroso creará incertidumbre haciendo uso de adjetivos y adverbios modificadores: «la mayor parte de las veces», «una especie de», «hasta donde yo pueda saber», etc.
  • Reticencia: El mentiroso deja incompleta una frase intentando dar a entender el sentido de lo que no se dice, por ejemplo, «fui allí y cuando llegué… ya sabes…»
  • Distanciamiento del hecho: También intentarán quitar importancia a la falta cometida. Evitan, así, usar palabras duras o emotivas, tales como, “robo” o“asesinato” y sustituyen los hechos por adjetivos y expresiones suaves como “suceso”, “lo que pasó”o “eso”. Lee el resto de la entrada »