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Rivera, Casado y Abascal, ¿tres personalidades diferentes? #AnálisisNoVerbal

Los tres líderes políticos asistieron a una entrevista de formato más íntimo en el programa de ‘Mi Casa es la tuya‘, no hubo demasiadas preguntas comprometidas ni importantes confrontaciones a nivel político, pero sí nos acercó a la parte más personal del candidato y de este modo se puede perfilar con más certeza el estilo de personalidad/comunicación de cada uno.

Tres ideologías de derechas a diferentes niveles y tres personalidades muy similares, ya que corresponden con la tipología racional-introvertido. Este estilo de personalidad se caracteriza por una tendencia al formalismo, la disciplina, las tradiciones, los datos objetivos, una comunicación directa y mayor estabilidad/frialdad emocional. Ésta digamos es la ‘genética‘ de su forma de ser, ¿la diferencia entre los tres? Aquí entra en juego la parte adaptativa de la personalidad.

Todos nacemos con una tendencia para ser y comportarnos pero hay personas a quienes las circunstancias les hacen cambiar, realmente adaptarse, que no transformarse (porque eso es imposible) pero sí ‘limar’ ciertos aspectos de su carácter para llegar, o encajar, con un mayor grupo de la población. Y esto es algo muy importante en política como podéis imaginar, donde el discurso tiene que ‘calar’ en el mayor grueso de personas posibles. Esta adaptación es muy visible en Pablo Casado y Albert Rivera.

Ambos son personas serias, introvertidas, más distantes pero que han reorientado su parte más genética para transmitir también otras emociones y ser más cercanos. Han ido adquiriendo un estilo comunicativo más positivo y emocional, se muestran sonrientes, utilizan el recurso del humor, cuentan anécdotas personales y familiares para llegar al espectador, utilizan palabras también de mayor impacto emocional, como «familia», «ayuda», «cooperación» o «liberal». Se muestran relajados y cómodos (aunque la procesión vaya por dentro).

En el lado opuesto tenemos a Santiago Abascal, tiene una personalidad arraigada muy similar a la de Casado y Rivera, pero no demuestra un comportamiento adaptativo, sigue dominado por su genética y fiel a su forma de ser, le cuesta entrar en temas personales y emotivos, no sonríe porque no le apetece y es una persona seria, se mantiene a la defensiva en sus apariciones públicas, paraliza su corporalidad, no demuestra emociones en su rostro ni altera su actitud. Esto puede ser un valor personal positivo pero ¿realmente es útil en política? porque ciertamente reduce su conexión con un sector mucho más restringido de la población.

¿Qué opináis? ¿Los políticos deben permanecer fieles a su forma de ser o desoír su genética y readaptarse para llegar a tod@s?

Rivera responde por la supuesta relación con Malú #AnálisisNoVerbal

Analicé a los tres candidatos que asistieron a la entrevista del programa de ‘Mi casa es la tuya’, el ambiente era distendido y todos se centraron en dar a conocer su lado más personal. Si bien es cierto que la pregunta crítica sobre Malú a Albert Rivera merece mención aparte.

Normalmente, Albert Rivera es una persona directa, utiliza las evasivas propias de la política pero no destaca especialmente por ello. Su reacción inmediata ante la pregunta de Bertín sobre su relación con Malú es la de utilizar el humor para contestar, ironiza con que no se no había enterado. Es una buena estrategia para no responder pero ser positivo, se ríe, y cuando se pone serio es para soltar un speech sobre la libertad de los españoles para decidir con quién acostarse, convivir o casarse.

El líder de Ciudadanos habla de forma despersonalizada, echa balones fuera utilizando generalizadores para no protagonizar la respuesta y de esta forma desviar la atención de su relación personal. No lo afirma pero tampoco lo niega, llama la atención que no responda con una clara negativa para desmentir y también que no presente enfado. La ira es la emoción esperada ante una situación que creemos injusta, ante una difamación, una mentira sobre nosotros o situaciones similares y no aparece en ningún momento.

Tampoco se advierten emociones de vergüenza, ni de estrés o incomodidad ante el tema. Se lo toma con bastante tranquilidad, pero también supongo que con mucha preparación. No es una pregunta sorpresiva, podemos intuir que se la esperaba y trabajó en la respuesta.

El insólito gesto de Pedro Sánchez cuando le preguntaron por su tesis

Continuamos con los polémicos másters y tesis de los políticos, tras el caso de Cifuentes, Casado, Montón, ahora llega el turno de nuestro actual presidente de Gobierno. Pedro Sánchez se exponía ayer en el Congreso de los Diputados y Abert Rivera supo aprovechar el momento para preguntarle directamente por su tesis doctoral. Fue un momento visual impactante, no solo mi amigo y experto en comunicación no verbal J.L Martín Ovejero lo detectó y me envió el fotograma con asombro, también vi diferentes reacciones en redes sociales a este instante que no pasó desapercibido por la llamativa actitud de Sánchez.

Tal y como comentamos siempre en este blog, lo más importante para analizar patrones fiables de comportamiento es detectar cambios, es la palabra clave. Si vemos la secuencia completa, Sánchez reacciona dinámico a las acusaciones de la oposición en otros temas, gesticula bastante, con movimientos de apertura, habla alto, firme y seguro, todo ello forma parte de su línea basal de corporalidad. Nos extraña mucho cuando ante un estímulo (una pregunta de gran impacto emocional) se paraliza, su lenguaje corporal queda totalmente inmóvil, encorva la espalda, baja la cabeza y la mirada, entrelaza las manos y aprieta fuertemente la mandíbula.

Es un fotograma de ese justo momento bastante elocuente y, sobre todo, una reacción muy poco habitual en Sánchez. Como sabemos los gestos no son universales y hay emociones sociales que son únicas de interpretación, todo depende del estímulo y el contexto. Frecuentemente se asocia esta secuencia de gestos a las emociones de culpa y vergüenza, ¿significa que no hizo la tesis? ¿que miente? solo él lo sabe y solo las pruebas lo demostrarán. Lo que sí puedo afirmar con seguridad es que este tema de la tesis le provoca intimidación, incomodidad y un cambio impresionante en su línea base de comportamiento.

Puigdemont contrariado, la alegría de Arrimadas, tristeza en el PP y alivio en Junts Per Catalunya

Inés Arrimadas celebra su victoria (EFE)

Las elecciones en Cataluña celebradas hoy, 21 de diciembre, han transcurrido en unas circunstancias atípicas bajo la aplicación del artículo 155 que interviene la autonomía, Puigdemont ‘afincado’ en Bruselas e incluso candidatos encarcelados.

Las ‘caras más largas’, sin duda, las del Partido Popular, Andrea Levy aparecía tras García Albiol con una profunda tristeza y decepción.

En Junts Per Catalunya era todo pura euforia pero Elsa Artadi, la jefa de campaña del partido, destaca además de por su entusiasmo, por las expresiones faciales de sorpresa y alivio. Al inicio de su aparición arqueaba constantemente las cejas asombrada y además inspiraba fuertemente, era muy visible, en señal de descanso.

El partido más votado fue el de Ciudadanos e Inés Arrimadas fue fiel reflejo de esa ventaja. La alegría en su rostro era intensa y sincera, sin atisbo de esa sensación agridulce que puede provocar la realidad del panorama de votos (mayoría de partidos independentistas). Sus gestos eran de triunfo y coraje, brazos alzados y puño apretado en señal de victoria, respaldados por Albert Rivera que reforzaba esta gestualidad tras ella en el escenario.

Carles Puigdemont, comparece ante los medios en último lugar, posición que protocolariamente se cede al ganador de las elecciones políticas, por tanto, este detalle ya indica su sensación de vencedor. Sonríe, pero nada tiene que ver con la sonrisa de Arrimadas, no hay una expresión real de alegría, es una sonrisa más posada, social. En su rostro sí puede apreciarse una emoción agridulce, entre luces y sombras, que evidencia sentimientos encontrados.

Y es que desde que aparece en escena y escucha la intervención del portavoz, su mirada está ausente, parece desubicado, con una comunicación algo débil al principio para después crecerse con expresiones de ira, rabia, con el gesto del dedo acusador, expresando furia contra Rajoy y el Gobierno y no felicidad y satisfacción por sus resultados.

 

Análisis no verbal: Inés Arrimadas muy hundida

Foto – EFE

Se han producido numerosas reacciones en el panorama político tras el 1-O que iré analizando estos días. Algunas trascienden por su contenido verbal y otras destacan por la elocuencia en la expresión corporal. Ha sido especialmente comentada la comunicación no verbal de Inés Arrimadas durante la rueda de prensa del líder de Ciudadanos, Albert Rivera (vídeo).

Mi colega de profesión J.L Martín Ovejero calificaba a Arrimadas como «muy hundida«. Efectivamente he podido cuantificar más de una decena de microexpresiones de tristeza en pocos minutos, su mirada estaba perdida, a veces, ni parpadeaba, su actitud era pensativa, muy reflexiva en la mayor parte de su aparición ante los medios.

Es una mujer muy expresiva y filtraba también emociones variopintas mientras escuchaba al representante de Ciudadanos, por ejemplo, sonrisas irónicas y desprecio cuando Rivera se pronunciaba al respecto del gobierno catalán. Pero también orgullo cuando se llamaba a la unión de la nación y cuando se sentía satisfecha de lo pronunciado por el presidente de su partido.

Inés Arrimadas has sido la responsable de la coherencia en el discurso de Albert Rivera, con su cuerpo asentía cada palabra e ilustraba el mensaje constantemente dándole fuerza y emocionalidad. El cansancio, el estrés y la tensión padecida también se hacía visible por su asimetría facial. Mi compañero Francisco Campos Maya escribe un artículo muy interesante al respecto.

 

La lectura de labios y los gestos protagonistas del debate de investidura

Lo que no se dice, o lo que se dice creyendo inaudible, adquiere cada vez mayor relevancia en los debates políticos. Me declaro fan incondicional de los micrófonos cerrados y la lectura de labios, que revelan por ejemplo el «qué sinvergüenza» de Cospedal o el «vaya gilipollas» de Rivera. Realmente eso es lo que comunica la conducta no verbal, esos calificativos suelen ser coherentes o se sustituyen por expresiones faciales de asco, desprecio, o ira, mucha ira.

Estas expresiones faciales las podemos apreciar repetidamente en el rostro de ‘todos’, no se libra nadie. Muy significativa la ira de Rivera cuando ha hecho referencia a lo que ha denominado “viejas cañerías” que se seguirán manteniendo con el nuevo Gobierno. La agresividad de Iglesias, con su ya típico ceño fruncido, gestos elevados, y mucho puño cerrado, al hablar de corrupción, por ejemplo, pero también mientras abandona el pleno de investidura (junto a sus diputados) en señal de protesta contra Ana Pastor por no darle la palabra cuando creía que le correspondía el derecho a réplica.

Mariano Rajoy ha mostrado un lenguaje corporal comprometido e implicado con su mensaje, se ha evidenciado con su gestualidad de manos congruente con lo expuesto y por los golpes de voz marcados en aquello que consideraba más importante. Aunque la ira vuelve a aparecer, en ocasiones, su dedo acusador se manifiesta en sus momentos más agresivos. Hernando fue de menos a más, comenzó muy tenso, sobre todo al referirse a la abstención y al deber que su partido tenía para con los ciudadanos. Sus brazos estirados así lo demostraban. Según fue entrando en contenidos se relajó y se le ha visto muy implicado a nivel gestual con sus palabras, muy convencido de las mismas en las críticas a Rajoy.

Merecida mención también para Pedro Sánchez, que reaparece con atuendo informal; a veces se le veía muy ido, ausente y distraído. En los aplausos dirigidos para el ahora el representante del PSOE, en ocasiones, Hernando era interrumpido por los aplausos de su grupo, y Sánchez no solo no aplaudía, sino que incluso miraba hacia otro lado. Ahora bien, al concluir su intervención sí se ha levantado e hizo lo propio.

El punto de afecto positivo se lo lleva la formación de Unidos-Podemos, que se lo ha pasado genial con las ironías de Mariano Rajoy.

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*Fuente de referencia: martinovejero.com

La emoción de ira, protagonista en el debate de investidura

Captura de pantalla 2016-08-31 a la(s) 16.55.58Salvando la socarronería momentánea de Mariano Rajoy que despertaba algunas sonrisas en la audiencia, sobre todo la de Pablo Iglesias, las emociones predominantes han sido muy negativas e intensas, sorprendentemente intensas. Este nivel de expresión emocional de ira da buena cuenta de que todo el cruce de acusaciones entre unos y otros es tomado como un ataque personal, que no hay una simple disparidad de opiniones entre partidos con ideologías diferentes, sino agresividad directa de un candidato a otro.

Todo ello se refleja en las expresiones faciales (ira, asco y desprecio), en la ruda gestualidad que acompañaba al discurso (puños cerrados, dedos acusadores, gestos de látigo, inclinación vehemente al hablar), y en una prosodia emocional excesivamente alta y acelerada. Esta ha sido la tónica general en la conducta observable del debate.

Mariano Rajoy fue retomando la emoción en el transcurso del encuentro y tras los ataques directos, porque antes de esto su pasión, energía, fuerza, y emoción para comunicar estaban totalmente aletargadas, se mostró muy plano, leyendo sin parar, con una total falta de espontaneidad en su expresión.

Albert Rivera pareció el más conciliador de todos, su comunicación no verbal era coherente con el rol que desempeña ahora en la coyuntura política, gestos mediadores, mantenía una calma más natural, no reprimía sus emociones y como viene siendo ya costumbre en él, su discurso era menos leído, más sentido y todo ello acompañado siempre de los gestos ilustradores, que son los que denotan sinceridad y compromiso con lo que se dice.

Captura de pantalla 2016-08-31 a la(s) 16.33.27

Foto extraída de El Mundo

Sin duda, los dos candidatos que más han adolecido de un constante ceño fruncido son Pablo Iglesias y Pedro Sánchez, en el primero es un gesto más habitual en su línea base de expresión, porque también utiliza la ira como medio para canalizar la intensidad y pasión de lo expuesto. Pero me ha sorprendido especialmente la de Sánchez, es un rostro de ira de un nivel muy elevado (en un momento determinado), podemos observar la presión en los labios y la mandíbula, que indican un intento por reprimir la emoción, las aletas de la nariz muy abiertas, muestra de la agresividad contenida, y el ceño fruncido que termina por formar esta elocuente expresión hostil.

Esta emoción de ira es bastante relacional con el contexto en el que aparece, se relaciona sobre todo con la impaciencia y con una necesidad imperiosa por solucionar una circunstancia problemática. La provocan factores cómo la frustración, situaciones injustas, inmovilidad, o atentados contra los valores morales. Como podemos comprobar todos estos estímulos son congruentes con la experiencia vivida por Sánchez y por todos los candidatos en estos difíciles momentos políticos.

 

La ilusión de Albert Rivera frente a la resignación de Mariano Rajoy en el pacto de investidura

(EFE)

(EFE)

En el día de ayer se reunieron los líderes de PP y Ciudadanos para la firma de un acuerdo de cara a la próxima investidura. Para detectar las emociones reales tenemos que ir más allá de la foto, una instantánea en la que, por supuesto, ambos aparecen con una sonrisa social, posada, como haríamos todos para transmitir positivismo de cara a la galería. Analizando la secuencia completa podemos apreciar diferentes detalles espontáneos que señalan estados emocionales más auténticos.

Albert Rivera estaba como un niño con zapatos nuevos, no paraba de moverse inquieto, impaciente, deseoso de culminar el acuerdo. En su comparecencia individual sus sonrisas eran genuinas, en algunos momentos incluso reprimidas, estaba tan alegre que debía intentar serenarse y no dejarse llevar por la euforia (no entiendo por qué), en definitiva, estaba contento, ilusionado, de hecho fue el responsable de explayarse algo más en las explicaciones sobre el acuerdo.

Rivera transmitía pasión desgranando los detalles del proceso, se regocijaba en cada palabra, su prosodia emocional (velocidad, ritmo, tonalidad de la voz, etc) ha sido en esta ocasión especialmente intensa, el canal paraverbal ha sido el que más ha transmitido este entusiasmo y optimismo.

La disposición de Mariano Rajoy ha sido justamente la contraria, serio, desganado, muy neutral y poco comprometido en su discurso. Utilizaba constantemente los pronombres indeterminados, distanciándose así de su participación directa en el proyecto («creo que se ha trabajado bien», «que se ha hecho con intensidad»).

Además, su expresión facial no era coherente con lo expuesto, afirmó estar «muy contento» con un rostro absolutamente inexpresivo, más bien serio y sutilmente enfadado. Su lenguaje corporal así como la intensidad vocal eran totalmente planas y carentes de emoción.

Parece ser que estamos ante dos actitudes muy opuestas frente a un mismo propósito común; el deseo y la ilusión frente a la necesidad y la resignación. 

[Nota: No me olvido de la prometida segunda parte de mi último post: ¿Por qué interrumpimos a los demás? La actualidad manda, pero mañana continuaremos con las posibles soluciones para evitar estos cortes a nuestro interlocutor y trabajar más y mejor la escucha activa. Gracias a tod@s por vuestro interés. 🙂 ]

Mariano Rajoy elude su responsabilidad (no verbal) ante la posibilidad de terceras elecciones

(Captura de archivo)

(Captura de archivo)

Hay una parte muy interesante en comunicación no verbal que analiza el contenido de un discurso; los pronombres, los tiempos verbales, los adjetivos, e incluso el orden de las palabras que elegimos no son azarosas. A este estudio se dedica la Psicología del Testimonio, a través de este tipo de análisis podemos identificar ciertos patrones de pensamiento filtrados que pueden ser muy reveladores para, por ejemplo, detectar ciertos indicadores de engaño, pero también para identificar las emociones, actitudes o posturas reales sobre lo que se está declarando.

Lo primero para ello es establecer una línea base, no hay indicadores verbales/no verbales que por sí mismos signifiquen algo concreto, pero sí serán clave los cambios en la manera de expresarse o comportarse de uno mismo. Justo esta alteración del patrón ha ocurrido en las últimas declaraciones de Mariano Rajoy tras su reunión con el líder de Ciudadanos, Albert Rivera.

En esta última intervención nos encontramos a Rajoy más nervioso e incómodo que en la cita anterior con el representante de Ciudadanos, ahora está más tenso, más inquieto, sus gestos automanipuladores son incesantes (se coloca el traje, se toca el reloj, se agarra sus manos, etc) filtran el estrés y la ansiedad de su estado emocional actual.

Lo más significativo, tal y como recoge también mi colega experto en comunicación no verbal J.L Martín Ovejero, es un detalle que se transmite a través de las palabras elegidas. Mariano Rajoy es una persona que habitualmente se compromete y deja constancia de su protagonismo en todo lo que dice, y en esta comparecencia también lo hace, «YO he convocado está reunión, «MI partido», tanto es así que llega a decir «El Comité Ejecutivo de MI partido me ha autorizado a MI y a la dirección nacional del partido a negociar con Ciudadanos». Se adjudica la iniciativa y los intentos de negociación a sí mismo de forma tajante y absoluta, pero además, en esta última frase incluso se cita a él mismo por delante de la Dirección.

Bien, hasta aquí como vemos, todo corresponde a un patrón repetitivo y usual en él, ¿dónde viene el cambio? Justo cuando se refiere a la repetición de unas terceras elecciones, aquí transfiere y diluye su protagonismo, y por tanto, la responsabilidad de este acontecimiento al Partido Popular en general. En este instante ya de repente desaparece la figura de Mariano Rajoy para adjudicarle el fracaso de la investidura a la formación política en el sentido amplio del concepto, sin autor de los hechos. Juzguen ahora ustedes mismos: «Si el Partido Popular no consiguiera sacar adelante la investidura lo más probable sería la repetición de elecciones«.

De esta forma podemos inferir cómo el líder del Partido Popular se atribuye directamente los méritos y éxitos de su grupo político, pero evita la responsabilidad directa de su persona ante el posible fiasco en la próxima sesión de Investidura.

Las claves no verbales de la reunión entre Mariano Rajoy y Albert Rivera

Tal y como apuntaban ayer los compañeros de Gonzoo en 20 minutos, «Mariano Rajoy se viste de Ciudadanos para su entrevista con Rivera», y yo añadiría el viceversa, Albert Rivera se viste con la formalidad propia de Rajoy para este encuentro. Y es que nada queda a la improvisación, de estos pequeños detalles se pueden extraer singulares interpretaciones.

Es curioso que no se pongan de acuerdo, ya que en la anterior ocasión era Rivera quien se quitó la corbata y Rajoy quién la mantuvo, si bien es cierto que a lo largo de este último año el líder del PP ha roto el protocolo, con la ausencia de esta prenda, en varias ocasiones significativas tal y como analizamos en su primer vídeo de la precampaña electoral. Evidentemente la apariencia que proyecta Rajoy está más rejuvenecida con este estilo muy de Ciudadanos (camisa blanca, americana y sin corbata), es más distendida y cercana. Está claro que ambos quieren acercar posturas y esto también se aprecia en sus atuendos.

La expresión facial de Rivera en la reunión de ayer nada tenía que ver con la mostrada el día anterior, cuando exponía sus seis condiciones para votar favorablemente al Partido Popular en la sesión de investidura, en la que se mostró serio, tenso, intenso en su expresión, e incluso en algunos momentos con ira. En la cita de ambos, permuta su conducta por una gestualidad más relajada, sonrisas amplias y espontáneas, tiene un ánimo mucho más positivo. Aún así antes de la reunión se le ve tragar saliva con dificultad, removerse ansioso en su silla y con algunos gestos manipuladores (se frota las manos, se toca la chaqueta, etc) que dan cuenta de la importancia del momento para él.

El saludo entre ambos es muy correcto y horizontalmente en sintonía, no hay rol de dominancia/sumisión en ninguno de los dos, se estrechan la mano de igual a igual, no hay lucha de poder, hay conexión entre ambos. En ocasiones anteriores sí vimos una cierto halo de superioridad en Rajoy y más docilidad en Rivera (tal y como se muestra en el fotograma anterior). Parece que sus posiciones se acercan y su lenguaje corporal también lo hace.